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Chapter 36 - Rebelión contra el Cielo - Part 23

Capítulo 23: El Resurgir de Ryuusei

El suelo aún estaba empapado de sangre. La respiración de todos era pesada, y el aire olía a muerte.

Aiko se mantenía firme, su espada goteando sangre fresca, con una mirada de pura locura. Kenta, Daichi y Haru estaban en el borde de la inconsciencia, apenas capaces de sostenerse en pie.

Pero entonces, una risa.

Suave al principio. Débil. Pero luego, creciendo con cada segundo.

Ryuusei se movió.

Su cuerpo regenerado en parte, aunque aún cubierto de heridas abiertas y sangre seca. Se apoyó en un codo, su pecho subiendo y bajando con esfuerzo. Sus labios se curvaron en una sonrisa torcida.

—¿Pensaron… que con esto bastaba?

Aiko giró la cabeza hacia él.

—Ryuusei…

Él se levantó lentamente, tambaleándose, pero con la mirada más afilada que nunca. Su piel aún ardía por los ataques que había recibido, sus músculos dolían con cada movimiento, pero la adrenalina en su cuerpo lo mantenía de pie.

—No pienso… caer todavía.

Su aura oscura se encendió nuevamente. No era tan intensa como antes, pero era suficiente para hacer temblar el suelo bajo sus pies.

Daichi, apoyado en su lanza, lo miró con incredulidad.

—No puede ser… ¿cómo sigue en pie?

Kenta apretó los dientes, sosteniendo sus guadañas con las pocas fuerzas que le quedaban.

—No lo sé… pero tenemos que acabar con él antes de que recupere más poder.

Ryuusei los escuchó y rió con ironía.

—Intenten… pero esta vez… no me contendré.

Sus ojos brillaron con un resplandor espectral mientras se preparaba para la siguiente ronda.

La masacre aún no había terminado.

Ryuusei se enderezó por completo, su cuerpo aún maltrecho, pero su sonrisa se ensanchó. Su aura oscura se expandió lentamente, goteando como si fuera tinta en el aire.

Aiko lo miró con duda.

—Ryuusei…

Él giró la cabeza hacia ella y le dedicó una mirada fría pero tranquila.

—Aiko, vete.

—¿Qué?

—Regresa a la mansión. Ve una serie, descansa… Yo me encargaré de esto.

Aiko dudó por un momento, pero luego, al ver la expresión en su rostro, supo que no tenía sentido discutir. Sin decir palabra, dio un paso atrás y desapareció en la oscuridad.

Ryuusei soltó un suspiro y giró su cuello, produciendo un crujido escalofriante.

—Bien… ahora podemos divertirnos de verdad.

Kenta apretó los dientes y se lanzó contra él con todas sus fuerzas.

—¡MUERE, DESGRACIADO!

Su guadaña se movió con velocidad mortal, buscando el cuello de Ryuusei.

Pero él no esquivó.

No necesitaba hacerlo.

(Toque de la Entropía)

En el instante en que el filo de la guadaña tocó su piel, la hoja comenzó a oxidarse, desmoronándose en polvo. Kenta quedó paralizado por la sorpresa, pero Ryuusei ya estaba en movimiento.

Con una velocidad aterradora, le hundió los dedos en el estómago.

Los gritos de Kenta llenaron el aire mientras Ryuusei retorcía su mano dentro de su abdomen, sintiendo cómo los órganos se desgarraban bajo su agarre. Con un tirón brusco, arrancó un puñado de vísceras y las arrojó al suelo con un sonido húmedo.

—Vaya, Kenta… siempre pensé que tendrías más agallas.

Kenta cayó de rodillas, sujetándose el abdomen mientras la sangre brotaba sin control. Su piel palideció al instante.

Haru, aterrorizado, levantó su arco y disparó una flecha con toda su energía restante.

Ryuusei ni siquiera intentó esquivarla.

La flecha impactó en su hombro, perforando su carne… pero él solo inclinó la cabeza con curiosidad.

—Interesante… pero insuficiente.

En un parpadeo, apareció frente a Haru.

(Distorsión del Destino)

El tiempo pareció retorcerse. Antes de que Haru pudiera reaccionar, ya estaba en el suelo, con su pierna cortada desde el muslo. Su grito fue desgarrador mientras la sangre salía a borbotones de la herida.

Ryuusei sonrió y levantó su daga.

—Sabes, siempre pensé que hablabas demasiado, Haru.

Con un movimiento preciso, le rebanó la lengua de un tajo limpio. Haru intentó gritar, pero solo logró soltar un gorgoteo de sangre.

Daichi, paralizado por el horror, apretó su lanza con desesperación.

—Ryuusei… esto no es…

Ryuusei lo miró con ojos carentes de emoción.

—No te preocupes, Daichi. A ti te dejaré para el final.