Los años pasaron rápidamente para Leonhardt Eisenhart. Desde que tenía memoria, había estado en la forja junto a su padre, Garet, aprendiendo el arte de la herrería. No era solo un trabajo para su familia; era un legado, una tradición que se transmitía de generación en generación.
A los seis años, ya sabía cómo moldear pequeños objetos de metal, y a los siete, había logrado forjar su primera espada. Aunque el filo era tosco y la empuñadura estaba mal equilibrada, la sensación de haber creado algo con sus propias manos lo llenó de orgullo. Su padre, con una risa estruendosa, le revolvió el cabello y le dijo:
— ¡No está mal para un aprendiz! Pero todavía tienes mucho que aprender, chico.
Leonhardt admiraba a su padre. Era un hombre fuerte, respetado en todo el reino por su habilidad con el metal. Pero el día en que cumplió siete años, su padre recibió una convocatoria del rey.
— Es un encargo especial, hijo —dijo Garet, arrodillándose frente a él—. Puede que tome tiempo, pero cuando regrese, quiero ver cuánto has mejorado.
— ¿Cuánto tiempo estarás fuera? —preguntó Leonhardt, sintiendo un vacío en su pecho.
— No lo sé exactamente. Pero cuida bien a tu madre y sigue practicando.
Y con esas palabras, su padre partió.
Un Secreto en la Mansión
Los días se hicieron más largos sin su padre. Aunque su madre, Selene, lo cuidaba con amor, Leonhardt sentía que algo faltaba. Pero todo cambió cuando, una noche, mientras exploraba la mansión, encontró una puerta oculta detrás de un viejo estante en la sala de estudio.
Cuando su madre lo vio inspeccionando la puerta, suspiró y se cruzó de brazos.
— Sabía que tarde o temprano la encontrarías —dijo con una sonrisa.
— ¿Qué es este lugar? —preguntó Leonhardt, intrigado.
— Es la biblioteca de nuestra familia. Contiene conocimientos de generaciones pasadas, sobre herrería, historia y magia. —La mirada de su madre se tornó nostálgica—. Solo unos pocos miembros de la familia la han explorado.
Leonhardt sintió que su corazón latía con fuerza.
— ¿Puedo entrar?
Su madre lo observó por un momento y luego asintió.
— Sí, pero ten cuidado con lo que lees. No todo el conocimiento es seguro.
Cuando empujó la puerta, se encontró con una inmensa biblioteca cubierta de polvo, con estanterías que llegaban hasta el techo y cientos de libros alineados en orden perfecto, con hermoso estampados.
Nunca pensó que su familia tuviera tanto libro, ya que son herrero y mucho no le servía por el simple hecho que el metal se estudia a la vista o al tasto como ellos le enseñaron.
El Descubrimiento de la Magia
Pasó días enteros explorando la biblioteca. Descubrió historias sobre el reino, sus guerras, sus héroes y sus villanos. Leyó sobre los elfos, los demonios, los enanos y los dragones. Aprendió sobre mazmorras y tesoros ocultos.
Pero lo que más le llamó la atención fueron los libros sobre magia. Sabía que existía, pero nunca había visto a nadie usarla en su familia. Sin embargo, todo cambió cuando encontró un libro con una cubierta negra y polvorienta, con letras doradas que decían:
"El Legado del Hechicero Supremo"
Cuando lo abrió, una extraña sensación recorrió su cuerpo. Al leer las primeras páginas, su visión se volvió borrosa y una serie de mensajes aparecieron en su mente:
[Has adquirido la habilidad básica: Magia de Fuego]
[Has adquirido la habilidad básica: Magia de Agua]
[Has adquirido la habilidad básica: Magia de Tierra]
Leonhardt se quedó sin aliento. ¡Había aprendido magia solo con leer!
Siguió devorando el libro, aprendiendo sobre los principios de la magia, cómo se canalizaba el maná, y cómo los grandes magos del pasado habían moldeado el mundo con su poder.
Cuando finalmente cerró el libro, su cuerpo temblaba de emoción.
— Entonces… ¿también soy un mago?
Era un nuevo camino que jamás había imaginado.
Y así, sin darse cuenta, Leonhardt Eisenhart había dado el primer paso hacia un destino que cambiaría el mundo.