Los años pasaban rápido en la mansión Eisenhart. Desde su primer encuentro, la relación entre Leonhardt y Freya había cambiado drásticamente. Lo que comenzó como un vínculo de compañerismo se convirtió en una amistad inquebrantable. Freya, que al inicio era tímida y reservada, ahora mostraba su verdadero carácter: curiosa, competitiva y con una energía que a veces resultaba abrumadora para Leonhardt.
En estos dos años, ambos habían crecido físicamente y en habilidades. Leonhardt había mejorado su control del maná en secreto y se había vuelto un aprendiz competente en la herrería bajo la supervisión de su padre. Freya, por su parte, había demostrado ser una luchadora nata con una agilidad sorprendente, además de su habilidad con la magia de fuego, que había perfeccionado con la guía de Leonhardt.
El Duelo en el Patio
—¡Vamos, Leo! ¡Pelea en serio! —exclamó Freya, blandiendo un bastón de madera en el patio de entrenamiento.
Leonhardt suspiró. Sabía que cuando Freya lo llamaba "Leo" era porque estaba especialmente entusiasmada. Sosteniendo su propio bastón, tomó una postura defensiva.
—No tengo intención de hacerte daño —dijo con calma.
—¡Oh, por favor! Como si pudieras ganarme sin esforzarte —se burló Freya antes de lanzarse al ataque.
Leonhardt apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando ella giró ágilmente, intentando golpearlo en el costado. Bloqueó el ataque, pero la fuerza de Freya era mayor de lo que esperaba. Durante los últimos meses, se había vuelto más rápida y agresiva en el combate.
—¡Mierda…! —susurró Leonhardt, retrocediendo.
Freya sonrió, mostrando sus colmillos afilados.
—¡Te tengo! —exclamó mientras lanzaba una patada baja.
Leonhardt saltó hacia atrás justo a tiempo, pero en el aire, Freya giró y lanzó su bastón como si fuera una lanza. Él lo esquivó por poco, sintiendo el viento cortarle la mejilla.
—¡Eso fue peligroso! —protestó.
—¿Por qué no usaste magia? —preguntó ella, cruzándose de brazos.
Leonhardt suspiró y dejó caer su bastón.
—Porque no quiero demostrarle a nadie que puedo usarla, ni siquiera a ti.
Freya hizo una mueca.
—Tienes que confiar más en mí, Leo. No se lo diré a nadie.
Él la miró con seriedad.
—Lo sé… pero aún no estoy listo.
Freya chasqueó la lengua y recogió su bastón.
—Algún día vas a confiar en mí lo suficiente. Yo lo sé.
Leonhardt no respondió, pero en el fondo, sentía que Freya tenía razón.
Preparativos para el Festival de Cumpleaños
Días antes de su cumpleaños, la ciudad de Eisenhart se llenó de vida. La familia de Leonhardt celebraba su día especial con un gran festival en la plaza central, y este año no sería la excepción. Freya estaba especialmente emocionada, pues nunca antes había tenido un cumpleaños propio.
—¿Vamos a recibir regalos? —preguntó con ojos brillantes mientras ayudaba a acomodar las decoraciones en la mansión.
—Supongo —respondió Leonhardt, enfocándose en pulir una espada pequeña que su padre le había encargado.
—¡Voy a pedir algo increíble! Tal vez una armadura ligera… o una espada mágica… —murmuró Freya con entusiasmo.
Leonhardt la miró de reojo.
—¿No prefieres algo más… normal? Como un vestido o joyas.
Ella se detuvo y lo miró con desdén.
—¿Parezco una niña que se emociona por los vestidos?
—Bueno… sí —respondió con una sonrisa burlona.
Freya tomó una almohada cercana y se la lanzó a la cara.
—¡Idiota! —gritó, mientras Leonhardt reía.
Esa era su dinámica usual: discusiones, juegos y momentos donde su relación parecía más fuerte que cualquier otra.
La Revelación
La noche del festival, las calles de la ciudad estaban iluminadas con faroles y decoraciones coloridas. Freya llevaba un atuendo nuevo: una túnica roja con detalles dorados, regalo de Elizabeth. Leonhardt, por su parte, vestía una camisa negra y pantalones cómodos para moverse libremente.
Después de pasar horas disfrutando de la comida y los juegos, los dos se alejaron un poco del bullicio. Se sentaron en el borde de una fuente, observando los fuegos artificiales iluminar el cielo.
—Ha sido un buen día —dijo Freya, balanceando las piernas.
—Sí… —respondió Leonhardt, mirándola de reojo.
Por alguna razón, sentía que había algo que debía decir, pero no sabía cómo ponerlo en palabras. Freya se volvió hacia él con una sonrisa juguetona.
—¿Sabes? Antes de conocerte, nunca pensé que podría ser feliz.
Leonhardt sintió un nudo en el estómago.
—¿Por qué dices eso?
—Porque… no tenía nada. No tenía familia, ni hogar. Y ahora tengo esto. Tengo a los Eisenhart… y te tengo a ti.
Leonhardt sintió su corazón latir más rápido.
—Freya…
Ella lo miró con intensidad.
—¿Nunca has pensado en lo que somos? —preguntó en voz baja.
Leonhardt tragó saliva. De repente, entendió lo que ella estaba tratando de decir. Se dio cuenta de que Freya lo veía de una manera diferente a cómo él la veía a ella.
Ella esperaba una respuesta.
Y Leonhardt la tenía.
—Freya… tú eres mi familia.
Freya parpadeó, sorprendida.
—¿Familia…?
—Sí. Para mí, eres como una hermana.
El silencio entre ambos fue abrumador. Freya bajó la mirada, sus orejas de zorro temblaban ligeramente.
—Ya veo… —murmuró.
Leonhardt sintió culpa, pero sabía que no debía mentirle. No quería que hubiera confusión entre ellos.
Freya suspiró y se levantó.
—Entonces… —Forzó una sonrisa—. Supongo que eso significa que siempre estaremos juntos, ¿verdad?
Leonhardt la miró fijamente y asintió.
—Sí. Siempre.
Freya le dio un golpe ligero en el hombro.
—Eres un tonto, ¿lo sabías?
Él sonrió.
—Sí… pero soy tu tonto.
Ella rio y, por primera vez en la noche, parecía estar bien con su respuesta.
Mientras los fuegos artificiales seguían explotando en el cielo, Leonhardt se preguntó si en el futuro cambiarían las cosas entre ellos. Pero por ahora, estaba seguro de que, pase lo que pase, Freya siempre sería parte de su vida.
Panel de Estadísticas de Leonhardt Eisenhart
Nombre: Leonhardt Eisenhart
Edad: 12 años
Clase: Herrero (Mago Oculto)
Nivel: 8
Fuerza: 18
Destreza: 15
Resistencia: 20
Inteligencia: 25
Maná: 80
Habilidades:
Forja Intermedia
Magia de Fuego (Nv. 3)
Magia de Agua (Nv. 3)
Magia de Tierra (Nv. 2)
Lectura Avanzada
Combate con Espada Básico