La luna iluminaba tenuemente la habitación de Leonhardt mientras él se acomodaba en su cama, pero el sueño no llegaba. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de la semi-demonio herida en el bosque regresaba a su mente.
Se giró hacia un lado y miró hacia la esquina donde Saya dormía, cubierta con una manta delgada. Su respiración era tranquila, pero su expresión reflejaba agotación.
"Seguro ha pasado por muchas cosas..."
Leonhardt suspir y se sent en la cama. Si alguien la encontraba antes de que pudiera explicarlo todo, podría meterse en problemas. Sus padres no eran crueles, pero los semi-demonios tenían mala reputación. No podía arriesgarse.
Con cuidado, se levantó y se acercó a Saya.
—Saya… —susurró mientras la sacudía suavemente.
La chica frunció el ceño y abrió los ojos lentamente.
-Mmm…?
—Tenemos que irnos de aquí. Es peligroso si alguien te encuentra.
Saya tardó unos segundos en reaccionar, pero finalmente ascendió y se incorporó.
—¿A dónde vamos?
—A mi habitación. Es más seguro ahí.
Leonhardt le tendió la mano para ayudarla a levantarse. Ella la miró por un momento antes de aceptarla con timidez.
Ambos caminaron en silencio por los pasillos oscuros de la mansión. Leonhardt se movía con cautela, asegurándose de no hacer ruido, pero su corazón latía con fuerza.
Cuando llegaron a su habitación, Leonhardt cerró la puerta con cuidado y dejó escapar un suspiro de alivio.
—Bien, por ahora deberías quedarte aquí.
Saya ascendió y se sentó en el suelo, abrazando sus piernas.
Hubo un silencio incómodo entre ellos.
—Gracias… —murmuró finalmente.
Leonhardt la miró con sorpresa.
—¿Por qué?
—Por salvarme… No muchas personas harían lo que tú hiciste.
Leonhardt se rascó la nuca, un poco avergonzado.
—No hice nada especial. Solo no podía dejarte ahí.
Dije bajando la mirada.
—Aún así… gracias.
Leonhardt se sentó en la cama, sin saber qué más decir.
Descubiertos
El silencio de la noche fue interrumpido por el sonido de pasos en el pasillo.
Leonhardt se tensó.
—Alguien viene…
Saya lo miró con miedo, pero antes de que pudiera reaccionar, la puerta se abrió de golpe.
—¡Leonhardt! —La voz de Freya resonó en la habitación.
Leonhardt giró la cabeza rápidamente.
—¡Freya! ¿Qué estás haciendo aquí?
Freya cruzó los brazos y frunció el ceño.
—Esa debería ser mi pregunta. ¿Por qué trajiste a una chica a tu habitación a mitad de la noche?
Leonhardt sintió que la cara se le calentaba.
—¡No es lo que piensas!
Freya bajó la mirada y se fijó en Saya.
—Tú… eres la chica que él trajo del bosque, ¿no?
Saya asintió con cautela.
Freya suspir y se cruz de brazos.
—Explícame qué está pasando.
Leonhardt le contó todo. Le explicó que tenía miedo de que alguien descubriera a Saya antes de que pudiera hablar con sus padres y que no quería que le hicieran daño.
Cuando terminó, Freya permaneció en silencio por unos momentos.
Finalmente, suspiró.
—Siempre te metes en problemas, Leonhardt…
Leonhardt claramente con nerviosismo.
-Perder.
Freya miró a Saya con desconfianza.
—¿Qué planeas hacer?
Saya dudó antes de responder.
—No lo sé…
Freya entrecerró los ojos y la examinó con atención.
—Sabes que no puedes quedarte aquí para siempre, ¿verdad?
Dije asintiendo lentamente.
-Si…
—Y ¿qué piensas hacer cuando te descubran?
Saya desvió la mirada, incómoda.
Leonhardt entre bastidores.
—Podría ocultar su identidad.
Freya levantó una ceja.
—¿Cómo?
Saya respiró hondo y cerró los ojos. En cuestión de segundos, sus cuernos desaparecieron y su cola se desvaneció en el aire.
Freya dio un paso atrás, sorprendida.
—¿Cómo hiciste eso?
Saya la miró con una leve sonrisa.
—Los semi-demonios podemos ocultar nuestras características demoníacas si tenemos suficiente control sobre nuestro maná.
Freya la observó en silencio durante un largo rato antes de suspirar.
—Bien… por ahora, hagamos que esto funcione.
Leonhardt la miró con sorpresa.
— ¿Eso significa que me ayudarás?
Freya bufó.
—No es como si tuviera otra opción.
Leonhardt sonrió.
—Gracias, Freya.
Ella miró a Saya con una expresión seria.
—Pero aún no confio en ti.
Dije la miré con calma.
—Eso es comprensible.
Freya frunció el ceño y desvió la mirada.
—Hummm.
Leonhardt observó a las dos y sonriendo para sí mismo. Tal vez las cosas saldrían mejor de lo que pensaba.
La Mañana Siguiente
A la mañana siguiente, Leonhardt llevó a Saya al comedor. Sus padres ya estaban allí.
Elizabeth los miró con curiosidad.
—Y ¿quién es esta jovencita?
Leonhardt tomó aire y explicó lo sucedido. Contó cómo encontró a Saya en el bosque y decidió ayudarla. Sus padres lo escucharon en silencio.
Cuando terminó, hubo un momento de silencio.
Al final, Garet sospechó.
—Así que trajiste a una niña semi-demonio a nuestra casa sin pensarlo demasiado… tienes el mismo corazón impulsivo que tu madre.
Elizabeth tranquilizando con suavidad.
—Saya, querida, ¿tienes algún lugar al que puedas regresar?
Saya negó con la cabeza.
—No… estoy sola.
Elizabeth y Garet intercambian miradas antes de que su madre sonriera.
—Entonces, si no tienes a dónde ir, puedes quedarte con nosotros.
Dije que la miraba con asombro.
—¿De verdad?
Garet Freud.
—Pero con una condición.
—¿Cuál?
—Serás la nueva criada de Leonhardt.
Hubo un silencio incómodo en la sala. Saya parpadeó sorprendida, mientras Freya casi se atraganta con su desayuno.
—¡¿Qué?! —exclamó Freya.
Sigmund se encogió de hombros.
—Si vas a vivir aquí, debes tener un papel en la casa.
Saya miró a Leonhardt, esperando su respuesta.
Leonhardt suspiró y sonrió.
—No me molestes.
Saya dudó un momento antes de asentir.
—Está bien… haré mi mejor esfuerzo.
Freya miró a Leonhardt con incredulidad.
— ¿De verdad estás de acuerdo con esto?
Leonhardt la miró con confusión.
—¿Por qué no lo estaría?
Freya entrecerró los ojos.
—Hummm.
Celos en el aire
Esa noche, Freya entró a la habitación de Leonhardt con los brazos cruzados.
—Leonhardt…
—¿Qué pasa?
—¿Por qué aceptas que ella sea tu criada?
Leonhardt sospechó.
—Porque no quiero que se quede sin hogar.
Freya apretó los labios.
—No es solo eso… ella… tiene… ¡más bulto que yo!
Leonhardt la miró, completamente confundido.
—¿Qué?
Freya se sonrojó y giró la cabeza.
—¡Nada! Solo… olvídalo.
Antes de que Leonhardt pudiera decir algo más, Freya salió corriendo.
Leonhardt sospechó.
—Las chicas son complicadas…