El sol apenas comenzaba a salir cuando Leonhardt salió de la mansión. Con su túnica de entrenamiento y su espada de madera en la cintura, se dirigió hacia el claro del bosque donde solía practicar magia en secreto. Cada día se volvía más hábil, dominando mejor el flujo del maná y ampliando su repertorio de hechizos. Pero esa mañana, su entrenamiento tomaría un giro inesperado.
Una Noticia Inesperada
La noche anterior, la familia Eisenhart había recibido una noticia que cambiaría sus vidas. Durante la cena, Elizabeth, su madre, sonrió con dulzura y acarició su vientre antes de hablar:
—Voy a tener un bebé.
Leonhardt dejó su cuchara a medio camino de su boca y Freya, que estaba a su lado, abrió los ojos de par en par.
—¿En serio? —preguntó él con incredulidad.
Elizabeth asintió y su padre, rió con orgullo.
—Sí, hijo. Vas a tener un hermano o hermana.
Freya sonrió emocionada.
—¡Eso significa que serás un hermano mayor, Leonhardt!
Leonhardt sintió un pequeño escalofrío. Ser un hermano mayor… ¿qué significaba eso? Nunca había pensado en cuidar de alguien más. Sin embargo, cuando miró a su madre y la felicidad en su rostro, sintió una calidez en el pecho.
—Haré mi mejor esfuerzo —dijo con una sonrisa.
El Encuentro en el Bosque
Mientras practicaba un hechizo de viento en el claro, un sonido entre los árboles captó su atención. Un crujido de ramas, seguido de una respiración agitada.
Al volverse, vio a una figura tambaleante salir del follaje. Era una chica, un poco mayor que él, con el cabello negro y corto, y un par de cuernos pequeños sobresaliendo de su cabeza. Su ropa estaba rasgada y su piel tenía algunas heridas superficiales.
Pero lo que más llamó su atención fueron sus ojos: rojos como el fuego, llenos de desconfianza y miedo.
La chica apenas pudo dar un paso antes de desplomarse en el suelo.
Leonhardt corrió hacia ella y la revisó. Respiraba con dificultad, agotada. Sin pensarlo demasiado, usó un hechizo de agua para limpiar sus heridas y otro de curación básica.
Cuando terminó, la chica abrió los ojos lentamente.
—¿Quién… eres? —preguntó con voz débil.
—Leonhardt —respondió él—. Y tú… ¿quién eres?
La chica dudó, pero finalmente susurró:
—…Saya.
Leonhardt notó que su cuerpo estaba extremadamente tenso, como si estuviera lista para huir en cualquier momento.
—Tranquila, no voy a hacerte daño —dijo con una voz calmada—. ¿Por qué estabas tan herida?
Saya desvió la mirada.
—Me estaban cazando… por ser lo que soy.
Leonhardt entendió de inmediato. Había leído sobre ello en los libros. Los demonios y semi-demonios eran considerados enemigos de la humanidad. No importaba si eran pacíficos o no, la gente los temía y los mataban sin dudarlo.
Pero él no veía el mal en ella. Solo veía a una chica agotada y asustada.
—No me importa qué seas —dijo al final—. Estás herida y necesitas ayuda.
Saya lo miró fijamente, como si tratara de descifrar si mentía. Finalmente, dejó escapar un suspiro y relajó un poco los hombros.
—Eres extraño.
Leonhardt sonrió.
—Me lo dicen mucho.
El Libro de la Visión Oculta
Después de llevar a Saya a un refugio improvisado y darle algo de comer, Leonhardt recordó el regalo que su padre le había dado antes de salir esa mañana.
—Antes de que te vayas a entrenar —había dicho Sigmund—, quiero darte algo especial.
Le entregó un libro viejo, con una cubierta de cuero oscuro y letras doradas en el título: "Los Ojos del Alma: La Verdadera Visión de la Magia".
—Este libro me lo dio un viejo amigo —explicó Garet—. Puede ser útil para ti.
Leonhardt lo hojeó y descubrió que hablaba sobre un poder oculto en ciertas personas: la habilidad de ver las estadísticas de los seres vivos y objetos mágicos. Intrigado, probó la técnica descrita en el libro… y, para su sorpresa, funcionó.
Cuando miró a Saya con su nueva habilidad activada, apareció una ventana translúcida frente a sus ojos.
Nombre: Saya
Raza: Semi-Demonio
Edad: 13 años
Clase: Guerrero Sombrío
Nivel: 7
Fuerza: 15
Destreza: 18
Resistencia: 12
Inteligencia: 14
Maná: 30
Habilidad Especial: Sombra Viva – Permite moverse en la oscuridad sin ser detectada y aumentar la velocidad en las sombras.
Leonhardt quedó impresionado. No solo Saya era más fuerte de lo que parecía, sino que su habilidad era única.
—Interesante… —murmuró.
Saya notó su expresión.
—¿Qué pasa?
—Nada, solo pensaba que eres más impresionante de lo que aparentas.
Saya se sonrojó ligeramente y apartó la mirada.
—No digas cosas raras.
Leonhardt sonrió. Tal vez no sería tan difícil llevarse bien con ella después de todo.
Decisiones y Nuevos Comienzos
Esa noche, Leonhardt se sentó junto a Saya en el refugio improvisado. Ella todavía estaba desconfiada, pero al menos parecía más relajada.
—¿Qué harás ahora? —preguntó él.
Saya bajó la mirada.
—No tengo a dónde ir.
Leonhardt pensó en su familia. Su madre, su padre, Freya… ¿cómo reaccionarían si llevaba a una semi-demonio a casa?
Pero en su interior, ya había tomado una decisión.
—Si quieres… puedes venir conmigo.
Saya lo miró sorprendida.
—¿Me dejarías quedarme contigo?
—Sí. No me importa lo que digan los demás. Eres una persona, no un monstruo.
Los ojos de Saya temblaron ligeramente, como si nunca hubiera escuchado esas palabras antes.
—Eres realmente extraño, Leonhardt.
Él sonrió.
—Eso ya lo sé.
Saya lo miró fijamente por unos segundos antes de soltar una leve risa.
—Está bien. Iré contigo.
Leonhardt sintió que había tomado la decisión correcta.