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Chapter 5 - Capítulo 5: Lazos Inquebrantables

Los días transcurrieron con tranquilidad en la mansión Eisenhart. Desde su llegada, Freya se había integrado de forma natural a la familia, aunque al principio le costó adaptarse a la idea de que no era tratada como una esclava. Con el tiempo, su relación con Leonhardt se había vuelto más estrecha, pasando de simples compañeros a confidentes.

Aquel vínculo se fortaleció con el entrenamiento diario. Freya, habiendo descubierto su afinidad con la magia de fuego, entrenaba en secreto junto a Leonhardt en las noches, cuando todos dormían. La chispa de su poder era inestable al principio, pero con la guía de su amigo, aprendió a controlarla.

—Tienes que concentrarte —dijo Leonhardt, observando cómo la pequeña esfera de fuego en la palma de Freya titilaba—. Si dejas que tus emociones te dominen, se extinguirá o estallará.

Freya frunció el ceño.

—No es tan fácil como lo haces ver…

Leonhardt suspiró y se colocó detrás de ella, sosteniendo su mano con suavidad.

—Siente el flujo de maná… no lo empujes, deja que fluya.

Freya se estremeció al sentir la cercanía de Leonhardt, pero intentó concentrarse. Cerró los ojos y respiró hondo. La llama, que antes parpadeaba, comenzó a estabilizarse.

—¡Lo logré! —exclamó emocionada.

Leonhardt sonrió.

—Bien hecho.

Ese tipo de interacciones eran cada vez más frecuentes. Aunque Freya no lo admitía abiertamente, disfrutaba pasar tiempo con Leonhardt, ya fuera entrenando, explorando la biblioteca o simplemente conversando sobre cualquier cosa.

El Día del Festival

Un día, durante el desayuno, Sigmund dejó un aviso sobre la mesa.

—Hoy es el Festival de la Primavera en la ciudad. Me gustaría que ustedes dos fueran a disfrutarlo.

Freya y Leonhardt intercambiaron miradas.

—¿Festival? —preguntó Freya con curiosidad.

—Es un evento anual donde la gente celebra la llegada de la primavera. Hay puestos de comida, juegos y espectáculos —explicó Elizabeth con una sonrisa—. Es una buena oportunidad para que se diviertan.

Freya pareció emocionada por la idea.

—¡Quiero ir!

Leonhardt suspiró.

—Está bien, pero no hagas locuras.

Explorando la Ciudad

Al llegar al festival, la ciudad estaba llena de vida. Había faroles de colores decorando las calles, música en cada esquina y el aroma de comida impregnaba el aire.

Freya miraba todo con fascinación, aferrándose levemente a la manga de Leonhardt.

—Esto es increíble… —susurró.

—Es solo un festival —dijo él, restándole importancia.

Ella lo miró con el ceño fruncido.

—¡Para mí es especial! Nunca había visto algo así…

Leonhardt la observó en silencio por un momento y luego suspiró.

—Está bien, disfrutemos del día.

Caminaron por los puestos, probando diferentes dulces y jugando algunos juegos. Freya era especialmente hábil en los de puntería, lo que impresionó a Leonhardt.

—¿De dónde sacaste tanta precisión?

Ella sonrió con orgullo.

—Instinto.

Tras varias vueltas por el festival, llegaron a un puesto donde vendían cintas para el cabello y accesorios.

—Elige algo —dijo Leonhardt.

Freya parpadeó sorprendida.

—¿Eh?

—Te compraré algo, así tendrás un recuerdo del festival.

Freya se sonrojó levemente y comenzó a buscar. Al final, eligió una cinta roja.

—¿Cómo me queda?

Leonhardt asintió.

—Se ve bien en ti.

Freya sonrió, sintiendo su corazón latir con fuerza.

El Juego del Corazón

Mientras caminaban, encontraron un puesto con un juego inusual.

—¡Pase y pruebe su destino con el "Juego del Corazón"! —anunció el dueño—. Un par de jóvenes pueden descubrir su compatibilidad con solo sostener esta esfera mágica.

Leonhardt quiso ignorarlo, pero Freya ya lo miraba con ojos brillantes.

—¡Vamos a intentarlo!

—¿Eh? No veo la necesidad de—

—¡Por favor! —le agarró la manga, suplicante.

Leonhardt suspiró.

—Está bien…

Colocaron sus manos sobre la esfera y, de inmediato, comenzó a brillar con una luz cálida.

El dueño del puesto silbó.

—¡Vaya, qué compatibilidad tan alta!

Freya se sonrojó hasta la punta de las orejas.

—¿Q-qué significa eso?

—Significa que sus corazones están alineados. Si fueran adultos, diría que tienen un futuro prometedor juntos —dijo el dueño con una sonrisa traviesa.

Leonhardt apartó la mano de inmediato.

—Este juego es tonto.

Freya se quedó en silencio, mirando la esfera con una sonrisa tímida.

El Baile del Festival

Cuando el sol comenzó a ocultarse, los músicos empezaron a tocar una melodía especial: el baile del festival.

Las parejas comenzaron a reunirse en la plaza para participar. Freya miró a Leonhardt con expectativas.

—¿Bailamos?

—Yo no sé bailar.

—Yo tampoco… pero podemos intentarlo.

Leonhardt se quedó mirándola un momento. Freya lo miraba con una mezcla de emoción y timidez.

Finalmente, suspiró.

—Está bien.

Freya sonrió y tomó su mano.

Intentaron seguir el ritmo de la música, pero al principio fue un desastre.

—¡No pises mis pies! —se quejó Freya.

—¡Es culpa tuya por moverte raro!

Pero poco a poco, comenzaron a sincronizarse. La luz de las farolas iluminaba el rostro de Freya, quien reía suavemente.

—Esto es divertido… —susurró.

Leonhardt la observó de cerca.

Por primera vez, se dio cuenta de lo hermosa que se veía cuando sonreía.

Un Momento Especial

Al finalizar el baile, se alejaron de la multitud y se sentaron en un banco.

—Hoy fue un buen día —dijo Freya, mirando las estrellas.

Leonhardt asintió.

—Sí, lo fue.

Ella lo miró fijamente.

—Gracias, Leonhardt.

—¿Por qué?

—Por tratarme como una persona… por ser mi amigo.

Leonhardt desvió la mirada, sintiéndose extrañamente incómodo.

—No tienes que agradecerme por eso.

Freya sonrió.

—Aun así… gracias.

El viento sopló suavemente, llevando consigo el aroma de las flores.

Sin darse cuenta, Leonhardt había dado un paso más hacia un vínculo que cambiaría su destino.