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Chapter 2 - Guía de supervivencia

Jonathan trató de seguir el juego de Shana; sin embargo, ella lo estaba empujando a conocer gente demasiado rápido; y eso no le gustaba. Se suponía que había estado muerto desde hace unas horas y ni siquiera tuvo tiempo de digerirlo; en cambio, por alguna razón, se vio obligado a participar en una acelerada gira de relaciones públicas. Shana no parecía preocuparse por la evidente incomodidad de John y continuó con su recorrido.

—En este momento solo tenemos veinte pacientes en la residencia; por suerte para nosotros, la mayoría de ellos son muy ancianos.

Ese fue un comentario extraño, pero John lo dejó pasar.

—Como acabas de aprender, puedes atravesar personas y objetos, pero no paredes, y tampoco puedes pasar a través de las puertas, lo que significa que si entras en una habitación y se cierra con llave, quedarás atrapado. No te preocupes; a veces eso es bueno.

—¿Por qué es bueno estar atrapado? —John preguntó.

Había muchas insinuaciones en las explicaciones de Shana.

—Porque a veces algo horrible sucede y tienes que saber cómo estar a salvo; encerrarte significa que estás a salvo, pero ya te lo explicaré en su momento —respondió Shana.

Siguieron caminando hasta el final del pasillo. John empezaba a sentirse molesto por todo este alarmismo. Estaba a punto de darle una pieza de su mente a Shana, pero se quedó sin palabras cuando vio al interior de la habitación a la que ella lo guió.

La estancia estaba ocupada por un anciano, sentado en un sofá; su expresión facial era ausente, su mirada perdida en la nada. Era un hombre negro con una línea de cabello bastante intacta, pero todo blanco, acompañado de una barba blanca de unas pocas semanas. A un lado de este anciano estaba una mujer joven, otro fantasma. Debía ser muy joven cuando murió, quizás dieciocho años; no muy alta, tal vez un metro sesenta y cinco. Dado que John veía a los muertos en blanco y negro, su piel parecía tan blanca como la leche, señalando que era una mujer blanca. Sus ojos eran tan blancos como perlas, y tenía un cabello lacio, negro y largo que le caía desde los hombros hasta la cintura. Su nariz recta y perfectamente proporcionada, sus cejas perfectas y sus labios carnosos la convertían en una belleza en su propia categoría; incluso con la visión fantasmal de John, ella era, con mucho, la mujer más hermosa que jamás había visto.

La chica miró a John con una expresión de asco; sabía qué mirada le estaba dando, una mezcla de asombro y lujuria. En su opinión, ni siquiera en la muerte, los hombres dejaban de ser hombres. Su belleza era su maldición. Una maldición tan fuerte que le causó la muerte antes de tiempo.

—Ella es Elizabeth, una de las sobrevivientes más antiguas aquí; sé respetuoso con ella; podría ser la razón por la que sobrevivas lo suficiente para salir de esto, algún día... tal vez.

A juzgar por su expresión, John no estaba en buenos términos con Elizabeth. Tratando de no mirar más su hermoso rostro, John se obligó a mirar al anciano, y entonces se dio cuenta de que el dedo índice de Elizabeth estaba tocando la mano del viejo.

—¿Lo está tocando? —John preguntó, sorprendido.

—En realidad, no —respondió Shana. —Está haciendo algo de contacto con él, pero es complicado. Te lo explicaré más tarde, vamos.

Shana trató de alejar a John de la mirada despectiva de Elizabeth; se trasladaron a la siguiente habitación. Había una anciana allí; movía las manos como si estuviera tejiendo algo mientras hablaba consigo misma; los signos de demencia eran evidentes; su cabello blanco estaba cortado corto; llevaba una bata blanca con un diseño de flores; a veces, sus murmullos hacían que sus dentaduras postizas se salieran de lugar, y tenía que acomodarlas con la mano. Al lado de la anciana había un hombre, probablemente en sus cuarenta y tantos. Estaba sentado en el suelo con la cara entre las piernas mientras su dedo índice de la mano derecha tocaba a la anciana.

—Hola Willy — Saludo Shana.

El hombre levantó la cabeza y los miró. Su rostro parecía que estaba a punto de llorar como alguien que sufría de estreñimiento y al mismo tiempo estaba triste. Era delgado, como si hubiese muerto de hambre; sus ojos estaban hundidos en sus órbitas; su nariz era larga y puntiaguda; había un bigote muy escaso en su labio superior; y su cabello era negro y desordenado. Estaba completamente vestido con una túnica negra.

—Hola, Shana.

La voz de Willy sonaba como lo que esperarías de su rostro, como la voz de un niño que había estado llorando hace unos minutos.

—Willy, este es el nuevo, Johnathan. Johnathan, este es Willy el llorón, el sobreviviente más antiguo aquí; según nuestros cálculos, ha estado atrapado aquí durante al menos cuarenta años.

Willy levantó su mano izquierda y saludó a John, dándole una sensación inquietante. Si no estuviera muerto, probablemente tendría piel de gallina.

—Sigues hablando sobre el peligro, la supervivencia y lo que se debe y no se debe hacer. Ve al grano; me estoy cansando de esto—recriminó Jhon.

—Está bien —concedió Shana. —Viste que no evito pasar a través de los vivos; hay una razón para ello. Cuando uno de nosotros interactúa de alguna manera con los vivos, parece que absorbemos algo de ellos. Es solo por un segundo, solo por el momento en que nuestra piel se alinea perfectamente con la de ellos. Ahora, intenta pasar tu mano a través de la mujer a la que Willy está tocando.

John lo intentó, pero no pudo hacerlo. La mujer se sentía como la pared; no había sensación de tacto, pero tampoco había presión, ni fuerza detrás de su empuje.

—No puedo atravesarla, pero tampoco puedo tocarla del todo —dijo Jhon, confundido.

—El profesor Martín dijo que no la puedes atravesar porque su energía ha sido reclamada por Willy; no puedes empujar ni interactuar con nada porque no tienes suficiente masa; no tienes un cuerpo físico; él dice que los fantasmas somos como una energía residual de los vivos que es tan débil que no podemos influir en el mundo físico. No sé de dónde sacó todo eso, pero al menos tuvo alguna explicación. No tenemos claro cómo funcionan otras cosas como hablar por ejemplo, o este lugar —Shana miró las paredes.

—Lo curioso es que esto solo sucede aquí; hasta donde sabemos, no todos se convierten en fantasmas, pero las personas que lo hacen suelen estar atadas a un lugar o a algo relacionado con ellos en vida. Ramón es un buen ejemplo: era camionero; murió en su camión, el cual se vendió poco después de su muerte. Su alma estaba unida a su camión y viajó con él durante años por Europa.

—Así es—interrumpió Ramón a Shana. Había estado del otro lado de la pared desde el principio.

—Aprendí muchas cosas mientras viajaba; hay otros fantasmas distribuidos por todo el mundo, no demasiados, pero suficientes para encontrar uno de vez en cuando. Fuera de este lugar, con el tiempo, los fantasmas dejan de estar atados al mundo y se desvanecen en la nada, pero aquí no lo hacemos. Seguimos existiendo hasta que nos trasformamos o somos devorados por los Glotones.

—¿Glotones?— preguntó Jhon.

—Cuando un fantasma pasa demasiado tiempo aquí, muta en algún tipo de monstruo espectral; después de un tiempo, comienzan a comerse a otros fantasmas y se deforman aún más; los llamamos Glotones; desafortunadamente, los verás tarde o temprano —respondió Shana.

—Entonces… —John miró a Willy.

—Si interactúas con los vivos, te mantienen estable; cuanto mayor es la persona, mejor —Shana explicó de nuevo.

—El profesor dijo que es porque los más ancianos están más cerca de los muertos que de los vivos, así que es más fácil para nosotros interactuar con ellos y robar un poco de esa cosa energética de la que habla —añadió Ramón.

—Ahora, intenta tocar a Willy — recomendó Shana.

John hizo lo que se le indicó, y su mano atravesó a Willy.

—¿Ves? Algunas de las mismas reglas se aplican a los Glotones. No pueden comerte si estás tomando energía de una persona viva. Esa es una forma de sobrevivir a sus ataques; la otra forma es estar encerrado en alguna habitación. Al igual que nosotros, no pueden atravesar las paredes y las puertas. Pero ten cuidado, si uno de los trabajadores abre la puerta durante el ataque, los entrarán y te comerán.

Las palabras y explicaciones de Shana estaban haciendo que John sintiera más dudas y confusión; para él todo esto parecía el argumento de una mala película de terror.

—Entonces, déjame aclarar esto: estoy muerto, atrapado en un asilo lleno de fantasmas que intentan sobrevivir a los ataques de otros fantasmas mutantes tocando a los vivos, y voy a estar atrapado aquí para siempre.

—En resumen, sí —confirmó Ramón.

John miró a su alrededor un poco incrédulo. Miró a Shana y Ramón; estaban allí, esperando a que él reaccionara. Entonces miró a la anciana; ella seguía bordando con su hilo invisible y murmurando. Willy dejó de prestarles atención y volvió a tener la cabeza entre las piernas mientras se mantenía en cuclillas en el suelo; sin embargo, nunca dejó de tocar a la anciana. Después de unos segundos de silencio, John comenzó a caminar.

— Quiero estar solo por un momento.

—Una cosa más —Shana lo detuvo.

—Los Glotones salen por la noche. No sabemos dónde se esconden durante el día, pero sabemos que no les gusta la luz, ya sea natural o artificial. No los mata ni les hace daño aparente, hasta donde sabemos; simplemente no les gusta. Uno de ellos quedó atrapado en una habitación vacía una vez y estuvo allí durante casi dos días, chillando sin parar. Cuando una enfermera abrió la puerta, esa cosa simplemente salió arrastrándose y desapareció en la pared —Shana señaló la pared al final del pasillo.

—Si las luces comienzan a parpadear y escuchas ruidos extraños en las paredes después de las diez, es una mala señal. Si los Glotones vienen y aún no sabes cómo unirte a los vivos, intenta quedarte encerrado en algún lugar. Tu mejor opción es ir a la habitación de Elizabeth y rezar para que te deje entrar. Puede hacer que las personas a las que está unida se muevan y cierren las puertas por voluntad propia.

Jhon se alejó de Shana y los demás. Caminó por el pasillo y miró a su alrededor. Había algunos fantasmas y ancianos moviéndose por ahí. La mayoría de los fantasmas parecían aburridos y solo estaban ahí parados; ni siquiera prestaban mucha atención a John. Los vivos continuaron con sus vidas, ajenos a todo lo que sucedía a su alrededor.

John estaba de pie en la entrada del hogar de ancianos Pinos Verdes, mirando hacia afuera. El sol se estaba escondiendo en el horizonte, y la oscuridad de la noche comenzaba a reducir la visibilidad exterior. John intentó una vez más abrir la puerta; no podía tocar la manija. Tarde o temprano, tenía que aceptar que estaba muerto. Esta era su nueva realidad.