Narrador: Luna Rossi
Cerré los ojos y la oscuridad me envolvió nuevamente, como un viejo telón cubriendo las escenas tras bastidores. El sonido a mi alrededor se apagó, el aire dejó de rozar mi piel. La presencia de Pantera en mi mente era un rastro claro, tan palpable que podía seguirla sin dificultad. Exhalé lentamente, concentrándome. El camino hacia su mente se dibujaba ante mí. Lo intenté, pero me encontré con un muro aparentemente impenetrable.
A lo lejos, escuché sus voces discutiendo, como ecos distantes. Sus palabras resonaban en mi cabeza mientras peleaban, casi como una vieja pareja de casados que sabía exactamente dónde golpear.
—Han pasado 13 años, deja de aferrarte a ese recuerdo. —¿A qué se referiría Pantera?
—¿Celos? —la voz profunda de Bragmus atravesó la neblina de mi mente.
De repente, sentí cómo el muro se agrietaba. Era un hueco pequeño, pero suficiente para entrar. Me concentré, preparándome para el dolor, conté hasta tres y, por aquella grieta, me adentré.
Cuando logré cruzar, me encontré en un espacio extraño. Todo estaba inmaculadamente ordenado, un lugar blanco y puro, sin rastros de nada más que su presencia. Desde ahí podía verla: Pantera discutía acaloradamente con Bragmus, y aunque sabía que yo estaba ahí, no me prestaba atención. Sabía que debía actuar rápido. Había entrado muchas veces en la mente de Logan, incluso cuando él había perdido el control y su caos era mucho más peligroso. Comparado con eso, el orden de la mente de Pantera parecía simple. Sabía qué hacer.
Miré a mi alrededor y vi una librería a lo lejos. Debía ser el acceso a sus memorias. Me acerqué con cautela, pero antes de que pudiera tocar uno de los libros, un suave maullido me interrumpió.
Giré en busca del sonido y encontré algo que no esperaba: un pequeño cachorro de pantera, adorable y frágil, que caminó hacia mí con entusiasmo, como si fuera su primera cacería.
—Oh, pequeño, no me digas que eres su guardián —murmuré con una mezcla de ternura y diversión mientras lo acariciaba.
La sensación de suavidad bajo mis dedos era agradable, pero antes de que pudiera disfrutarlo demasiado, la necesidad de completar mi misión regresó. Cuando estuve a punto de quebrar su pequeño cuello, algo tocó mi espalda.
—Oh, sí, y se llama Josh —dijo Pantera con una sonrisa burlona. Pude sentir la satisfacción en su tono. Ella nuevamente me había acorralado.
—¿Podrías no intentar matarlo, por favor? —agregó, sin perder su aire condescendiente mientras se cruzaba de brazos y me miraba con diversión.
—¿Y si lo mato, qué? —amenacé, tomando al cachorro por el cuello con más fuerza.
—Entonces dejará de ser tierno, y créeme, no te gustará el resultado —respondió ella, inclinando la cabeza mientras su sonrisa se ensanchaba.
La decisión ya estaba tomada. Pantera no iba a intimidarme. He luchado contra el guardián de Logan en múltiples ocasiones y salido avante; esta vez no sería diferente.
—Tarde. Debiste pensarlo antes de meterte en mi cabeza.
Con un solo movimiento, quebré el cuello del cachorro y lo dejé caer al suelo. Sentí una sensación de liberación. Sin guardián, finalmente podría hacerle daño. Sabía que ella me había detectado, pero ahora el campo estaba abierto.
Corrí hacia la librería, determinada a llegar antes de que ella interviniera, pero su voz volvió a interrumpirme, ahora con una risa apenas contenida.
—Emm, Luna, ¿puedes mirar hacia atrás?
Detuve mi avance y me giré, solo para encontrarme con algo que no esperaba. Donde antes yacía el pequeño cachorro muerto, ahora había una enorme pantera negra, su respiración pesada y profunda. Me miraba con hambre, el sonido de su gruñido resonando por toda la habitación.
Pero no me inmuté. He visto cosas mucho peores en la mente de Logan; esta bestia no iba a intimidarme.
—Ash —suspiró Pantera, visiblemente irritada—. No la lastimes, Josh. No quiero otro sermón de Kayn, suficiente tengo con el de ahora.
Antes de que pudiera reaccionar, Pantera ya estaba a su lado, su sonrisa burlona más amplia que nunca.
—Una pantera, en serio, eres tan arrogante —señalé mientras tomaba uno de los libros de su estantería mental.
Pantera se rio suavemente, acariciando a Josh con lentitud, como una madre que calma a su hijo furioso.
—Bueno, tu guardián era Logan, así que no entiendo con qué cara me dices esto. Que, por cierto, fue muy fácil derrotarlo. ¿Nadie te enseñó las desventajas de tener a alguien como guardián? Especialmente si ese alguien está muerto.
Logan otra vez. Sus palabras estaban diseñadas para desestabilizarme, pero no le daría ese placer. Intenté abrir uno de los libros para acceder a sus memorias, pero estaba sellado, inaccesible.
De repente, Pantera se acercó sin vacilar. Su mano se movió rápida y sin esfuerzo, quitándome el libro de las manos con elegancia.
—Basta. Esto ya no es gracioso, es triste —recalcó, su mirada triunfante nublaba mi juicio. Mi mente se tambaleaba; el desgaste de la defensa y este ataque estaban pasando factura. Me quedaba poco tiempo en este lugar, así que no podía ceder.
Un eco penetró la quietud.
—Manténgase en silencio y no olvide su lugar, comandante.
La voz de Bragmus retumbó en la mente de Pantera, causando un seísmo que destruyó el "perfecto" orden. Los libros cayeron de sus estantes y el caos se desató. Pantera se paralizó, y no iba a desperdiciar esa oportunidad. Golpeé su proyección con todas mis fuerzas, y el impacto la destruyó. Materialicé un mechero, lo encendí y lo lancé al muro de libros que antes era una simple librería. Las llamas consumieron todo a su paso, destruyendo lo que había construido.
Solo quedaba el guardián.
Materialicé una pistola y disparé a Josh justo antes de que se abalanzara sobre mí, pero las balas no le hicieron nada. El enorme felino se acercaba, pero me planté firme, preparada para recibir su golpe. Cuando abrí los ojos, Josh estaba quieto frente a mí.
El sonido de múltiples y lentos aplausos llenó el espacio. La confusión se apoderó de mí. ¿De dónde venía ese sonido?
Desde las llamas que consumían el lugar, miles de proyecciones de Kalipso emergieron, caminando lentamente.
—Suficiente espectáculo. Me aburrí —dijo Pantera, con monotonía en su voz.
De pronto, algo me lanzó al suelo con brutalidad. La pata de Josh aplastó mi espalda, su extremidad era tan grande como mi torso. Fui arrojada violentamente contra el muro en llamas. El dolor me atravesó como mil agujas. Dolía, maldita sea, dolía como las llamas de Cassandra. Por primera vez desde que había entrado aquí, sentí miedo. Intenté expulsarme de su mente, pero las proyecciones de Kalipso me aferraron con fuerza.
Una de ellas se acercó, acariciando mi rostro con desprecio. Levantó la mano, pensé que estaba preparando algún tipo de ataque. Cerré los ojos, lista para el golpe, pero lo único que sentí fue un líquido espeso golpeando mi cara. Me había escupido.
—Agradece que Kayn te cuida y que eres el vivo reflejo de tu madre —exclamó con desdén mientras se alejaba junto con las otras proyecciones.
—Vete de mi mente. Sabes cómo entrar, sabrás cómo salir —dijo Kalipso, dándome la espalda mientras las demás desaparecían en el caos de las llamas.
Desde donde estaba, pude ver a Bragmus arremeter contra ella con calma, pero con un rostro lleno de fastidio. No me iba a ir sin al menos emparejar lo del escupitajo.
—¿Qué tipo de relación tienes con Lord Bragmus? —pregunté, limpiando la saliva y las heridas mientras el guardián me observaba.
Ella se detuvo ipso facto. Josh gruñó, abriendo esas feroces mandíbulas. Sus colmillos afilados eran tan imponentes como su mirada depredadora. Pero yo ya sabía que no iba a hacerme daño. Pantera es peligrosa, sí, pero mientras Bragmus estuviera presente, su control sobre ella me mantenía a salvo. Sin embargo, había tocado una fibra sensible, eso era evidente.
Su atención volvió hacia mí, su voz se manchó con tintes de dolor y casi apagado exclamó:
—Es complicado y para nada de tu incumbencia.
Sus ojos antes llenos de arrogancia ahora lucían vacíos, como si mi comentario hubiera atravesado una capa de hierro que nadie más había podido traspasar.
—Es curioso cómo sus simples palabras logran hacer tanto daño en una de las mentes más ordenadas y blindadas que he visto —sonreí, pero no con burla, sino con un toque de satisfacción por haber quebrado algo más allá de la barrera psíquica. Sin embargo, su respuesta me sorprendió.
Su sonrisa, antes llena de burla, ahora parecía teñida de algo más profundo, algo casi triste.
—Te doy méritos por entrar. Viste cosas que otros no han podido. Fue solo una brecha de segundos y la supiste aprovechar, pero no te engañes, tampoco opuse mucha resistencia.
Había algo diferente en su tono. Algo casi humano, como si por un momento hubiera bajado la guardia. Incluso Josh, que había estado rugiendo imponente, ahora permanecía calmado a su lado, como si compartiera esa misma quietud. Por primera vez, sentí que sus palabras eran sinceras.
—Gracias, es un halago viniendo de usted, comandante.
El combate psíquico había cedido a una extraña calma, y la tensión en el ambiente se disipaba poco a poco.
—Solo dime Pantera.
Sus ojos vacíos poco a poco se llenaban a medida que las palabras del Lord resonaban en este lugar. Él había sido muy duro con ella, no podía ignorarlo. Sentí un leve peso en mi pecho, ¿culpa? ¿Por qué me sentía culpable por ella?
—Perdón, creo que me excedí con mis palabras y las de él no ayudan.
Ella soltó una pequeña risa nasal, como si mi disculpa le resultara curiosa.
—¿Dije algo gracioso? —pregunté, desconcertada, mientras Josh se acomodaba tranquilamente a su lado.
—No, solo que creo que me equivoqué.
Pantera se pausó mientras acariciaba a Josh, quien ahora reposaba a su alrededor como un guardián leal.
—Quizás no te pareces del todo a tu madre. Y eso es extremadamente bueno. Por favor, no te parezcas más a ella, sé más tú y menos Maisha.
Una nueva proyección apareció junto a mí, una figura espectral que puso su mano sobre mi cabeza, acariciándola con dulzura.
—La proyección desapareció tan rápido como había llegado. El calor de su toque quedó en mi piel, pero su significado me confundía más de lo que quería admitir.
—No entiendo. Si eran cercanos a mis padres, ¿por qué parece que detestas a mi madre?
Había algo que no cuadraba. Cada palabra de Pantera alimentaba una duda que se volvía más molesta.
—Corrección —Pantera me cortó con una fría claridad—. Yo era cercana a Tom y a los demás. Jamás lo fui con tu madre.
Sus ojos brillaron por un segundo, un destello malicioso que se extinguió rápidamente. El suspiro que siguió cargaba con años de resentimiento. Algo se retorció dentro de mí. Cada palabra era como un hilo que tiraba más fuerte de esa maraña de secretos que rodeaban a mi familia.
—¿Por qué? —pregunté, casi en un susurro.
Pantera me observó durante un largo segundo, como si se preguntara cuánto debía revelarme. Finalmente, se encogió de hombros y respondió con indiferencia.
—Si quieres esa respuesta, cuando vuelvas a casa, pregúntale a Jessi o a Marriot. Quizás ellos puedan dártelas, al fin y al cabo, Jessi era su mejor amiga.
Se acomodó sobre el abdomen de Josh, como si la conversación ya no le importara. Su tono se volvió aún más distante, casi aburrido.
—Pero ya debes irte. Esto ha durado tanto que empieza a aburrirme, salúdame a Marriot; hace mucho que no hablamos.
De repente, dos aplausos secos resonaron, y antes de que pudiera reaccionar, sentí el peso de la realidad volver. Todo el caos y el fuego que había llenado la mente de Pantera se desvanecieron, reemplazados por la fría presencia de la realidad.
Me encontré nuevamente en la habitación, mi cuerpo recobrando la consciencia poco a poco. Y frente a mí, dominando el espacio con su imponente figura, estaba él: Bragmus. Su mirada distante y llena de una autoridad casi insoportable, me recordó de nuevo quién tenía el verdadero poder en esta situación.
—Él... ¿me cuida? —murmuré, repitiendo las palabras de Pantera, mientras una mezcla de incredulidad y confusión se apoderaba de mí. ¿De verdad alguien como Lord Bragmus podría estar actuando como un protector? ¿O había algo más detrás de esas palabras?
El ambiente entre ellos cambió. Ambos interrumpieron su discusión para mirarme. Yo temblaba mientras aquel líquido metálico que olía a hierro se deslizaba por mi nariz. La vista se me nublaba poco a poco, y el peso del enfrentamiento con Pantera comenzaba a cobrar su precio. Mis piernas flaquearon, y sentí que caía al vacío.
Fue entonces cuando los vi moverse al unísono, sus figuras viniendo hacia mí. El frío mordía mi piel, el hierro en mi lengua era un recordatorio de mis límites. Y en esa oscuridad que me envolvía, una voz cálida se alzó como un eco perdido.
—Siempre has sido más fuerte de lo que crees, Luna. Sin mí... quizás encuentres el camino que yo solo bloqueé.
La voz resonaba con claridad, pero su tono era... gentil, como si no me hablara desde el presente.
—¡Logan! —exclamé abruptamente al abrir los ojos, dolida y con dudas.
¿Era su voz o solo un fragmento de mi culpa? ¿Logan me hablaba desde algún rincón perdido o solo era yo negándome a dejarlo ir?
Mi respiración era agitada, y la primera imagen que vi fue a Bragmus y Pantera sentados en el mismo sofá, observándome. Sus rostros mostraban un interés calculado, aunque la tensión que antes dominaba el ambiente parecía haber desaparecido.
—¿Cuánto tiempo estuve dormida? —pregunté, tratando de recuperar el control de mi respiración.
Ambos se miraron y sonrieron en un gesto cómplice, como si la hostilidad previa jamás hubiera existido.
—Unas dos horas, tal vez más —respondió Pantera, relajada, mientras jugaba con un mechón de su cabello negro—. Lo suficiente para resolver nuestra pequeña discusión.
—¿Resolviendo? —comentó Bragmus mientras se levantaba, quitando el brazo que había colocado sobre los hombros de ella.
Pantera le lanzó una mirada divertida. Yo, por otro lado, seguía procesando lo que había sucedido. Había estado inconsciente y ellos habían estado ahí todo el tiempo. Una frazada cubría mi cuerpo, como si hubieran decidido protegerme incluso en mi estado vulnerable.
—¿Café o vino, Kalipso? —preguntó Bragmus mientras me entregaba un vaso con agua. Pantera eligió el café, y él desapareció brevemente hacia otra habitación.
Tomé el agua, observando con cautela a Pantera. Su mirada, antes burlona, ahora parecía más apacible, pero mantenía esa chispa felina que la hacía tan impredecible.
Cuando Bragmus regresó, con una copa de vino y una taza de café, tomó asiento con la elegancia y la autoridad que parecían innatas en él. Me dirigió una mirada comprensiva antes de hablar.
—Has hecho un gran trabajo hoy, Luna, pero te has sobreesforzado. Es importante que aprendas tus límites.
Su tono era severo, pero no cruel, como si hablara desde una posición de experiencia.
Pantera sorbió su café, observando la interacción con una expresión neutral. Fue entonces cuando ella habló:
—Lo admito, Kayn, tenías razón. Después de todo, ella es hija de Tom.
El aire en la habitación pareció tensarse de nuevo. Pantera se acercó lentamente a mí, dejando la taza sobre la mesa, y sostuvo mis manos con una firmeza que me hizo entender que sus palabras eran importantes.
—Bragmus quería que te unieras a mi escuadrón. Me negué. Conocía a tus padres y sabía lo que podrías llegar a ser. Pero él insistió, y aunque no logramos ponernos de acuerdo, decidimos esperar. Lo de hoy no estaba planeado, pero has demostrado tu valía. Quiero que te unas a mi equipo.
El brillo en sus ojos oscilaba entre el respeto y la curiosidad, como un cazador que observa a una presa que lo sorprende.
—No debes decidir ahora —añadió, inclinándose hacia mí con un tono más suave—. Habla con Marriot y Jessi. Después de todo, ellos ahora son tus padres, y su opinión importa. Pero déjame decirte algo: no tienes que aceptar si no quieres. Pero si aceptas y no te dejas mal influenciar por Craid, te convertiré en un depredador.
La arrogancia característica de Pantera regresó al final de sus palabras, acompañada por una sonrisa depredadora.
—¿Por qué planearon todo esto? —pregunté, intentando conectar las piezas.
—Porque tienes potencial, y no podemos permitir que se desperdicie. Kayn lo ve claramente, Marriot también. Mi trabajo es desarrollarlo, y el tuyo es demostrar que tienen razón. Si aceptas, solo debes lanzar una bengala roja en la noche. A la mañana siguiente, Craid estará afuera de tu casa para llevarte al campamento Omega —volvió a su asiento con Bragmus, quien parecía satisfecho con el curso de los acontecimientos.
Finalmente, Bragmus se levantó y, con un gesto, llamó a los soldados que esperaban cerca del ascensor.
—Es hora de que vuelvas a casa, Luna. Marriot debe estar preocupado, y tienes muchas preguntas que ni Kalipso ni yo responderemos esta noche. Pregúntale a Marriot o Jessi. Mañana esperaremos tu respuesta.
Me ayudó a levantarme, ignorando la mirada molesta de Pantera.
Al salir de la Torre Orión, el viaje de regreso a casa fue un borrón, pero al llegar, el rostro familiar de Marriot me recibió en el portal. Sin poder contenerme, corrí a abrazarlo mientras Jessi, cálida como siempre, me observaba desde la puerta.
Entre pequeñas lágrimas y alivio, una pregunta ardía en mi mente. Al separarme de Marriot, no pude evitar preguntar:
—Marriot, ¿quiénes son realmente Kayn y Kalipso?