Narrador: Luna Rossi
El aroma a polvo y papeles viejos impregnaba la oficina de Marriot, pero lo único que mi mente procesaba era el peso de la conversación que acabábamos de tener. Bragmus y Pantera no eran solo nombres en la jerarquía de la Zona Prime, no eran solo figuras de poder que controlaban el destino de miles de personas. Eran parte de mi historia.
Pero ¿por qué no podía recordarlos?
Desde el momento en que Bragmus me sostuvo en la Torre Orión, su olor se había clavado en mi memoria como algo... cercano. Familiar. No en el presente, sino en un rincón de mi mente al que no podía acceder.
—¿Por qué siento que lo conocía?
Hoy estaba aquí por respuestas. Sabía que Marriot las tenía, pero también sabía que no me las daría fácilmente.
Él me observó en silencio, con su mirada calculadora, como si estuviera midiendo cuánta verdad podía decirme antes de que fuera demasiado tarde.
—No lo sé.
Su voz sonó seca, casi monótona, pero sus ojos decían lo contrario.
No caí en su mentira.
—Sí lo sabes —mi tono fue afilado, sin espacio para evasivas—. Kayn Bragmus y Kalipso. ¿Quiénes son?
El simple hecho de decir esos nombres en voz alta hizo que Marriot se tensara.
Bragmus, el hombre que ahora dominaba la Zona Prime con puño de hierro.
Pantera, la comandante del Escuadrón Omega, la misma que me había humillado y me trataba con desprecio desde el primer momento.
Ellos sabían cosas sobre mí.
Cosas que me habían sido arrebatadas.
Y yo estaba cansada de no saber la verdad.
Marriot pasó una mano por su rostro, como si intentara ordenar sus pensamientos antes de hablar.
—Luna, hay historias que es mejor no desenterrar.
Me crucé de brazos.
—Si yo no lo hago, alguien más lo hará por mí.
Marriot apretó la mandíbula.
—Bragmus y Kalipso saben quién eres.
Mi corazón latió más fuerte.
—No. —sus ojos se fijaron en los míos—. Ellos saben quién eras.
Las palabras flotaron en el aire como un disparo silencioso.
Mi mente trabajaba a toda velocidad, tratando de conectar los fragmentos de información que tenía. Quién eras.
No quién soy.
Como si lo que fui en el pasado hubiera desaparecido, enterrado, borrado de mi propia memoria.
Mis manos se cerraron en puños.
—Explícate.
Marriot se apoyó en su escritorio y dejó escapar un suspiro pesado, el tipo de suspiro que alguien suelta cuando sabe que no hay forma de evitar lo inevitable.
—Éramos cinco.
El cambio en su tono me hizo contener la respiración.
—Tom Rossi.
Mi padre. El nombre me golpeó en el pecho como una bala. No recordaba su voz, no recordaba su rostro. Pero su nombre aún tenía un peso que no podía ignorar.
—Jessi Keshir.
Mi madre adoptiva. La mujer que me crió. No conocí lengua más afilada en mi vida.
—Maisha Likar.
Mi madre biológica. El nudo en mi garganta se hizo insoportable. No supe qué decir. Escuchar su nombre me hizo sentir un vacío imposible de llenar.
Marriot no me dio tiempo para procesarlo.
—Kayn Fénix.
El aire se volvió más pesado.
—Ahora lo conoces como Bragmus.
Me quedé inmóvil. Bragmus había peleado junto a mi padre. Había sido parte de su grupo. Había sido uno de ellos. Pero aún faltaba un nombre. El último.
Marriot tardó un poco más en decirlo.
—Kalipso.
No la llamó Pantera. La llamó Kalipso. El nombre despertó algo en mí: un eco lejano, un susurro olvidado... pero no un recuerdo.
Marriot no levantó la vista mientras hablaba.
—En su momento, creíamos que podíamos cambiar la Zona Prime.
Su voz era más baja ahora, cargada de una nostalgia que no quería mostrar.
—Éramos jóvenes, idealistas, tercos.
Un suspiro escapó de sus labios antes de continuar.
—Tu padre, Tom, era nuestro líder. Siempre fue el más valiente, el más decidido.
Cada palabra hacía que mi corazón latiera más rápido.
—Jessi y yo éramos los estrategas, los que pensaban en el siguiente movimiento antes de dar el primero.
Eso no me sorprendía. Jessi siempre había sido meticulosa, siempre veía más allá del presente.
—Maisha... —la pausa fue más larga esta vez—. Ella era nuestro corazón.
Silencio.
—Kayn era nuestro motor, el menor de todos. El que no tenía miedo de ensuciarse las manos pese a su corta edad, no tenía miedo de ser él el que atinara a las dianas.
No pude evitar apretar los dientes. Bragmus. El hombre que ahora dominaba la Zona Prime con puño de hierro. Había sido parte de un grupo que quería cambiar las cosas. Y terminó convirtiéndose en todo lo que alguna vez quisieron destruir.
—¿Y Kalipso?
Marriot no respondió enseguida. Cuando lo hizo, su voz sonó diferente.
—Kalipso... era distinta.
Mi piel se erizó.
—Ella nunca creyó en ideales. Nunca creyó en cambiar el mundo.
Su mirada se endureció.
—Ella solo creyó en Kayn.
Las piezas encajaban. Kalipso no peleó por la causa, Kalipso no peleó por la libertad. Kalipso peleó por Kayn. Y cuando Kayn cambió... ella cambió con él. Por eso, cuando él dejó de ser Kayn y se convirtió en Bragmus, ella dejó de ser Kalipso y se convirtió en Pantera. Ella siempre lo seguiría. Siempre.
Marriot me miró a los ojos, su expresión era dura, pero sus palabras fueron suaves.
—Luna, ahora sabes la verdad. Pero saberla no cambia el presente.
No respondí.
Porque sabía que no era cierto. El presente acababa de cambiar.
Y ahora, más que nunca, necesitaba recordar.
Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.
—Luna, ven a cenar.
Era Jessi.