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Chapter 22 - El Cazador Alfa

Narrador: Luna Rossi

Había escuchado su nombre demasiadas veces: Yurgent Craid. El hombre más letal de la Zona Prime. Un cazador sin igual, un asesino metódico. Pero lo que no esperaba era que pareciera que nada realmente le importaba.

Craid estaba apoyado contra un vehículo cuando lo vi por primera vez: brazos cruzados, expresión relajada, como si simplemente estuviera cumpliendo con un trámite. Su piel oscura, curtida por el sol de Goeria, estaba cubierta de cicatrices antiguas: algunas gruesas y torcidas, otras finas y precisas como cortes quirúrgicos. Su cuerpo era músculo endurecido por la guerra, sin adornos, sin marcas de orgullo. No tenía un brazo; no porque le faltara, sino porque nunca lo necesitó.

Su ojo derecho había desaparecido hacía mucho tiempo, reemplazado solo por piel endurecida y una cicatriz profunda que le bajaba por la mejilla. A pesar de todo aquello, no tenía la mirada de un hombre amargado, sino la de alguien que había aceptado su destino hace mucho tiempo.

Y lo primero que hizo al verme fue reírse.

—Vaya, así que la famosa Luna Rossi.

Su tono era ligero, sin rastro de formalidad, como un comentario casual entre conocidos.

—¿Esperaba a alguien más... no sé, aterradora? —murmuró con una sonrisa entre burlona y relajada.

—¿Terrorífica? —repetí, alzando una ceja.

—Sí, algo más en la línea de "puedo freírte el cerebro con solo mirarte".

Bufé con desdén.

—No funciona así.

—Ya lo sé. —Se encogió de hombros—. Pero déjame soñar.

Me crucé de brazos y lo miré fijamente. No sabía muy bien qué pensar de él: esperaba encontrar a alguien intimidante, alguien que me hiciera temer. En cambio, me encontré con un hombre cuyo humor estaba completamente roto.

—¿Cuánto tardaremos en llegar? —pregunté, intentando sonar práctica.

—Depende —respondió, aún con esa actitud despreocupada.

—¿De qué?

—De cuántas veces me den ganas de parar a comer algo.

Lo miré de reojo.

—No eres como me imaginaba.

Él mostró una sonrisa burlona.

—Oh, claro. ¿Qué te dijeron? ¿Que soy el cazador alfa de la Zona Prime? ¿El hombre más peligroso que pisa estas tierras?

Le sostuve la mirada sin responder, y él soltó una breve carcajada antes de alzar una ceja.

—Cuando estoy cazando, lo soy. Pero de momento, no me encuentro de cacería.

No supe si reír o golpearlo, así que opté por simplemente seguirlo hasta el transporte. Nuestro destino: el campamento de Omega.

El campamento de Omega

Al llegar, el campamento no era lo que esperaba. No había grandes fortalezas ni estructuras de metal reluciente, como en los sectores controlados por los Fénix. Aquí, la Zona Prime mostraba su esencia más salvaje.

Las instalaciones estaban construidas con lo que se podía encontrar en las ruinas: muros reforzados con chatarra, tiendas de campaña fortificadas con placas de blindaje improvisadas, fogatas esparcidas entre barracones donde los soldados se reunían como depredadores en su guarida.

Lo que más llamaba la atención eran las personas. Cada soldado y cada recluta tenía una mirada afilada y letal. El Escuadrón Omega no era un grupo de soldados comunes: eran cazadores.

Cuando descendí del vehículo, sentí todas las miradas clavadas en mí. Un escrutinio silencioso, una evaluación de cada uno de mis movimientos. Pero mi atención se fijó en una sola persona: Pantera.

Ella aguardaba en la entrada del campamento, brazos cruzados, una leve sonrisa de satisfacción en los labios.

—Me alegra ver que tuviste el valor de venir —saludó con un tono que mezclaba curiosidad y condescendencia.

No respondí de inmediato, y ella sonrió.

—A partir de hoy, eres parte del Escuadrón Omega. No somos un simple escuadrón de apoyo, Luna. Somos un arma, uno de los tres escuadrones de élite junto con el Alfa y el Delta. Y tú, como psíquica, serás el filo que penetre las mentes de nuestros enemigos.

Me mantuve firme.

—Haré lo que haga falta.

Pantera asintió con aprobación.

—Eso espero.

Entonces chifló con fuerza, y pequeñas siluetas comenzaron a moverse entre las sombras: cachorros de pantera. Eran criaturas negras como la noche, de ojos brillantes y pasos silenciosos, que se acercaban a los nuevos reclutas. No eran simples animales, sino compañeros.

Uno de ellos, el más pequeño, se dirigió hacia mí con pasos torpes. Su pelaje suave y oscuro relucía a la luz, y cuando me miró, sentí una conexión instantánea. Lo levanté con cuidado, notando lo cálido de su cuerpo y la tranquilidad de su respiración.

Pantera se acercó un poco más, observándome con interés.

—¿Cómo lo llamarás?

Miré al cachorro por un segundo más y sonreí.

—Theo.

El pequeño soltó un gruñidito, como aprobando mi decisión.

Pantera asintió, satisfecha.

—Bienvenida al Escuadrón Omega, Luna.

Un escalofrío me recorrió la espalda. No había vuelta atrás. Este era mi nuevo destino.