Chereads / Fénix: Ascensión / Chapter 19 - CIRCUITO

Chapter 19 - CIRCUITO

Narrador: Logan C. Krauther

El aire en el campo de entrenamiento tiene un frío mordaz esta mañana, como si supiera lo que está por venir. Los gritos y golpes de otros soldados llenan el ambiente mientras entrenan en diferentes secciones del área. Pero, como siempre, yo soy el centro de atención. No importa cuánto intente mantener un perfil bajo, el Mastodonte se asegura de que todos me vean.

—¿Una hora trotando? ¿De verdad, general? —murmuro mientras me cruzo de brazos frente a Krauther, quien me observa como si fuera un cachorro rebelde al que tiene que disciplinar.

—No tienes por qué trotar si no quieres, Logan —responde con su usual tono grave y burlón—. Puedo ofrecerte algo mucho más interesante: el circuito especial.

Un murmullo recorre a los soldados cercanos. Algunos se detienen, volviendo sus miradas hacia mí. Crips, que estaba practicando en el área de combate cuerpo a cuerpo, me lanza una mirada de advertencia, pero no dice nada. Kim, por su parte, sigue manipulando sus drones con calma, aunque noto que está atenta.

—¿Qué pasa, Logan? —dice Krauther, cruzándose de brazos mientras me observa con esa expresión que siempre parece disfrutar de mi sufrimiento—. ¿No me digas que tienes miedo?

No respondo. En lugar de eso, me dirijo al circuito sin decir una palabra. Si quiere someterme, que lo intente. He pasado por cosas peores... o al menos, eso me digo a mí mismo.

//El Circuito

El primer obstáculo es un laberinto de muros y alambres de púas que debo atravesar mientras evito trampas que disparan descargas eléctricas. Cada paso se siente como un golpe directo a mi paciencia. Las descargas son más fuertes de lo necesario, obviamente ajustadas por Krauther para asegurarse de que duelan.

—¡Más rápido, Logan! —grita desde lejos—. ¡O tal vez prefieras volver a tu celda y descansar con los huesos rotos!

Ignoro sus palabras y sigo adelante. Mi cuerpo está quemado, rasguñado y cubierto de sudor cuando finalmente termino la primera parte del circuito. La segunda es aún peor: una pista de tiro donde cada diana que fallo dispara una bala de goma en mi dirección. No debería ser un problema; la puntería es mi especialidad.

Pero las dianas son rápidas, casi imposibles de seguir, y fallo dos veces. Las balas de goma impactan en mi costado y en mi pierna derecha, haciéndome tambalear, pero no me detengo. Los soldados alrededor murmuran entre ellos. Algunos se ríen. Otros, sorprendentemente, parecen preocupados.

Al final, alcanzo la última parte del circuito: un combate cuerpo a cuerpo. Sin habilidades, solo mis puños. Mi oponente es Krauther.

//El Combate

Krauther no pierde el tiempo. Su primer golpe me lanza al suelo antes de que siquiera pueda reaccionar. Es como un tren embistiéndome a toda velocidad. Intento levantarme, pero él me golpea de nuevo, esta vez en el estómago. El aire abandona mis pulmones y caigo de rodillas.

—Vamos, Logan —dice, su voz baja pero cortante—. Demuestra que aprendiste algo en Vastiria. O al menos hazme sentir que no estoy perdiendo mi tiempo.

Me levanto, aunque todo mi cuerpo grita en protesta. Mis golpes apenas lo rozan, mientras que los suyos me envían al suelo una y otra vez. La arena bajo mis pies se convierte en mi constante compañera.

Pero entonces, en un momento de desesperación, veo una apertura. Con todas mis fuerzas, lanzo un puño directo a su mandíbula. El impacto es sólido. Krauther retrocede un paso, sorprendido. Su expresión cambia por un instante antes de que regrese a su habitual semblante frío.

—Eso es suficiente —dice, frotándose el mentón—. Al menos tienes algo de espíritu.

No sé si lo dice como un cumplido o un insulto, pero estoy demasiado agotado para preocuparme. Apenas puedo mantenerme de pie.

Desde la distancia, veo a Mhir acercándose rápidamente, su rostro tenso.

—¿Esto es parte de su entrenamiento, General? —pregunta, su tono profesional pero cargado de desaprobación—. Esto no es entrenamiento, es abuso. ¿Acaso intenta matarlo?

Krauther la mira, su expresión endureciéndose.

—Cuidado con cómo me habla, doctora. Logan puede regenerarse. Es su ventaja. Si no lo empujo al límite, no servirá de nada, es lo que pasa con el metal maleable: debes golpearlo en serio.

—¿Y romperlo físicamente ayudará? —insiste Mhir, dando un paso hacia él—. Es un humano, no una máquina.

—Eso es discutible —responde Krauther, antes de girarse hacia los soldados cercanos—. Llévenselo de vuelta a su celda.

Mhir ordena a los soldados no tocarnos, mientras me alza con dificultad. Crips acude a mi ayuda, mientras Kim observa todo apoyada en la pared.

Con la ayuda de Crips, Mhir logra llevarme a la enfermería antes de que los soldados puedan encerrarme. Mi cuerpo está destrozado: varios huesos rotos, cortes profundos, quemaduras de segundo grado y moretones en cada centímetro de piel. Estoy apenas consciente mientras Mhir prepara sus herramientas.

—Esto no va a ser fácil —murmura para sí misma mientras coloca sus manos sobre mi brazo roto. Pero antes de que pueda usar sus habilidades como Aquaquinetick, la puerta de la enfermería se abre de golpe. Un grupo de soldados entra, y uno de ellos dice:

—Tenemos órdenes del General. Llévenlo ahora.

Ellos no pudieron hacer mucho: Mhir y Crips renegaron, pero quien daba las órdenes era el Mastodonte, y no todos podían desafiarlo. Me arrojan dentro de la celda como si fuera un saco de basura. La puerta se cierra detrás de ellos, y me dejan un trozo de carne cruda en el suelo, un "regalo" para acelerar mi regeneración. Solo mirarla me revuelve el estómago.

—No... —murmuro para mí mismo, recordando las palabras de Mhir—. Puedo hacerlo como un humano o como un animal. Siempre puedo elegir.

Dejo la carne a un lado y me recuesto contra la pared fría. El dolor es abrumador, pero cierro los ojos y dejo que el agotamiento me arrastre.

//Mhir y Kim

En otra parte de la base, Mhir se encuentra con Kim en un pasillo.

—Necesito entrar a su celda —dice Mhir, con una determinación que no deja espacio para dudas.

—¿De verdad? —responde Kim, cruzándose de brazos—. ¿Por qué te importa tanto?

—Porque si no lo cuido, nadie más lo hará —responde Mhir—. Y creo que lo sabes tan bien como yo.

Kim la observa en silencio por un momento antes de suspirar.

—Está bien. Pero hazlo rápido. Y no te metas en problemas por él. No vale la pena.

—Eso lo decidiré yo —contesta Mhir, antes de girarse y caminar hacia las celdas.

//En la Celda

El aire en la celda es húmedo y pesado, como si las paredes mismas conspiraran para aplastarme. La luz tenue del pasillo apenas atraviesa los barrotes, dejando sombras alargadas en el suelo. Cada respiración duele, cada músculo de mi cuerpo se siente desgarrado. La carne cruda que dejaron a mis pies sigue ahí, intocable, como un recordatorio de lo que esperan que sea: un animal que sobrevive a cualquier costo.

Pero no puedo hacerlo, por más desesperado que esté. No después de lo que dijo Mhir.

"Siempre puedes decidir. Hacerlo como un humano o hacerlo como un animal."

Cierro los ojos, intentando ignorar el dolor. La voz de Krauther resuena en mi cabeza, burlándose, recordándome que soy solo un recurso, una herramienta que él puede moldear y romper a su antojo. Pero entonces, algo diferente se abre paso entre los ecos de su crueldad: la voz de ella, suave, calmada, pero firme.

"No puedes cambiar quién eres, Logan, pero no deberías avergonzarte de serlo."

Esas palabras son una chispa en la oscuridad, pero incluso esa chispa empieza a desvanecerse mientras el cansancio me arrastra hacia un sueño inquieto.

Me despierto con el sonido de pasos acercándose. Son ligeros, diferentes al habitual eco metálico de los soldados que patrullan. Luego, escucho un leve murmullo. La voz de Kim. Reconocería su tono cortante en cualquier parte.

—Estás loca, doctora. Si te descubren aquí, será tu cuello.

—No me importa —responde Mhir, su tono sereno pero cargado de determinación—. No voy a dejarlo así. Está herido, Kim. Necesita atención.

—¿Y qué crees que puedo hacer yo? Solo puedo distraerlos por un rato. Si te pillan, estás sola.

—Eso es suficiente —responde Mhir—. Gracias.

Los pasos se detienen frente a mi celda, y veo dos siluetas recortadas por la luz. Kim, con su postura siempre desafiante, me lanza una mirada que mezcla desaprobación y algo que podría ser respeto. Detrás de ella, Mhir sostiene un maletín médico. Su rostro está parcialmente iluminado, y por un momento, parece más un espectro que una persona real.

—¿Logan? —pregunta en voz baja, su tono más suave de lo que esperaba.

Abro los ojos con esfuerzo.

—Déjame adivinar. Krauther ha decidido que todavía puedo ser útil y te manda a mi rescate.

Kim bufa, cruzándose de brazos.

—Ni siquiera él es tan cruel como para llamarlo útil ahora mismo.

—Kim —dice Mhir con un leve reproche—. Déjanos.

Kim me lanza una última mirada.

—Si alguien viene, no puedo cubrirte por mucho tiempo —dice antes de girarse y desaparecer en el pasillo.

Mhir se queda inmóvil por un segundo, observándome a través de los barrotes. Su mirada es difícil de leer: preocupación, frustración... quizá algo más. Finalmente, saca una llave de su bolsillo y abre la puerta. El chirrido metálico parece resonar más de lo necesario.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto, intentando sonar indiferente, pero mi voz sale quebrada.

—Cumpliendo con mi trabajo —responde mientras se arrodilla junto a mí. Sus manos se mueven con precisión mientras abre su maletín y comienza a sacar vendas, agujas y un vial con líquido azul claro—. Y haciendo lo que nadie más parece dispuesto a hacer: cuidarte.

—¿Por qué? —susurro—. ¿Por qué te importa?

Ella se detiene, sus ojos violetas encontrándose con los míos.

—Porque no debería necesitar una razón para hacerlo, Logan. Porque nadie merece pasar por esto, ni siquiera alguien tan terco como tú.

—Eso suena casi como un cumplido —murmuro, intentando forzar una sonrisa, pero mi cuerpo protesta con un dolor agudo.

—Quizás lo sea —dice, su tono más ligero, pero solo por un momento. Luego vuelve a concentrarse en mis heridas, limpiando cuidadosamente los cortes en mi rostro y revisando mis costillas, que están amoratadas.

—No tienes que hacer esto, ¿sabes? —digo después de un rato—. Estoy acostumbrado a manejarlo solo.

—Eso es lo que me preocupa —responde, mientras coloca una compresa fría en mi costado—. Te has acostumbrado a soportar demasiado, Logan. Y aunque admiro tu capacidad para seguir adelante, creo que nadie debería tener que hacerlo solo.

Sus palabras caen sobre mí con más peso del que esperaba. Quiero responder, pero todo lo que logro hacer es observarla mientras trabaja. Sus manos son firmes pero delicadas, y su expresión es de total concentración. Incluso aquí, en este lugar miserable, hay algo en ella que parece fuera de lugar.

—¿Sabes? —digo finalmente, intentando romper el silencio—. Si vas a seguir cuidando de mí, al menos deberías aprender a no ser tan seria todo el tiempo. Me estás haciendo sentir como un niño que se cayó de la bicicleta.

Mhir deja escapar una pequeña risa nasal, y sus labios se curvan en una sonrisa fugaz.

—Tal vez lo seas —dice—. Un niño que insiste en desafiar a todo el mundo, incluso cuando sabe que va a salir lastimado.

—Un niño con estilo, al menos —respondo, inclinándome ligeramente hacia ella—. ¿No te parece?

Ella rueda los ojos, pero no puede ocultar la pequeña sonrisa que sigue en sus labios.

—Tienes tus momentos, supongo.

La conversación se apaga por un momento, y ella vuelve a concentrarse en mis heridas. Pero esta vez, el silencio no es incómodo. Es... tranquilo, como si por primera vez en mucho tiempo no tuviera que demostrar nada.

Después de un tiempo, Mhir termina de limpiar y vendar mis heridas. Se queda sentada a mi lado por un momento, sosteniendo un pequeño frasco de agua que me ofrece sin decir nada. Lo acepto, mis dedos rozando los suyos por accidente. Es un toque breve, insignificante, pero algo se remueve dentro de mí.

—Gracias —murmuro, tomando un sorbo.

—De nada —responde, su voz suave.

Por un momento, no digo nada. Solo la observo mientras guarda sus herramientas y se acomoda en el suelo, como si no tuviera prisa por irse.

—Mhir —digo finalmente, mi voz más baja de lo que esperaba—. Eres... diferente.

Ella me mira, su expresión calmada, pero hay un destello de curiosidad en sus ojos.

—¿Eso es algo bueno o algo malo?

—Creo que es algo bueno —respondo, sin apartar la mirada.

Por primera vez, veo algo en su rostro que no había notado antes: un leve sonrojo. No dice nada, pero su sonrisa es suficiente para que sienta que, tal vez, todo esto vale la pena.