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Chapter 15 - 15

Gael miraba el libro con los conjuros, eran solo tres conjuros por cada una de las energías principales. Pero para el muchacho era la primera vez que veía las fórmulas mágicas, los conceptos y las proporciones de energía.

No era un compendio, ni un libro de conjuros al uso; eran realmente anotaciones a mano que el propio Rilcar o incluso su madre habían preparado. El libro no tendría más de ochenta páginas, pero para Gael se transformó en un regalo. Sin embargo, después de ojearlo entero, miró a Rilcar con cara de desesperación.

"Maestro... yo... yo no... yo no conozco ninguno de estos conjuros..."

"Eso sí que no me lo esperaba, ¿no tiraste una bola de fuego a los Kobolds, hiciste una cuchilla de viento y levantaste un muro de piedra?"

"Bueno, solo me imaginé cómo debían ser o funcionar y bueno, la pared no salió bien, la verdad, por eso me caí al foso... pero no usé ni por asomo las proporciones que vienen en el libro..."

Cada vez le sorprendía más el muchacho, ya sabía por Leena que no había recibido aún ninguna educación formal en magia, era un chico de solo cinco años, lo normal era no recibirla hasta pocos meses antes del examen de admisión al colegio, pero eso no hacía menos impresionante su actuación en la guarida de los Kobolds. Un chico se había inventado su propia magia sobre la marcha para sobrevivir.

"En ese caso comienza por el primer conjuro de cada una de las energías, es el llamado marcador de poder... Céntrate en uno y sigue después por el siguiente, comienza por la cuchilla de hielo..."

El camino se iba desdibujando a medida que las luces del atardecer se apagaban. El chico leía y hacía gestos con la mano, mientras Rilcar solo disfrutaba del camino. Sin embargo, esa pasividad solo era una atención secundaria, en realidad el mago no se perdía ninguno de los gestos del muchacho.

Tras un recodo en el camino se veían tres grandes sauces con un pequeño claro en el centro.

"Ese lugar será perfecto para parar..."

Rilcar dejó el carro entre dos de los árboles y procedió a desenganchar al jamelgo que tiraba del carromato. Sin embargo, cuando el niño vio que el mago se disponía a subir al equino al interior del carromato por una rampa, se quedó estupefacto. Todavía no había echado un vistazo dentro, el maestro no se lo había permitido aún y había estado muy entretenido con el libro.

"¿Por qué mete al caballo en el carromato?"

"¿Sabes lo que cuesta un buen caballo? ¿Quieres que mañana nos encontremos sus restos mordisqueados por los lobos?"

"Pero si el caballo está dentro, ¿dónde vamos a dormir nosotros?"

"Dentro, claro está..."

"¿Y si le da a esa bestia por cagarse, mearse o peerse?"

"No preguntes más, después lo entenderás, coge madera para un pequeño fuego, hagamos algo de cena..."

El chico recogió leña de los alrededores, y la mal amontonó en una especie de pirámide. Rilcar se reía; en esos detalles se veía que el chico había crecido entre algodones.

"Si no le dejas espacio para el aire, el fuego no arderá bien, mira, hazlo así..."

No era magia, pero Gael estaba dispuesto a aprender todo lo que pudiese, así que estaba atento. Con un chasquido de los dedos de Rilcar el fuego se encendió, y el mago sacó de una pequeña bolsa unas largas brochetas con sardinas y otras con unas codornices.

"¡¡¡¡Eso es una bolsa dimensional!!!, ¿puedo verla?"

"Ni en broma, ahí están nuestras provisiones para el viaje, no quiero que comiences a manosear la comida y se eche a perder..."

"Porque lleva la comida en algo tan caro... eso sí es ser excéntrico..."

El chico esquivó esta vez la colleja antes de que llegara, pero ya tenía preparada su mejor cara compungida.

"Lo siento, maestro, pero es que no entiendo porque qué gastar algo tan útil en la comida..."

"Es sencillo, las bolsas dimensionales son útiles para llevar muchas cosas, pero tienen una cualidad excepcional, los objetos que pongas dentro se conservarán intactos, puedes guardar tu cena a medio comer que cuando la saques dentro de tres meses aún estará tibia... y para llevar pescado y comida es una gran opción... ¿Qué prefieres, codorniz o sardinas?"

"Odio el pescado..."

"Codornices para el muchacho entonces..."

"Creo que ya entiendo la cuchilla de hielo..."

"¿Ya?"

"Creo que sí, ¿puedo probar?"

"Claro, vamos a ver si solo estás presumiendo."

Gael se concentró tanto como pudo, la energía helada comenzó a recorrer su brazo derecho, pero en vez de liberarla como una fina capa, como cuando hacía la capa de hielo para patinar, la concentró intentando dar forma al cuchillo. En el norte siempre había humedad de sobra en el ambiente, no necesitó concentrar ni un poco de maná de agua, cuando ya estuvo seguro de haber añadido lo suficiente de su voluntad dio la forma a la cuchilla y le dio el impulso para salir.

Todo este proceso había llevado veinte segundos al niño, pero finalmente lanzó una cuchilla de casi veinte centímetros que acabó clavándose en uno de los árboles cercanos. Rilcar miraba al crío sorprendido, solo hacía unas horas que había leído la fórmula. Es cierto que contenía todos los consejos del mago y los de su madre, pero aun así era algo fabuloso para un chico de su edad. El proceso tuvo algunos defectos, un poco de maná de hielo de más y un poco de magia de voluntad de menos, pero era sin dudarlo un logro.

"¡¡¡Lo he logrado!!!"

"Bravo, repite ahora con tu brazo izquierdo, tienes que acostumbrarte a conjurar con la mano donde no vas a llevar el arma, pon un poco menos de maná de hielo, y dale más impulso con tu voluntad..."

El esfuerzo de helar el suelo con una fina pátina y el de hacer un cuchillo de hielo no eran comparables, pero el chico no se quejó. Intentó ajustar el maná tal y como había dicho el maestro. Estaba vez el cuchillo tenía quince centímetros, y a punto estuvo de atravesar el árbol de un lado a otro. Gael solo tardó quince segundos esta vez.

"Muy bien, chico, ahora intenta ponerle un poco menos de empuje, no tan poco como en tu primer intento, pero sí menos que en este último."

Gael sudaba por el esfuerzo, pero volvió a intentarlo. La cuchilla se clavó en el árbol en toda su extensión, pero no penetró tanto como antes. Esta vez apenas tardó un segundo menos que antes.

"¿Podrías hacer otro?"

"Creo que puedo con uno más..."

Esta vez el chico, ya familiarizado con las sensaciones, tardó 13 segundos, con idéntico resultado que antes.

"¿Cómo va tu maná de hielo?"

"Casi vacío, maestro Rilcar, no podría hacer ni medio cuchillo..."

"Lo has hecho muy bien Gael, esos conjuros se llaman medidores porque sirven para calcular las reservas de un mago, un núcleo básico de primer nivel puede hacer tres cuchillos de hielo usando las proporciones del conjuro reglado, pero según tú aún podrías hacer otro y medio más, eso son cuatro y medio, por lo que tu núcleo de hielo está creciendo, le queda mucho para el nivel dos, pero no está nada mal... se nota que has usado mucho tu pista de patinaje..."

"¿Cuántos cuchillos tendría que hacer para saber que ha llegado al segundo nivel?"

"Doce..."

El alma del muchacho se le cayó a los pies, le quedaba mucho que mejorar.

"No te preocupes por el resto de conjuros de momento, mañana sigue con el cuchillo hasta que puedas lanzarlo en pocos segundos. Si tardas tanto, no te será de ayuda en el combate y cuando no te quede manda de hielo, aprende la cuchilla de viento; así irás avanzando"

Hacía una buena noche para dormir al raso, pese a las quejas de Gael que estaba deseando explorar los misterios del carromato, durmieron esa noche alrededor de la hoguera. El chico no tardó en quedarse dormido. Rilcar lanzó un par de encantamientos de alarma solo por si acaso y se relajó con una taza de café.

Ser maestro quizás no era tan malo como él pensaba antes.