Chereads / Gael's Path of Magic / Chapter 17 - 17

Chapter 17 - 17

Aprendiz y maestro volvieron al carromato, pero esta vez Rilcar entró al interior y salió con un viejo tomo con dibujos. Era un compendio de monstruos.

"Mientras llegamos a la linde del bosque, buscamos monstruos de río o que vivan cerca del agua..."

Eso era muy divertido, el muchacho pasaba páginas con dibujos y descripciones de distintos monstruos...

"Trol de agua..."

"Demasiado agresivos, ya habrían matado a alguno de los muchachos o alguna vaca... sigue buscando monstruos de agua, pero que sean neutrales, que no sean especialmente agresivos o depredadores, pero sí territoriales..."

"¿un elemental?"

"Jummm no está mal, pero el elemental se quedaría en una poza profunda, no se movería tanto como para espantar a los lobos..."

"Y una dríada..."

"Eso si es una posibilidad, ahora dime que piensas de todo esto Gael..."

"Bueno, dudo que el chico diga la verdad, así que no creo que sea un espectro, fantasma, banshee, o cualquiera de esos monstruos que dan miedo. Pero si no ataca, la verdad es que lo pone difícil. Solo sabemos que por algún motivo los lobos no cruzan, hay algo, eso está claro"

"No tiene poblado, ni es un grupo. Jacob no es tonto, habría encontrado el mismo rastro, no se deja ver... O bien es un miembro de los Faeri como las Dríadas o las Ondinas, o es algún tipo de pez monstruoso... o un cangrejo... o lo que hay en el agua no es ningún monstruo..."

"¿Pero entonces porque no cruzan los lobos?"

"Agua envenenada, otro depredador del otro lado del bosque... para eso estamos aquí para descubrirlo... Solo por si acaso échale un vistazo al tercer conjuro de viento, a lo mejor nos puede ser útil"

"¿la campana de aire? Eso es un conjuro muy inútil..."

"¿Qué harías para respirar debajo del agua?... y no me digas hacerte crecer branquias, que ese chiste ya me lo sé..."

Gael no puso más objeciones y se puso a mirar los fundamentos del conjuro, realmente era uno de los más sencillos, aunque era la primera vez que Gael intentaba contener el aire a su alrededor, la sensación era rara cuando lo intentaba.

Dejaron el carromato cerca de la linde del bosque, pero no fueron a la poza donde Matías dijo que estaba pescando, sino directamente a la cueva. El olor a huevos podridos se podía oler desde lejos...

"¿Por qué huele tan mal? No me extraña que nadie se acerque allí..."

"¿A qué ahora no te parece tanta tontería la campana de aire? Dime, Gael, si tú fueses Matías, ¿por qué dejarías de ir a pescar, que es divertido, e irías a la cueva que huele tan mal?"

"Solo si me dicen que hay un tesoro escondido, o para correr una aventura... no se me ocurre otro motivo, y solo huiría si algo me asusta..."

Se fueron acercando poco a poco, y la entrada a la cueva no era como en las leyendas: una cueva redondita en una ladera de la montaña era una grieta honda en el suelo, como si un dios hubiera clavado allí su espada. La cueva estaba alejada unos cuarenta metros del río, no era mucho, pero era probable que hubiera algún tipo de poza con agua sulfurosa y por eso olía así.

"Zin var aeles der fin unc astra"

La magia comenzó a fluir desde Rilcar, todos los gases sulfurosos se concentraron en un mismo tubo de viento que los llevaba fuera de la cueva. El chico miraba maravillado la magia que su maestro había hecho, no era un conjuro directo de maná, esas eran verdaderas palabras mágicas que construían el mundo en un efecto complejo.

"Usa la campana de aire de todos modos, sigue oliendo mal ahí dentro, pisa donde yo pise"

Se asomaron a la sima; además de gases saliendo de distintas grietas, no se podía ver nada extraño. Bajaron unos metros hasta que la gruta se fue ensanchando un poco y el descenso se hizo más fácil. Varias pozas burbujeantes se podían ver con la luz que se filtraba desde fuera. Con un chasquido, la parte de la cueva donde estaban se iluminó.

"Mire, maestro, allí está la caña de pescar..."

"No te muevas, Gael, quédate detrás de mí, no estamos solos..."

El niño no había visto nada, ni en la zona iluminada, ni en ninguna otra parte; sin embargo, su maestro desenganchó de su cinturón una larga y pesada hacha de guerra que, sin embargo, manejaba con un solo brazo. Unos ligeros ruidos como de un insecto grande se escucharon de la oscuridad delante de ellos.

En el irregular suelo se comenzó a dibujar un círculo mágico tallado en la piedra. Gael no conocía esos símbolos, pero estaba claro de que el maestro no solo era un listillo con la mano larga para el castigo.

"Pase lo que pase no salgas del círculo..."

A la velocidad de un rayo Rilcar saltó hasta el otro lado de la zona iluminada, varias bolas de luz se dispararon de sus manos hacia el fondo.

Había más de veinte monstruos insectiles grandes como un oso, pero con forma de cangrejo o escarabajo, con un caparazón grueso y rojo, tenían dos pinzas de gran tamaño y una cola a la espalda. Sin embargo, los monstruos habían sido cogidos por sorpresa con el salto del mago, todos apuntaban con sus colas a donde estaba Gael, alguno incluso lanzó con la cola una sustancia extraña.

El chico se cayó de culo del susto, pero fuese lo que fuese ese líquido fue bloqueado por una barrera invisible que rodeaba el círculo mágico.

Rilcar aprovechó el desconcierto de los monstruos ante el exceso de luz para disparar con su mano libre cinco cuchillas de aire, una por cada uno de sus dedos, los insectos de la primera fila cayeron al suelo cuando sus patas fueron cortadas, el resto volvió a escupir en dirección al mago mientras intentaban avanzar incluso por encima de sus congéneres, pero el mago ya se había movido saltando rápido hacia otro lado, en el mismo aire cinco cuchillas de hielo se dispararon, pero solo dos consiguieron penetrar los duros caparazones, el resto rebotaron cayendo al suelo aunque por algún motivo no se escuchó el ruido del hielo al chocar contra la piedra, parecía que el suelo se había embarrado por arte de magia.

Los extraños seres intentaron avanzar por el lodazal, pero para cuando intentaron levantar las patas, el suelo volvía a ser tan sólido como antes; estaban atrapados en sus sitios. Ahora que estaban inmovilizados, las cuchillas de viento cortaron limpiamente las pinzas, en unos pocos pases mágicos, ni tan siquiera las peligrosas colas quedaron activas. El hacha de Rilcar hizo el resto del trabajo, con golpes eficaces que sonaban con un Clock. Los caparazones se partían, y el mago disparaba después con la otra mano un cuchillo de hielo que entraba en las partes blandas de los insectos sin resistencia.

El combate no había sido elegante ni heroico, había sido sencillamente eficiente, pero el chico tenía muchas preguntas...