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Chapter 14 - 14

Ilentown tenía tres armerías: una que suministraba armas al castillo, su familia y a los nobles y ricos de la región, otra a la que iban los cazadores y montaraces a por flechas y hojas baratas, y una menos conocida, o con peor reputación, en los muelles. Si querías conseguir algo ilegal, de contrabando, robado, o simplemente poco usual, ese era el sitio. El niño ponía cara de preocupación a medida que se acercaban a los muelles...

"No me dejan entrar en el puerto..."

"Ya no eres un Nolkar, ahora eres Mark Nowhere, y mi aprendiz entra donde yo entro..."

El ambiente del puerto le pareció sórdido, era como entrar en otra ciudad, una oculta llena de sombras y de tipos malcarados. Claro que Gael no había visto los grandes puertos del sur, sino que esto le habría parecido un lugar normal dentro de lo que cabe.

Rilcar entró en el local, el herrero, un grandullón tuerto, saludó a Rilcar.

"Otra vez por aquí, ¿necesitas más virotes?"

"No, busco un arma para mi aprendiz..."

Gael se fue a un estante donde había distintas espadas anchas y espadas cortas...

"Esas no Mark..."

"Pero yo quiero usar una espada..."

"Sí, pero no de esas, eres un mago, no debes usar una arma que requiera las dos manos... siempre tienes que tener una libre para poder conjurar y atacar al mismo tiempo..."

El herrero estaba pendiente de la conversación, entendía lo que Rilcar decía.

"Creo que tengo algo que se adaptará bien al tamaño y necesidades del chico..."

Entró en un almacén y de algún lado sacó un pequeño estilete, tenía sesenta centímetros de largo, una hoja fina y ligera además de muy afilada, aunque era un poco grande para el tamaño del chico, podría colgársela a la espalda hasta que sus piernas crecieran un poco, de ese modo no le arrastraría por el suelo... El niño contemplaba la espada con detenimiento, era una buena arma para un chico, no era mágica, no era una obra de arte, pero estaba bien equilibrada y se ajustaba al combate a una mano de un mago.

"Serán cincuenta talentos de plata..."

Gael se tuvo que contener para no comprar el arma sin regatear...

"Es demasiado cara, maestro, ya tengo mi daga..."

"Claro, si no lo ves, no tires tu dinero..."

"Si os lleváis más cosas os la dejo por cuarenta talentos..."

Como si fuesen dos actores, Gael y el maestro ignoraron al herrero que comenzaba a desesperarse.

"¿Qué piensas usar como arma a distancia?"

"Tengo mi magia, no necesito cargar con una arma a distancia..."

"¿Y si se te acaba el maná que harás?"

"Pero no me gustan los arcos, son incómodos de llevar y disparar, además los de mi tamaño no llegan muy lejos, sería como no llevar nada..."

"¿y una ballesta pequeña?"

"¿puedo tener una ballesta? Mi padre no me deja, dice que son armas de villanos..."

"Mark Nowhere, ¿tengo que recordarte que ya no estás con tu padre sino bajo mi cuidado y mis normas?"

El chico sonrió, comenzaba a disfrutar de la libertad que este nuevo maestro le daba. Las pesadas ballestas grandes quedaban descartadas; sin embargo, en un rincón había una vieja ballesta de mano, una de esas armas que usaría un ladrón o un asesino, aunque el chico tenía que cogerla aún con las dos manos.

"Eso vale cuarenta y cinco talentos de plata..."

Gael se giró resuelto hacia el herrero.

"Si me da la espada, la ballesta y veinte virotes, le daré sesenta y tres monedas de plata..."

El hombre se rascó la cabeza, la verdad es que tanto el estilete como la ballesta de mano llevaban más de un año criando polvo en la tienda, no les ganaría dinero, pero era mejor tener las monedas que un trasto difícil de colocar, esas ocasiones no aparecían a menudo.

"Trato hecho, te regalaré un par de juegos de cuerda, ese trasto tiene mucha fuerza para lo pequeña que es..."

Con las compras hechas, la mochila repleta, su espada y su ballesta, Gael pensaba que debía ser él, pero el día de su vida había caído de repente en el paraíso.

Pero la mirada del chico comenzó a cambiar cuando vio que no se dirigían a las caballerizas, sino que enfilaban una zona alejada al lado de la muralla.

"¿No vamos a coger los caballos? ¿No pensará ir a pie durante cuatro meses?"

"¿Para qué querría yo coger un caballo? Ya tengo uno, está allí y lo que está detrás es nuestro transporte"

"Pero eso es un carro de vendedor ambulante..."

"¿Y qué piensas que soy?"

"Usted mismo ha dicho que era un mago, un maestro... pero eso es el carro de un buhonero... de un vendedor crecepelos... y el bicho que va a delante no se le puede llamar ni siquiera equino..."

"Si el caballo se entera, te morderá, sube y deja de quejarte; si salimos ahora, aún podremos hacer varias horas de camino antes de la noche..."

El chico se sentó enfadado en el bando delante del carromato. Rilcar lo miraba entre divertido y curioso. ¿Qué clases de fantasías se habría hecho el niño durante ese día sobre su maestro?

"Se puede saber al menos donde vamos..."

"Bueno, nuestro próximo destino está a un día de camino. La granja de los Mornay, por lo que dice este aviso del gremio, necesita ayuda con algún tipo de monstruo de Río..."

"¿pero de eso no se encargan los caballeros, los soldados de mi padre, y los propios nobles?"

"Ha, ha, ha tu padre no tendría hombres para atender todas las peticiones de ayuda, muchas veces estos avisos no son nada, en ese caso cobras la cifra de la izquierda, digamos que es el pago por las molestias; sin embargo, si hay un monstruo y lo matas o cazas, enseñando la cabeza o cabezas en el gremio más cercano te pagarán esta otra cifra... Cuando los magos viajamos entre ciudades, solemos coger estos encargos, así ganamos fondos, ingredientes, y nos vamos haciendo un nombre para otros encargos mejores..."

"¿Entonces vamos a salir mucho de caza?"

Gael parecía volver a estar ilusionado, aunque le costase aceptar que no viajaba a caballo como un héroe, sino en un estrafalario carromato.

"Claro, no hay mejor forma de enseñarte que sobre el terreno, y hablando de eso, mira los conjuros que hay en este libro y dime cuáles de ellos sabes hacer tal y como viene ahí, los que no apréndelos. Si vas a venir conmigo, tengo que saber de lo que eres capaz"