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Chapter 13 - 13

Rilcar miró al muchacho de hito en hito, parecía que pese a su mal genio había buena madera para tallar debajo de todas las capas de niño mimado, consentido e insoportable que el chico tenía.

Se acercaba el mediodía, así que no era mal momento para hacer una parada y comer algo. Rilcar eligió una taberna lejos de la plaza principal. Esta no era un tugurio, pero no era ningún sitio donde un noble se sentaría. Rilcar pidió pollo para los dos, una cerveza para él y agua para el niño. Pagó sin preocuparse las pocas monedas que le pidieron.

"Maestro... ¿Pero por qué no ha regateado?"

"Primera regla: nunca regatees por la comida que te van a servir o la bebida, es posible que la puedas pagar más barata, pero nada te libra de que te escupan dentro... Recuerda que en una taberna o posada, regatea solo por la habitación, los taberneros son un gremio de mal genio..."

Gael miró a Rilcar con escepticismo, pero cuando pensó en comerse algo con un escupitajo, entendió las razones del maestro.

"Para resumirte en este mundo hay tres reglas básicas que debes comprender, son la regla del cobre, la de plata y la de oro, cuando compres algo que vale solo unos pocos cobres piensa en la poca ganancia que tendrá el tendero, regatear fuerte por cosas que valen cobre es algo que solo un necio, un noble sin sensibilidad, o un malvado haría, así que no intentes sacar enteros en el precio, solo fracciones..."

"¿Fracciones?"

"Pongamos por ejemplo ese jabón que has comprado, te ha costado 35 cobres, puede intentar comprarlo por 30 o por veintiocho si eres hábil, pero forzar a que te lo vendan por menos de 25 cobres sería de mal gusto..."

"¿Y si solo vale dos cobres?"

"En ese caso ni intentes regatear..."

"¿Y con la plata?"

"Los objetos que se venden por plata tienen más margen, los tenderos viven mejor, en esos casos puedes sacarle varias veces su precio. El justillo usado por el que has pagado 11 podrías haberlo sacado por 8 o incluso por 5 si la tendera hubiese tenido necesidad..."

"¿Y cómo se puede saber si alguien tiene necesidad de vender?"

"¿Te has fijado lo que ha hecho claudicus cuando has dicho que no te interesaba el precio?"

"El viejo solo se ha despedido..."

"Hay está el cebo, si alguien tiene interés de vender y el cliente rechaza el precio y muestra desinterés, si está desesperado, hará una contraoferta para dejártelo a mejor precio de inmediato, hay puedes apretar y sacar auténticas gangas..."

"Y si no hace una oferta..."

"Bueno, en ese caso tu margen de negociación es más pequeño..."

El chico estaba reflexionando sobre lo que Rilcar le estaba diciendo, no se daba cuenta, pero estaba tan entretenido que se estaba comiendo el medio pollo con verdadera voracidad, y eso que no tenía nada que ver con los delicados platos que se servían en el castillo.

"Entonces con el oro habrá mucha más ganancia..."

"No, en las cosas que valen oro tienen dos reglas en verdad: la primera: nunca negocies por cosas que valen oro en público, te arriesgas a que te roben, es como ponerte un cartel de que llevas en tu bolsa el salario de varios meses de cualquier plebeyo."

"¿Y cuál es la segunda?"

"La segunda es peor, ha, ha, ha, si no sabes realmente lo que compras y vale monedas de oro, no te fíes, busca ayuda, no hay nada más común que desplumar a un noble o un ricachón con algo que solo vale unas pocas monedas de plata disfrazándolo de una panacea..."

"¿Cómo puedo negociar ahora con el viejo para no parecer desesperado?"

"Bahhh eso es fácil, pide un precio alto por solo tres de las piedras y deja que el viejo haga su oferta, así sabrás el margen que tienes y será como si te sobrasen al final, déjate la daga al costado, que piense que ya has comprado todo el equipo y no tienes necesidad de efectivo..."

"Vayamos a ver a ese bastardo..."

Gael y Rilcar se dirigieron a la tienda del alquimista. Los expertos ojos del viejo examinaron de un vistazo el nuevo equipo del niño; parecía que ya lo tenía todo...

"Bueno, verle de nuevo, señorito G... digo aprendiz Mark, ¿lo ha pensado mejor?"

"No exactamente, señor Claudicus, simplemente que no tengo uso para tres de las piedras pequeñas, si me da doce platas por cada una son suyas..."

"¿Dice platas? Creo que no es consciente del poco valor que tienen, además siendo solo tres menos valen..."

"Bueno, en ese caso no se preocupe, las absorberé y asunto arreglado, gracias por atenderme."

El muchacho se dio la vuelta con intención de marcharse de la tienda.

"Espera, chico, no tengas tanta prisa, para ti esas piedras apenas te aportarán nada, pero para los soldados o montaraces puede que le den un buen uso... ¿Qué me dices de quince platas por las tres? No es un mal trato, es más del doble de lo que te ofrecía antes..."

Gael resopló teatralmente, y miró al viejo con atención. Vale, comenzaba el juego, el tendero había hecho su oferta...

"Diez por cada una..."

"Siete..."

"Nueve..."

"Ocho, pero es mi última oferta de caballerete..."

"Trato hecho, pero tiene que comprarme las cinco entonces..."

El viejo comenzó a reírse, parece que Rilcar le estaba enseñando los entresijos del oficio desde la mismísima base.

"Hecho... ahora, venga, saca la gema grande y no me hagas perder el tiempo, se hace tarde y quiero echarme una siesta, te ofrezco quince platas por ella..."

"¿Treinta?"

"Dieciocho y te daré esto..."

El viejo puso encima de la mesa una piedra negra... Gael estaba a punto de replicar, pero Rilcar le paró.

"Aceptamos el trato, muchas gracias, Claudicus..."

Con las cincuenta y ocho monedas que había ganado su bolsa, tenía ahora más que cuando comenzó, sesenta y una monedas de plata y veinte cobres. Fuera de la tienda, Gael iba a replicar a su maestro cuando este le miró.

"El viejo te estaba dando un regalo, y uno bueno..."

"Pero si solo era una piedra..."

"No era una simple piedra, era un bezoar, un antídoto universal contra el veneno, esa piedra negra e insulsa vale por sí misma veinte platas, y eso si tienes suerte de encontrarla..."

"¿Pero por qué...?"

"Esta es tu ciudad, chico, el viejo quiere congraciarse con tus padres, pero lo has hecho bien, en otros sitios no lo tendrás tan fácil... y ahora, si estás listo, vamos a la armería..."