Para cuando Rilcar se levantó del suelo el chico se había desmayado por el cansancio, la adrenalina y el dolor de la pierna. El mago fue hacia el chico, no tenía ningún tipo de afinidad con la magia de vida, solo podía aplicarle algunos remedios básicos, Leena tendría que curarle esa pierna, no tenía buena pinta, y tenía que ser pronto si el niño no quería quedar lisiado para siempre.
Rilcar mató sin muchos problemas a los Kobolds aterrorizados que quedaban. Realmente estaba sorprendido, cuando vio el agujero con los cadáveres de tres kobolds amontonados en el fondo y comprobó la ingeniosa escalera que había en la pared, se hizo idea del nivel de ingenio del muchacho. Desenterró una de las puntas del cordel y encontró la chapa. Ese chico realmente tenía recursos, él solo había matado a seis criaturas, se había liberado del cautiverio y había herido y hecho huir a otras tres o cuatro criaturas, era realmente un prodigio de la resiliencia.
No podía demorarse mucho, arrancó las piedras de almas de los monstruos, y recogió el miserable botín que tenían, alguna daga, unas pocas monedas de plata y cobre, y las pieles de varios conejos. Esa pequeña tribu no debía llevar mucho en esa zona.
Se cargó al pequeño en un hombro como un fardo y salió de la cueva, encontrarle le había costado mucho menos de lo que había pensado. Cuando entró a la ciudad le preguntó a los lugareños que había en el camino de sur, la clave fue lo que le dijeron, allí solo había pastos buenos para los conejos cornudos, pero desde hacía unas semanas la caza era mala, algo había cazado o asustado a los conejos.
Cuando llegó al otro lado del macizo, al valle, buscó algún lugar al refugio del viento; allí encontró las huellas de un crío. Ya solo tenía que encontrar a los conejos para encontrar al niño o al depredador, solo esperaba llegar a tiempo y que no fuese alguna bestia realmente peligrosa.
Cerca de las madrigueras de conejo encontró los restos de una hoguera, desde allí solo tuvo que seguir las huellas. Quedaba claro que un niño había sido arrastrado por un montón de criaturas bípedas de pequeño tamaño, kobolds, goblins, o algo parecido, no había muchas más posibilidades.
Poco después de encontrar la guarida de los kobolds escuchó el eco de una detonación subterránea, después de eso corrió a la cueva, mató a dos monstruos que hacían guardia y encontró al niño... la verdad que el resbalón en el hielo le habían hecho hacer una entrada ridícula, ese muchacho tenía agallas.
A medio camino de la ciudad el chico se despertó, intentó patearle, morderle y le profirió todo tipo de insultos, pero Rilcar no estaba para tonterías, pronto se pondría el sol y no estaba dispuesto a dormir al raso de poder evitarlo. Aunque bajar al niño haría las cosas más fáciles en cuanto a la relación con el muchacho, con su cojera tardarían cuatro veces más, era mejor seguir jugando su papel de secuestrador.
Durante el camino, cuando las patadas y mordiscos demostraron ser ineficaces el chico pasó al uso de la magia, intentó congelarle, asarle, cegarle, e incluso dormirle. Por suerte Rilcar podía manejar la magia de un niño tanto como para diluirla sin mucho esfuerzo.
En el fondo era divertido, estaba aprendiendo mucho del chico mientras andaban, todos sus trucos, e incluso su habilidad o falta de ella para algunas energías.
Cuando llegó a la puerta de la ciudad allí estaba Leena junto con un par de guardias, no se había retirado de allí en todo el día.
"Aquí tienes a tu muchacho, he tenido que dormirle para que no me electrocutase..."
"Gracias..."
"Ya habrá tiempo para agradecimientos, cúrale esa pierna, no tiene buena pinta..."
Leena tenía lágrimas en los ojos
El chico pasó a brazos de su madre, y en seguida un carro les llevó al castillo. Tenían que tratar esa pierna cuanto antes si no querían que al niño le quedase una fea cojera al soldarle mal los huesos. Leena ya iba aplicando su magia mientras subían hacia el castillo.
La pequeña Lizi se alegró cuando por la mañana se enteró de la nueva travesura del inútil de su hermano pequeño; sin embargo, cuando no apareció a las pocas horas, comenzó a preocuparse. No lo encontraban en la ciudad, no lo encontraban en los alrededores. En ese momento se preocupó de verdad por su hermano pequeño.
Odiaba a ese mocoso con ideas locas y diabólicas, pero era su hermano, y no podía evitar quererlo, se dio cuenta de cuanto lo quería en el mismo momento de que fue consciente de que podía perderlo para siempre.
Dos carros traqueteaban por el camino del castillo, el primero era uno de los carros que se usaban para subir al castillo los víveres y la paja, el otro era el estrafalario carromato de un mago ambulante.
Lizi salió corriendo al reconocer a su madre en el primero de los carros.
"¡¡¡Mama!!! ¿Cómo está, Gael?"
"Ahora no Lizi, corre dentro y di que preparen agua caliente en la cocina..."
Realmente el estado del niño era peor de lo que pensaban, tenía magulladuras, cortes, y una fractura muy fea que se estaba infectando. Tenía fiebre, y estaba realmente sucio, antes de poder hacer nada había que lavarle entero.
La chica salió corriendo de vuelta al castillo mientras los carros paraban en el patio.
"¿Tienes resina de Alora, y hierba del sueño ahí dentro?"
"¿Qué clase de Mago Ambulante sería sino tuviese de todo tipo de cosas? Entra y sírvete tú misma, yo llevaré al chico adentro mientras"
Rilcar entró en el castillo. Hacía mucho que no volvía al castillo de los Nolkar, realmente el castillo había pasado por tiempos mejores. No tenía afinidad al maná de vida, pero era un mago ambulante; si alguien sabía de ungüentos y pociones era él.
Mientras la madre se encargaba de curar y resoldar los huesos, Rilcar no se quedó quieto, preparó todo tipo de cataplasmas y alguna poción que ayudaría al niño a sanar.
Cuando terminaron unos criados y llevaron al chico a dormir, la tensión comenzaba a pasar factura a Leena. A Rilcar le recordó los viejos tiempos cuando llegaban agotados a una posada después de haber jugado la vida en alguna guarida de monstruos.
"Necesito una copa..."
"Que sean dos, ¿tenéis cerveza en un castillo tan bonito?"
"No seas tonto, los Nolkar solo son unos barones del norte, beben cerveza y se tiran pedos en la intimidad como todo el mundo. ¿Dónde encontraste a Gael?"
"En una guarida de Kobolds, tu hijo fue capturado en medio del prado, pero se liberó él mismo, y para cuando entré a rescatarle había matado él solo a seis de esas criaturas... Solo tiene cinco años y apenas tiene maná, o es un genio, o es el crío con más suerte del