Cuando Gael no recibió la visita de su padre nada más llegar, supo que estaba en un problema grave, aunque no podía imaginar cuánto, por experiencia, ya estaba lanzando su magia de vida para insensibilizar su culo. Ese era el recurso básico del castigo de su padre, una buena azotaina en el culo.
Y la cosa solo hizo que empeorar cuando dos de los guardias de su padre entraron a su habitación, lo cogieron en volandas y se lo llevaron. Pero la mala sensación se volvió en terror cuando vio que no lo llevaban a la habitación de su padre, eso no era nada bueno. Su padre podía ser severo en el castigo, pero nunca lo avergonzaría azotándolo en público como a un plebeyo; sin embargo, ahora lo estaban llevando a la sala de audiencias.
Los guardias abrieron la puerta y la lanzaron dentro rodando, cerrando la puerta tras él. En el salón solo estaban su Padre, su Madre, su hermano Duriam y el montaraz desconocido que lo había sacado, arrastras de la cueva y lo había cargado como un fardo. Le haría pagar a ese plebeyo bastardo por tratar así a un noble. Seguro que por eso lo habían convocado a la sala de audiencias para dar ejemplo y escarmiento con el plebeyo que lo había tratado mal.
Gael se levantó y recompuso y con todo el aplomo que le daban sus cortos cinco años de edad avanzó hasta delante de los tronos donde estaban sentados sus padres, hizo la más pomposa de las reverencias intentando destacar sus refinados modales.
"Padre, Madre, ese plebeyo bastardo me trató indignamente me cargo como un f..."
La mirada helada de su padre lo paralizó a media frase, pocas veces había visto esos ojos crueles.
"Gael Nolak, no estás aquí ante tu padre y madre, estás aquí ante tu señor, ante el Barón de estas tierras. La ley es mi palabra y hoy no se juzgará a tu salvador, estás aquí para ser juzgado, para escuchar el castigo por tus fechorías que han puesto en riesgo el honor de nuestra familia..."
"Pero papa yo no..."
"¡¡¡Silencio niño mimado y desagradecido!!!"
"Gllppp"
Gael tragó saliva ruidosamente, en ese momento tuvo tanto miedo que le temblaron las piernas y a punto estuvo de orinarse encima.
"Por el crimen de desobediencia a tus padres a los que tenías deber de respetar, yo, Aulos Nolkar te quito mi apellido y tu condición de noble. Por el crimen de huida, poniendo en riesgo tu vida y la de los ciudadanos que fueron a buscarte, yo, el Barón Nolkar regente Ilentown te destierro por no menos de cuatro meses. Por quemar e incendiar el patio del castillo que debes proteger con tu vida como noble, te despojo de todas tus posesiones, bienes y prebendas que tu posición como mi hijo te ha dado hasta el momento. Pero no soy un Barón cruel, no soy un señor injusto, ni un padre inmisericorde, como Barón te doy cuatro meses para demostrarme que realmente te mereces ser un noble, si lo logras te lo devolveré todo, como señor de estas tierras te doy el fruto de tu cacería, este será tu único capital de partida, adminístralo sabiamente, y como padre no puedo dejarte en la espesura a solas a tu edad, desde hoy entrarás al servicio de tu salvador como aprendiz, el maestro Rilcar Guterrez, él será el valedor de tus méritos durante este tiempo así que obedécele.
Aulos Nolkar se levantó, el muchacho temblaba y lloraba, pero sin un atisbo de dulzura le arrojó a los pies una bolsa con monedas de plata y cobre, y las seis piedras de alma de los kobolds que había matado, también le arrojó la piel de cinco conejos cornudos y un par de dagas, una de ellas era apenas una hoja unida a un trozo de madera por el mango, pero la otra era una daga de batalla en no muy malas condiciones.
"Los criados te darán una muda de ropa y zapatos propios de tu nueva condición, y ahora fuera de mi vista..."
"Mammaa..."
"No lo empeores, hijo, sé un hombre y acepta tu destino, demuéstranos de que mereces la pena..."
El chico siguió intentando ganarse la compasión de su madre, pero el montaraz lo cogió por la cintura y, levantándolo a peso mientras el niño pateaba, se lo llevó a la fuerza entre llantos y súplicas.
El salón se quedó en silencio hasta que estuvieron seguros de que el niño estaba lejos y no podía oírles. Leena se estaba limpiando en un pañuelo, una lágrima sincera.
"¿no crees que hemos sido demasiado dramáticos? Le hemos partido el corazón..."
"¿Crees que se habría ido voluntariamente con Rilcar si no montamos esta farsa? ¿Conoces a Gael mejor que yo? Ese muchacho necesitaba una lección, eres demasiado blanda...
Los criados siguieron las órdenes del Barón al pie de la letra, desnudaron al chico sin ningún miramiento, no le dejaron ni la ropa interior, en una silla estaban unos ásperos pantalones pardos y una blusa raída y un jubón que apenas lo protegería de una noche fría, los zapatos eran meros trozos de tela que envolvía un pedazo liso de corcho que hacía de suela y se ataban después al pie.
Gael estaba en shock, todo su mundo se desmoronaba por segundos, no era capaz ni de llorar en cuanto comenzó a asumir el grave castigo que había tenido como si de una sentencia se tratase. Salió del castillo como un autómata al que le hubieran arrancado el alma. Cuando la puerta del castillo se cerró tras él no tuvo ni la fuerza para volver la vista atrás.
Rilcar intentó agarrar del brazo al muchacho para hacerle andar, pero en ese momento el niño se revolvió con rabia.
"Suéltame, cerdo, no se atreva a tocarme..."
El bofetón en la cara que soltó Rilcar fue duro, rápido e inmisericorde y envió al chico rodando por los suelos. Pero el muchacho no lloró, solo lo miró con más rabia mientras se limpiaba la sangre del labio y escupía.
"Para ti y en adelante soy el maestro Rilcar, más vale que me obedezcas, yo no soy tu padre, no seré tan blando como él..."
"Maestro, mi culo, no eres más que un saco de mierda..."
Un tornado levantó al chico del suelo, inmovilizándole. La fuerte presión del viento le producía pequeños cortes en la piel al chico, quedaba claro que podría haberlo matado si ese tipo hubiese querido. Gael cayó al suelo en cuanto Rilcar deshizo el tornado.
"Cualquier lacayo puede usar magia contra un niño, eso no lo hace maestro de ..."
"Ris jar den int faerun dubras"
Dos orejas de burro le crecieron al chico antes de que pudiera reaccionar. El chico miró sus orejas alucinando, eso era magia de verdad, era un conjuro, uno de los que solo se estudian en la universidad...
"¿Es usted mago? ¿Un mago de verdad?
"¿Tú qué crees, muchacho?"
Con un chasquido de dedos, las orejas de Gael volvieron a la normalidad.
"¿Me enseñará a hacer eso?"
"Te enseñaré si me demuestras que te lo mereces"
"¿Dónde iremos ahora?"
Rilcar miró al muchacho que vestía ahora poco menos que como un mendigo; hasta a él le avergonzaría viajar con un aprendiz tan mal vestido. Buena parte de las lecciones de la vida era aprender el valor de las cosas; para un niño que lo había tenido todo era un buen punto de inicio.
"Ahora nos vamos de compras, vas a gastarte ese dinero que te ganaste con los kobolds, no quiero a un pordiosero a mi lado..."