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Chapter 6 - 6

Gael no sabía que había podido salir mal en sus planes, estaba en el fondo de un pozo, con frío, una pierna rota, y varias magulladuras. Su maná de vida apenas le llegaba para curar los cortes superficiales que tenía y mitigar el dolor de la pierna.

Su aventura se había ido de las manos. Cuando salió de la ciudad por el río hacía mucho frío, las noches en el norte no eran clementes, aunque fuese el final de la primavera. Además, estaba mojado y cubierto de mierda y de malos olores, pero tenía que avanzar, si no quería que por la mañana lo encontrasen.

Cogió las sendas y veredas que rodeaban la ciudad para llegar al camino que iba hacia detrás del macizo sur que hacía las veces de muralla natural de la ciudad, por lo que había escuchado, era en el valle al otro lado donde habían desaparecido los conejos cornudos.

Estaba cansado y tenía sueño, olía a rayos, pero no podía ir oliendo a mierda por ahí, ni siquiera él soportaba el hedor que desprendía. No le quedaba más remedio, se quitó la ropa que tiró al río con una piedra dentro y se bañó en el agua helada.

Se puso su ropa de aventurero de llamativos colores y, haciendo un esfuerzo y envuelto en las mantas, avanzó. Avanzó pese al dolor en la pierna, avanzó pese a todos los inconvenientes, no podía fracasar en las primeras horas, si no quería hacer el ridículo, tenía una meta: demostrarles a todos el potencial que realmente tenía.

Para cuando llegó el amanecer, ya había girado por detrás del macizo, y pronto desaparecería a los ojos de la ciudad. En la cima solo había tres o cuatro almenaras, y un baluarte que daba al mar; esa era la muralla sur de la ciudad. Un macizo de piedra caliza dura.

Los valles al sur de la ciudad eran llanos, con una maleza y vegetación viva y alta. Gael apenas podía asomar la cabeza por encima de la hierba para ver por dónde iba. Aunque había amanecido, siguió andando hasta llegar a un pequeño promontorio, en el que se tumbó contra una piedra, envuelto en la manta y abrazando la mochila. Se quedó dormido de agotamiento en seguida.

Cuando despertó, el sol ya estaba marcando el medio día, según su plan tenía que buscar las grandes madrigueras de los conejos cornudos, si había un depredador molestando o cazando conejos aparecería por allí.

Tardó un medio día rebuscando entre la maleza para encontrar su primera madriguera, pero estaba vacía... si no había conejos, el depredador no se acercaría, siguió buscando y buscando, pero cuando se puso el sol, todas las madrigueras que había encontrado estaban igualmente abandonadas.

A Gael le extrañaba la tranquilidad que había en el valle, no había rastro de ninguna patrulla de búsqueda, ¿no habían mandado a nadie a por él?, hizo un pequeño campamento en medio del valle; sin embargo, cuando la oscuridad cayó no le gustó la sensación, tenía un pequeño fuego para calentarse, pero los múltiples ruidos de la noche le asustaban, no quería reconocerlo, pero la noche a cielo abierto era aterradora.

No consiguió pegar ojo hasta que no llegó el amanecer y su tímida luz. Una patada en el estómago lo despertó, abrió los ojos alertado cuando varias criaturas ya le estaban apuntando con unas diminutas lanzas de palo y piedra. Llevaban harapos y tenían cara de rata, no había dudas, era una banda de kobolds; por algún motivo extraño, no lo mataron de inmediato. Pero para la mente de Gael esto era lo mejor que le podía pasar, los monstruos lo llevarían a su guarida y una vez allí se liberaría de sus ataduras y los mataría a todos.

Pero las cosas no siempre son tan fáciles. Lo desnudaron, le quitaron la mochila y la arrojaron a un rincón tras ver que no había nado de valor, y lo ataron de pies y manos. Cuando una maza lo golpeó en la cabeza, Gael no sabía si volvería a despertar.

En el fondo de una cueva inmunda, Gael se despertó con un chichón en la cabeza de tamaño XL, miró a su alrededor, pero estaba en la completa oscuridad, solo unos puntos rojos que delataban los ojos de los seres que podían ver en la oscuridad podían verse. Había al menos cuatro de ellos, aunque podía oír los agudos sonidos que hacían muchos otros de esos Kobolds hablando a su alrededor.

Sin armas, sin ropa, sin comida, Gael estaba verdaderamente aterrado, pero tenía su magia, que por pequeña que fuese era suya. Una cuchilla de viento cortó las cuerdas que lo ataban, pero no calculó bien. La afilada cuchilla le hizo un feo corte en el antebrazo que comenzó a sangrar. Inconscientemente, Gael no pudo evitar gritar.

Varios de esos puntos rojos se dirigían hacia él, pero no podía perder tiempo. Una pequeña llamarada se proyectó delante de él, iluminando durante unos instantes la cueva. Pese al susto inicial por el fuego, a las criaturas no les costó esquivar la llamarada y lanzar las lanzas de punta de piedra hacia él.

Tal y como había visto hacer a sus hermanos, intentó levantar una muralla de piedra delante de él, concentró todo el maná de piedra que pudo en esa defensa. Las lanzas se estrellaron contra la improvisada pared, pero en ese momento el suelo bajo sus pies tembló y crujió. El suelo, debilitado al quitarle parte de su masa para crear la pared, no podía soportar su peso.

Cayó a un pozo sellado, se golpeó con muchas rocas y piedras, su pierna dolorida cayó en una mala postura, pero por suerte, o por mala suerte según se mire, su mochila con sus cosas cayó detrás de él, parecía que esas criaturas estúpidas simplemente la habían lanzado al fondo de la cueva donde él estaba atado. El peso de la mochila impactó contra su pierna, que ya estaba doblada en una posición extraña. El crujido del hueso roto retumbó en el pozo. El niño quedó inconsciente por el dolor. La otra suerte que tuvo es que su cuchillo y la espada se las habían quedado directamente en cuanto lo desnudaron, si no era posible que hubiese muerto empalado por su propia espada.

¿Cuánto tiempo estuvo desmayado? Se sentía débil, el corte en el brazo seguía sangrando y el dolor de la pierna era insoportable. Se curó el corte con su débil magia, no sanaría del todo, pero detendría la hemorragia.

Haciendo un esfuerzo e imponiéndose al miedo y al dolor, conjuró una bola de luz. Estaba en un pozo de no más de dos metros de ancho, las paredes eran irregulares, solo era una sima natural que los Kobolds u otras criaturas habían sellado hacía tiempo acumulando piedras y tierra encima. La entrada estaba a más de cinco metros.

La abertura por donde había caído se había vuelto a sellar, seguramente cuando quedó inconsciente y su voluntad y mana de tierra habían desaparecido la masa de la tierra y la piedra había vuelto a su lugar, solo las piedras de la pequeña superficie que había cedido por su peso eran las que habían caído junto con él.

¿Cómo iba a salir de esa?