Josephine.
Vagando por todo el salón, me topo con algunos de los amigos inversionistas de mi padre.
Y para mi mala suerte me topo con los padres de Eric. Bueno solo si estirada madre.
—Mierda, al menos una maldita advertencia de que estarían aquí —murmuro para mi misma.
La señora Brooks se planto frente a mi junto a un par de amigas ancianas estiradas por botox.
La sonrisa socarrona que me enseñaba me daba arcadas. Claro, tendría que guardarmelas para mi.
—Señora Brooks— la salude con un suave a sentimiento, sonreí falsamente hacia las otras dos mujeres.
—Oh Josephine, dime mamá— dijo sacudiendo su mano, sonreí y asentí.
En ni un millón de años lo haría.
Vieja loca.
—Claro—fue lo que dije.
—Dejame presentarte a Margaret y a Luisa, son mis dos grandes amigas— les sonreí con los labios apretados a las mujeres nuevamente.
—Oh Mirna, tu nuera es realmente preciosa, y muy guapísima, el pequeño Eric tiene demasiada suerte. Una lastima que sea una McCarthy— la sangre me hirvió ante tal comentario.
Pero claro, yo era mas lista que estas ancianas rellenas de botox.
—Oh claro que si, una gran lastima, pero afortunadamente ya soy una Brooks — les mostré Ios dientes en una resplandeciente sonrisa, ambas mujeres me miraron cons asco, se retiraron dándome una mirada de desprecio.
Respire despacio, olvidándome por completo de la bruja mayor.
—Tienes que mejorar tus malditos modales. No puedes ir por ahí abriendo la bocota. Respeta a los mayores, tu solo eres un simple trofeo, no tienes voz ni voto. Solo atente a asentir y sonreir. Eso hace una esposa perfecta— me miro de arriba hacia abajo.
Me mordí el interior de la mejilla, estaba apunto de responderle con toda la clase que tengo pero una gran mano me rodeo la cintura. Unos labios se pegaron en mi sien dejando un beso sobre ella.
—Aqui estas cielo. Llevo buscándote desde hace un rato. Mamá—saludo con un a sentimiento hacia su madre.
Mi cuerpo estaba en plena ebullición, me ahogaba en mi propio veneno no derramado contra mi asombrosa suegra.
—Controla a tu mujer, Eric. O hare que tu padre lo haga— el cuerpo de Eric se puso en tensión, sus hombros se cuadraron.
¿Han visto como los animales doblan su tamaño para inflingir temor?
Eso mismo estaba haciendo Eric, imponiéndose en su postura rígida, hombros tensos y mandibula apretada. Mirando fríamente a su madre.
—Ya nos vamos—no dejo que su madre respondiera, de inmediato nos encamino hacia la salida y finalmente hacia su auto.
Me separe de su abrazo.
—Vale, gracias, me voy a mi hotel— murmuré apartandome de él, caminando hacia mi auto recibiendo las llaves del vallet.
No pude ni abrir la puerta cuando su mano me tomo de la muñeca.
—Vale Eric, para— me sacudí de su agarre, enfrentandolo con mi espalda pegada al auto.
Su mandíbula hacia tictac de lo fuerte que la apretaba.
Era su maldita culpa que esto sucediera entre nosotros.
Mierda. No sabia ni porque me sentía hacia de afligida en su presencia.
Los malditos sentimientos estaban en su elemento mas puro.
Las chispas saltaban a nuestro alrededor.
El enfado marcaba su rostro y tambien el fastidio.
Yo tambien estaba enfadada, querido.
—Jo, necesitamos hablar de esto— me carcajee, sin gracia claro.
—¿Esto? ¿Que se supone que es esto, Eric?—pregunte cruzando me de brazos mientras lo miraba directamente a los ojos, viendo la oleada de emociones que serpenteaba en sus iris color verdes.
Eric apretó la mandíbula, paso su mano por su cabello, señal de que estaba frustrado.
No sabia si era buena idea tener esta conversación aqui, pero la verdad era que me importaba un bledo.
—Escucha, no podemos hablar aquí. Volvamos a casa y hablemos—negué mordiéndome el labio mientras sus ojos me observaban desesperados.
¿Acaso no entendía? No quería estar con el.
Estaba encadenada a el.
Aunque mis pensamientos me decían que estaba mas que equivocada. Que solo me estaba mintiendo a mi misma. A todo el mundo más bien.
¿Me había vuelto buena fingiendo que ahora mismo no sabia cuando parar? Tal vez.
—No iré contigo a ningún lado, Eric— él suspiró, me miró.
—Vale, te sigo, llévame a tu hotel— lo mire entrecerrando los ojos, sabia que no pararía hasta que habláramos.
¿Que mas podía perder? Libertad ya no tenia. Dignidad tal vez.
Asentí con la mandíbula apretada, me abrió la puerta de la camioneta y espero hasta que me puse el cinturón y cerro la puerta.
Subió a su auto y arranque el mio, viendo por el retrovisor como venía detrás de mi.
Era una putada, no quería esto.
Pero maldición, me sentía tan bien sabiendo que me seguiría hasta donde yo fuera.
Una idea equivocada, lo sabia.
Eric no me quería a mi, amaba a Bianca.
Un dolor punzante cargado de no se que, se planto en mi pecho, logrando que tuviera que apretarmelo, tratando de desaparecerlo.
No funciono.
Esto estaba mal, el no podía gustarme.
Por dios, acabo de dejar al hombre de mi vida. Amo a Derek.
«¿De verdad?»
Esa maldita voz era la que siempre me decía que lo que comenzaba a sentir por Eric era real y correcto.
Estaba segura de que ese era mi corazón, pero siempre la voz de la razón sera para mi mi cerebro, y ese decía que no estaba bien ni era correcto, segurisima que si.
Estaciono y bajo de la camioneta, mirando al mismo tiempo como Eric me examina bajando de su auto.
El muy cabron se veía mas que exquisito en ese maldito traje de tres piezas Brioni.
Trague duro al verlo acercarse a mi arreglándose el saco, sus manos, esas manos entintadas.
Mierda, sabia que era mortal, pero ver sus tatuajes.
Dios, no estaba preparada para este hombre.
Me extendió su brazo, pidiéndome de manera silenciosa que lo tomara, acepte.
Estaba que me temblaban las piernas en su presencia, temía caerme de boca en el estacionamiento.
Dirigiéndonos hasta el ascensor, marque mi piso y espere.
Ahora mismo, maldecía haberme quedado en el décimo piso.
Era demasiado tiempo a solas con Eric.
Maldito Eric Brooks.
—Respira, Jo— respire, no sabia que estaba conteniendo el aire, pero al hacerlo, la colonia de Eric inundo mi sistema, descolocandome, y haciendo que me aferrara mas fuerte a su brazo.
En ese momento, maldije en mi mente porque olvide qué seguía sujeta a el.
Una fortuna.
Cuando finalmente llegamos a mi piso, guíe aun del brazo a Eric hasta mi habitación.
Saque de mi sostén la tarjeta, Eric me miro alzando una ceja divertido.
—¿Que? No quería llevar bolso— me justifique, entrando y encendiendo la luz. Eric cerro la puerta detrás de nosotros.
De repente, el lugar me parecía demasiado pequeño con su presencia dentro de ella.
—¿Quieres algo de beber?— pregunte dirigiendo me al pequeño bar, el asintió, serví dos whisky y me tome de golpe el mio para después rellenarlo de nuevo.
—Vale, necesitas fuerzas para hablar— murmuro burlón, lo fulmine con la mirada.
Lo necesitaba. Me refiero al valor liquido.
—Bien, hablemos— serví otro trago justo después de beberme el otro.
El liquido quemo mi garganta, calentando mi estomago cuando se asentó, si, necesitaba el valor liquido.
Eric me miro divertido, masajeo su mandíbula y se mordió el labio.
—No eres un medio, cielo— solté un bufido llevándome la copa a los labios, esta vez disfrutándola.
El que me llame así me daba retortijones, y no sabía si era el alcohol.
Era un idiota si creía que le iba a creer eso.
—Te escuche, Eric, no me hagas parecer idiota—
No sabia lo que estaba haciendo, simplemente estaba dejando a mi orgullo herido tomar el control y claro, al alcohol.
Eric negó, se acerco a mi, demasiado cerca, invadiendo demasiado mi espacio personal.
—¿Q-que haces?— odie mi maldito tartamudeo, no quería que se diera cuenta que me afectaba. Demasiado.
Eric se alzo en su asombrosa altura, mientras me acorralaba con ambos brazos en la pequeña barra.
—No se Josephine, solo te estoy mostrando que no eres un medio. Si lo fueras, ¿Me tendrías asi?— lo mire ceñuda y confundida, hasta que lo sentí, y un suave jadeo salio de mis labios.
Su maldita polla dura contra mi pierna.
Mierda, eso era demasiado grande.
Lo mire a los ojos.
—Tu quieres a Bianca— dije despacio, casi en un susurro.
El sonrió de lado, sus ojos brillaban pero la oscuridad los atenuaban.
—Tal vez, pero tambien te deseo— mis manos trataron de apartarlo, esto no... No.
Lo empuje, pero no sirvió de nada.
—Vale, estas peor que yo...— murmuré, sus ojos oscurecidos me lanzaron una penetrante oscuridad.
Me quede congelada, mirando sus orbes verdes, ahora lucian como un bosque en la noche.
—¿Eric?— murmuré congelada, despacio.
—Una vez, Josephin, si no te gusta, jamas te vuelvo a tocar—
la pelota estaba en mi tejado.
¿Que seria?