Josephin.
Sabia que las cosas con Eric serian algo como una montaña rusa. De arriba abajo, con las mortales curvas de las cuales todo mundo se queja pero adora pasarlas.
Yo no. Definitivamente yo no.
—Podríamos….— El niega con la cabeza. Me muerdo el labio nerviosa.
Después de esa cita, hemos estado sobre cascaras de huevo, sinceramente no se que demonios paso.
—De acuerdo, ¿Qué demonios esta pasando? — su mirada ceñuda se centra por fin en mi rostro dejando de lado los documentos que miraba.
—¿De que hablas? — niego.
—Eric, llevamos toda la semana así. No se que hice, o que dije que te molesto. Míranos, se supone que después de esa cita seria todo diferente. No te entiendo— definitivamente explote, me agoté.
Eric me observa pestañeando, incrédulo.
Pues empieza a creer esto, cariño. No puedo mas con esto.
—Jo, no entiendo de que hablas.
Suspirando, me dejo caer en el sofá que hay en su despacho.
—Creí que seria diferente. Que nos daríamos una oportunidad. Tú lo dijiste, querías conocerme— el silencio reino en la oficina, mientras el miraba el escritorio de caoba oscura.
—¿Qué te hizo pensar eso? — un jadeo se escapo de mi boca, la indignación me embargo y la sangre me comenzó a hervir.
El cinismo en su voz me daban unas ganas de aventarle el maldito pisa papeles que tenia de cristal en la cabeza.
En lugar de eso, me quede callada, mire mis manos, una risa seca y con cero diversión sonó. Era yo.
—Vete al diablo, Eric— me levante y abrí la puerta dispuesta a irme, pero, me detuve y sobre mi hombro lo observe. —Sola no puedo Eric. Y si de verdad quieres que este matrimonio funcione, tómatelo en serio, o tomo mis cosas y te envío los papeles del divorcio— y sin mas, salgo de ahí.
El nudo en mi estomago se me sube a la garganta, los ojos me arden y la nariz me pica.
Las lagrimas piden a gritos salir. Pero no. Me harte de llorar. Llorar por ese hombre que simplemente no pone de su parte.
Lo intente, si quiere algo, que se arrastre.
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Mi hermano apareció al día siguiente, con una sonrisa radiante que hacia tiempo que no le miraba.
—Tú follaste— lo apunto mientras sonrío, el sacude la cabeza sin poder ocultar la sonrisa que tiene plantada en el rostro.
—Lo peor que puedes hacer es querer hablar sobre mi vida sexual, Jojo— me sacudo el polvo inexistente de mi sudadera mientras lo sigo hasta el sofá de la sala.
—Cuéntame hermano mayor ¿Cómo se llama ella? — Jordan se relame los labios, sonríe y me mira.
Sus ojos brillan, con diversión y fascinación.
—No. — es lo que me responde, incrédula abro los ojos mientras alzo las cejas.
Un jadeo esta por salir de mi cuando escucho la puerta principal siendo abierta. Luego, las llaves dejadas sobre el plato de cerámica del vestíbulo y finalmente las pisadas de Eric resuenan hacia nosotros.
—Oh, hola Jordan. No sabia que estabas aquí— Jordan le sonríe y acepta su abrazo, incomoda, me renuevo en mi lugar, jugando con las barbas del cojín decorativo sobre mis piernas.
Los ojos de Eric me miran, se acerca y me deja un beso en los labios, dejándome estupefacta.
Tranquila, solo es por la presencia de Jordan aquí.
—Hola— le sonrío apenas, sintiendo los ojos de Jordan sobre mi, lo miro y esta sonriéndome burlón.
Eric se pierde en la cocina dejándonos solos, y yo me quedo observando su musculosa espalda mientras se va.
—Supongo que las cosas aquí van bien— miro a Jordan, sopesando la idea de decirle la verdad. Temiendo que se decepcione de mi por querer conformarse con migajas. Pero Jordan sabe leerme demasiado bien. — o tal vez no. Dime que pasa— la voz autoritaria, aunque suave, me hace rendirme.
—Tuvimos una cita hace una semana… fue fantástica, Jordan. Eric me dijo que quería hacer esto real. Termino con su novia el otro día, y de verdad le creí— Jordan se enderezó en su lugar.
—¿Seguía con ella estando casado contigo? — la voz de Jordan sonó amenazante mirando hacia la cocina, asentí.—Maldito hijo de puta— se levanto directo hacia allá, me levante de un salto detrás de él, aferrándome a su chaqueta, pero no podía detenerlo. Comenzó a llamar a Eric.
—¿Qué demonios? — respondió, salió con el ceño fruncido confundido.
Jordan le lanzo un puñetazo en la mandíbula, que ante la confusión, Eric no vio venir y termino sobre la barra de la cocina
—Eso es por creer que mi hermana es estúpida — sobándome las tienes ante el problemón que se esta armando, me coloco frente a Jordan cuando piensa arremeter nuevamente sobre Eric.
—Vale, basta Jordan. No debí decirte nada, solo, ¡detente!— Jordan resopla molesto, me gire hacia Eric y lo reviso. — Debemos ponerte hielo antes de que se inflame mas— dispuesta a hacerlo, me giro y el cuerpo de Eric se abalanza sobre mi hermano arrancando me un grito cuando soy arrojada contra la barra por ambos.
El dolor en mi cadera me hace zumbar de rabia, mis dientes se aprietan mientras me intento levantar, pero nuevamente chocan contra mi. Están tan ensimismados en ellos mismos que no se dan cuenta cuando un puño que Eric lanza hacia Jordan, el cual esquiva, termina en mi pómulo.
Joder… no se como demonios termine cerca de ellos aun en la barra.
—Oh diablos, Josephin— el jadeo asustado de Eric me llega a pesar del zumbido en mis oídos, unas manos me comienzan a tocar, pero las aparto enfurecida y a manotazos.
—Déjenme en paz, par de idiotas insensibles, malditos hombres y sus putos orgullos— salgo de la barra, moviéndome hacia el refrigerador y en el camino tomo un trapo, saco hielo y los envuelvo en el trapo para después ponerme lo en el pómulo. Definitivamente me quedara marca.
El silencio en la cocina es desconcertante, y casi me hace olvidar que no estoy sola.
—Deberías irte, Jordan— este cabecea abre la boca para decir algo mientras yo lo fulminó con la mirada y se da la vuelta para irse. Aún así, pude notar un par de gotas de sangre sobre su barbilla.
Suspirando, observo al otro imbécil, sigo con el hielo en mi rostro cuando se acerca a mi, su mano sube lentamente a mi mano con el hielo, apartándola y observando mi cara.
—Lo siento, Jojo — niego cerrando los ojos, no ahora.
—No Eric, no me vengas con eso ahora. Has tenido una semana entera para hacerme sentir una estúpida pensando que demonios hice mal. No vengas ahora queriendo ablandar me con Jojo — se muerde el labio mirándome.
Una semana estuve pensando que tal vez besarnos fue un error.
Una semana le di para decirme que hice mal.
Pero el problema no era yo. Era Bianca.
—No estas seguro de lo que dijiste en la playa. Lo se, ahora déjame en paz y continuemos como lo habíamos hecho después del funeral—
—Quiero un bebé— mis labios se abren sorprendida mientras el observa el suelo de baldosas. Mientras traga grueso, su mirada vuelve a mi. Sus ojos lucen agotados, hay ojeras bajo ellos.
—¿Qué? — asiente mientras se pasa las manos por el rostro.
—no quería hablarte porque temía que lo echará a perder con esta estupidez. Temía que dijeras que no, y terminara todo antes de empezar— sus nudillos me acarician el pómulo de manera tan delicada que me hace cerrar los ojos, inclinando me hacia él.
—No estamos en nuestros mejores momentos…— el asiente cuando lo vuelvo a mirar.
—Lo sé — se relame los labios, su mirada cae en los míos cuando hago lo mismo.
—Tampoco sabemos a donde vamos ahora mismo—
—También lo sé pero… ¿Tan difícil seria intentarlo? — lo mire alzando una ceja incrédula. —Si, también lo sé — suspirando mete las manos en los bolsillos de su pantalón.
Sinceramente esto es una mierda. Un momento mi hermano y el se están dando de golpes, y ahora, el imbécil mayor quiere un bebe y esta es la excusa por la cual no me hablaba y me hacia sentir miserable.
—Tienes un sentido de la coherencia algo atrofiado, Eric. No encuentro lógica hacia la excusa por la cual me hiciste sentir tan mal estos días— suspira y asiente.
—Soy imbécil. Esa es la verdad— una sonrisa amarga sale a la luz, mientras mira hacia el patio trasero por el gran ventanal detrás de mi.
Sacudiendo la cabeza me alejo de el.
—Cuando sepas lo que quieres. De verdad. Búscame y pregúntame si quiero tener un bebe contigo—
Y sin mas, lo dejo en la cocina, para irme a mi habitación.
Por que si, volvimos a dormir separados. No es que hubiéramos dormido juntos desde el funeral. Eso no ha cambiado.
Y mi mente no se cansa de repetir ese día en la playa.
Sus manos sobre mi, sus labios al compás de los míos. Incluso mas hambrientos que los míos. Es imposible no recordarlo a cada nada. Sobre todo con el silencio y la soledad que se siente en esta habitación.
Nada cambiara. Ni siquiera él.
Jamás habrá un nosotros.