Josephin
—¿A dónde vamos?— pregunto ansiosa, Eric solo sonríe y sigue mirando al frente, sin contestarme.
Resoplo cruzando los brazos.
Observo como comenzamos a alejarnos de la ciudad, tomando rutas hacia el área de la playa.
Frunciendo el ceño miro mi entorno.
—No vamos con Jordan, ¿Verdad?— más que una pregunta suena a afirmación.
Eric sigue sin contestarme y la sonrisa estoy apunto de borrarla con un puñetazo.
Un par de minutos después, detiene el auto en un parqueadero desolado.
La noche comienza a caer y la brisa marina inunda mis fosas nasales al salir del auto. Eric rodea y abre el maletero, saca una canasta y un par de mantas, me arroja una sudadera que tiene su perfume impregnado, canela y sándalo.
Miro dudosa la sudadera.
—¿Eric?— el me sonríe.
—Solo pontela, linda— con la ceja aún arqueada lo hago, me quito mis tenis mientras llegamos a la arena.
Toma mi mano mientras lo hago, esperándome, luego seguimos el camino, el sujeta mi mano mientras que con la otra sostiene las cosas. Por más que me ofrezco a ayudarlo se niega.
La playa está solitaria, y supongo que es un lugar poco conocido.
—¿Que hacemos aquí?— ayudó a extender la manta, me estoy comenzando a hartar de que solo sonría petulante y no me responda.
Saca las cosas de la canasta ordenando todo. Desde pequeños sándwichs de queso a la parrilla, hasta pequeños embutidos.
Observo, y no se que demonios está pasando. Estoy tan confundida. Cuando termina me ofrece una mano para ayudarme a sentar, con una sonrisa se la acepto.
—Ya puedes decirme que hacemos aquí — el asiente sirviendo dos copas de vino.
—Esto, mi querida esposa, es nuestra primer cita— extiende su copa hacia mi y no se cómo responder a esto.
Mi boca está entre abierta, esperando que sea una broma. Algo que me diga que no es real. Admiro nuestro entorno, luego lo observo a él. Su sonrisa es enorme, sus ojos verdes brillan emocionados y con un dejé de nerviosismo.
Respiro hondo.
—Una cita cuenta cuando ambas partes son consientes de que es una cita— señaló, mientras choco mi copa con la suya, una carcajada ronca emana de el, haciéndome sonreír.
Me observa.
—Ahora lo sabes— niego con la cabeza sin poder ocultar la sonrisa.
No quiero emocionarme, pero me es imposible. Esto es tan irreal.
La sorpresa, su actitud a conocerme mientras comemos y reímos. Irreal.
Él es irreal.
Luego de comer todo lo que trajo, disfrutamos de la noche y el sonido de las olas romper en la orilla.
Mi piel se eriza por el frío, el se levanta, se echa una cobija sobre sus hombros y se coloca a mi espalda, dejándome entre sus piernas.
No puedo evitar tensarme ante la posición, demasiado íntima.
—Solo relájate sobre mi pecho— su voz es baja y suave.
Trago grueso, recargandome como me dice, es tan reconfortante.
Sus brazos me rodean apretándome más hacia su cuerpo. El calor que emana el mismo me avasalla, el retumbar de su corazón queda cerca de mi oído, escucho lo veloz que late, igual al mío.
¿Acaso esto es un sueño? Si es así, no quiero despertar nunca.
Un escalofrío me recorre cuando sus labios se acercan a mi oído.
—¿Te gustó la sorpresa, linda?— asiento lentamente, mirando al frente, sabiendo que si tan solo muevo mi rostro hacia el un solo centímetro, estaré a nada de besar sus labios.
Quisiera hacerlo, hace unas horas solo fue el fantasma de un beso, y si no hubiera sido por Bianca, no se cómo hubiera terminado eso.
Un beso es dejado debajo de mi oreja, volviendo me un manojo de nervios, su suave rosa burlona me hace cerrar los ojos.
—No sabía que podría dejarte sin palabras— Sacudo la cabeza.
Si hablo, no sé que podría salir de mi boca.
—¿Josephin?—
Carraspeo.
—Jojo...— murmuro.
—¿Que?— se inclina un poco para verme a los ojos, con temor lo observo.
—Llamame Jojo— trago el nudo después de lo que digo.
Solo jordan me llama así, y quiero que el lo haga también.
—Jojo...— saborea el apodo, mientras se reclame los labios, sin dejar de mirarme a los ojos.
Cierro los ojos mirando nuevamente al frente.
No puedo, es demasiado.
—¿Porque estás haciendo esto, Eric?— mi voz suena dolida, y me arrepiento de soltar las palabras de esa manera.
Eric detrás de mi se tensa, pero luego se relaja y me acerca más a él.
—Deje a Bianca— me enderezó un poco, me renuevo incómoda y observo el vendaje en mi mano.—Terminamos, Jojo—. escucharlo llamarme así, es tan diferente que cuando lo hace Jordan, me hace sentir única y por primera vez, querida por alguien que no es mi hermano.
La falta de amor en mi vida me hace querer conformarme con cosas tan mínimas, es tan patético.
Asiento, dejo que siga.
—Quiero esto, contigo. Nuestro matrimonio, nuestra casa, tal vez algún día niños— esto último lo murmura contra mi cabello, siento como inhala y luego deja un beso sobre el mismo.
—¿Quieres hijos?— me volteo a verlo, sus ojos bajan a mi, oscuros mientras algo se forma en ellos, asiente sin dejar de mirarme.
—¿Y tú?—
¿Quiero hijos? Joder si, quiero darles todo el amor que nunca me dieron a mi, enseñarles que con amor se puede hacer más fuerte a alguien, quiero darles el mundo.
Pero... ¿Quiero que Eric sea el padre? No lo sé, no sé que tiene pensado para nosotros el futuro, con el es tan incierto todo, que me da pavor tan solo en pensar en el futuro.
—No te destroces pensando, linda, por ahora quiero saber todo de ti, y hacer esto bien para ti, para nosotros—
¿Podemos?
No lo sé, de verdad que no lo sé.
—Pero amas a Bianca, Eric — me enderezó volteando a verlo completamente, empezando a sacar todos mis miedos frente a él.
El lo nota, me observa.
—No quiero ser la segunda opción. No quiero que cuando veas que conmigo las cosas se complican quieras irte, abandonar— el silencio reina entre los dos.
Sus ojos verdes me avasallan, desenredando cosas en mi cuerpo.
Su mano grande y cálida, se posa en mi mejilla, suavemente, mientras acaricia.
—¿No tienes idea, verdad?— mi ceño se frunce, confundida niego—Nunca volverás a ser segunda opción, nunca fuiste una segunda opción. Yo fui el imbécil que pensó que podrías ser una segunda opción. Cuando siempre haz sido la primera, la primera en hacerme sentir cómodo al hablar con una completa extraña, tan yo, Josephin— mis labios entre abiertos sueltan un jafeo cuando los suyos se abalanzan.
Primero es solo un casto beso, cuando nuestros ojos se encuentran, no hay vuelta atrás. Me besa apropiándose de mis labios, deslizando la lengua cuando un jadeo escapa de los míos, devorandome y apropiándose no solo de mis labios, si no de mi mente y cuerpo, y por un segundo, tengo la duda de tal vez, también de mi corazón.
Sus labios son cálidos, voraces y tan embriagadores, sus manos bajan a mi cintura atrayendome sobre su regazo, subiendome a horcajadas y haciéndome sentir su erección entre mis piernas. Mis caderas se mueven por inercia, mis manos suben a su cuello y se enredan en las hebras de su cabello, queriendo más contacto, queriendo más de esto. De nosotros.
Pero el aire interrumpe nuestro momento.
Jadeando, nos separamos, mientras mis ojos no se apartan de los suyos, y cuando lo hago, un gemido se escapa de mi al ver su cabello despeinado por mis dedos, sus labios rojos e hinchados, y estoy cien por ciento segura, que la imagen es la misma al ver un brillo de satisfacción cruzar sus ojos.
—La mejor jodida cita de mi vida— murmura mientras una sonrisa arrogante adornar sus labios, arrancandome una carcajada.