El aire en la Torre estaba cargado de tensión y un sentimiento de inminente peligro. Naegi, después de haber enfrentado la muerte y haber regresado, se encontraba en un estado de alerta constante. La experiencia de haber sido devorado por la sombra negra, el horror de perderlo todo, aún resonaba en su mente. Pero ahora, con una nueva oportunidad, sabía que no podía dejar que esto sucediera de nuevo. Se centró en los cinco obstáculos que había enfrentado en su última experiencia; cada uno de ellos representaba una amenaza real, y cada uno debía ser superado si quería proteger a sus amigos.
Mientras caminaba junto a Beatrice y Ekidna, la ansiedad de Naegi se manifestaba en su rostro. Beatrice, con su habitual franqueza, le apretó las mejillas para devolverlo a la realidad. "Cálmate, Naegi. Debemos ser estratégicos", le dijo con un tono que, aunque juguetón, llevaba un peso de seriedad. Naegi asintió, sintiendo que la presión del futuro recaía sobre sus hombros. Sabía que debía concentrarse en el presente y no dejar que sus pensamientos se desbordaran en la incertidumbre.
"Lo diré de manera resumida", comenzó Naegi, tomando aire antes de continuar. "No pude encontrar los recuerdos de Reid y los libros de los muertos están conectados a Odo Laguna. Allí encontré al arzobispo de la Gula, Luis ARN, quien nos declaró la guerra". Al pronunciar el nombre de Luis, una sombra de preocupación se cernió sobre el grupo. Beatrice y Ekidna intercambiaron miradas, conscientes de que el peligro acechaba más cerca de lo que pensaban.
Con cada paso que daban, Naegi se encontraba más en sintonía con la situación. Se dio cuenta de que había un patrón en los eventos. "Las mabestias están atacando la torre, ¿verdad, Julius?", preguntó al encontrar al caballero. La mirada de sorpresa en los ojos de Julius confirmaba sus sospechas. "Sí, es exactamente como lo dices", respondió, visiblemente preocupado. Naegi sintió que había hecho un avance importante al conectar los puntos. Juntos, necesitaban actuar rápidamente para evitar que la historia se repitiera.
"Cooperemos para que todo salga bien", sugirió Naegi, y Julius, aunque dudoso al principio, aceptó. La determinación del grupo creció a medida que se unían para enfrentar los obstáculos. Con Beatrice y Ekidna a su lado, Naegi se sintió más ligero. Sin embargo, la sombra del escorpión titánico que invadiría la torre seguía presente en su mente.
La carrera hacia la batalla parecía estar llena de presagios y destinos entrelazados. Mientras corrían, Naegi explicó a Julius la importancia de su misión y cómo Gula estaba detrás de todo. "Debemos llegar antes de que Emilia se enfrente a ellos. Si no lo hacemos, corre el riesgo de perder su nombre", advirtió. La gravedad de sus palabras resonó en el grupo, y cada uno sintió la presión de lo que estaba en juego.
Finalmente, se encontraron con Ram, quien, al ver a Naegi, lo reprendió con preocupación. "Tardaste demasiado en despertarte. Debes cuidar de Rem", le instó, dejando claro que su preocupación por su hermana era primordial. Naegi sintió una punzada de dolor al pensar en el sacrificio que todos estaban dispuestos a hacer. Sin embargo, su determinación se mantuvo firme. "Voy a apoyar a Emilia y a Ram. Confío en que tú y Ekidna cuiden de Rem", dijo, sintiendo que cada decisión que tomaba se entrelazaba con el destino de sus amigos.
Mientras se acercaban al área de combate, la tensión se palpaba en el aire. La batalla contra Ley había comenzado, y la presencia del arzobispo de la Gula era abrumadora. La forma en que Luis ARN se comportaba era casi como una danza macabra, disfrutando del caos a su alrededor. "Qué lindo es tan lindo, bastante lindo", murmuró, mientras Naegi luchaba por concentrarse en la situación.
A través del tumulto, Emilia se destacó, lanzando un ataque devastador. Sin embargo, Luis, con su resistencia sobrenatural, se levantó después de caer. "Esto es nuestro as bajo la manga", proclamó, y su cuerpo comenzó a cambiar de forma, transformándose en un monstruo titánico. La mirada de horror y determinación de Naegi se intensificó al ver la grotesca transformación. Sabía que el verdadero desafío había comenzado.
Estaba claro que la batalla no solo se trataba de poder físico; era una lucha por la identidad y la existencia misma. Luis ARN, al absorber los recuerdos de Rem, había creado una conexión que no solo lo hacía formidable, sino también inquietante. Naegi sintió que el peso de esos recuerdos caía sobre sus hombros, pero no podía dejar que eso lo detuviera. Tenía que ser fuerte, no solo por él, sino por todos los que dependían de él.
Con su nuevo poder, Corazón de León, Naegi sintió una oleada de energía. "Este poder me permitirá protegerlos", pensó, incluso mientras el agotamiento comenzaba a golpearle. La luz de sus aliados brillaba en su mente, y sabía que debía actuar. "¡Vamos, Ram, Emilia! ¡No se detengan!", gritó, sintiendo cómo la fuerza de su autoridad se incrementaba con cada palabra. El poder de un rey no era solo dominar, sino proteger y aliviar el peso de sus compañeros.
Mientras la batalla continuaba, Naegi absorbió la fatiga de Ram. En un instante, ella se sintió revitalizada. "¡Increíble!", exclamó Emilia, admirando cómo Ram se lanzaba a la pelea con renovada energía. Naegi sonrió, sintiendo la conexión entre ellos crecer más fuerte, pero la batalla estaba lejos de terminar.
Y así, mientras el caos se desataba a su alrededor, Naegi se mantuvo firme, recordando que la verdadera victoria no solo se medía en derrotas, sino en la fuerza de los lazos que formaba con cada paso que daba. La batalla contra Luis ARN era solo una parte de su viaje, y en su corazón, sabía que tenía la determinación necesaria para enfrentarse a cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.
En ese momento, el rugido del escorpión resonó, interrumpiendo sus pensamientos. "No puede ser, eres Chaula", murmuró, y el desafío se intensificó aún más. La lucha apenas comenzaba, y Naegi estaba listo para enfrentarse a su destino. Con la determinación ardiendo en su pecho, se lanzó hacia adelante, sabiendo que con sus amigos a su lado, podrían superar cualquier adversidad que se presentara.
La batalla en la Torre Pléyades se había intensificado, y el aire estaba cargado de tensión y peligro. Después de múltiples enfrentamientos con monstruos y enemigos poderosos, Naegi Makoto se encontraba en el centro de la tormenta, tratando de mantener la calma mientras sus amigos luchaban a su lado. La última revelación, sobre Chawla transformándose en un gigantesco escorpión, había dejado a todos en estado de alerta. Con su autoridad recién adquirida, Naegi se dio cuenta de que la joven no era la enemiga que todos temían.
"Chawla es... el escorpión," murmuró Naegi para sí mismo, recordando cómo la chica había mencionado su trenza como una 'cola de escorpión'. La conexión era clara, pero había algo que no encajaba. Chawla había tenido múltiples oportunidades para acabar con ellos, y sin embargo, había elegido no hacerlo.
Beatriz, con su mirada firme y decidida, le trajo de vuelta a la realidad. "Calma, Naegi. ¿Es cierto que ella es Chawla?"
"Sí," respondió Naegi, mirando al monstruoso escorpión. "Parece que algo la ha transformado." En su interior, un torbellino de dudas comenzó a formarse.
La situación pronto se tornó crítica cuando un aguijón fue lanzado hacia ellos. Beatriz, con su magia, levantó un muro de lanzas moradas que detuvo el ataque, pero a un costo. "Me queda poco maná," dijo, con el aliento entrecortado. Naegi sintió el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, sabiendo que cada decisión contaba en ese momento.
Emilia, con su magia de hielo, había tomado la iniciativa, creando un muro que desvió un pedazo del escorpión. La batalla se desató en el pasillo, con el escorpión atacando y Emilia defendiendo con agilidad. La manera en que se adaptaba a cada situación era admirable, y Naegi no podía evitar sentir una chispa de esperanza. "¡Eso es, Emilia! ¡Sigue así!" gritó, aunque el dolor de su cabeza lo mantenía al borde de la conciencia.
Al girar su cabeza, se dio cuenta de que Ram estaba en medio de un combate feroz con el Rey del Puño. La habilidad de Ram para esquivar y contraatacar era asombrosa, pero Naegi sabía que la brecha de poder entre ellos y el rey era inmensa. "¡Es increíble! Ram es más fuerte de lo que imaginábamos," pensaba, asombrado por la destreza de su amiga.
Sin embargo, el alivio fue breve. La batalla se tornó más oscura cuando Lay Baten Kaitos hizo acto de presencia, interrumpiendo el combate. "Este es el fin," dijo, mientras la atmósfera se llenaba de desesperación. La situación se complicó cuando Naegi sintió el dolor en su cabeza intensificarse, un recordatorio constante de que su autoridad no era una bendición, sino una carga.
"¡Ram, ten cuidado!" gritó Naegi, pero el tiempo se detuvo cuando Lay atacó, y la escena se volvió un torbellino de caos y sombras. La habilidad de Ram se vio comprometida en un instante, y Naegi sintió que su mundo se desmoronaba.
"Esto no puede estar sucediendo," se repetía, mientras el dolor se intensificaba. La lucha continuaba, y Naegi sabía que cada segundo contaba. Cuando Ram cayó, un grito de desesperación escapó de sus labios. "¡No, Ram!"
En medio del caos, las palabras de Reid resonaron en su mente. "Esto está acabado." La tragedia de la lucha se desató, y Naegi comprendió que el destino de sus amigos estaba en juego. La revelación de que Reid había absorbido al arzobispo de la gula, Royal Farc, dejó a todos en shock. "¿Cómo es posible?" se preguntó, tratando de asimilar la magnitud de la situación.
A medida que la batalla se intensificaba y los enemigos se multiplicaban, Naegi se dio cuenta de que estaban atrapados entre un escorpión titánico y el Rey de Astrea. La presión era abrumadora, pero la determinación de Naegi no flaqueaba. "Debo encontrar una manera de salvarlos. No puedo fallarles," pensó, mientras sus amigos luchaban valientemente.
Beatriz, en un intento por proteger a Naegi, se acercó y le advirtió sobre los peligros inminentes. "¡Naegi, debes mantenerte a salvo!" Pero él sabía que no podía simplemente quedarse al margen, no cuando sus amigos luchaban a su lado.
Era el momento de actuar. "¡Emilia, Ram! ¡Debemos unir nuestras fuerzas!" gritó Naegi, su voz resonando en el pasillo. La luz del escorpión titánico brillaba intensamente, pero la convicción en el corazón de Naegi era más fuerte. "¡Juntos podemos vencerlo!"
El escorpión, aunque temible, no era invencible. Con cada ataque, Naegi se dio cuenta de que la verdadera fuerza no solo residía en el poder físico, sino en la unión de sus corazones. "No importa cuán oscuro se ponga todo, siempre habrá luz si luchamos juntos," pensó, mientras se preparaba para enfrentar el desafío que tenían por delante.
Fue entonces cuando los recuerdos de sus amigos caídos y sus sacrificios lo impulsaron a levantarse y seguir adelante. "No puedo dejar que su lucha sea en vano," se dijo, convencido de que aún había esperanza. Con la determinación renovada, Naegi se lanzó hacia el escorpión, listo para enfrentarse al destino que les aguardaba.
A lo lejos, la sombra de Reid acechaba, pero Naegi se negaba a rendirse. "Esta vez, no fallaremos," murmuró, mientras la luz brillaba intensamente a su alrededor, y la batalla continuaba en el corazón de la Torre Pléyades.