Chereads / Desideriis: "La Ira del Abismo" / Chapter 5 - Capítulo 5: Una verdad sin refutar.

Chapter 5 - Capítulo 5: Una verdad sin refutar.

Las alas de Sigryn se agitaban con urgencia mientras surcaba los cielos etéreos del Vallhya, el reino majestuoso de las Valkirias. La atmósfera era serena, bañada por una luz dorada que nunca se apagaba, el resplandor de la vida eterna que mantenía a su gente fuerte y vigilante. Sin embargo, a pesar de la calma aparente, el corazón de Sigryn latía con una intensidad poco habitual. La visión que había tenido del Rey de Amarillo no la dejaba en paz.A lo lejos, el Gran Salón de Valhalla se alzaba como una fortaleza celestial, sus altas torres brillando con el poder de incontables batallas ganadas. Las estatuas de antiguas heroínas observaban desde los balcones, figuras inmortales de aquellas que habían protegido los mundos en nombre de los dioses. Pero hoy, incluso estos símbolos de gloria eterna parecían oscurecidos ante la amenaza que había percibido.Al aterrizar, Sigryn fue recibida por las guardianas del salón, sus armaduras relucientes reflejando la luz celestial. Brynhildr, una de las más reconocidas entre ellas, levantó la vista al verla llegar.—Sigryn —dijo con tono grave—, has solicitado una audiencia urgente con el Consejo. ¿Qué asunto te trae aquí con tanta prisa?—Es una cuestión de gran importancia, Brynhildr —respondió Sigryn con firmeza, intentando mantener su compostura—. Lo que he visto podría cambiar el destino de todas nosotras. Necesito hablar con la líder y las demás en el Consejo. No podemos permitirnos ignorarlo.Brynhildr asintió, percibiendo la urgencia en su voz. Sin más demora, le dio acceso al Gran Salón.Dentro, el aire era solemne. Las paredes estaban decoradas con tapices que relataban las gestas más antiguas de las Valkirias, y el suelo de mármol resplandecía con luz divina. En el centro, rodeadas por guerreras de alto rango, las líderes de las Valkirias esperaban. En el trono central, la gran Eir, la líder suprema de todas las Valkirias observaba con ojos sabios. Su armadura plateada irradiaba poder, y su semblante era calmado, pero había una chispa de curiosidad en su mirada al ver a Sigryn entrar con tanta premura.—comandante Sigryn —dijo Eir con voz serena, aunque firme—. Has solicitado una audiencia con el Consejo. ¿Qué asunto requiere de nuestra atención inmediata?Sigryn avanzó con paso decidido, deteniéndose en el centro del círculo donde las más poderosas y antiguas Valkirias se sentaban. Sabía que este era un lugar sagrado, y que sólo las cuestiones más graves llegaban a ser discutidas aquí.—Grandes líderes —comenzó Sigryn, inclinando la cabeza en señal de respeto—. He tenido una visión, una revelación que no puedo ignorar. En nuestra reciente batalla contra los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, se me mostró un futuro oscuro, una profecía de la caída de nuestra raza. Vi cómo Valhalla mismo era consumido por las sombras, cómo nuestras guerreras caían una a una, y todo era devastado por la mano de una entidad que se hacía llamar el Rey de Amarillo.El murmullo inquieto recorrió la sala. Algunas Valkirias, siempre estoicas, fruncieron el ceño, mientras otras intercambiaban miradas de preocupación. La sola mención de la caída de Valhalla era motivo de gran inquietud.Eir no mostró emoción, pero sus ojos se fijaron con intensidad en Sigryn.—El Rey de Amarillo... —murmuró Eir—. Un ser antiguo que nunca ha sido visto en nuestros dominios. Es preocupante que lo hayas mencionado, Sigryn. ¿Estás segura de lo que viste?Sigryn asintió con firmeza.—Lo vi claramente. Nos advirtió, nos tentó con su oscuridad. Vi cómo nos convertíamos en sombras, cómo nuestra fuerza se desmoronaba. No creo que esto sea solo una visión, sino una advertencia de lo que podría venir si no estamos preparadas.Las demás Valkirias murmuraban entre sí, pero Eir alzó la mano, pidiendo silencio.Eir dejó escapar una pequeña risa, fría y sin compasión.—¿Caer? ¿Nosotras? —repitió con evidente incredulidad, mirando a las demás con una expresión sarcástica—. ¿Tú realmente crees que las Valkirias, que han sido elegidas por el mismísimo dios para defender las puertas del cielo, caerán ante un ser que hasta ahora nadie más ha visto o sentido? ¿Una advertencia de un enemigo invisible?El salón se llenó de murmullos apagados. Sigryn intentó hablar de nuevo, pero fue rápidamente interrumpida por Eir.—Lo que de verdad debemos tener en cuenta, Sigryn, no son tus visiones delirantes. —La líder Valkiria hizo una pausa dramática, su voz resonando con sarcasmo—. Las trompetas del cielo ya susurran el canto, y los Primigenios se acercan. El verdadero desafío está ante nuestras puertas. Nosotras estaremos en el frente de esa batalla, no perdiendo el tiempo con fantasías.Las palabras de Eir resonaron como un eco cruel. Sigryn vio cómo las miradas desconfiadas de las demás Valkirias se fijaban en ella, como si se preguntaran si realmente había perdido el juicio.—Pero yo... —intentó decir Sigryn, pero su voz fue rápidamente ahogada por Eir, quien alzó la mano, silenciándola sin miramientos.—Has dicho suficiente, Sigryn. —La voz de Eir se había vuelto más dura, autoritaria—. No causaremos pánico entre nuestras hermanas por los delirios de una sola comandante. Nosotras defendemos el cielo, y nada, ni siquiera un "Rey de Amarillo", cambiará eso.**Los susurros en la sala cesaron. El peso de la sentencia de Eir cayó sobre Sigryn como una piedra aplastante. No había más que decir. El Consejo no la escucharía. La risa de Eir seguía resonando en su mente, como un recordatorio cruel de lo inútil que era seguir insistiendo.Con una última mirada a las Valkirias, muchas de las cuales ahora la veían con lástima o desdén, Sigryn salió del Gran Salón, el corazón lleno de ira y frustración. Cada paso que daba la alejaba más del consejo, pero más cerca de una furia que hervía bajo su piel.Una vez fuera, se lanzó hacia los cielos, pero esta vez no había gloria en su vuelo. La luz dorada que envolvía a Valhalla parecía asfixiante. Apretó los puños mientras subía a las alturas, con sus pensamientos envueltos en caos. Las palabras de Eir seguían clavadas en su mente, como si la burla y el sarcasmo fueran un veneno que la quemaba por dentro.—¡No entienden! —gruñó para sí misma, mientras el aire frío de las alturas la envolvía—. ¡No ven lo que está por venir!Subió más y más, hasta que Vallhya quedó como un punto distante debajo de ella. Allí, en las alturas, donde el viento silbaba y el silencio reinaba, su furia se desató.—¡Malditas sean! —gritó, sus palabras siendo arrastradas por el viento, mientras su furia la consumía—. ¡Nos están condenando a todas!Pero incluso mientras gritaba, una sombra de duda comenzaba a crecer en su corazón. ¿Podría estar equivocada? ¿Podría ser que la visión no fuera más que un espejismo, un truco del enemigo, o peor aún, de su propia mente?No, no podía ser. Había visto la verdad, lo había sentido. El Rey de Amarillo era real, y si las Valkirias no lo tomaban en serio, su caída sería inevitable.Sola en los altos cielos, con el viento y las estrellas como únicos testigos, Sigryn sintió el peso del destino sobre sus hombros. Sabía que no podía depender del Consejo. Sabía que estaba sola en su lucha.Y mientras volaba hacia los límites del reino, una sola idea ocupaba su mente: debía encontrar la manera de detener lo que venía, aunque eso significara desafiar todo lo que conocía.