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Chapter 4 - Capítulo 3 : El Verdadero desafio

El sol de la tarde bañaba el campo de entrenamiento con una calidez que no lograba apaciguar la tensión entre los jugadores. El entrenador, un hombre de voz firme y mirada serena, sostenía una carpeta mientras los observaba con calma.

—Tengo algo especial para ustedes —anunció, haciendo que todos los murmullos cesaran—. Este fin de semana jugarán contra el equipo infantil de la categoría superior.

El silencio fue reemplazado por exclamaciones de sorpresa y preocupación. Algunos de los niños intercambiaban miradas nerviosas, mientras otros, como Daiki, apretaban los puños con una mezcla de emoción y ansiedad.

— ¿Contra chicos mayores? —preguntó uno de sus compañeros, con una pizca de temor en la voz—. ¿No es un poco injusto?

El entrenador avanza con comprensión.

—Lo es. Pero el propósito de este partido no es ganar. Es aprender. Ellos son más fuertes, más rápidos y tienen más experiencia. Quiero que ustedes sientan lo que es enfrentar a un rival superior.

Daiki escuchó con atención, pero su mente estaba en otro lugar. Para él, cada partido era una oportunidad, no solo para aprender, sino para demostrar lo que podía hacer.

En la tarde en un estadio cercano se llevaría acabo el partido en dónde el silbato del árbitro resonó en el aire, y el partido comenzó con una intensidad palpable. Daiki observaba a su alrededor mientras los jugadores del equipo rival se alineaban con una formación impecable, listos para arrasar con cualquier intento del equipo de su lado. Había algo en sus movimientos, algo en su postura, que decían que estaban acostumbrados a ganar, y ganar con facilidad. De hecho, sus jugadores más experimentados se vieron más grandes y más seguros de sí mismos. En el otro lado, el equipo de Daiki, con menos experiencia, parecía más desorganizado.

La pelota fue puesta en juego, y al instante, los rivales comenzaron a moverse con una rapidez que sorprendió a Daiki. Pasaban el balón

"Esto no va a ser fácil", pensó Daiki, con el estómago en un nudo. Pero no era de los que se rendían tan fácilmente. Sabía que, aunque el marcador estuviera en su contra, aún quedaba mucho partido por jugar. Miró a sus compañeros y vio que algunos estaban cabizbajos, pero él no iba a permitir que la moral cayera.

"Vamos, ¡no es el fin! Podemos hacerlo", gritó Daiki, levantando la cabeza y animando a su equipo. "Solo tenemos que mantenernos concentrados. ¡Vamos a recuperar el balón ya jugar como sabemos!"

Sus compañeros, aunque no estaban tan seguros, se reagrupaban y se preparaban para el siguiente ataque. Daiki podía sentir la presión, no solo por el gol en contra, sino por el hecho de que estaban frente a un equipo mucho más experimentado. Pero su corazón latía con fuerza, y sabía que no podía dejarse llevar por la desesperación.

El siguiente minuto, Daiki tuvo su primera oportunidad. Uno de sus compañeros, un mediocampista defensivo, le lanzó un pase largo desde el centro del campo. Daiki corrió hacia el balón, con la intención de controlarlo y avanzar. Al recibirlo, el control fue perfecto; El balón quedó pegado a su pie, como si lo estuviera esperando. Pero al instante, tres jugadores del equipo rival comenzaron a cerrarle el paso.

"¡Cuidado, Daiki!" gritó uno de sus compañeros, mientras veía cómo los defensores se acercaban rápidamente.

Era un momento crucial. Daiki miró a su alrededor, y lo primero que pensó fue en pasar el balón a uno de sus compañeros, pero no tenía tiempo. "Si paso el balón ahora, lo interceptarán", pensó, sintiendo el peso de la decisión. Decidió que era mejor intentar eludirlos por sí mismo.

"Este es el momento", pensó, y sintió como una chispa dentro de él. La presión ya no era un obstáculo; ahora, sentía que podía sortearlos.

Con un toque sutil, amagó hacia la izquierda, moviendo el pie de forma que parecía que iría en esa dirección. El defensor más cercano, un chico con gran capacidad física, mordió el amague y dio un paso hacia ese lado. Daiki, sin perder el ritmo, aceleró hacia el centro, moviendo el balón hacia el lado derecho.

"¡Bien hecho!" exclamó uno de sus compañeros desde lejos, al ver cómo Daiki comenzaba a desmarcarse.

La finta fue exitosa, pero aún quedaban dos defensores más. El segundo, un chico con el cabello recogido en una coleta, se acercaba rápidamente. Daiki, con una fracción de segundo para pensar, hizo un pequeño cambio de dirección, retrocediendo y empujando el balón hacia atrás con la suela de su pie derecho. El movimiento descolocó al defensor, que no esperaba que Daiki lo eludiera con tal facilidad.

"¡Impresionante!", murmuró uno de los jugadores de su equipo, admirado por el control de Daiki.

"Uno más", pensó Daiki mientras corría, con los dos defensores ya fuera de posición. Ahora solo quedaba el capitán del equipo rival.

El capitán era un jugador corpulento, con una presencia intimidante, pero lo que más destacaba de él era su increíble velocidad y lectura del juego. Daiki sabía que debía tener mucho cuidado. Si le hacía un amague y no era lo suficientemente rápido, el capitán podría detenerlo sin problemas.

"Vamos, Daiki, ¡tú puedes!" le gritó a su compañero, alentándolo a seguir.

El jugador se acercó, plantándose en el centro, intentando leer el movimiento de Daiki. Pero él ya había tomado una decisión. En el momento justo, Daiki ejecutó una bicicleta, moviendo el balón de un lado a otro con rapidez. El capitán intentó anticiparse y se lanzó hacia la derecha, pero Daiki, con una agilidad sorprendente, giró rápidamente hacia la izquierda, dejando al defensor atrás.

"¡Es ahora!" Pensó Daiki mientras aceleraba, sintiendo que el balón parecía unirse a su pie. Solo quedaba el portero por delante.

El portero estaba bien posicionado, cubriendo la mayor parte del arco, pero Daiki no se detuvo a pensar. Sin pensarlo mucho, disparó con fuerza, apuntando a la esquina superior izquierda. El portero intentó lanzarse, pero el balón llegó justo donde él no podía llegar. El estadio se estalló en aplausos.

"¡Sí, Daiki, lo lograste!" gritó uno de sus compañeros, corriendo hacia él para felicitarlo.

Daiki no experimentó su gol de inmediato. En lugar de eso, respiró profundamente, mirando hacia el cielo. Sentía cómo su cuerpo comenzaba a cambiar. Cada jugada, cada toque de balón, parecía más natural. Estaba superando sus propios límites, dejando atrás su duda.

El marcador estaba 2-1, y el equipo de Daiki se encontraba en una situación complicada. El rival no solo estaba ganando, sino que también parecía tener un control absoluto del partido. Pero Daiki, con su mente más tranquila ahora, comenzó a encontrar su ritmo. No solo era más preciso en sus movimientos, sino que sus regates y pases tenían más confianza.

"¡Venga, equipo, podemos empatarlo! ¡No se den por vencidos!" gritó Daiki, moviéndose por el campo con determinación.

Minutos después, Daiki se encontraba en el borde del área, observando cómo el balón se le acercaba. La defensa rival se cerró rápidamente, con tres jugadores tratando de bloquearle el camino. Pero Daiki, que ahora estaba en un estado mental diferente, vio la jugada antes que los demás. Con un movimiento suave, pasó el balón por debajo de su pie derecho, realizando un "stop-ball" que dejó a dos defensores patinando sobre la cancha. En el siguiente segundo, con una rapidez inusitada, cambió de dirección y se metió entre los defensores, avanzando hacia el área.

"¡Eso es, Daiki!" exclamó su compañero, mientras el balón llegaba a sus pies.

Solo quedaba el portero frente a él. Sin embargo, algo había cambiado en Daiki. Su mente estaba tan enfocada en la jugada que no sentía el estrés ni la presión de la situación. Con una calma absoluta, controló el balón con un toque sutil, levantándolo un poco del suelo antes de disparar al gol. El balón voló, colocado con precisión, y el portero no pudo hacer nada para detenerlo. El marcador estaba empatado de nuevo.

"¡Increíble, Daiki! ¡Eso es lo que necesitamos!" gritó otro de sus compañeros, llenos de energía.

Daiki no experimentó su gol de inmediato. En lugar de eso, respiró profundamente, mirando hacia el cielo. Sentía cómo su cuerpo comenzaba a cambiar. Cada jugada, cada toque de balón, parecía más natural. Estaba superando sus propios límites, dejando atrás su duda.

El partido continuó, y la intensidad no disminuyó. Ambos equipos luchaban con todo lo que tenían, y Daiki se encontró siendo el motor de su equipo, conduciéndolos hacia una mayor cohesión. Cada vez que el rival se acercaba a su área, Daiki intervenía, robando balones, haciendo entradas limpias, e incluso logrando asistir a sus compañeros con pases certeros.

"¡Vamos, Daiki! ¡No te detengas!" le gritó su compañero, justo cuando la pelota volvía a sus pies.

En los últimos minutos, con el marcador aún empatado, Daiki sintió la presión de la derrota a su espalda. Pero no iba a dejar que eso lo detuviera. En un último esfuerzo, el equipo rival lanzó un contraataque feroz, con su delantero estrella rompiendo la línea defensiva. Daiki, corriendo con todo lo que tenía, llegó justo a tiempo para interceptar el pase que iba hacia el delantero, cortándolo de manera impecable.

"¡Bien hecho, Daiki!" exclamó su compañero, aliviado por la intervención.

Con el balón recuperado, Daiki llevó la jugada hacia adelante, avanzando solo por la banda, con el equipo contrario exhausto. Con un toque de genio, pasó el balón a su compañero de ataque, quien no dudó y disparó. La pelota se desvió y terminó en el fondo de la red. El estadio estalló en vítores.

"¡Lo hicimos! ¡Ganamos!" gritaron todos al unísono.

El árbitro pitó la final del partido, y el estadio se quedó en aplausos. El equipo de Daiki había ganado por 3-2. Aunque no fue una victoria fácil, era una victoria épica que los iba a recordar por siempre. Para Daiki, ese día marcó un hito en su carrera, el comienzo de una evolución que lo llevaría mucho más allá.