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Chapter 9 - Capitulo 8 : Un Nuevo Rumbo

Capítulo: Un Nuevo Comienzo

La Llamada del Real Madrid: Un Cambio de Rumbo

Era un día ordinario para Daiki Kamiyama. La luz del sol se filtraba suavemente a través de las cortinas de su habitación, iluminando la pared decorada con fotografías de partidos y trofeos de su equipo local. La vida había sido tranquila en Japón, llena de entrenamientos, juegos y sueños. Pero ese día, algo cambió. Estaba sentado en la mesa del comedor de su casa, compartiendo el desayuno con su familia. Todo parecía en su lugar, hasta que el sonido del teléfono rompió la calma.

Daiki levantó el teléfono móvil y vio el nombre en la pantalla. "Real Madrid". Por un momento, no pudo creerlo. Su respiración se aceleró y el mundo pareció detenerse. ¿El Real Madrid? ¿De verdad estaba viendo ese nombre? Su mente comenzó a trabajar a toda velocidad, y su corazón latía con fuerza. "¿Debería contestar?", pensó, mientras observaba la pantalla, temiendo que fuera una llamada equivocada o una broma. Pero no. Este era el momento que había esperado toda su vida.

Sin pensarlo más, tocó el botón para responder. "¿Hola?" Su voz sonaba vacilante, como si aún no pudiera creer lo que estaba ocurriendo.

"¿Es Daiki Kamiyama?" La voz que respondía del otro lado de la línea era firme, clara y profesional. Era el tipo de voz que Daiki había escuchado en entrevistas y discursos, un tono que se asociaba con la seriedad y el compromiso del más alto nivel en el fútbol.

"Sí, soy yo," dijo Daiki, intentando controlar su nerviosismo. Sus dedos se cerraron en torno al teléfono, su mente llena de preguntas y expectativas.

"Me llamo Javier Rodríguez, soy el director de la academia juvenil del Real Madrid. Hemos estado observando tu desarrollo en los últimos años y estamos muy impresionados con tu talento. Te estamos ofreciendo una plaza en nuestra academia, para que formes parte de nuestro proceso de formación." La voz del director resonó en su oído como una melodía que Daiki nunca había imaginado escuchar. "Queremos que vengas a Madrid y te unas a nuestra academia. Estás invitado a comenzar tu camino como parte de uno de los mejores clubes del mundo."

En ese momento, Daiki sintió que su mundo daba un giro de 180 grados. No podía creer lo que escuchaba. Era el club con el que había soñado toda su vida. No era solo un club de fútbol, sino una institución con una historia que se extendía por décadas, un lugar donde los jugadores más grandes del mundo hacían historia. "¿De verdad? ¿El Real Madrid?" repitió Daiki, casi sin poder creerlo. Su mente estaba en una nube de incredulidad y emoción.

"Sí, de verdad, Daiki," respondió el director. "Estamos convencidos de tu potencial. Creemos que tienes todo lo necesario para sobresalir en el más alto nivel. Sabemos que es una gran oportunidad, y por eso queremos que seas parte de nuestra academia. Te estamos esperando."

Daiki guardó silencio por un momento, mientras procesaba lo que acababa de escuchar. "¿Qué debo hacer?" fue lo único que pudo preguntar. Su mente estaba llena de imágenes: el estadio Santiago Bernabéu, la camiseta blanca, los entrenamientos con los mejores futbolistas del mundo. Todo aquello parecía tan lejano, tan irreal, pero al mismo tiempo, estaba al alcance de su mano.

"Lo primero que necesitamos es que confirmes tu decisión," dijo Javier Rodríguez con tono serio, pero amable. "Sabemos que es un gran paso, por eso te damos tiempo para pensar. Pero si decides aceptar la oferta, te enviaremos todos los detalles necesarios para que comiences tu aventura aquí en Madrid."

Daiki no dudó. Sabía que había llegado el momento de dar ese gran paso en su vida, el que había soñado desde que era un niño. "Sí, acepto," dijo con firmeza, sintiendo una oleada de emociones recorrer su cuerpo. "Voy a Madrid."

El director al otro lado de la línea respiró aliviado. "Excelente, Daiki. Estamos emocionados de que hayas tomado esta decisión. Te estaremos esperando. Vamos a enviarte los detalles de tu viaje, así que prepárate para tu llegada."

La llamada terminó, y Daiki permaneció unos segundos en silencio, mirando la pantalla de su teléfono. Era difícil de creer. El Real Madrid. El mismo club que él veía en la televisión, que tenía como ídolos a jugadores que él soñaba con imitar. Todo eso ahora parecía a su alcance. Pero también sabía que este no sería el final, sino solo el comienzo de un camino lleno de sacrificios y desafíos.

"¡Daiki!" La voz de su madre lo hizo salir de su trance. Cuando miró a su alrededor, vio a sus padres mirándolo expectantes. Sabían que algo importante había ocurrido, y lo veían en sus ojos.

"¿Qué pasó, hijo?" preguntó su madre, con una sonrisa que reflejaba una mezcla de emoción y preocupación.

"Es el Real Madrid," dijo Daiki, con una sonrisa que no podía ocultar. "Me han ofrecido un lugar en su academia. Voy a Madrid."

La expresión de sus padres cambió de sorpresa a alegría. Su madre levantó las manos, casi en señal de celebración. "¡Eso es increíble! ¡Lo sabíamos, Daiki! Siempre lo supimos." Ella se acercó rápidamente y lo abrazó con fuerza. "Te lo mereces tanto."

"Lo has logrado, hijo," dijo su padre, mientras se levantaba para abrazarlo también. "Siempre supimos que este día llegaría, y ahora es real. Pero recuerda, esto no es solo un sueño, es una gran responsabilidad."

Daiki asintió, sabiendo que su padre tenía razón. Esto no sería fácil. Madrid no era solo un club de fútbol; era el club de élite del mundo. Sabía que la competencia sería feroz, que tendría que enfrentarse a jugadores extremadamente talentosos, pero también entendía que esta era la oportunidad que había estado esperando toda su vida.

"Voy a hacerlo," dijo Daiki con determinación. "Voy a darlo todo."

La familia Kamiyama celebró ese momento, pero también comenzaron a prepararse para lo que estaba por venir. Daiki tendría que despedirse de su vida en Japón, de sus amigos y de su equipo. Aunque el futuro era incierto, había algo claro en su mente: este era su sueño, y no dejaría que nada ni nadie lo detuviera.

Los días siguientes fueron un torbellino de preparativos. Daiki pasó mucho tiempo empacando sus cosas, organizando su equipaje, y pensando en todo lo que dejaba atrás. Sus amigos del equipo se despidieron de él en el campo de fútbol, deseándole suerte, aunque la tristeza era evidente en sus rostros. "No olvides lo que eres, Daiki," le dijo Naoya, su mejor amigo, mientras le daba un abrazo fuerte. "Haznos sentir orgullosos allá."

"Lo haré," prometió Daiki, con los ojos brillando de emoción. "No importa lo que pase, siempre recordaré de dónde vengo."

Finalmente, el día del viaje llegó. Daiki se encontró en el aeropuerto con su familia, con una mezcla de nervios y emoción. El vuelo a Madrid marcaría el inicio de su nueva vida, y aunque no sabía qué le esperaba, estaba dispuesto a enfrentarlo con todo su ser.

Capítulo: La Despedida: El Embarque hacia lo Desconocido

El día de la partida finalmente había llegado. La mañana en la que Daiki Kamiyama, a sus diez años, iba a embarcarse en una aventura que marcaría un antes y un después en su vida. El sol, tímido, asomaba por el horizonte, pero el calor de la despedida ya se sentía en el aire. La familia Kamiyama había comenzado a preparar todo desde el amanecer. Habían pasado semanas planeando este momento, pero, a pesar de la anticipación, el dolor de la despedida se colaba en cada rincón de la casa.

En la cocina, la madre de Daiki, Yukari, estaba en silencio mientras preparaba un desayuno ligero. Aunque sus manos se movían con habilidad, su mente estaba perdida en pensamientos sobre su hijo. Sabía lo que esto significaba para él, y cómo este paso era algo que él había soñado toda su vida. Pero también sentía una punzada en el corazón, la incertidumbre de un futuro incierto, y la tristeza de saber que su hijo se iría tan lejos. "No puedo evitar preocuparme," murmuró en voz baja, como si hablando consigo misma tratara de calmar sus pensamientos.

A su lado, su esposo, Keisuke, estaba igualmente preocupado, pero se mantenía más tranquilo, observando a su esposa. "Lo sabemos. Pero este es su sueño, Yukari. Debemos apoyarlo, más que nunca." Era un hombre de pocas palabras, pero su voz transmitía la calma que ambos necesitaban.

Mientras tanto, Daiki estaba en su habitación, empacando los últimos detalles en su mochila. Su mente estaba llena de preguntas, de emociones encontradas. La emoción del viaje se mezclaba con la ansiedad por lo que dejaba atrás. En el espejo frente a él, se observaba, viendo a un niño que había dado tanto por llegar hasta aquí. "¿Estaré listo?" pensó, tocando con los dedos el medallón que le había dado su madre, un símbolo de la protección familiar y del amor que lo había guiado hasta ese punto.

Con un suspiro profundo, Daiki cerró su mochila y la levantó. Era hora de irse. Pero antes de salir, se detuvo un momento y miró alrededor de su habitación. Las paredes llenas de recuerdos, las fotos de sus viejos equipos, los trofeos que había ganado con tanto esfuerzo, todo estaba allí. Parecía que aún no podía asimilar que se alejaba de todo eso. "Esto no es solo un viaje. Es un nuevo comienzo," pensó, sintiendo una mezcla de nervios y determinación.

En el salón, la familia ya estaba lista para salir. Su madre, con una sonrisa forzada, le ofreció una taza de té. "Toma, Daiki, para que te dé energía para tu viaje." Sus manos temblaban levemente mientras le entregaba la taza, pero su voz trataba de transmitir seguridad. "Recuerda que siempre estaremos aquí, apoyándote. No importa lo lejos que estés, siempre podrás contar con nosotros."

Daiki asintió, sintiendo un nudo en la garganta. Las palabras de su madre eran reconfortantes, pero sabían que este momento marcaba una separación. No solo física, sino emocional. Este era el principio de un camino lleno de desafíos que él tendría que enfrentar por su cuenta. Pero también sabía que debía ser fuerte, que este era el camino que había elegido.

"Lo sé, mamá," respondió Daiki, su voz algo quebrada. "Lo haré bien. No quiero defraudarlos."

Keisuke, su padre, se acercó y le dio un abrazo fuerte. "Nunca lo harás, hijo. Sabemos que tienes lo que se necesita. Ahora es tu turno de brillar. Ve y haz lo que amas." Su voz sonaba profunda, segura, como siempre lo hacía. Pero Daiki podía ver la tristeza en sus ojos. A pesar de las palabras de aliento, su padre también estaba dejando ir a su hijo con el corazón algo pesado.

Con un suspiro, Daiki se separó de su padre y miró a sus padres uno por uno. "Voy a hacerlo, y cuando regrese, estaré mejor que nunca," dijo, buscando darles la confianza que necesitaban. En el fondo, sabía que este era un paso que nadie podía dar por él, pero quería que su familia creyera en él, como siempre lo habían hecho.

La familia se dirigió al coche, y el viaje hacia el aeropuerto comenzó. Durante el trayecto, la conversación fue mínima. Nadie sabía qué decir exactamente. El silencio pesaba, pero era un silencio lleno de amor y entendimiento. Ninguno de ellos podía negar que este era un gran momento para Daiki, pero al mismo tiempo, todos sabían que la distancia, aunque no fuera física al principio, se iría haciendo más palpable con cada día que pasara.

Al llegar al aeropuerto, la familia Kamiyama se detuvo frente a la entrada principal. Daiki miró el edificio, los enormes ventanales, las luces brillantes y las enormes pantallas de publicidad. No podía evitar sentirse abrumado. "¿Es esto real?" se preguntó mientras bajaba del coche. En sus ojos, había una mezcla de ansiedad y emoción. Aquel lugar significaba que comenzaba una nueva vida, un nuevo capítulo lleno de promesas y retos.

Dentro del aeropuerto, la agitación de los viajeros y el bullicio de la multitud no lograron calmar los nervios de Daiki. Las voces de la gente, los anuncios por los altavoces y el sonido del equipaje siendo transportado por las cintas se confundían en su mente. Todo parecía irreal, como si estuviera en medio de un sueño.

Su madre, notando su inquietud, se acercó y le tomó las manos. "Daiki, recuerda que esto es lo que siempre quisiste. No te preocupes. Estás listo." Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero su voz seguía siendo firme, una voz de madre que sabe que su hijo va a enfrentar algo grande, pero también sabe que debe dejarlo ir.

"No te olvides de nosotros," le dijo Keisuke con una sonrisa, tratando de ocultar la emoción detrás de una capa de tranquilidad. "Este es solo el comienzo, hijo. Lo que venga después, lo enfrentarás con la misma fuerza que has demostrado aquí."

Daiki asintió, y por un momento, se permitió sentir la calidez de su familia. Aunque la despedida doliera, sabía que su familia siempre sería su ancla, su base. Después de un último abrazo, sus padres se retiraron a un lado, dejándolo solo frente al control de pasaportes.

Con su mochila al hombro y una sensación de incomodidad en el estómago, Daiki dio el primer paso hacia la puerta de embarque. A cada paso, sentía el peso de su decisión, el peso de la expectativa que recaía sobre él. Pero también sentía un impulso, una fuerza interna que le decía que todo esto era lo que había estado esperando. A medida que avanzaba, pensaba en el futuro, en lo que le esperaba en Madrid. El Real Madrid. El club que representaba lo mejor del fútbol mundial.

Cuando llegó al mostrador, entregó su pasaporte y comenzó a caminar hacia el avión. Antes de entrar a la sala de embarque, miró hacia atrás una vez más. Vio a sus padres alejándose lentamente, pero con una sonrisa llena de orgullo. Los vio hacer una señal de despedida, y Daiki levantó la mano en respuesta, asegurándoles que todo estaría bien. Un nuevo camino se abría frente a él, y aunque el futuro era incierto, estaba decidido a afrontarlo.

"Voy a hacerlo," susurró para sí mismo, con una determinación que resonaba en su pecho.

El avión que lo llevaría a Madrid estaba esperando, y con un último vistazo hacia su familia, Daiki dio el paso hacia lo desconocido.

La Llegada a Madrid

El avión aterrizó suavemente en la pista del Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Daiki, aunque cansado por el largo viaje, no pudo evitar mirar por la ventana mientras la luz de la tarde se reflejaba en las grandes superficies metálicas del aeropuerto. Sentía que todo alrededor suyo parecía tan diferente, tan nuevo, pero aún más grande. Había llegado a Madrid, y la incertidumbre y la emoción se mezclaban en su interior de manera incontrolable.

"Es aquí," pensó mientras el avión tocaba tierra. Su corazón latía con fuerza. "Todo ha llevado hasta este momento. Lo logré, pero esto solo es el comienzo."

El avión hizo un suave giro hacia su destino final, y Daiki se estiró un poco en su asiento, intentando calmar su creciente excitación. En su mente, las imágenes de su vida anterior, de Japón, su familia y amigos, se desvanecían poco a poco. Ahora todo era diferente. La llamada del Real Madrid, las pruebas, todo lo que había soñado por años estaba a punto de volverse una realidad palpable.

El sonido de las ruedas tocando el suelo fue lo único que interrumpió sus pensamientos mientras el avión se detuvo y los pasajeros comenzaban a levantarse para recoger sus pertenencias. Daiki se levantó lentamente, buscando con la mirada a alguien que pudiera ayudarlo. Fue entonces cuando lo vio. Un hombre, con un cartel que decía "Kamiyama", lo esperaba al final del pasillo del avión. Su rostro era sereno y amigable, con una leve sonrisa en su rostro.

"Kamiyama Daiki, ¿verdad?" preguntó el hombre en inglés, con un marcado acento español. Su tono era firme, pero cordial.

"Sí, soy yo," respondió Daiki con una sonrisa nerviosa. "Gracias por recibirme."

"Soy Javier, tu guía aquí en Madrid. Vamos, te llevaré a la academia," dijo Javier mientras se adelantaba para abrir la puerta. Daiki lo siguió sin pensarlo demasiado, aunque su mente aún estaba llena de preguntas. ¿Qué le esperaba realmente en ese lugar? ¿Qué tan difícil sería adaptarse a este nuevo mundo lleno de jóvenes futbolistas con habilidades tan grandes como las suyas?

Una vez fuera del aeropuerto, el calor madrileño lo envolvió, dándole la bienvenida con una brisa cálida que, en lugar de relajarlo, lo hizo sentir aún más ansioso. Se subieron a un coche, y Javier comenzó a conducir por las amplias avenidas de Madrid.

"Madrid es una ciudad que nunca para. Siempre está llena de vida. Aquí, en la academia del Real Madrid, no solo aprenderás a ser un mejor futbolista, también verás lo que es vivir para el fútbol. Aquí, las reglas son simples: o eres el mejor, o eres reemplazado. No hay espacio para mediocridad," dijo Javier mientras giraba hacia una calle secundaria.

Daiki asintió, sabiendo que su entrenamiento aquí no sería nada fácil. Lo que había vivido hasta ahora solo era un calentamiento para lo que le esperaba. Aunque estaba emocionado, una pequeña parte de él también se sentía preocupado. No sabía si podía cumplir con las expectativas de todos. "Pero voy a dar lo mejor de mí," pensó.

Mientras viajaban, Daiki no podía evitar mirar a su alrededor. Madrid era completamente diferente a todo lo que había conocido. Los edificios altos y modernos contrastaban con los más antiguos, llenos de historia. Pero lo que más le llamó la atención fue la energía de la ciudad. Las personas se movían rápido, con una determinación que él sentía vibrar en el aire.

El viaje continuó por unos 40 minutos, hasta que finalmente llegaron a un sector más tranquilo de la ciudad, rodeado de grandes campos de entrenamiento y academias deportivas. Javier hizo un giro hacia una puerta segura de metal que daba acceso a un lugar impresionante.

"Aquí estamos," dijo Javier, estacionando el coche frente a una gran entrada. Daiki pudo ver desde allí lo que lo esperaba. El Real Madrid, uno de los clubes más grandes del mundo, tenía un complejo impresionante. Los campos de fútbol estaban perfectamente cuidados, con césped verde que brillaba bajo el sol. Las canchas de entrenamiento se extendían hasta donde alcanzaba la vista, y algunos jugadores ya estaban entrenando.

"Esto es increíble," murmuró Daiki mientras bajaba del coche. "Nunca imaginé que sería tan grande."

Javier lo observó, sonriendo de forma enigmática. "Este es solo el principio. Aquí, todo lo que haces será evaluado. Nadie te regalará nada."

Daiki asintió, sabiendo que esa era la verdad. El camino hacia el éxito sería largo y arduo. La furgoneta los llevó por un par de caminos dentro del complejo hasta llegar a un edificio grande que se alzaba frente a ellos. Era el lugar donde viviría durante los próximos meses.

Al entrar, un entrenador se acercó rápidamente. Tenía alrededor de 50 años, con un rostro serio pero con una mirada que transmitía respeto y autoridad. Daiki pudo sentir la tensión en el aire; la seriedad del ambiente era palpable.

"Kamiyama," dijo el entrenador, mirando directamente a sus ojos. "Bienvenido a la Academia del Real Madrid. Aquí no importa lo que has hecho antes. Ahora, todo depende de lo que puedas hacer aquí."

Daiki tragó saliva, sintiendo el peso de sus palabras. "Entiendo," dijo en voz baja.

"Mañana comenzamos con tus pruebas físicas. Te pondremos a prueba en todo: resistencia, velocidad, fuerza. No tendrás tiempo para adaptarte. Tienes que estar listo desde el primer momento."

Javier dio un paso al frente y asintió. "El entrenador tiene razón. Aquí no hay espacio para los débiles. Cada uno de ustedes tiene un objetivo claro: ser el mejor. Si no puedes seguir el ritmo, te quedas atrás."

Daiki no pudo evitar sentirse más nervioso, pero también estaba emocionado. "No me voy a quedar atrás," pensó, con determinación.

La noche cayó rápidamente y, mientras se dirigían al alojamiento donde dormiría, Daiki fue rodeado por algunos de los chicos con los que entrenaría. Eran jóvenes de diferentes edades, todos con una mirada competitiva y ambiciosa. Algunos lo miraron con curiosidad, evaluándolo silenciosamente. Otros no se molestaron en dirigirle la palabra.

Uno de los chicos, de unos 16 años, se acercó a Daiki y le tendió la mano. "Yo soy Álvaro. Veo que eres el nuevo. ¿Qué tal? ¿Listo para el desafío?"

Daiki estrechó su mano con firmeza. "Sí, soy Kamiyama. Estoy listo."

"Aquí solo hay una regla," continuó Álvaro, con una sonrisa desafiante. "No hay amigos. Aquí, la competencia es lo único que importa. Si no eres lo suficientemente bueno, te echan. Simple."

Daiki lo miró y asintió. "Lo entiendo. Pero haré todo lo posible para ser el mejor."

Los chicos alrededor de él comenzaron a dispersarse, y Daiki se dio cuenta de que, aunque el ambiente no era el más acogedor, tenía una única tarea: superar a todos los demás y demostrar que tenía lo que se necesitaba para formar parte de este lugar tan exclusivo.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Daiki no pudo dejar de pensar en todo lo que le esperaba. Los entrenamientos, las pruebas, y las expectativas que caían sobre sus hombros. Aunque el miedo lo acechaba en algunos momentos, una parte de él sabía que esto era lo que siempre había querido. Esta era la oportunidad de su vida, y no iba a dejar que nada lo detuviera.

El reloj marcaba las 11:00 p.m. cuando, finalmente, Daiki se acomodó en la cama. Cerró los ojos, pero su mente seguía trabajando a toda velocidad. "Mañana comienza el verdadero desafío. Solo hay una cosa que puedo hacer: darlo todo."

A la mañana siguiente, después de un desayuno ligero, Daiki fue dirigido hacia el campo de entrenamiento. Al llegar, ya podía ver a otros chicos estirando y preparándose para lo que parecía ser un entrenamiento intenso. El campo era impresionante, con césped perfectamente cuidado y líneas de entrenamiento marcadas en todo el lugar. Pero lo que más llamó la atención de Daiki fueron los entrenadores, con rostros serios y exigentes, observando cada movimiento.

El primer día de las pruebas físicas fue desgarrador. Daiki corrió y corrió, completando pruebas de resistencia que parecían no tener fin. Saltaba, corría a toda velocidad, hacía ejercicios de fuerza y agilidad, mientras los entrenadores evaluaban cada uno de sus movimientos. El sudor empapaba su camiseta, y sus piernas comenzaron a sentirse pesadas, pero Daiki no se detuvo. Cada vez que pensaba en rendirse, pensaba en lo que estaba en juego.

"Voy a darlo todo," repitió para sí mismo mientras realizaba otro sprint. "No voy a ser el que se quede atrás."

Después de la ardua jornada, Daiki estaba agotado, pero algo en su interior le decía que lo había hecho bien. No había sido perfecto, pero había demostrado que tenía la capacidad de seguir el ritmo. Había sobrevivido al primer día.

Mientras se retiraba al vestuario, notó que algunos de los chicos con los que había hablado antes lo miraban, evaluándolo. Había algo en sus miradas que decía: "Este chico tiene algo."

Daiki sonrió levemente, sintiendo una pequeña chispa de confianza. "Este es solo el comienzo," pensó. "Mañana, voy a hacerlo aún mejor."

Al acostarse esa noche, Daiki ya no pensaba en lo que había dejado atrás. Solo pensaba en una cosa: el futuro. El Real Madrid lo había aceptado, y ahora era su oportunidad para demostrar que podía ser el mejor.

La Academia un Desafío Constantemente Creciente

La luz del sol se filtraba a través de las grandes ventanas del gimnasio, iluminando los rostros de los jóvenes futbolistas que se encontraban alineados en el campo de entrenamiento. Daiki miraba a su alrededor, sintiendo una mezcla de nervios y determinación. Este era el lugar donde su futuro se forjaría. La Academia del Real Madrid, un lugar donde los sueños se hacían realidad solo para los más fuertes. Y aunque en ese momento no estaba seguro de si estaba listo para lo que se venía, su deseo de mejorar era mucho más grande que cualquier duda que pudiera tener.

"¡Vamos, Kamiyama! ¡Muéstrame lo que tienes!" gritó uno de los entrenadores, un hombre alto con barba y voz autoritaria. Daiki miró al frente, sintiendo cómo su corazón aceleraba. Era el comienzo de una nueva etapa en su vida, un reto sin igual, y tenía que darlo todo.

Habían pasado tres semanas desde que llegó a Madrid, y cada día había sido más difícil que el anterior. Las primeras pruebas físicas fueron solo el comienzo. Cada mañana se levantaba a las 6 a.m. para entrenar hasta el mediodía, y luego pasaba la tarde estudiando tácticas y técnicas de fútbol. Su cuerpo se había acostumbrado al ritmo intenso de los entrenamientos, pero su mente aún luchaba por mantenerse al día con el nivel de competencia.

"¡Corre más rápido, Kamiyama! ¡El balón no te va a esperar!" Esta vez, era el entrenador Javier, quien lo observaba desde la línea de banda mientras Daiki corría a toda velocidad detrás de un balón.

Cada día, los entrenadores le pedían que superara sus propios límites. Los ejercicios físicos eran extremadamente exigentes, pero lo peor no era eso. Lo peor era que, mientras entrenaba, podía ver a otros chicos que parecían no sudar ni un poco, corriendo con una facilidad que lo dejaba boquiabierto. Los jugadores que estaban en la academia no eran solo buenos, eran monstruos del fútbol, cada uno con habilidades que superaban cualquier expectativa. Y entre esos chicos, Daiki tenía que demostrar que podía ser igual o mejor.

Esa mañana, Daiki estaba participando en una serie de ejercicios de agilidad y control del balón. Los entrenadores les habían dado una serie de conos y les pidieron que zigzaguearan entre ellos mientras mantenían el balón bajo control. Aunque Daiki había entrenado esta técnica muchas veces en Japón, la velocidad y la precisión de sus compañeros en el campo lo dejaron sin aliento.

"Vamos, Kamiyama, muéstrales lo que tienes," le dijo Álvaro, un chico de 16 años que siempre parecía ser uno de los mejores en todo lo que hacía. Era alto y fuerte, y su agilidad era impresionante. En los entrenamientos, parecía ser el jugador más destacado de todos, pero Daiki no iba a dejar que eso lo intimidara. "Voy a demostrarles que no soy solo un niño," pensó, apretando los dientes.

Al comenzar la prueba, Daiki mantuvo la concentración al máximo. Zigzagueó entre los conos con rapidez, tratando de mantener el balón pegado a su pie. Pero, a pesar de su esfuerzo, no podía evitar compararse con los demás. Vio a Álvaro, que pasaba por los conos sin esfuerzo, y a otros chicos que se deslizaban como si estuvieran bailando con el balón. "No puedo quedarme atrás. Tengo que mejorar, rápido," pensó Daiki mientras giraba para volver a pasar por otro conjunto de conos.

El ritmo del entrenamiento era implacable. Los entrenadores gritaban constantemente, presionando a cada uno de los chicos. "¡Más rápido! ¡Más agresivos!" Daiki sentía que su cuerpo estaba al límite, pero continuaba. Sabía que no podía rendirse. No solo por él, sino por el sueño que había estado persiguiendo toda su vida.

"¡Es solo el principio! ¡No te detengas!" gritó Javier mientras Daiki hacía el último esfuerzo para completar la serie de conos. Sus piernas ardían, su respiración se agitaba, pero no paró. Terminó la serie y miró hacia los entrenadores, esperando que su esfuerzo hubiera sido suficiente.

El entrenamiento continuó con un ejercicio de control de balón en movimiento. A pesar de lo agotado que estaba, Daiki se sintió más confiado. Había practicado este tipo de ejercicios durante años, y aunque los demás parecían tener más habilidad en el regate, Daiki comenzó a notar que su control del balón mejoraba con cada intento. Era un avance pequeño, pero importante.

Después de un par de horas, los entrenadores les pidieron que se reunieran para una charla rápida. Daiki se acercó al grupo de chicos y observó en silencio, mientras Javier se acercaba a la pizarra para dar instrucciones.

"Hoy ha sido un día duro, pero no podemos quedarnos ahí. Necesito ver más de ustedes. Quiero ver quién tiene la mentalidad para ser un verdadero futbolista de élite," dijo Javier, con su voz grave y seria. "La Academia del Real Madrid no tiene espacio para los débiles. Necesito que dejen todo lo que tienen en el campo, que muestren su verdadero potencial. El talento no lo es todo. Aquí se trata de trabajo duro, dedicación y resistencia mental. Cada uno de ustedes debe aprender a sobreponerse a las dificultades. El verdadero desafío no está en el balón, está en la mente. ¿Quién tiene lo que se necesita para ser el mejor?"

Daiki, aunque agotado, escuchó atentamente. La forma en que Javier hablaba, con una seguridad y pasión indiscutibles, le hizo entender la seriedad de su situación. El fútbol ya no era solo un juego, era una batalla constante.

Después de la charla, los entrenadores les asignaron un partido interno para poner a prueba sus habilidades en situaciones reales de juego. Daiki se sintió nervioso, pero a la vez emocionado. Este era el tipo de momento que esperaba. Aquí era donde se vería quién era realmente el mejor.

Los equipos fueron divididos de manera aleatoria, y Daiki se encontró en el mismo equipo que Álvaro. "Esto será interesante," pensó, mientras se ponía su camiseta y se preparaba para entrar al campo. "Álvaro es uno de los más fuertes, así que tengo que estar a la altura."

El silbato sonó y el partido comenzó. Daiki corrió al centro del campo, sintiendo la adrenalina correr por su cuerpo. El balón le llegó rápidamente, y sin pensarlo, hizo un pase a un compañero cercano. El juego era rápido, más rápido de lo que había experimentado antes. Los chicos corrían con una energía imparable, presionando constantemente, buscando cualquier oportunidad para arrebatar el balón.

Daiki se encontraba constantemente en movimiento, buscando espacios y oportunidades para recibir el balón. Pero lo que más le sorprendió fue la intensidad de la competencia. En cada jugada, sentía la presión de ser el mejor, de no defraudar a los entrenadores ni a sus compañeros. Cada pase, cada regate, cada disparo al gol debía ser perfecto, porque sabía que cualquier error sería señalado.

En un momento, Daiki vio a Álvaro cerca del área contraria, corriendo con el balón. Sin pensarlo, se desplazó rápidamente hacia él, pidiéndole el pase. Álvaro lo miró y, con una sonrisa confiada, se la dio justo a tiempo. Daiki no lo pensó ni un segundo y, con una rapidez sorprendente, hizo un regate para eludir al defensa contrario y disparó al arco. El balón voló a gran velocidad, directo hacia la esquina superior de la portería.

"¡Gol!" gritó uno de los entrenadores, mientras los demás jugadores celebraban la jugada. Daiki no pudo evitar sonreír. Había marcado un gol importante, y aunque era solo un entrenamiento, se sentía como si hubiera logrado algo significativo.

El partido continuó, y Daiki comenzó a sentirse más cómodo en el campo. A medida que avanzaba, su confianza crecía. Sabía que no podía permitirse ser débil, que debía luchar por cada balón, por cada pase, por cada oportunidad. Este era su lugar ahora. En la Academia del Real Madrid, donde solo los más fuertes sobreviven.

Al final del entrenamiento, todos estaban agotados, pero satisfechos. Los entrenadores les dieron un breve descanso antes de que comenzaran con ejercicios de estiramiento. "Buen trabajo hoy, Kamiyama," dijo Javier mientras caminaba hacia él. "Veo que tienes potencial. Sigue así, pero no te duermas en los laureles. Aún tienes mucho por mejorar."

Daiki asintió, sintiendo que las palabras de Javier le impulsaban aún más a seguir adelante. "Gracias, lo haré," dijo con determinación, mirando al campo de fútbol como si fuera su hogar, como si estuviera listo para enfrentarse a lo que fuera necesario para triunfar.

"Esto es solo el comienzo," pensó mientras observaba a los demás jugadores entrenar con la misma pasión que él. "Voy a ser el mejor. No importa cuántos obstáculos se presenten, los superaré todos."

Las Pruebas Mentales y Físicas un gran desafío

El sol brillaba con fuerza en el cielo despejado de Madrid, pero el aire fresco de la mañana no conseguía calmar la tensión que Daiki sentía en su interior. Era uno de esos días que, por más que lo intentara, no podía evitar que su mente se llenara de dudas. "Hoy será diferente. Hoy me enfrentaré a la prueba que determinará si soy capaz de continuar en esta academia o si me quedaré atrás." Pensaba mientras ajustaba las botas, el sonido del fútbol resonando en su mente. Cada uno de los chicos en la academia enfrentaba las pruebas de manera distinta, pero Daiki sentía que, hoy, realmente estaba jugando algo mucho más grande que un simple partido.

El entrenamiento había sido exigente desde su llegada a la academia, pero lo que les esperaba ese día era aún más desafiante. "Esto no es solo un desafío físico, esto también es un reto mental," se repetía a sí mismo. Sabía que la academia del Real Madrid no solo buscaba jugadores habilidosos, sino también aquellos capaces de superar las dificultades mentales y emocionales del juego. Las pruebas de hoy no solo medirían su resistencia o su rapidez, sino su capacidad para mantener la calma, la toma de decisiones bajo presión y su actitud frente a la adversidad.

Con su camiseta del equipo ajustada al cuerpo, Daiki se alineó junto con sus compañeros en el campo, mirando el horizonte, donde los entrenadores esperaban. Entre ellos estaba Javier, el entrenador principal. Era un hombre de presencia imponente, con una mirada afilada, casi como si pudiera leer la mente de los jugadores con solo observarlos. Había algo en su postura, en cómo caminaba entre los jóvenes, que transmitía autoridad y respeto.

"Hoy no vamos a solo correr, chicos. Vamos a ver si tienen lo que se necesita para estar aquí. Quiero ver cómo se comportan cuando el cuerpo pide descanso, cuando la mente quiere rendirse. Recuerden, este es un club donde solo los más fuertes sobreviven. No todos se quedarán, pero el que lo haga, sabrá lo que es la verdadera presión."

Las palabras del entrenador resonaron en la mente de Daiki, quien se mantuvo en silencio, concentrado. Sabía que las pruebas físicas serían difíciles, pero lo que realmente le preocupaba era la prueba mental. En la academia, siempre le decían que el verdadero desafío no estaba solo en jugar bien, sino en la fortaleza mental para manejar la presión constante y la competencia feroz. "Hoy tengo que demostrar que puedo resistir."

La primera parte de la prueba comenzó con una carrera de velocidad. No era un simple sprint de 100 metros; era una serie de carreras donde los jugadores debían cubrir distancias más largas, con giros y cambios de dirección que imitaban las situaciones reales de un partido. Daiki se alineó junto a otros tres chicos, todos con la misma determinación en sus ojos. El silbato sonó, y todos comenzaron a correr a toda velocidad.

Daiki sentía cómo sus piernas se tensaban y sus pulmones ardían con cada zancada, pero no se permitió disminuir el ritmo. "No puedo quedarme atrás. No puedo. Este es el primer paso." Pensaba mientras adelantaba a sus compañeros. Cada metro recorría, cada giro, cada sprint lo llevaba más allá de sus límites, y aún así, sentía el peso de la presión sobre sus hombros. Cuando cruzó la meta, respiraba pesadamente, pero la sensación de haberlo logrado le dio fuerzas.

El entrenador Javier se acercó a él. "No está mal, Kamiyama. Pero no olvides, la velocidad no lo es todo. Debes saber cuándo usarla. Cuando estés en el campo, la inteligencia será tu mejor aliada."

Daiki asintió con la cabeza, aunque las palabras del entrenador lo hicieron reflexionar profundamente. Era cierto que la velocidad no lo era todo. Sabía que si no podía tomar decisiones rápidas y efectivas, sería como un coche de carreras sin frenos. No solo debía correr rápido, sino pensar rápido.

Después de la carrera, la siguiente estación fue la de agilidad, un desafío aún mayor. Los jugadores tenían que sortear una serie de conos dispuestos en el campo, simulando los regates y cambios de dirección que harían durante un partido real. La agilidad era vital, y Daiki lo sabía bien. Tenía que mantener la concentración y la precisión al mismo tiempo. El tiempo se volvía cada vez más corto y la presión aumentaba.

Mientras corría entre los conos, Daiki notó a uno de sus compañeros tropezando y perdiendo el control de la pelota. Al principio, esa distracción lo afectó, pero rápidamente se recompuso. "No puedo dejar que los errores de otros me afecten. Tengo que concentrarme en mi propio rendimiento," pensó, mientras se movía con destreza entre los conos, sorteando los obstáculos con rapidez y control.

Al finalizar la prueba, el entrenador Javier lo observó en silencio. "Kamiyama, me gustó lo que vi. Pero la agilidad no es solo sobre los movimientos. Es también sobre la mente. Tienes que estar tan ágil mentalmente como lo estás físicamente. En el campo, siempre habrá distracciones. Lo que importa es cómo te mantienes enfocado cuando todo lo demás se complica."

Las palabras de Javier calaron hondo en Daiki, quien estaba empezando a darse cuenta de que cada palabra del entrenador no solo evaluaba su rendimiento en ese momento, sino también su actitud, su capacidad para aprender y adaptarse. "No se trata solo de lo que hago ahora. Se trata de lo que seré capaz de hacer en el futuro."

Después de la prueba física, llegó la parte más temida: el desafío mental. Aquí, los entrenadores pondrían a prueba su capacidad para tomar decisiones bajo presión. Daiki se alineó junto a sus compañeros, observando las caras tensas a su alrededor. El entrenador Javier, con su voz grave y firme, les explicó en qué consistiría la prueba. "Voy a presentarles diferentes situaciones de juego. Ustedes deben tomar decisiones rápidas. En cada escenario, no hay tiempo para pensar demasiado. El fútbol es reacción, y lo que queremos ver hoy es cómo manejan la presión."

La primera situación que les presentó fue un contragolpe en el que la pelota pasaba rápidamente de un jugador a otro. Daiki recibió el balón y, en una fracción de segundo, tuvo que decidir si disparar al arco o pasar el balón a un compañero. El portero ya se había adelantado, cubriendo el centro. Sin pensarlo mucho, Daiki optó por pasar el balón, anticipando que su compañero tendría una mejor oportunidad.

El entrenador Javier se acercó. "Buena decisión, Kamiyama. No es siempre sobre quién tiene el balón. Es saber en quién puedes confiar. Pero recuerda, hay momentos en los que tomar el riesgo de disparar es lo correcto. No tengas miedo de asumir responsabilidades."

Daiki sintió que esas palabras resonaban en su mente. "No puedo dudar. Tengo que tomar decisiones más arriesgadas, no siempre jugar a lo seguro." Decidió que debía confiar más en sus instintos, sin dejarse llevar por la indecisión.

La siguiente prueba fue aún más compleja. Durante la simulación, Daiki se encontró en un uno contra uno con un defensor, mientras su compañero se movía en una diagonal. El tiempo apremiaba, y los entrenadores observaban atentamente desde la línea de banda. Daiki miró al defensor, quien se adelantaba, y a su compañero que estaba en posición de recibir el balón. La presión era inmensa, pero él sabía que debía ser decisivo.

En un acto reflejo, realizó un regate rápido para sortear al defensor y luego, con un pase preciso, entregó el balón a su compañero, quien anotó el gol. El campo estalló en aplausos, pero Daiki no permitió que eso lo distrajera. Sabía que esta prueba era solo un paso más en su camino.

El entrenador Javier se acercó, con una mirada más intensa que nunca. "Kamiyama, esa jugada fue brillante. Pero lo más importante no fue el pase. Fue que anticipaste lo que sucedería. No solo jugaste bien, jugaste inteligente."

Al final de las pruebas, Daiki estaba agotado, pero satisfecho. Las palabras del entrenador seguían sonando en su mente. "Físico y mente van de la mano. No solo es lo que haces, sino cómo lo haces." Aunque había cometido errores, también había demostrado lo que podía llegar a ser. El futuro aún estaba por delante, pero ese día había dado un paso importante en su camino.

Hola mi gente, disculpen la tardanza pero anduve bastante enfermo últimamente,pero bueno conforme pasaban los días iba armando este capitulo haci que espero que les guste.

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