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Chapter 6 - Capitulo 5 : Un Lazo irrompible

Capítulo 5: Un lazo irrompible

El sol se ocultaba lentamente mientras Daiki practicaba en el parque. Tras el partido contra la Academia Shirogane, su determinación lo había llevado a entrenar sin descanso. Cada día era una oportunidad para pulir su técnica, encontrar nuevas formas de superar a sus oponentes y llevar su "Danza del Eclipse" a un nivel superior.

Una tarde, mientras trabajaba atención en su precisión, algo captó su: el sonido de risas y gritos acompañados por el constante golpeteo de un balón. Al girar, vio a un chico extraño que jugaba solo, pero su manera de moverse era caótica y completamente impredecible.

El chico tenía el cabello largo, con la parte superior negra y la inferior amarilla, y reía mientras hablaba consigo mismo. Movía el balón con una fluidez que hacía difícil predecir su próximo movimiento.

—¡Vamos, monstruo! ¡Es hora de ponernos serios! —gritaba mientras driblaba entre conos improvisados.

Daiki lo observó, intrigado. Había algo en la forma de jugar de aquel chico que lo hacía destacar, como si no seguía ninguna regla establecida. Finalmente, el chico notó su presencia y se acercó con una gran sonrisa.

—¡Oye, tú! —dijo señalándolo con el balón—. ¿Eres bueno, verdad? ¡Juguemos!

Daiki arqueó una ceja, sorprendido por la energía de aquel desconocido.

—¿Quién eres?

—Bachira Meguru —respondió sin dudar—. Estoy buscando a alguien especial... alguien con un monstruo como el mío.

Daiki frunció el ceño, confundido.

—¿Un monstruo?

—Sí, algo dentro de ti que te dice que debes ser el mejor, que debes aplastar a todos. Lo vi cuando estabas entrenando. ¡Vamos, juega conmigo!

Daiki ayudó, intrigado por el chico y su extraña energía.

El Duelo Daiki vs Bachira

La tarde estaba tranquila, pero el ambiente se llenó de energía en cuanto comenzó el enfrentamiento entre Daiki y el chico que había conocido, Bachira. Este último llevaba el balón con una habilidad que parecía casi natural, como si el balón fuese una extensión de su cuerpo. Sus movimientos eran caóticos pero a la vez precisos, y cada cambio de dirección dejaba a Daiki un poco más impresionado.

Bachira reía como si el partido fuese un juego personal.

—¿Qué pasa, Kamiyama? ¿No puedes seguirme el ritmo?

Daiki ajustó su postura defensiva, estudiando los movimientos impredecibles del chico.

—Eres rápido, pero no imbatible.

En un instante, Bachira cambió de dirección, girando sobre sí mismo mientras hacía que el balón pasaba entre las piernas de Daiki.

—¡Vamos, monstruo! ¡Demuéstrame algo nuevo!

Daiki, frustrado pero motivado, recuperó la posición y le robó el balón con un paso limpio. Levantándose rápidamente, sonriendo con confianza.

—¿Esto cuenta como algo nuevo?

Bachira lo miró desde el suelo y estalló en carcajadas.

—¡Eso fue increíble! Pero tendrás que hacer mucho más para impresionar a mi monstruo.

Durante horas, los dos se enfrentaron en un duelo que parecía no tener fin. Cada vez que Daiki lograba superar a Bachira, este regresaba con un movimiento aún más impredecible. Sin embargo, Daiki no se dejaba intimidar.

Finalmente, ambos colapsaron sobre el césped, jadeando y riendo.

—Eres bueno, Kamiyama —dijo Bachira con una sonrisa amplia—. Creo que podrías ser el monstruo que he estado buscando.

Unos días después, mientras Daiki terminaba su entrenamiento matutino, Bachira llegó corriendo con una emoción palpable.

—¡Kamiyama, escucha esto! Hay un torneo en el barrio este fin de semana. ¡Tenemos que participar!

Daiki levantó la mirada, intrigado.

—¿Un torneo? ¿Qué tipo de torneo?

—Un torneo de fútbol callejero. Equipos pequeños, pocos jugadores en el campo, pero mucha intensidad. ¿Qué dices?

La idea emocionó a Daiki. Sabía que este tipo de torneos no solo eran una gran oportunidad para mejorar sus habilidades, sino también para enfrentar estilos de juego únicos y creativos.

—Estoy dentro. Pero más te vale no decepcionarte, Bachira.

El día del torneo llegó rápidamente. El ambiente era caótico y emocionante, con decenas de personas reunidas alrededor de los pequeños campos de juego. Algunos equipos estaban formados por chicos mayores, otros por jóvenes talentosos que buscaban destacar.

—Mira esto, Kamiyama —dijo Bachira mientras observaban a los otros equipos—. Algunos de ellos parecen buenos, pero ninguno tiene nuestro nivel.

Daiki entusiasmado diria

—Entonces, hagámoslo.

La primera ronda: Estrategia y caos

El primer partido comenzó bajo un cielo despejado, con el campo rodeado de espectadores que gritaban emocionados. El rival, un equipo conocido como "Los Relámpagos", hacía honor a su nombre. Desde el pitido inicial, los jugadores se movían con una velocidad vertiginosa, conectando pases rápidos y precisos que obligaban a Daiki y Bachira a mantenerse alerta.

Los Relámpagos tomaron la delantera en los primeros minutos, utilizando su rapidez para superar la línea defensiva. Uno de sus delanteros, un chico pequeño pero increíblemente ágil llamado Kenta, dribló a dos jugadores antes de disparar al ángulo inferior derecho.

—¡Maldita sea! —gruñó Daiki mientras el balón entraba en la portería.

Bachira, sin embargo, no parecía molesto. Sonrió de forma despreocupada mientras se colocaba el balón bajo el brazo.

—¿No es emocionante? Ellos son buenos, pero nosotros somos mejores.

Daiki lo miró, confundido por su actitud relajada, pero decidió enfocarse en el juego.

Con el marcador 1-0 en contra, Daiki tomó el control del balón en el centro del campo. Su mente trabajaba rápido, analizando los patrones de movimiento del rival. "Son rápidos, pero demasiado confiados. Dejan huecos atrás cuando avanzan."

—¡Bachira! —gritó Daiki mientras señalaba un espacio en la banda izquierda—. Ve allí, rápido.

Bachira obedeció de inmediato, corriendo como una sombra por el costado. Daiki avanzó con el balón, atrayendo a dos defensores hacia él. En el último segundo, lanzó un pase en profundidad hacia Bachira, quien lo recibió con un control impecable.

—¡Eso es, Kamiyama! —gritó Bachira mientras se enfrentaba a un defensor.

Con un movimiento ágil, Bachira fintó hacia la derecha antes de girar bruscamente hacia la izquierda, dejando al rival atrás. Se acercó al área y, en lugar de disparar, realizó un pase al centro, donde Daiki había llegado corriendo.

Daiki conectó un disparo potente que perforó la red. El marcador estaba empatado, 1-1.

Después del empate, el partido se volvió más agresivo. Los Relámpagos intensificaron su presión, tratando de recuperar el control. Kenta lideraba los ataques, pero Daiki y Bachira habían comenzado a entender su estilo de juego.

En el minuto 10, Kenta intentó superar a Daiki con un regate rápido, pero Daiki anticipó el movimiento, interceptando el balón con un deslizamiento limpio.

—No esta vez —murmuró mientras se levantaba con el balón.

Con Bachira corriendo a su lado, Daiki inició un contraataque. Ambos avanzaron como una unidad, intercambiando pases con una sincronización perfecta. Cuando llegaron al área rival, Daiki hizo un amague hacia la derecha, dejando a dos defensores fuera de posición, antes de pasar el balón a Bachira.

Bachira, con una sonrisa traviesa, giró sobre su eje y disparó con el exterior del pie, colocando el balón en la esquina inferior izquierda.

—¡Golazo! —gritaron los espectadores mientras Bachira celebraba con entusiasmo.

El marcador estaba ahora 2-1 a favor de Daiki y Bachira, pero el partido estaba lejos de terminar.

La ofensiva final de Los Relámpagos

Los Relámpagos no se rindieron fácilmente. En los últimos minutos del partido, intensificaron sus ataques, utilizando toda su velocidad y habilidad para presionar. Kenta se movía como un rayo, creando oportunidades para sus compañeros, pero Daiki y Bachira estaban decididos a defender su ventaja.

En el minuto 18, Kenta logró superar a Bachira con un regate rápido y disparó al arco, pero Daiki, en un acto desesperado, bloqueó el tiro con el cuerpo. El balón rebotó hacia el centro del campo, donde Bachira lo recuperó.

—¡Vamos a acabar con esto, Kamiyama! —gritó mientras avanzaba a toda velocidad.

Daiki lo siguió de cerca, preparándose para la jugada final. Bachira burló a dos defensores con movimientos impredecibles antes de pasar el balón a Daiki en el borde del área.

Con un toque sutil, Daiki pisó el balón, giró sobre su eje y disparó con fuerza hacia el ángulo superior derecho. El portero rival se lanzó, pero no pudo alcanzarlo.

El marcador final fue 3-1, y los espectadores estallaron en aplausos.

Mientras el árbitro soplaba el silbato final, Daiki y Bachira chocaron las manos, ambos sonriendo.

—Eso fue increíble, Kamiyama —dijo Bachira, todavía jadeando—. Nunca había jugado un partido así.

—Tú también fuiste impresionante —respondió Daiki, sinceramente impresionado por las habilidades de su nuevo amigo.

Mientras salían del campo, Bachira miró a Daiki con una sonrisa traviesa.

—¿Qué te parece si ganamos todo el torneo? Quiero ver hasta dónde llega tu monstruo.

Daiki rió y asintió.

—Hagámoslo. Este torneo será nuestro.

El Partido Final

El sol comenzaba a esconderse detrás de las montañas, pero su luz seguía iluminando el campo de fútbol, donde el polvo se levantaba ligeramente con el viento. El estadio improvisado, rodeado por casas bajas y el bullicio de la gente del barrio, estaba completamente lleno. Gritos, aplausos y vítores resonaban por todas partes. Este no era un partido cualquiera; era el partido final del torneo del barrio, el evento más importante para todos aquellos que amaban el fútbol en este rincón de la ciudad.

Daiki Kamiyama y Bachira Meguru, compañeros inseparables, se encontraban en el centro del campo, listos para enfrentar el mayor desafío de sus vidas. Enfrente, los jugadores de "Los Dragones Negros" se alineaban con un aire de confianza y seriedad. El capitán del equipo rival, Ryo Kanzaki, destacaba por su imponente presencia. Alto, musculoso y con un enfoque implacable, se veía como el líder natural de su equipo.

Los Dragones Negros no eran solo conocidos por su físico imponente, sino también por su estrategia de juego ferozmente disciplinada. Habían dominado el torneo sin perder un solo partido, y su victoria parecía casi inevitable. Pero Daiki no estaba dispuesto a rendirse, y Bachira tampoco. Para ellos, cada partido era una oportunidad para desafiar sus propios límites, para demostrar que su habilidad era única, algo que los rivales aún no comprendían.

El árbitro sopló el silbato, y el partido comenzó. Los dos equipos se lanzaron al campo con energía y agresividad. Desde el principio, Los Dragones Negros demostraron su poderío físico. Ryo Kanzaki, con su gran capacidad de recuperación y lectura del juego, presionaba a Daiki en cada jugada. Era como si cada pase, cada movimiento de Daiki, fuera anticipado por él. Pero Daiki estaba decidido a no dejarse intimidar.

En los primeros minutos, Daiki tuvo algunas dificultades. Su equipo, aunque ágil y creativo, no podía encontrar un camino claro debido a la presión constante del equipo rival. Sin embargo, en el minuto 5, Daiki logró sortear la presión de un defensor con un regate rápido y preciso, lanzándose hacia el centro del campo. En ese momento, Bachira hizo su aparición, corriendo por la banda derecha con su estilo único, sus pasos erráticos pero efectivos. Daiki le pasó el balón, y Bachira, con su sonrisa en el rostro, hizo una finta y pasó entre dos defensores, logrando llegar hasta la línea de fondo.

Con un toque ligero, Bachira centró el balón al corazón del área, donde Daiki se encontraba, esperando el pase. Sin dudarlo, Daiki saltó al mismo tiempo que un defensor rival, conectando el balón con la cabeza. El gol fue directo y preciso, cruzando la línea de meta antes de que el portero tuviera oportunidad de reaccionar.

—¡Gol! —gritaron los seguidores del equipo mientras la multitud explotaba en vítores.

El marcador se ponía 1-0 a favor del equipo de Daiki, y una sonrisa satisfecha apareció en su rostro. La jugada había sido precisa, y la conexión con Bachira era cada vez más fuerte.

Sin embargo, Los Dragones Negros no tardaron en responder. En el minuto 12, Ryo Kanzaki demostró por qué era considerado uno de los jugadores más completos del torneo. Desde el mediocampo, interceptó un pase que Daiki había intentado realizar a Bachira y comenzó un contragolpe vertiginoso. Con su habilidad para leer el juego y su físico imponente, Ryo cruzó el campo con velocidad y determinación.

Su primera jugada fue un pase filtrado a uno de sus delanteros, quien lo devolvió a Ryo, quien, sin pensarlo, disparó a portería desde fuera del área. El portero de Daiki logró desviarlo, pero el rebote cayó justo en los pies de un delantero rival, quien no dudó en aprovechar la oportunidad. El balón entró al fondo de la red, empatando el partido 1-1.

—¡Vaya gol! —dijo Bachira, mientras lanzaba una mirada de desafío hacia Daiki—. Este será un buen partido.

Daiki asintió, sin perder su concentración. Sabía que este no era un simple empate, era una invitación a mostrar lo mejor de sí mismo.

A medida que avanzaba el primer tiempo, el partido se convirtió en una verdadera batalla estratégica. Daiki, con su estilo dinámico y rápido, intentaba salir del control de Ryo, pero el capitán rival parecía tener la capacidad de anticiparse a cada jugada. Cada vez que Daiki intentaba hacer una jugada rápida, Ryo estaba allí, presionando, esperando para interceptar.

—Eres bueno, Kamiyama —dijo Ryo, con una sonrisa desafiante mientras le robaba el balón. Daiki frunció el ceño, dispuesto a no ceder.

—Eso está por verse, Kanzaki —respondió, mientras comenzaba a recuperar el balón con una presión feroz.

Era como si ambos jugadores se retaran mutuamente a ser mejores. La rivalidad entre ellos estaba en su punto máximo. Daiki se lanzó a recuperar cada balón, y Ryo respondía con la misma intensidad.

El partido continuó en un ritmo frenético. El desgaste físico comenzaba a notarse en ambos equipos. Los Dragones Negros seguían presionando, buscando otro gol, mientras que el equipo de Daiki luchaba por mantener el balón y crear más oportunidades. Fue en el minuto 30 cuando, después de una serie de pases rápidos entre Bachira, Daiki y sus compañeros, Daiki vio la oportunidad.

Con un toque sutil, Daiki cambió de dirección y, con un movimiento brillante, superó a tres defensores rivales. El estadio parecía detenerse por un segundo, mientras Daiki, en el borde del área, se preparaba para lanzar. Pero en lugar de disparar directamente, hizo una pequeña finta y, con un giro inesperado, pasó el balón a Bachira. Sin pensarlo, Bachira controló el balón con un toque perfecto y lo centró a Daiki nuevamente, quien, esta vez, no dudó en disparar de primera. El balón voló hacia el ángulo superior derecho, haciendo que el portero rival apenas pudiera rozarlo.

—¡Golazo! —gritaron los espectadores, mientras el marcador se ponía 2-1 a favor de Daiki.

Con el marcador a favor, los Dragones Negros redoblaron sus esfuerzos, presionando sin descanso. En el minuto 38, Ryo lanzó un último ataque desesperado. Con el balón controlado, avanzó rápidamente hacia el área, esquivando a un defensor. Daiki, al ver la amenaza, corrió hacia él para interceptar, pero Ryo, con su visión de juego, pasó el balón a su compañero que se encontraba libre en el área.

El delantero de Los Dragones Negros disparó, pero en el último segundo, Daiki logró bloquear el disparo con una intervención increíble. El estadio enmudeció por un segundo, antes de estallar en vítores. Daiki, exhausto, sonrió al darse cuenta de que había salvado a su equipo en el momento más crítico.

Con solo unos minutos restantes, el árbitro sopló su silbato, poniendo fin al partido. El marcador permaneció 2-1 a favor del equipo de Daiki. El campo estalló en celebraciones, con los jugadores corriendo a abrazarse entre ellos. Daiki y Bachira se abrazaron fuertemente, compartiendo una sonrisa de triunfo.

—¡Lo logramos! —exclamó Bachira, saltando de alegría.

—Sí, pero esto es solo el comienzo —respondió Daiki, mirando a los ojos a Bachira, sabiendo que su vínculo se había vuelto aún más fuerte.

Ryo se acercó, con una mirada de respeto en su rostro.

—Fue un buen partido, Kamiyama. Los Dragones Negros reconocerán tu habilidad. Nos veremos de nuevo, no tengo duda de eso.

Daiki asintió, sintiendo que este había sido el primer paso en su camino hacia algo mucho más grande. Este partido había sido solo el comienzo, pero lo que estaba por venir sería aún más desafiante.

La decisión de Bachira: El momento crucial

Después del silbato final, el ambiente en el campo de fútbol era una mezcla de alegría y agotamiento. Los jugadores de ambos equipos se dispersaron por el campo, algunos celebrando, otros desmoronados por la derrota. Sin embargo, había algo más en el aire, algo que no se podía ignorar. Los espectadores, al igual que los jugadores, sabían que lo que acababa de ocurrir en ese partido no era solo un triunfo en un torneo del barrio. Había algo más grande en juego, algo que trascendía lo físico y lo mental. Era la chispa de una conexión única que estaba a punto de dar un giro inesperado.

Daiki Kamiyama y Bachira Meguru se quedaron unos momentos en el centro del campo, observando a sus compañeros festejar a lo lejos. Aunque la victoria era algo por lo que celebrar, ambos sabían que lo que acababan de vivir era solo el comienzo de una historia más grande. Bachira, en particular, no podía dejar de pensar en la jugada final, en el juego que había hecho Daiki, y en cómo esa conexión con él lo había impulsado más allá de sus propios límites.

Bachira se sentó en el césped, sin apartar la vista de Daiki, quien estaba rodeado de su equipo, disfrutando de las felicitaciones. Pero, en lugar de unirse a ellos de inmediato, Bachira se quedó allí, pensativo, como si el mundo entero se hubiera detenido por un momento. La sonrisa que siempre tenía en su rostro se desvaneció poco a poco, sustituida por una expresión de profunda reflexión.

"Ese gol... esa jugada… esa intensidad. No he visto nada igual en mucho tiempo."

Bachira no podía quitarse de la cabeza la manera en que Daiki había jugado. Había algo en él, algo en su estilo que resonaba profundamente dentro de Bachira. En su vida, Bachira había estado buscando a alguien como Daiki, alguien con quien pudiera conectarse, alguien que compartiera su hambre de fútbol, su deseo de superar todos los límites. Durante todo el torneo, Bachira había estado buscando un compañero de juego con el que pudiera fusionarse, alguien que pudiera desafiarlo a ser mejor. Ahora, al ver la manera en que Daiki se movía, cómo tomaba decisiones rápidas y cómo no temía arriesgarse, Bachira sintió que había encontrado a esa persona.

Cuando finalmente se acercó a Daiki, quien todavía estaba siendo abrazado por su equipo, Bachira no pudo evitar sonreír de nuevo, pero esta vez con una mirada diferente. Daiki se dio cuenta de que algo estaba pasando, y su expresión pasó de la alegría del triunfo a una curiosidad genuina.

—Eh, Bachira, ¿qué pasa? —preguntó Daiki, notando que su amigo parecía estar un poco distraído.

Bachira se detuvo un instante y, con una mirada que parecía penetrar en el alma de Daiki, soltó una risa suave.

—Nada… es solo que… ¡Eres increíble, Kamiyama! De verdad, ¡nunca había visto algo así! —dijo, su tono lleno de emoción, como si estuviera viendo algo que no podía creer.

Daiki se rió levemente, rascándose la cabeza, algo avergonzado por el elogio. Pero Bachira no estaba interesado en la modestia de Daiki. Sabía que lo que acababa de ver no era algo común.

—No es solo lo que hiciste en el campo… —dijo Bachira, mientras caminaba alrededor de Daiki, observándolo con una nueva perspectiva—. Es cómo piensas. Es como si estuvieras siempre un paso adelante, anticipando lo que va a pasar. Y tus movimientos… Es como si tuvieras un "monstruo" dentro de ti, uno que está esperando salir.

daiki frunció el ceño sin entender

—¿Un monstruo? No estoy seguro de entender lo que quieres decir…

Bachira se detuvo frente a él, su rostro iluminado por una luz especial, casi como si hubiera hecho una revelación trascendental.

—Sí, un monstruo. —dijo Bachira con firmeza—. Un monstruo que tiene hambre de ganar, que no tiene miedo de tomar riesgos, que se arriesga a lo grande. Lo vi en ti hoy. Y… creo que he encontrado a la persona con la que siempre he querido jugar.

Daiki se quedó en silencio, sintiendo una extraña presión en el pecho. No estaba acostumbrado a que alguien hablara así de él, pero al mismo tiempo, algo en sus palabras resonaba dentro de él. No era solo que Bachira lo admirara por su habilidad, sino que veía algo más profundo, algo que Daiki apenas empezaba a comprender.

Bachira, al ver la duda en los ojos de Daiki, sonrió aún más ampliamente.

—Lo que quiero decir, Kamiyama, es que he estado buscando a alguien como tú. Un jugador que no tenga miedo de desafiarse, de explorar sus límites, de no seguir las reglas preestablecidas. Un jugador que juegue con su corazón, con pasión, con todo su ser. Y, si me lo permites, quiero que juguemos juntos, que formemos un equipo.

La oferta de Bachira: Una propuesta única

Daiki, que había estado pensando en todo lo que había sucedido, en el torneo, en su victoria, en el partido que acababa de jugar, finalmente miró a Bachira, con una ligera sonrisa en su rostro.

—¿Un equipo? —repitió, como si la idea le costara encajar—. Pero… ¿por qué?

Bachira dio un paso adelante, colocando una mano en el hombro de Daiki, como si estuviera sellando una promesa.

—Porque, Kamiyama, siento que juntos podemos crear algo increíble. Tú eres el "monstruo" que he estado buscando, y yo… soy el tipo que va a acompañarte a cada paso. ¡Vamos a romperla! Juntos, seremos imparables. Con tus habilidades, tu creatividad y mi estilo impredecible, vamos a hacer historia.

Daiki miró a Bachira por un largo momento. No sabía si Bachira hablaba en serio o si estaba bromeando, pero algo en su mirada, en la forma en que le hablaba, le decía que no estaba jugando. La pasión en su voz era contagiosa, y Daiki, sintiendo un vínculo con él más fuerte que cualquier rivalidad, asintió lentamente.

—De acuerdo… Bachira. ¡Hagámoslo! —dijo Daiki con determinación.

Bachira saltó de alegría, casi como si hubiera ganado el campeonato, y la multitud que comenzaba a retirarse no pudo evitar escuchar su entusiasmo.

—¡Sí, Kamiyama! ¡Juntos, nada nos detendrá!

Así, en ese momento crucial, Bachira tomó una decisión que cambiaría el rumbo de su vida. No solo había encontrado a alguien con quien compartir su amor por el fútbol, sino que había encontrado a alguien con quien realmente sentía que podría llevar sus habilidades y su pasión al siguiente nivel. Juntos, Daiki y Bachira formarían un equipo imparable, un equipo capaz de superar cualquier obstáculo que el destino les pusiera en el camino.