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Chapter 7 - Capitulo 6: Forjando el Vínculo Perfecto

El sol comenzaba a elevarse lentamente, pintando el cielo con tonos dorados y anaranjados mientras el aire fresco de la mañana acariciaba el rostro de Daiki Kamiyama. La sensación de ese aire limpio y renovador se sentía especialmente intensa en sus pulmones. Había algo mágico en esos momentos previos al inicio de un nuevo día, cuando el mundo aún parecía tranquilo, como si estuviera esperando el primer paso de los jugadores para que el caos comenzara. En ese campo de fútbol, todo se sentía distinto: el verde vibrante del césped, el sonido suave de los pájaros al fondo y la sensación de que ese lugar sería testigo de algo importante en su vida.

Daiki llegó temprano, como siempre. Colocó su balón sobre el césped y empezó a hacer algunos ejercicios de estiramiento. Tenía la cabeza llena de pensamientos, pero había algo que lo motivaba más que cualquier otra cosa: el deseo de mejorar, de ser mejor, no solo para él, sino también para su equipo y, especialmente, para su amigo Bachira.

A pesar de su corta edad, sabía que había logrado algo grande en el torneo del barrio, pero no podía quedarse ahí. Los que lo rodeaban, especialmente Bachira, siempre lo empujaban a ser más, a dar lo mejor de sí mismo. Y, a pesar de haber ganado el torneo, había algo en él que sentía que aún no había alcanzado su máximo potencial. La satisfacción de la victoria aún estaba fresca, pero no quería conformarse con eso.

Poco después, una risa estridente interrumpió sus pensamientos y lo hizo voltear hacia el otro lado del campo. Allí, corriendo hacia él con una energía inconfundible, estaba Bachira Meguru. Su cabello largo, con la mezcla de negro y amarillo, se movía con cada zancada que daba. El chico, con su sonrisa despreocupada, parecía estar en su elemento, siempre lleno de entusiasmo.

—¡Daiki! —gritó Bachira, agitando su brazo en el aire como si fuera una bandera. Su risa se escuchaba claramente a pesar de la distancia—. ¡Pensé que iba a llegar primero, pero parece que ya estás aquí!

Daiki le devolvió la sonrisa, sin perder su concentración. Había algo en la forma en que Bachira se movía, una energía contagiosa que siempre lograba ponerle una sonrisa en el rostro. En su vida, había pocas personas como él: totalmente impredecible, espontáneo, y con una actitud tan positiva que hacía que todo a su alrededor se sintiera ligero.

—Llegar temprano no tiene nada que ver con ser un robot, Bachira. Solo es que quiero aprovechar el tiempo —respondió Daiki, ajustándose la toalla que llevaba colgada en el cuello.

Bachira se detuvo justo frente a él, saltando un poco como si la emoción del entrenamiento fuera más grande que cualquier otra cosa. Su cara mostraba una chispa de locura que Daiki ya conocía. Era la misma mirada que tenía cuando estaba a punto de comenzar un nuevo desafío, cuando la idea de crear algo fuera de lo común brillaba en sus ojos.

—Trabajar está bien, pero recuerda, Daiki, que el fútbol también tiene que ser divertido —le dijo Bachira, haciendo una pirueta para enfatizar su punto—. ¡Si no te diviertes, no puedes encontrar a tu monstruo!

Daiki frunció el ceño, confundido pero intrigado por las palabras de su amigo.

—¿Monstruo? —preguntó, curioso.

Bachira se detuvo en seco, levantando un dedo de forma dramática, como si fuera a contarle un secreto importante.

—Sí, tu monstruo —respondió Bachira, con una expresión misteriosa—. Todos los grandes jugadores tienen uno dentro de ellos. Ese algo que los empuja a ser únicos. Yo tengo uno, y siempre me dice qué hacer en el campo. Siempre me da una idea de lo que debo hacer para hacer algo increíble.

Daiki lo miró pensativo. ¿Un monstruo? Nunca había oído hablar de algo así. Pero había algo en las palabras de Bachira que le hacía pensar que podría ser cierto, que tal vez había algo dentro de él que todavía no había descubierto, algo que aún no había dejado salir.

—¿Y cómo se supone que voy a encontrar el mío? —preguntó Daiki, un poco escéptico.

Bachira sonrió de oreja a oreja y dio un salto hacia atrás, colocando una mano en el aire como si estuviera a punto de iniciar un espectáculo.

—¡Entrenando conmigo! —gritó con entusiasmo—. ¡Es la única forma de encontrarlo!

Daiki, aunque algo incrédulo, no pudo evitar sonreír. Si había algo que tenía claro, era que Bachira siempre encontraba formas de hacer que todo pareciera divertido. Y si eso significaba descubrir su "monstruo", estaba dispuesto a intentarlo.

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El primer paso: Dominando los pases

El entrenamiento comenzó en serio con un ejercicio de pases. Algo tan básico, tan fundamental, que en muchas ocasiones los jugadores lo daban por sentado. Sin embargo, Daiki y Bachira sabían que, para convertirse en un verdadero dúo imparable, tenían que perfeccionar incluso los aspectos más simples del juego.

Bachira comenzó lanzando pases cortos a Daiki, que respondía con la misma intensidad, devolviendo el balón con precisión y rapidez. Los dos estaban conectados de una manera que ni siquiera ellos podían entender completamente. La sincronización era clave. En sus primeras repeticiones, las jugadas fluían sin esfuerzo, pero pronto Bachira aumentó la velocidad, desafiando a Daiki a estar siempre un paso adelante.

—Más rápido, Daiki —dijo Bachira con entusiasmo, mientras sus pies movían el balón con una rapidez asombrosa.

Daiki ajustó su postura y sus movimientos, forzando su cuerpo a adaptarse al ritmo de Bachira. El sonido de sus zapatos contra el césped y el rechinar de la pelota contra las botas llenaban el aire. Había algo especial en ese momento, como si estuvieran creando algo único, cada pase una conversación silenciosa, una sincronización natural que no requería palabras.

Después de varios minutos de trabajo, Bachira decidió cambiar el ejercicio para desafiar aún más a Daiki.

—Ahora, pásamelo al espacio —ordenó, haciendo un gesto con la mano para indicar que se movía por el campo de un lado a otro.

Daiki ajustó su técnica y comenzó a anticipar los movimientos de Bachira, enviando pases al espacio abierto, no solo al punto donde se encontraba Bachira en ese momento. Aunque al principio hubo algunos errores, con el tiempo fueron perfeccionando la técnica. El balón volaba por el aire, y cada pase era más preciso que el anterior.

—¡Eso es! —exclamó Bachira, atrapando uno de los pases con una mano y girando hacia una portería imaginaria, como si ya estuviera jugando en un partido real—. ¡Estamos sincronizados!

Daiki sonrió, notando que cada vez se sentía más cómodo con las ideas que Bachira proponía. A veces era impredecible, a veces caótico, pero siempre genuino. Y eso le daba la confianza para seguir adelante.

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Creando una jugada única: El "Remolino Caótico"

Tras mejorar la precisión de sus pases, Bachira sugirió que intentaran algo más arriesgado: crear una jugada que pudieran usar para desestabilizar a cualquier defensa. En sus mentes, ya podían visualizar cómo algo tan sencillo como el movimiento podía cambiar por completo la dinámica de un partido.

—Daiki, ¿alguna vez has visto cómo se mueve un remolino? —preguntó Bachira, mientras giraba sobre sí mismo como si estuviera imitando uno, sus brazos extendidos y la cabeza inclinada hacia un lado.

—¿Qué clase de pregunta es esa? —respondió Daiki, con una ceja levantada en señal de confusión.

—Piensa en esto: si nos movemos como un remolino en el campo, confundiremos a los defensores. Tú driblas hacia un lado, yo hacia el otro, y nos cruzamos en el momento justo para romper su formación —explicó Bachira, con su voz llena de entusiasmo.

Daiki, aunque escéptico al principio, decidió que era una idea lo suficientemente interesante como para probarla. Después de todo, Bachira siempre había sorprendido con sus ideas impredecibles.

El primer intento fue un desastre total. Bachira perdió el balón al intentar un drible complicado y Daiki no llegó a tiempo para cubrirlo.

—Creo que necesitamos más práctica —dijo Bachira, riendo mientras recogía el balón.

Pero no se dieron por vencidos. Una y otra vez, intentaron coordinar sus movimientos, ajustando sus tiempos y posiciones. Bachira atraía a los defensores con su estilo impredecible y Daiki se deslizaba entre ellos con la precisión que lo caracterizaba. Después de varios intentos, lograron ejecutar la jugada de forma efectiva: Bachira atrajo a tres defensores hacia él, luego giró rápidamente y le pasó el balón a Daiki, quien aprovechó el espacio para avanzar y disparar con precisión hacia la portería.

—¡Lo logramos! —gritó Bachira, saltando

Trabajando bajo presión: La prueba con defensores

Para llevar su entrenamiento al siguiente nivel, Daiki y Bachira decidieron invitar a algunos chicos del barrio para que actuaran como defensores. Aunque no eran tan experimentados como ellos, los jóvenes tenían energía de sobra y estaban ansiosos por probar sus habilidades. Daiki y Bachira sabían que enfrentarse a defensores reales les permitiría mejorar en situaciones de presión, donde la creatividad y la rapidez se volvían esenciales.

Los chicos del barrio, que generalmente jugaban en equipos de poca categoría, estaban emocionados por el desafío. Algunos de ellos sonrieron con una actitud confiada, cruzando los brazos mientras observaban a Daiki y Bachira con determinación.

—¿Creen que pueden pasar por aquí? —dijo uno de los defensores, mirando a Daiki y a Bachira con una mezcla de desafío y picardía. Sus ojos brillaban con la emoción de la competencia.

Daiki y Bachira se miraron con complicidad. Sabían que este sería un buen desafío para afinar su sincronización y habilidad, pero también sabían que tendrían que estar en su mejor nivel. No podían subestimarlos solo porque no eran tan experimentados. En un partido real, cualquier error podía ser fatal, y ellos tenían que estar preparados para todo.

—Vamos a darles un espectáculo —dijo Bachira con una sonrisa juguetona, mientras se colocaba en su posición.

El primer intento fue complicado. Bachira intentó driblar hacia la portería con un movimiento fluido, pero los defensores estaban más concentrados en anticipar sus movimientos de lo que pensaba. Justo cuando Bachira intentaba hacer un regate hacia la derecha, uno de los defensores interceptó el balón con gran precisión.

—¡Eso fue impresionante! —comentó Daiki, admirando la habilidad de su oponente, pero sabiendo que tendrían que mejorar si querían lograr su objetivo.

En el siguiente intento, Daiki decidió cambiar su enfoque. En lugar de dejar que Bachira fuera el centro de atención, se adelantó con más fuerza, buscando el espacio entre los defensores. Bachira, siguiendo el ritmo de Daiki, comenzó a moverse de manera más impredecible, girando y cambiando de dirección en medio de su dribbling. Juntos, lograron confundir a los defensores, abriendo un hueco por donde Daiki pudo pasar el balón. Sin embargo, el pase fue demasiado largo, y el defensor interceptó nuevamente.

—Tenemos que ser más rápidos —dijo Daiki, ajustando su posición y mirando a Bachira con determinación—. Si no somos impredecibles en cada movimiento, nunca los superaremos.

—¡Tienes razón! —respondió Bachira, claramente motivado por el desafío. —Ahora sí que no me van a pillar.

Con su energía renovada, los dos comenzaron a perfeccionar sus movimientos, ajustando su ritmo y anticipando lo que el otro haría. Bachira se desplazaba con su característico estilo errático, mientras Daiki se mantenía calmado, observando el campo y buscando el momento exacto para intervenir. Poco a poco, la coordinación entre ellos fue mejorando, y finalmente, en un movimiento fluido, Bachira atrajo a tres defensores hacia él antes de girar y pasar el balón perfectamente a Daiki, quien aprovechó el espacio para avanzar y disparar hacia la portería.

La pelota cruzó la línea de meta sin que los defensores pudieran reaccionar a tiempo. Bachira lanzó un grito de alegría mientras Daiki, con una sonrisa tranquila pero satisfecha, levantaba los brazos en señal de victoria.

Los defensores, aunque derrotados, no pudieron evitar aplaudir la jugada. Había sido una combinación de astucia y trabajo en equipo que logró burlar incluso a jugadores con más experiencia.

—¡Eso fue impresionante! —dijo uno de los chicos del barrio, sonriendo mientras le chocaba la mano a Daiki—. ¡Nunca había visto una jugada tan bien sincronizada!

—¡Gracias! —respondió Daiki, su respiración agitada pero feliz—. Pero todavía tenemos mucho por mejorar. Este es solo el comienzo.

Bachira se acercó y le dio una palmada en la espalda a Daiki.

—¿Ves lo que pasa cuando confiamos en nuestro monstruo? —dijo con una sonrisa—. ¡Tenemos algo increíble entre manos!

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Reflexión bajo el cielo estrellado

El sol se había puesto por completo, tiñendo el cielo con un profundo azul oscuro. Las luces del campo de fútbol ya estaban encendidas, pero aún había una sensación de calma en el aire. Daiki y Bachira, agotados por el intenso entrenamiento, se sentaron bajo un árbol cercano, disfrutando de la tranquilidad que solo podía ofrecer el final de un día lleno de esfuerzo y superación.

—Vaya, hoy ha sido un día largo —dijo Daiki, mirando al cielo estrellado. Su respiración era lenta, pero su mente estaba clara, llena de pensamientos sobre todo lo que había sucedido.

Bachira, sin embargo, parecía más enérgico que nunca. Aunque también estaba agotado, sus ojos brillaban con la emoción de haber logrado algo nuevo, de haber dado un paso más hacia su objetivo. Se recostó en el césped, mirando las estrellas.

—¿Sabes, Daiki? —dijo Bachira, rompiendo el silencio—. A veces me pregunto por qué jugamos al fútbol.

Daiki lo miró con curiosidad. No era la primera vez que Bachira soltaba una de esas preguntas filosóficas en medio de una conversación, pero esta vez parecía diferente. Había algo en su tono que lo hacía más reflexivo.

—¿Por qué lo hacemos? —preguntó Daiki, pensativo.

Bachira sonrió de manera tranquila, casi como si estuviera revelando un secreto profundo. Levantó una mano hacia el cielo, señalando las estrellas que brillaban con fuerza.

—Para mí, el fútbol es más que solo ganar o ser el mejor —dijo Bachira—. Es una forma de expresarme, de mostrarle al mundo quién soy realmente. Es como si tuviera un monstruo dentro de mí, un monstruo que me empuja a hacer cosas que nunca creí posibles. Y cuando estoy en el campo, puedo sentirlo. Me dice qué hacer. Me dice cómo romper los límites.

Daiki lo observó en silencio, asimilando sus palabras. Había algo en la forma en que Bachira hablaba que lo hacía pensar que, quizás, también había algo dentro de él que lo impulsaba. Algo más grande que simplemente ganar un partido o conseguir un gol. Algo más profundo, más personal.

—Creo que entiendo lo que dices —respondió Daiki lentamente—. Yo también siento que algo dentro de mí me empuja, me dice que no me detenga. Que siempre busque más. Que nunca me conforme.

Bachira se giró hacia él, su rostro iluminado por una sonrisa amplia.

—¡Eso es, Daiki! —exclamó—. Entonces somos iguales. Si seguimos trabajando juntos, si seguimos entrenando con todo lo que tenemos, nadie podrá detenernos. Nuestros monstruos se harán más fuertes y, algún día, el mundo conocerá nuestra historia.

Daiki asintió, una sensación cálida de determinación llenando su pecho. No importaba lo que sucediera, él estaba dispuesto a seguir adelante. Con Bachira a su lado, sentía que cualquier obstáculo en el camino podría ser superado.

—Tienes razón —dijo Daiki, con una sonrisa segura en su rostro—. Vamos a seguir adelante. Este es solo el comienzo.

Bachira se levantó, extendiendo una mano hacia él. Daiki la tomó con firmeza.

—¡Por supuesto! —respondió Bachira—. ¡Vamos a cambiar el mundo!

Ambos miraron al cielo estrellado una vez más, con la sensación de que, juntos, estaban destinados a algo grande. Algo mucho más grande que solo un juego.

Nose si les gusta este modo de por ahí poner subtitulos para cada ocasión, si es que no les gusta háganlo saber pls🐓