Capítulo 4 : La Prueba del Talento y el Límite
El amanecer se filtraba tenuemente entre las nubes cuando Daiki Kamiyama, un joven de apenas 5 años, cruzó el umbral del campo de entrenamiento. El césped estaba cubierto de rocío, y el aire frío de la mañana mordía su piel, pero nada de eso importaba. Desde aquel día en el que el entrenador Takumi había puesto en duda su verdadero potencial, una chispa había despertado dentro de él, una que no había sentido desde que renació en este mundo.
El campo estaba desierto, salvo por la imponente figura de Takumi, quien esperaba en silencio con una libreta y un balón bajo el brazo. Sin perder tiempo, el entrenador lo miró con esos ojos que siempre parecían ver más allá de lo evidente.
—Llegas a tiempo. Bien, Kamiyama, hoy vamos a averiguar cuántos vales realmente.
Daiki ascendió, tragándose el nudo en la garganta. Su mente estaba clara: no fallaría, no esta vez.
El comienzo del desafío
—Primero, un calentamiento básico. Tres vueltas completas al campo. —Takumi marcó la orden con un simple gesto.
Daiki comenzó a correr, sintiendo cómo el frío cedía ante el calor que generaba su cuerpo. A pesar de ser solo el calentamiento, Takumi lo observaba con atención, tomando notas.
Cuando Daiki reunió las vueltas, respirando profundamente, Takumi lanzó el balón hacia él.
—Vamos a empezar con lo esencial: resistencia.
Prueba de resistencia
Takumi señaló los límites del campo.
—Diez idas y vueltas, sin detenerte. Tienes cuatro minutos para completarlas.
Daiki arqueó una ceja. No era correr solo; Era una prueba contra el tiempo.
—Y si no lo logro? —preguntó, con un tono desafiante.
—Entonces vuelves a empezar hasta que lo consigas.
Daiki respiró hondo y arrancó. Las primeras vueltas fueron sencillas; sus piernas obedecían sin problema. Pero para la sexta ida, sus pulmones ardían, y cada paso se sentía como si tuviera un peso extra amarrado a sus tobillos.
Cuando llegó al décimo recorrido, el cronómetro de Takumi marcaba cuatro minutos y cinco segundos.
—Cinco segundos tarde. Hazlo de nuevo.
Daiki, con las manos apoyadas en las rodillas, quiso protestar, pero se mordió la lengua. En lugar de discutir, volvió a la línea de partida. Esta vez, sus piernas temblaban al llegar al último tramo, pero apretaron los dientes y empujó con todas sus fuerzas.
—Tres minutos y cincuenta y nueve segundos. Mejor. Pero no es perfecto.
El comentario seco de Takumi lo hizo apretar los puños, pero en el fondo sabía que el entrenador tenía razón.
Control de baja presión
El siguiente ejercicio no fue más fácil. Takumi lanzó el balón hacia él.
—Ahora quiero que mantengas este balón en el aire durante tres minutos. No importa cómo, pero no debe tocar el suelo.
Daiki atrapó el balón con el pie derecho y comenzó a hacer malabares. Durante el primer minuto, todo iba bien, pero para el segundo, la agotación empezó a pasarle factura. Su pierna se movía con menos precisión, y en el minuto dos con veinte segundos, el balón cayó.
—Otra vez.
Daiki volvió a intentarlo, y el balón cayó nuevamente antes de llegar al tiempo estipulado. Frustrado, golpeó el césped con el puño.
—¡No puedo más!
Takumi lo miró con calma, cruzando los brazos.
—Eso es todo lo que tienes? Si quieres ser el mejor, Kamiyama, necesitas más que talento. Necesitas disciplina. Ahora, levántate y hazlo de nuevo.
Daiki apretó los dientes y se levantó. Esta vez, no dejó que el cansancio lo venciera. Con cada toque, grababa las palabras de Takumi. Cuando finalmente completó los tres minutos, sintió un alivio indescriptible.
—Bien, mejor. Pero todavía falta mucho.
Circuito de precisión
El último desafío del día era un circuito de conos. Takumi lo preparó rápidamente mientras Daiki intentaba recuperar el aliento.
—Tu meta es simple. Dribla entre los conos sin perder el control del balón. Tiempo límite: un minuto.
Daiki comenzó, moviéndose con rapidez. Al principio, el circuito parecía fácil, pero los conos estaban estratégicamente colocados para obligarlo a girar y frenar constantemente. En uno de los giros, perdió el balón y tuvo que retroceder.
—Un minuto y veinte segundos. Inténtalo de nuevo.
La segunda vez fue mejor. Aprendió a calcular sus movimientos con más precisión, y aunque todavía perdió el balón una vez, logró completar el circuito en un minuto exacto.
—Suficiente por hoy —dijo Takumi finalmente, cerrando su libreta—. Tienes talento, Kamiyama, pero el talento por sí solo no te llevará lejos. El trabajo duro es lo único que importa.
Un momento de introspección
Esa noche, Daiki no podía dormir. Las palabras de Takumi resonaban en su mente. Sabía que el entrenador tenía razón, pero también sentía que algo dentro de él estaba cambiando. Había algo liberador en empujar sus límites, en sentir que cada gota de sudor lo acercaba a su sueño.
Esa noche tomó una decisión. No solo entrenaría para ser bueno. Entrenaría para ser el mejor.
Siguientes días de evolución
Durante las semanas, Daiki se volcó completamente en su entrenamiento. Cada día, sus tiempos mejoraban, y su control del balón se volvía más preciso. Incluso empezó a quedarse después de los entrenamientos para practicar tiros al arco y perfeccionar sus amagues.
Una tarde, mientras trabajaba en un nuevo movimiento, Takumi se le acercó.
—Veo que estás empezando a encontrar tu estilo. Pero aún te falta algo.
— ¿Qué me falta? —preguntó Daiki, sosteniendo el balón con el pie.
—Una firma. Una jugada que sea tu sello personal, algo que los rivales no pueden predecir.
Ese comentario quedó grabado en la mente de Daiki. Esa noche, mientras practicaba solo, comenzó a experimentar con tiros curvados y fintas inesperadas. Pasaron horas antes de que finalmente lograra un tiro que dejó al balón girando en el aire antes de entrar en la esquina del arco.
Con una sonrisa cansada, murmuró para sí mismo:
—Este es solo el comienzo.
El nacimiento de una leyenda
El entrenamiento había sido intenso, como siempre. Daiki estaba en el campo practicando tiros al arco cuando el entrenador Takumi se le acercó con una expresión seria.
—Kamiyama, quiero hablar contigo. —Su voz tenía un tono firme, de esos que siempre llamaban la atención de los jugadores.
Daiki se detuvo y secó el sudor de la frente.
—¿De qué se trata, entrenador?
Takumi cruzó los brazos.
—Conseguí un partido amistoso para este fin de semana contra el equipo de la Academia Shirogane. Quiero que lo tomes en serio.
El nombre de la Academia Shirogane no era desconocido para Daiki. Era una institución conocida por formar a algunos de los mejores talentos juveniles del país. Su equipo era famoso por su estilo agresivo y organizado.
—¿Por qué contra ellos? —preguntó Daiki, intrigado.
—Porque necesitas un desafío. Es hora de que encuentres tu firma, Kamiyama, esa jugada que te haga único. La necesitas si quieres llegar lejos en este deporte.
Daiki ascendiendo con determinación. Sabía que su entrenador tenía razón. Hasta ahora, se había apoyado en su talento natural, pero si quería destacar realmente, debía crear algo que lo diferenciara.
Durante los días previos al partido, Daiki entrenó con más intensidad que nunca. Practicó fintas, dribles y tiros, buscando algo que pudiera definirlo como jugador. Pero por más que lo intentaba, nada parecía lo suficientemente especial.
El día del partido llegó rápidamente. Mientras el autobús se acercaba al estadio, Daiki miraba por la ventana, perdido en sus pensamientos. "Hoy será diferente", se dijo a sí mismo. "Hoy demostraré quién soy."
Al llegar, Takumi reunió al equipo en el vestuario.
—Escuchen, chicos. Este partido no es solo para mostrar lo que hemos trabajado. Es para que cada uno de ustedes dé un paso más allá. Y tú, Kamiyama, este es tu momento. Encuentra tu firma.
Con esas palabras resonando en su mente, Daiki salió al campo, listo para enfrentar el desafío que lo esperaba.
El sol caía con fuerza sobre el campo de fútbol, iluminando a dos equipos formados por jóvenes apasionados. Entre ellos, Daiki Kamiyama se destacaba no solo por su destreza técnica, sino por la mirada intensa que reflejaba su determinación. Era un partido amistoso, pero para él, cada encuentro era una prueba de su habilidad.
El rival era un equipo conocido por su disciplina táctica y agresividad en el juego. Takumi, su entrenador, había dejado claro antes del partido:
—Hoy no se trata de ganar o perder. Se trata de encontrar tu firma. Esa jugada que te haga inolvidable en el campo.
Esas palabras habían estado resonando en su mente desde entonces. Mientras miraba a los rivales calentarse, su puño se cerró. Era el momento de demostrar quién era.
El comienzo del partido
El árbitro sopló el silbato, y el partido comenzó. Daiki, como siempre, estaba posicionado como mediapunta, el lugar donde podía dictar el ritmo del juego. Desde el inicio, el equipo rival presionó agresivamente, cortando pases y obligando a su equipo a retroceder.
El balón llegó a sus pies en el minuto 3, y Daiki, con un rápido giro, evitó al primer rival. Sus movimientos eran fluidos, pero no podía avanzar mucho antes de que otro defensor le cerrara el paso. Su pase terminó siendo interceptado, y el entrenador Takumi gritó desde la banda:
—¡Levanta la cabeza, Kamiyama! ¡No puedes hacerlo todo solo!
Daiki apretó los dientes y decidió corregir su error.
Un rival imponente
A medida que avanzaba el primer tiempo, Daiki se dio cuenta de que el capitán del equipo contrario, un chico llamado Shun, era su mayor obstáculo. Alto, fuerte y con una lectura del juego impecable, Shun parecía anticipar cada movimiento de Daiki.
En el minuto 12, Daiki intentó una amague para pasar a Shun, pero este lo detuvo con un elegante robo de balón.
—Eso es todo lo que tienes? —se burló Shun, devolviendo el balón a su equipo.
Daiki se levantó rápidamente, su mirada llena de determinación.
—Aún no he terminado contigo.
El momento de frustración
El primer tiempo terminó con un marcador de 1-0 a favor del equipo rival. En el vestuario, Takumi habló con firmeza:
—Kamiyama, estás jugando bien, pero sigues siendo predecible. Necesitas arriesgar más, ser impredecible. Busca tu firma, pero hazlo con cabeza.
Daiki, con la toalla sobre los hombros, se acercó en silencio. Las palabras del entrenador lo empujaron a intentarlo, pero aún no sabía cómo crear algo único.
El segundo tiempo: un destello de genialidad
El silbato sonó de nuevo, y Daiki salió al campo con energía renovada. Desde el inicio, su equipo mostró más agresividad, y en el minuto 48, Daiki tuvo una oportunidad de oro. Recibió el balón cerca del área rival, con dos defensores frente a él.
En lugar de un pase, algo dentro de él lo empujó a intentar algo nuevo. Con un toque sutil, giró sobre su eje y luego pisó el balón hacia atrás, dejando a un defensor fuera de lugar. Sin pensarlo demasiado, aceleró hacia la derecha, terminando con un disparo que obligó al otro defensor a lanzarse al suelo.
Con la portería libre, Daiki disparó con precisión hacia el ángulo superior izquierdo. El gol fue tan espectacular que incluso algunos de los rivales aplaudieron.
El enfrentamiento decisivo
El marcador ahora estaba empatado, y el equipo rival no tardó en responder. En el minuto 62, Shun interceptó un pase en el mediocampo y comenzó un contragolpe. Daiki corrió hacia él, decidido a detenerlo.
Cuando Shun intentó superarlo, Daiki anticipó el movimiento y robó el balón con un elegante deslizamiento. Al levantarse, notó que varios jugadores rivales lo rodeaban.
"Es ahora o nunca", pensó.
Con movimientos rápidos y precisos, comenzó a driblar entre los defensores. Cada toque parecía un baile, cada finta un poema en movimiento. Llegó al borde del área, donde Shun lo esperaba, listo para cerrar cualquier intento.
Daiki recordó las palabras de Takumi: "Sé impredecible".
Con un toque ligero, pisó el balón y lo deslizó hacia su pie izquierdo, terminando un disparo. Shun se lanzó a bloquear, pero Daiki lo dejó atrás con un giro inesperado y disparó con su pie derecho. El balón entró al arco con fuerza, rebotando en el travesaño antes de cruzar la línea.
El estadio se enmudeció por un segundo antes de estallar en vítores.
El nacimiento de su firma
Mientras sus compañeros lo abrazaban, Daiki apenas podía procesar lo que acababa de hacer. Había creado algo único, algo que ni siquiera él entendía completamente.
Al final del partido, Takumi se le acercó, con una rara sonrisa en su rostro.
—Lo hiciste, Kamiyama. Hoy viste el nacimiento de tu firma. ¿Cómo lo llamarás?
Daiki, todavía jadeando, sonriendo.
—"La Danza del Eclipse".
Takumi ascendió.
—Es un buen nombre. Ahora, perfecciónalo.
Por si les interesa tengo un canal de Youtube que se llama TVW_FANFICS en el cuál estoy subiendo este fanfic.
Échenle un Vistazo 🐓