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Chapter 44 - Renacer de las Cenizas

La atmósfera era tensa en la Torre Titan. Slade había estado acechando, y Sholan, sabiendo que algo estaba por suceder, había permanecido cerca de los Titanes. Dick, ahora Nightwing, había tomado la iniciativa para liderar al equipo, pero Sholan sentía que algo no estaba bien.

Fue durante una de esas noches que Slade hizo su movimiento. Atacó en la oscuridad, directo a Sholan, separándolo del grupo con una explosión que destruyó parte de la Torre Titan.

Entre el humo y los escombros, Sholan se encontró frente a Slade, cuya precisión y ferocidad eran sobrehumanas.

—Un niño como tú no debería estar aquí —dijo Slade, apuntando a Sholan con una amenaza implícita.

Sholan no respondió con palabras. Con una mirada decidida, activó el Puño Fantasma del Fénix, envolviendo su mano en un aura etérea mientras esquivaba el primer ataque de Slade.

La batalla fue rápida y brutal. Slade era implacable, pero Sholan jugó con una estrategia clara: cada movimiento que realizaba buscaba preparar el golpe final.

Cuando Slade logró una abertura y hundió su espada en Sholan, una sonrisa ligera apareció en el rostro del joven.

—¿Qué...? —Slade murmuró, justo cuando un destello dorado cubrió a Sholan y este desapareció entre las sombras, aparentemente derrotado.

La Torre Titan estalló en una segunda explosión, y Slade salió con una mueca de satisfacción.

—Uno menos.

El ataque había sido solo una distracción. Mientras los Titanes intentaban reorganizarse tras la explosión, el Hermano Sangre y sus seguidores hicieron su movimiento. Con la ayuda de Terra, ahora plenamente alineada con Slade, capturaron a los Titanes y los llevaron a una base subterránea.

El Hermano Sangre, utilizando su maquinaria avanzada, comenzó a drenar la energía vital y habilidades de los Titanes. Incluso Nightwing, que había intentado infiltrarse para rescatar al equipo, cayó en su trampa.

Los héroes estaban al borde del colapso, incapaces de luchar.

—La Liga de la Justicia vendrá por ti —dijo Nightwing con un hilo de voz.

—No si yo absorbo primero sus poderes —respondió el Hermano Sangre con una sonrisa siniestra.

Fue en ese momento cuando un resplandor rojo y dorado iluminó la sala. Plumas incandescentes, como fragmentos de un ave mítica, atravesaron la maquinaria, destruyéndola en un instante y liberando a los Titanes de su prisión.

—¿Qué...? —exclamó el Hermano Sangre, girándose hacia la fuente del ataque.

Entre las llamas apareció Sholan, cubierto por el aura ardiente del Fénix.

—¿Me extrañaron? —preguntó Sholan con una leve sonrisa mientras caminaba hacia los Titanes.

Los héroes lo miraron con asombro. Habían pensado que estaba perdido, pero aquí estaba, vivo y más fuerte que nunca.

Slade, que había estado observando desde las sombras, aprovechó la oportunidad para atacar. Se lanzó hacia Sholan con toda su fuerza, pero antes de que pudiera llegar, un sonido desgarrador llenó la sala.

Sus brazos y piernas se quebraron simultáneamente, haciéndolo caer al suelo en un grito de agonía.

—¿Qué...? ¿Cómo...? —jadeó Slade.

—Cuando me atacaste en la Torre —dijo Sholan, acercándose con calma—, dejé un pequeño regalo. Rompí tus extremidades y usé mi Gran Sanación Divina para mantenerlas funcionales... hasta que decidieras levantar un arma contra mí de nuevo.

Slade intentó moverse, pero el dolor lo paralizó.

—Además —continuó Sholan—, el Puño Fantasma del Fénix no solo golpea el cuerpo. También marca el alma y confunde la mente. Te engañé desde el principio.

Con un gesto, Sholan lo dejó inconsciente y se volvió hacia los Titanes.

El Hermano Sangre, furioso, envió a sus seguidores hacia Sholan. Pero antes de que pudieran acercarse, una nube verde y corrosiva cubrió la sala. Era el Miasma de la Serpiente, debilitando y noqueando a los secuaces del villano.

—¿Todavía crees que un niño puede enfrentarle? —preguntó Robin, mirando a Sholan mientras este se dirigía al Hermano Sangre.

—Deberías huir mientras puedas, Sholan —dijo Raven, aún debilitada.

Sholan no respondió. Con un movimiento ágil, se paró frente al Hermano Sangre, quien lo miró con desprecio.

—¿Crees que puedes derrotarme? ¡Yo he absorbido el poder de todos los Titanes! —gritó el Hermano Sangre, lanzándose hacia él.

Sholan esquivó con facilidad, apareciendo detrás del villano en un instante. Antes de que el Hermano Sangre pudiera reaccionar, Sholan lo empujó hacia el suelo y, con un salto, se paró en su cabeza, inmovilizándolo por completo.

—¡Insolente! —gritó el Hermano Sangre, intentando liberarse.

Sholan bajó una mano, golpeándolo en el abdomen con una fuerza tan precisa que lo dobló sobre sí mismo, dejándolo sin aire.

—Tú solo eres la enfermedad —dijo Sholan—. Y yo... soy la cura.