La guerra no se detiene. En los últimos dos años, Sholan había viajado por los Nueve Reinos junto a Thor y su compañía, enfrentándose a criaturas míticas, guerreros poderosos y ejércitos oscuros que amenazaban la paz en el vasto dominio de Asgard. La batalla era constante, pero también lo era el crecimiento. Cada enfrentamiento le proporcionaba no solo experiencia, sino una consolidación de poder y habilidades que superaban su imaginación.
El aire fresco de Alfheim envolvía a Sholan mientras caminaba por la explanada del gran palacio de cristal, la luz de la aurora iluminando su rostro. Thor, siempre lleno de energía, estaba en su habitual estado de exuberancia, narrando con entusiasmo otra victoria reciente en una batalla contra los elfos oscuros. Sin embargo, Sholan se mantenía callado, observando el horizonte, sintiendo el peso de las decisiones que lo habían llevado hasta allí.
En la última batalla, el grupo había sido rodeado por hordas de elfos del caos, criaturas que desbordaban de energía oscura y magia corrupta. Pero Sholan no había tenido miedo. Durante el conflicto, sus habilidades adquiridas a lo largo de los años habían mostrado un dominio casi sobrenatural. Con su Haki de Observación sus sentidos se agudizaron al punto de percibir cada movimiento y aura, no solo de sus enemigos, sino de cada ser vivo que respiraba a su alrededor. La velocidad a la que podía anticipar ataques lo hacía casi imparable. Era capaz de ver los patrones de acción antes de que ocurriesen, como si el tiempo mismo se hubiera detenido para él.
La barrera energética que envolvía su cuerpo gracias a su Haki de Armadura se había convertido en una extensión de sí mismo, absorbiendo los impactos de las espadas de los elfos y las flechas envenenadas. Ningún ataque físico o mágico parecía afectar su cuerpo con la misma fuerza que antes.
Con sus Ojos del Infinito ya no solo veía a través de las sombras; los patrones y las estrategias eran tan claras como si tuviera una visión microscópica de todo lo que sucedía en el campo de batalla. Su mente podía analizar cada detalle en segundos, ideando tácticas que desbordaban la capacidad de sus enemigos para contrarrestarlas.
Y aún había más el Haki del Rey había sido su recurso más aterrador. Aquella voluntad inquebrantable que podía doblegar hasta al oponente más formidable, sumiendo a los más débiles en una obediencia silenciosa. Y cuando invocó el Puño Fantasma, una ráfaga ilusoria que le permitió derrotar a un ejército de sombras sin mover un dedo, su conexión con el mundo espiritual se consolidó aún más. Aquello no era solo poder físico o mental; era una dominación completa sobre todo lo que le rodeaba.
Sin embargo, a pesar de su creciente poder, Sholan sentía la creciente distancia con Loki. El dios del engaño, que siempre había sido su aliado estratégico, ahora estaba ausente en las batallas. Habían trazado un plan, uno que les permitiera moverse en las sombras sin que Asgard sospechara de sus intenciones. Habían distanciado sus caminos para evitar llamar la atención. Un plan más grande, una manipulación más profunda que solo los dos entendían.
A medida que se aproximaba la caída del sol, una sensación familiar le atravesó el pecho. Cortana, la inteligencia artificial que había llegado a ser tanto amiga como guía, lo contactó a través de su sistema integrado.
—Sholan, el núcleo de las Sombras ya está listo e incorporado en el sistema —dijo la voz de Cortana, suave pero con una autoridad inconfundible—. La energía de la infección cósmica ha sido absorbida completamente, y ahora el poder oscuro que obtuviste se encuentra sincronizado con tu esencia.
Sholan cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de la magia oscura fluyendo por su ser, reconociendo la potencia que traía consigo. Era el resultado de su entrenamiento, pero también el cumplimiento de un juramento que no había olvidado. El juramento mágico que había hecho a Odín, el juramento para traer de regreso a casa a Aldrif.
Abrió los ojos, mirando la creciente oscuridad del cielo, y asintió con resolución.
—Es hora de cumplir el juramento —murmuró, su voz resonando con una mezcla de determinación y algo más, algo antiguo que había estado esperando este momento.
Giró hacia Thor, quien aún celebraba su última victoria, y caminó hacia él, su figura oscura en contraste con la luz que lo rodeaba. El destino estaba llamando, y Sholan sabía que sus próximos pasos lo llevarían a un enfrentamiento aún mayor.
El sol se ponía detrás de los montes de Alfheim, y la sombra de su alma se extendía más allá de los reinos conocidos.