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Chapter 2 - Capítulo 1: El Llamado de los Artefactos

El reloj de la escuela sonó marcando el final de las clases. Dante recogió lentamente sus cosas, como siempre lo hacía. Era el último en salir del aula, no porque tuviera interés en quedarse, sino porque disfrutaba del silencio que quedaba una vez que todos se habían ido.

Había algo en su rutina diaria que lo tranquilizaba, pero también lo desgastaba. Su vida era monótona, un ciclo sin emociones ni sorpresas. A menudo se preguntaba si aquello era todo lo que le esperaba en este mundo.

El camino a casa era largo, pero Dante siempre elegía los atajos. Calles estrechas y oscuras que nadie más recorría, como si fueran un espacio solo suyo. Aquella noche, una tormenta había lavado las calles, dejando un aroma fresco en el aire. Las luces de los postes parpadeaban, y las sombras parecían bailar en los charcos.

Caminaba con las manos en los bolsillos, absorto en sus pensamientos, cuando algo peculiar llamó su atención. Al doblar una esquina, notó un destello en la oscuridad. Era apenas un parpadeo, un brillo extraño que flotaba en medio del callejón, suspendido en el aire.

Se detuvo, entre la curiosidad y el miedo. Nunca había visto algo así. Dio un paso adelante, luego otro, hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para distinguirlo con claridad. La luz era casi hipnótica, como si lo invitara a acercarse.

Sin previo aviso, el aire a su alrededor cambió. Era como si el mundo entero hubiese contenido la respiración. Un zumbido bajo y constante llenó sus oídos, y el destello se transformó en una grieta brillante que se abrió en el vacío. Dante retrocedió, pero sus pies se sentían anclados al suelo.

De aquella grieta emergieron tres objetos, cada uno girando lentamente en el aire. El primero era un círculo metálico, rodeado de pequeñas lunas que orbitaban a su alrededor, emitiendo una luz tenue pero cálida. El segundo era un libro de apariencia antigua, con tapas de cuero negro y detalles dorados que parecían moverse, como si tuvieran vida propia. El tercero, un bastón largo y elegante, se encogió al instante, transformándose en un anillo que flotó hacia su mano.

Dante apenas podía respirar. Su corazón latía con fuerza, y una sensación inexplicable lo envolvía. No había miedo, solo una extraña mezcla de respeto y fascinación. Extendió las manos hacia el círculo y el libro.

El círculo flotó hasta su cuello, transformándose en un colgante perfecto. El libro, con un brillo suave, se redujo hasta convertirse en una pequeña pulsera de cuero con un colgante en forma de libro que se ajustó a su muñeca izquierda. El anillo, con un destello final, se deslizó en su dedo derecho.

—¿Qué… qué es esto? —susurró, sintiendo un peso intangible en su interior.

Antes de que pudiera procesar lo ocurrido, una voz resonó en su mente. No era humana, sino algo más profundo, antiguo y poderoso.

—Dante, portador del Legado, tu destino comienza ahora.

El callejón se iluminó por completo, y una ráfaga de energía lo hizo caer de rodillas. Todo a su alrededor giraba, y una extraña sensación de pertenencia se mezcló con el vértigo. Entonces, tan repentinamente como había comenzado, el brillo desapareció.

El silencio regresó, pero no duró mucho. Desde las sombras más profundas del callejón, un rugido bajo y gutural rompió la calma. Una figura emergió, apenas visible, pero claramente amenazante. Era una criatura deforme, con extremidades torcidas y ojos como brasas, que lo miraban con hambre.

Dante quiso correr, pero su cuerpo no le respondía. La criatura avanzó, dejando un rastro de oscuridad a su paso. Cuando estaba a punto de alcanzarlo, el anillo en su dedo comenzó a brillar con intensidad. La luz dorada lo envolvió, y, sin saber cómo, levantó una mano hacia la criatura.

La figura se detuvo, como si algo invisible la hubiera contenido. La luz se intensificó, y Dante sintió que una energía extraña fluía desde el anillo y la pulsera hacia su cuerpo.

—Usa mi poder. Convierte el miedo en fuerza.

La voz era diferente esta vez, más suave pero igual de poderosa. Sin entender del todo lo que hacía, Dante se dejó llevar por el instinto. Una onda de luz salió disparada de su mano, golpeando a la criatura. Esta emitió un chillido agudo antes de desintegrarse en una nube de sombras que se dispersaron en el aire.

Dante cayó al suelo, jadeando. Miró el anillo en su dedo y el pequeño colgante en su muñeca, que ahora parecían objetos ordinarios, pero sabía que no lo eran. Algo había cambiado en él, y en el mundo.

Mientras intentaba recuperar el aliento, una última frase resonó en su mente:

—Esto es solo el comienzo.