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Chapter 4 - Capítulo 3: El Encuentro en Bowen Street

El aire en el café de Bowen Street estaba cargado de una extraña quietud. Las luces cálidas de las lámparas colgantes daban una sensación de calma, pero para Dante, la atmósfera era densa, como si el aire estuviera tratando de apretujarse a su alrededor, presionando su pecho y su mente.

Miró al hombre que lo había citado con desconfianza, la figura encapuchada y envuelta en un abrigo largo. Su rostro estaba apenas visible bajo la bufanda que cubría su mandíbula, y las sombras proyectadas por la luz del café lo hacían parecer aún más misterioso.

—¿Tú me enviaste el mensaje? —preguntó Dante, manteniendo una distancia prudente. Sabía que no debía confiar en nadie, especialmente en alguien que aparentemente sabía demasiado sobre él.

El hombre asintió, levantando una mano para señalar la silla frente a él.

—Siéntate, Dante —dijo con voz profunda, pero tranquila, como si todo esto ya estuviera predestinado.

Dante no se movió. En su mente, todo sonaba demasiado... calculado. ¿Cómo sabía su nombre? ¿Y por qué ese tipo parecía tan calmado ante todo lo que había pasado? La imagen de la criatura en la selva, el ataque, los artefactos que ahora llevaba consigo... Todo eso era real. Pero este hombre no lo parecía.

—¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó, el tono de su voz un poco más áspero.

El hombre no pareció sorprendido por la pregunta. Mantuvo la mirada fija en él, como si lo estuviera evaluando, y luego respondió lentamente.

—Lo sé porque tú eres importante, Dante. Has sido elegido, como los otros. Los artefactos no están aquí por casualidad. El destino te ha marcado para algo mucho más grande.

Dante se sintió como si un peso le hubiera caído sobre los hombros. "Elegido". ¿Qué mierda de destino es ese? No podía creerlo. Su vida, antes simple y rutinaria, ahora estaba invadida por criaturas de otro mundo, por un poder extraño y desconocido que parecía seguirlo como una sombra. No podía simplemente aceptarlo.

—¿"Elegido"? ¿De qué estás hablando? —dijo con rabia contenida. El rechazo lo inundaba, junto con una creciente sensación de impotencia. No quería ser parte de esto. No quería tener nada que ver con ese destino oscuro y peligroso que el hombre parecía describir con tanta tranquilidad.

El misterioso hombre no parecía molesto por la actitud de Dante, sino más bien... comprensivo. Como si estuviera esperando esa reacción.

—Es normal que rechaces la idea —continuó, sin prisa—. La mayoría de los portadores se sienten igual cuando descubren la verdad. Los artefactos, Dante, no son solo objetos. Son llaves. Llaves hacia un poder que ha estado dormido durante siglos. El mundo está cambiando, y tú eres una pieza en ese cambio.

Dante lo miró fijamente, el rechazo en su rostro cada vez más evidente. ¿Un poder antiguo? ¿Acaso este hombre pensaba que podía convencerlo con historias de cosas que no entendía? No quería tener nada que ver con eso. Todo esto le parecía una locura, una trampa. No era un héroe ni nada cercano.

—No soy parte de nada de eso —respondió con firmeza, levantándose de su silla, ignorando la sensación extraña que lo recorría al mirar los artefactos en su cuerpo. Lo que le estaba diciendo ese hombre no tenía sentido. No lo quería.

El desconocido, al ver que Dante no parecía dispuesto a escuchar, hizo una pausa. Luego, habló con una calma aún más profunda, como si ya supiera que el rechazo era una reacción natural, pero también una fase necesaria.

—No estás en control de esto, Dante. Nadie lo está. Pero el destino te ha marcado, y los artefactos no te dejarán ir. No hay vuelta atrás. Y, si no entiendes esto, perderás más que tu libertad. Perderás algo mucho más valioso. El mundo está en peligro, y las grietas están creciendo. Algo se acerca... y no podrás detenerlo sin los artefactos.

Dante apretó los puños. No. No era esto lo que quería. No podía aceptar que su vida estuviera gobernada por artefactos y fuerzas oscuras.

—Esto es una locura —dijo, su voz temblando entre la rabia y el miedo—. No te conozco, y no voy a seguir tus reglas. No soy parte de esto.

El hombre observó a Dante por un momento largo, y luego suspiró, como si hubiera esperado esa reacción. Se inclinó hacia adelante, y con un tono mucho más suave, dijo:

—No puedes huir de lo que ya ha comenzado, Dante. No es algo que puedas evitar. Pero puedes elegir cómo lo enfrentarás. No te estoy pidiendo que aceptes todo de inmediato. Pero, algún día, tendrás que hacer una elección. Y será una elección que afectará no solo a tu vida, sino a la de todos los que conoces... y a la de los que no conoces.

Dante lo miró en silencio, sintiendo cómo el peso de esas palabras comenzaba a calar más hondo de lo que le gustaba admitir. Aunque quería rechazarlo, algo en su interior le decía que, tal vez, este hombre tenía razón. Pero no podía enfrentarlo aún. No podía aceptar esa carga.

—Lo pensaré —dijo, finalmente, aunque en su interior sabía que no tenía tiempo para pensarlo. Y mientras salía del café, el misterioso hombre observó su figura desaparecer en la oscuridad con una mirada que sabía que Dante no entendería hasta que fuera demasiado tarde