El sol brillaba débilmente a través de las nubes esa mañana, cubriendo la ciudad de Arkbridge con una capa grisácea que parecía presagiar algo. Dante caminaba por las calles, intentando liberar su mente de la confusión que lo atormentaba. No había logrado dormir nada la noche anterior. Cada vez que cerraba los ojos, las visiones de Kyros, de las criaturas y de los artefactos, volvían a atormentarlo, empujándolo al borde de la desesperación. Por un momento, pensó que el día anterior había sido solo un sueño, una pesadilla producida por el estrés. Pero las joyas seguían allí, como un recordatorio constante de que nada de eso había sido una ilusión.
Decidió que lo mejor sería ir a la universidad. Aunque las clases no podían distraerlo de la verdad de los artefactos y las grietas, al menos podría alejarse un poco de las emociones intensas. Necesitaba encontrar algo de normalidad en medio de todo eso, aunque fuera solo por unas horas.
Arkbridge no era una ciudad grande, pero su ubicación cerca de los bosques y las montañas le daba un aire de misterio. Las calles estaban adornadas con árboles que parecían cubrir el sol, creando sombras profundas en cada rincón. Las personas caminaban apresuradas, y los edificios de ladrillo y acero eran una mezcla de lo antiguo y lo moderno. El campus universitario, al norte de la ciudad, se erguía sobre una colina, rodeado de jardines y amplios patios. Aunque la universidad de Arkbridge era pequeña en comparación con otras más renombradas, tenía una fama creciente, sobre todo en áreas como la biología, las ciencias sociales y la ingeniería. Dante, sin embargo, estaba más interesado en la economía, un campo que siempre le había atraído por sus complejidades y matices.
Al entrar en el campus, sintió la familiaridad del lugar, como si fuera un refugio donde aún podía ser solo un estudiante. Estaba a punto de entrar en su edificio cuando vio a un grupo de compañeros reunidos cerca de la entrada. Eran algunos de los pocos con los que se llevaba bien. El primero que notó fue Luis, un chico alto y de cabello desordenado, siempre con una sonrisa traviesa en el rostro.
—¡Ey, Dante! ¿Qué tal, colega? —saludó con entusiasmo, caminando hacia él.
—Hola, Luis. ¿Todo bien? —respondió Dante, forzando una sonrisa.
Luis era su compañero de clase en economía. Aunque Dante era más introvertido, Luis solía ser extrovertido y le había ofrecido amistad desde el primer día. En el fondo, Dante apreciaba su sinceridad, aunque las conversaciones entre ellos nunca llegaran a profundizar mucho.
Junto a Luis estaba Sara, una joven de cabello corto y oscuro, conocida por su aguda inteligencia y su habilidad para anticipar los movimientos del mercado. Aunque al principio no se llevaba muy bien con Dante debido a su naturaleza reservada, eventualmente, habían encontrado una manera de trabajar juntos. Sara había sido una de las pocas personas que se había acercado a él cuando entró en la universidad.
—¿Has oído los rumores? —preguntó Sara, interrumpiendo los pensamientos de Dante. Su voz tenía un tono serio y preocupado.
Dante levantó una ceja. Siempre había sido un lugar tranquilo, pero había algo en el tono de Sara que lo hizo sentir inquieto. Luis, al igual que Sara, había escuchado algo que no era normal.
—¿Qué rumores? —preguntó Dante, casi sin pensar.
—Acerca de las criaturas —dijo Luis, mirando alrededor como si no quisiera que nadie más lo oyera—. Dicen que algo extraño ha estado ocurriendo cerca del bosque. La gente ha hablado de figuras oscuras, luces extrañas en el cielo y... monstruos.
Dante frunció el ceño, sintiendo una extraña conexión entre los rumores y lo que había experimentado en las últimas 24 horas. ¿Monstruos? ¿Criaturas? No pudo evitar pensar en las cosas que había visto a través de los artefactos, esas criaturas que emergían de las grietas, pero decidió no mencionar nada sobre eso.
—Eso suena... exagerado —comentó Dante, tratando de restarle importancia—. Deben ser solo historias de miedo.
Pero Luis no parecía tan seguro.
—Eso pensábamos todos, hasta que un par de estudiantes desaparecieron la semana pasada cerca del bosque. Nadie sabe qué les pasó, pero la gente está empezando a entrar en pánico.
Sara lo miró fijamente, como si estuviera midiendo cada palabra que iba a decir. Finalmente, habló.
—Y no es solo el bosque. Las noticias mencionan que ha habido eventos extraños por toda la ciudad. Algunas personas afirman haber visto cosas que no deberían estar allí. Hay algo... oscuro ocurriendo, Dante.
El corazón de Dante dio un vuelco. La mención de desapariciones y fenómenos extraños le hizo recordar lo que había vivido, las criaturas que habían emergido de las grietas, y la voz en su cabeza que le hablaba sobre el destino que aún no comprendía. No podía evitar sentir que todo estaba conectado de alguna manera.
—¿Qué hay de las clases? —cambió de tema, intentando desviar la conversación—. No quiero quedarme atrapado en estas historias de terror. No sé ustedes, pero tengo que estudiar para el examen de mañana.
Luis y Sara intercambiaron una mirada, pero decidieron seguirle el juego.
—Claro, vamos —respondió Luis, aunque su tono aún era serio—. Pero no digas que no te lo advertí.
Mientras caminaban hacia el edificio de economía, Dante no podía sacarse de la cabeza los rumores y la extraña sensación de que algo se acercaba. La ciudad, aunque parecía tranquila, empezaba a sentirse diferente, como si estuviera bajo una constante amenaza. Y él, sin saberlo, estaba en el centro de todo eso.
La universidad, su refugio temporal, también empezaba a sentirse diferente. La rutina habitual de las clases y los pasillos se mezclaba con algo más oscuro, algo que Dante no podía identificar, pero que comenzaba a sentir en las paredes, en el aire.
Al llegar a su aula, Dante se sentó en su lugar habitual, mirando sin realmente ver a sus compañeros. Su mente seguía atrapada entre las palabras del hombre misterioso, las visiones que había tenido, y ahora, esos rumores extraños sobre criaturas. Todo estaba cambiando demasiado rápido.
Mientras la clase comenzaba, Dante no pudo evitar mirar por la ventana. A lo lejos, el cielo se oscurecía lentamente, como si algo se estuviera acercando. Y en su mente, el eco de las palabras del misterioso hombre volvió a retumbar:
"Este mundo está en peligro, y tú tienes un papel que jugar."