Dante no sabía cómo había llegado hasta allí. El agente que lo había interceptado en la universidad lo había escoltado fuera del campus, y antes de que pudiera procesar lo sucedido, se encontró en una sala fría, con paredes blancas que reflejaban la luz de manera antinatural. El ambiente, pese a ser meticulosamente ordenado, se sentía opresivo, como si las paredes estuvieran observándolas en silencio.
Al frente, una mesa metálica separaba a Dante de tres figuras misteriosas. Dos de ellos estaban en silencio, observándolos con miradas fijas, mientras que la figura central, una mujer de rostro oculto por una máscara de metal, era la que tomaba la iniciativa.
—Dante Avelar —dijo la mujer, su voz grave y decidida—. Sabemos que ha sido... tocado por algo, pero no sabemos qué. Esos artefactos que llevas, ¿qué son? ¿De dónde vienen?
Dante sintió que su corazón latía más rápido. ¿Cómo podría saber algo sobre los artefactos? No lo entendía, pero sabía que no podía revelar nada más. No debía. Los artefactos, a través de Rotalunas, le habían aconsejado que ocultara su verdadero poder.
Rotalunas... el colgante en su cuello, el círculo de lunas, parecía pulsar con una energía que resonaba en su pecho. También sintió la conexión con el anillo y la pulsera, pero algo dentro de él le decía que hoy no era el momento adecuado para revelar todo.
—Son... objetos antiguos —dijo Dante, intentando mantener la calma mientras ajustaba el colgante de Rotalunas sobre su cuello. La luz del artefacto brilló brevemente, pero de forma contenida, lo suficiente como para que nadie notara su poder completo. —No sé mucho más. Los encontré por accidente.
La mujer detrás de la máscara se inclina ligeramente hacia adelante, su postura imperturbable.
—No nos engañes, Dante. Sabemos que estos artefactos son importantes, pero no sabemos para qué. Tu historia no tiene sentido. Y lo que es más... hemos detectado un poder creciente en ti. Algo más allá de cualquier artefacto común.
Dante apretó los dientes. ¿Qué sabían de él? No era solo que los artefactos tuvieran poder. Sentía algo más, algo dentro de él que se despertaba poco a poco. Pero eso debía seguir siendo un misterio, al menos por ahora. Los artefactos habían dicho que solo revelarían lo mínimo necesario, y eso sería lo que haría.
La mujer levantó una mano, y uno de los encapuchados se adelantó, dejando que su presencia se volviera más imponente.
—No queremos tus secretos, Dante. Solo queremos saber lo que tienes —dijo con una voz fría, como un eco distante. —Loa artefactos que portaste en la universidad... Rotalunas. Sabemos que tienes tres objetos de poder. ¿Por qué no nos las entregas?
Dante se tensó. Tres objetos de poder. Lo que no sabían era que solo uno de esos artefactos había comenzado a revelar algo sobre él, y no pensaba darles acceso a lo que aún no entendía. Los otros dos artefactos, el anillo y el collar, seguían siendo algo oscuro para él, con una conexión que aún no comprendía completamente.
De nuevo, Rotalunas le habló en su mente, pero esta vez con un tono diferente, como una voz suave pero firme.
"Solo revela lo que necesitas, Dante. Ellos no entienden lo que está sucediendo, ni lo que serás."
Sin pensarlo demasiado, Dante levantó su cuello, mostrando el círculo de lunas. Rotalunas brilló con fuerza, pero sin liberar todo su poder. Solo una fracción, lo suficiente para que la sala sintiera la diferencia. Dante, sin embargo, no mostró los otros artefactos. No podía.
—Este es Rotalunas —dijo, manteniendo la calma. —Lo encontré hace poco. Es todo lo que puedo mostrarles ahora.
La figura enmascarada observará el artefacto y la tensión en la sala aumentará. Los encapuchados intercambiaron miradas, pero nadie dijo nada por unos largos segundos.
Finalmente, la mujer en la máscara habló.
—Sabemos que hay algo más. Sabemos que no nos estás diciendo toda la verdad. Pero por ahora, este artefacto será suficiente.
Dante apenas respiró aliviado. Sabía que su respuesta había sido la correcta, aunque no podía evitar la sensación de que, en algún momento, la verdad se haría inevitable. La organización no sabía nada sobre su destino, pero su curiosidad era peligrosa. ¿Qué harían si descubrieran quién era realmente?
El agente que había estado en la entrada se adelantó.
—Nos veremos de nuevo, Dante. Y cuando lo hagamos, esperamos que tengas las respuestas que buscamos. Este es solo el comienzo.
Dante no dijo nada. Solo acercándose ligeramente, sin confiar en ninguno de ellos. Algo en su interior le decía que lo que había hecho no era suficiente. La organización podría no saber nada de los artefactos, pero tarde o temprano, descubrirían lo que él realmente significaba.
Cuando los encapuchados comenzaron a retirarse, el silencio llenó la habitación una vez más. Dante se quedó de pie, mirando la puerta cerrarse detrás de ellos. El peso de lo que acababa de ocurrir cayó sobre sus hombros. El tiempo de los secretos estaba llegando a su fin, y él solo podía esperar que los artefactos lo siguieran guiando.