Dante no pudo dormir esa noche. Las palabras del misterioso hombre seguían resonando en su mente, como un eco que no dejaba de retumbar. La idea de ser "elegido", de tener un destino que no comprendía, lo atormentaba. Los artefactos, esos objetos que lo habían marcado de manera invisible pero inconfundible, no le daban tregua. No podía dejarlos atrás, no podía quitárselos. Cada vez que lo intentaba, sentía una resistencia inquebrantable, como si una fuerza invisible estuviera empeñada en mantenerlos a su lado.
El reloj en su habitación marcaba la medianoche, pero Dante no tenía intención de dormir. Sus ojos estaban fijos en el colgante en su cuello el anillo en su dedo y la pulsera en su muñeca. Las gemas brillaban débilmente en la oscuridad, como si estuvieran respirando, y una inquietante sensación de estar siendo observado lo envolvía.
De repente, un leve zumbido, casi imperceptible, emanó de la pulsera. Dante la miró, la sensación de incomodidad creciendo en su pecho. Su respiración se aceleró cuando, a través de la pulsera, comenzó a sentir una energía fluir hacia él, suave al principio, como una corriente leve que tocaba su piel. Pero la energía pronto se intensificó, como si algo estuviera despertando dentro de él.
—¿Qué... qué estás... haciéndome? —musitó, mirando la pulsera con furia. La sensación de control que había experimentado antes se desvaneció, y en su lugar, un susurro en su mente comenzó a tomar forma.
"Despierta, portador."
Era una voz profunda, poderosa, y estaba claramente dentro de su cabeza, pero no era su voz. Dante no pudo evitar estremecerse. "¿Qué es esto? ¿Quién eres?" pensó, tratando de rechazar la sensación.
La pulsera brilló con intensidad, y una visión apareció ante sus ojos. Un paisaje vasto y desolado. Un bosque nocturno, envuelto en una niebla densa que parecía consumir la luz. En el centro del bosque, algo se movía. Algo antiguo, algo que no pertenecía a este mundo.
"Recuerda lo que eres, Dante."
La visión desapareció tan rápido como había llegado, dejándolo con una sensación de mareo y confusión. Sus manos temblaban mientras intentaba procesar lo que había visto.
"No... no soy..." comenzó a decir, pero la voz en su mente lo interrumpió.
"El Zorro de las 12 Colas. Tu pasado se encuentra más allá de lo que recuerdas. Recuerda lo que has olvidado."
Dante sintió un tirón en su pecho, como si una parte de él estuviera intentando liberarse, empujando hacia arriba. Fue entonces cuando notó algo más. En el centro de la pulsera, la gema se iluminó de manera extraña, cambiando de color. Era como si fuera un ojo, un ojo que lo observaba, comprendía, y lo llamaba.
"Es hora de recordar..."
El anillo en su dedo comenzó a vibrar con una energía similar. Dante lo miró, horrorizado, mientras la otra gema, en sincronía con la pulsera, destellaba en una vibración que casi lo hacía caer al suelo. "No quiero ser parte de esto..." pensó, apretando los dientes, pero las palabras en su mente seguían resonando.
Entonces, los artefactos se activaron por completo, inundando la habitación con un brillo plateado y dorado. La luz los rodeó por completo, distorsionando el espacio a su alrededor. Dante no podía pensar. Solo sentía. Era como si una parte de su ser comenzara a despertar, una fuerza que no reconocía, pero que estaba profundamente arraigada en su interior.
"Recuerda, Zorro... El Tomus Magna te guiara."
En un destello de luz, Dante cayó de rodillas, con la cabeza pesada, como si el peso de siglos de memoria cayera sobre él. Fragmentos, fragmentos de algo grande, de algo antiguo, lo inundaron. Un kitsune, de 12 colas. Un guerrero ancestral. El Zorro de las 12 Colas... Kyros. Imágenes que no podía entender, rostros que no reconocía, pero que sentía familiares, cercanos. Cada una de esas visiones era una pieza perdida de una historia que ya no podía recordar completamente.
En un parpadeo, la luz se desvaneció. La habitación volvió a la calma. Dante, agotado, aún en el suelo, temblaba. "Kyros..." susurró, sin saber si era un nombre o un eco. La sensación de algo mucho más grande que él se le atravesó como una flecha, y en su mente resonaba una palabra: "Renacimiento."
Con los artefactos brillando en su piel, como si ya se hubieran fusionado con él, Dante intentó levantarse. Las imágenes de Kyros, del Zorro de las 12 Colas, persistían en su mente, pero no entendía por qué, ni lo que significaban. Y aún así, sentía que había algo importante que debía descubrir. Algo que lo estaba llamando, algo que no podía evitar.
"El Tomus Magna... ¿Qué es eso?" Dante pensó, al mismo tiempo que la voz resonaba en su mente. "Pronto lo sabrás, pero aún no estás listo..."
Se levantó tambaleante, sintiendo la incomodidad de los artefactos en su cuerpo. Se miró en el espejo. Nada había cambiado externamente, pero algo en su interior había comenzado a transformarse. Estaba más consciente de las conexiones invisibles que lo unían a los artefactos. Algo había despertado en él, y no sabía si estaba preparado para lo que venía.
El eco de una frase se repetía en su mente, esta vez más clara, como si el Tomus Magna lo estuviera guiando:
"Recuerda, Dante. No eres solo un estudiante. Eres mucho más."