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Chapter 11 - Capitulo 11

*THYRA*

La mañana siguiente llegó con un aire denso y pesado, como si la propia naturaleza supiera lo que estaba a punto de discutirse. El salón de reuniones en la base avanzada estaba abarrotado de líderes de escuadrones, capitanes y estrategas de las guarniciones cercanas. Cada rostro mostraba una mezcla de tensión, cansancio y, sobre todo, preocupación.

Cuando entré, el murmullo se silenció. Todas las miradas recayeron en mí como si esperaran respuestas que aún no tenía del todo claras. Me situé al frente de la sala con calma, colocando sobre la mesa los informes de la noche anterior.

"Sé que algunos ya han leído los documentos que envié anoche," comencé con firmeza, asegurándome de que cada palabra resonara en aquella sala. "No vine a suavizar la realidad: esto es grave. Lo que encontramos no puede ser ignorado ni tratado como un simple evento aislado. Las coincidencias son demasiado precisas, y todos ustedes lo saben."

Hubo un silencio incómodo. Algunos intercambiaron miradas, mientras otros asentían lentamente. Finalmente, el líder del puesto, un hombre de edad con el ceño fruncido y una cicatriz cruzándole la mejilla, habló:

"Thyra, ¿estás segura de que esto no son solo movimientos erráticos de las bestias? Los inviernos prolongados pueden hacer que se desplacen más de lo habitual."

"No," respondí de inmediato. "Esto no es algo natural. Los patrones, las señales de lucha, incluso la agresividad con la que están dejando rastros, todo coincide con lo ocurrido hace tres años. Sabemos cómo terminó eso. Si esperamos a tener pruebas más claras, quizás ya sea demasiado tarde."

"¿Y qué propones exactamente?" preguntó otro capitán, su voz delatando un dejo de escepticismo y miedo. "Nuestras fuerzas aquí no son suficientes para contener algo de esa magnitud. Apenas nos mantenemos firmes con las patrullas actuales."

"Lo sé," asentí, cruzando los brazos. "Por eso necesitamos actuar ya. Doblen las patrullas y fortalezcan los puestos de vigilancia. Aumenten el número de exploradores y, si es necesario, refuercen con soldados de otras guarniciones. No podemos darnos el lujo de relajarnos."

El murmullo volvió, esta vez con voces más preocupadas. Un capitán más joven intervino con una mirada seria:

"Thyra, siendo franca… estás aquí porque el consejo te ve como nuestra defensa principal. Eres más fuerte que cualquiera de nosotros y lo saben. Si esto escala a lo que tememos, la primera línea te incluirá, queramos o no."

Sus palabras me cayeron como una piedra en el estómago. Lo había previsto, pero escucharlo en voz alta encendía una rabia silenciosa en mi interior.

"Si piensan que una sola persona puede sostener una línea de defensa entera, están más perdidos de lo que creía," dije con dureza. "No importa cuán poderosa pueda ser. Si confían únicamente en mi fuerza, esto está condenado antes de empezar. Necesito que todos ustedes comprendan algo: su gente confía en ustedes. Si no pueden mostrar que son capaces de defender a sus hombres y a este puesto, habrán perdido antes de la batalla."

La sala quedó en silencio otra vez. Cada palabra que pronunciaba era intencional, directa. Si querían tratarme como un escudo, les dejaría claro que no permitiría cargar con todo.

"Me uniré a los exploradores personalmente," continué, mi tono ahora más firme. "Voy a encontrar pruebas más concretas de lo que está ocurriendo allá afuera. Cuando las tenga, quiero que ninguno de ustedes tenga excusa para ignorar lo que estamos enfrentando."

El líder del puesto asintió con gravedad.

"Lo que propones tiene sentido, Thyra. Aunque no me agrada que te pongas en riesgo, no podemos ignorar lo que has dicho. Aumentaremos las exploraciones desde esta misma noche. Pero te lo advierto: si te pierdes o algo sale mal allá afuera, no habrá nadie para rescatarte."

"No necesito que lo hagan," respondí sin vacilar. "Volveré con la verdad o no volveré en absoluto."

***

Cuando salí de aquella sala horas después, el sol apenas había logrado asomarse entre las nubes del invierno interminable. El aire frío me azotó el rostro, pero no me importó. Tomé una bocanada profunda, tratando de despejar mi mente. El peso de lo discutido seguía presionando mi pecho, pero al menos tenía un plan.

Al regresar con mis hombres, los encontré ya reunidos, armando sus equipos para lo que vendría. Ellos sabían lo que había decidido antes de que se los dijera; conocían mi mirada lo suficientemente bien como para saber que había tomado una decisión que no admitiría discusión.

"Nos movemos en una hora," les informé. "Será un día largo."

Asintieron al unísono, sin quejas ni preguntas. Eso era lo que más apreciaba de ellos: su lealtad no dependía de órdenes vacías ni de títulos. Seguían mi liderazgo porque confiaban en mi juicio y, aunque nunca lo admitirían en voz alta, porque compartíamos las mismas cicatrices de la última batalla.

Mientras preparaba mi propio equipo, un pensamiento cruzó mi mente: esta vez, no nos tomarán por sorpresa. No permitiré que el norte vuelva a sangrar.

La hora llegó con un aire solemne. La base avanzada estaba en completo silencio, salvo por los pasos disciplinados de los exploradores que se reunían en filas, listos para partir. El capitán de mis escoltas y el segundo al mando observaban desde el centro de la formación, con miradas serias pero decididas. Sus ojos se posaron en mí cuando me acerqué, ajustando mis guantes y preparando mi cuerpo con la cantidad exacta de mana que necesitaría.

"Lady Thyra," dijo el capitán, con una voz firme que ocultaba cierta preocupación. "Sabemos que te mueves más rápido que todos nosotros. No nos haremos los héroes. El segundo y yo nos quedaremos aquí, resguardando el puesto como corresponde. Pero asegúrate de volver."

"Lo haré," respondí, con una breve inclinación de cabeza. "Cuídenlos bien en mi ausencia."

El segundo al mando sonrió apenas. Era una sonrisa tensa, la de alguien que entiende la gravedad de lo que está ocurriendo pero no quiere demostrarlo.

"Suerte, Lady Thyra. Aunque no creo que la necesites," comentó, cruzando los brazos.

Sin perder más tiempo, me alejé unos pasos. Cerré los ojos y exhalé profundamente, concentrándome en mi mana. Era como encender una hoguera en mi interior; el calor se extendía por cada músculo, cada fibra de mi cuerpo, fortaleciéndome más allá de los límites humanos. Sentí la presión del mana acumulándose bajo mi piel, pulsando con fuerza. Un aura opresiva comenzó a emanar a mi alrededor, haciéndose palpable incluso en el aire frío de la mañana. La nieve a mis pies se comprimió bajo el peso de mi energía, y las personas cercanas dieron un paso atrás de manera instintiva.

"¡En posiciones!" ordené con voz firme, y los exploradores reaccionaron al instante, saltando a sus formaciones con disciplina. Cada uno sabía hacia dónde debía dirigirse, sin titubeos ni dudas. La seriedad en sus rostros mostraba que entendían la importancia de esta misión: no era un simple reconocimiento, sino una búsqueda desesperada de respuestas.

Una última bocanada de aire y abrí los ojos. El mana en mi cuerpo brilló con intensidad, como llamas verdes y doradas en la penumbra del amanecer. Di un solo paso hacia adelante, y con él, todo mi cuerpo se movió con una velocidad que rompió el equilibrio de la nieve bajo mis pies.

La nieve explotó a mi alrededor, arremolinándose en mi estela mientras me lanzaba hacia el bosque nevado que debía explorar. La presión de mi movimiento levantaba copos en el aire, formando pequeñas tormentas de hielo que se disipaban tras de mí. A lo lejos, podía escuchar los sonidos más débiles de los otros grupos de exploradores desplegándose en sus respectivos sectores, pero yo ya me encontraba muy adelante, desplazándome a un ritmo imposible para ellos.

Con el mana reforzando mis piernas y mi resistencia, el frío que me golpeaba en el rostro era apenas una molestia. No me permitía pensar en ello. Mis sentidos estaban agudizados, enfocados únicamente en el entorno a mi alrededor: los árboles cubiertos de hielo, las colinas invernales que se alzaban y el viento cortante que a veces susurraba como si advirtiera algo que no podía ver aún.

Cada paso mío dejaba una huella marcada en la nieve, pero estas desaparecían casi de inmediato bajo la brisa. Me movía como una sombra entre el blanco paisaje, mis ojos escudriñando cualquier señal de movimientos anormales o indicios de las bestias que temíamos.

No puede ser coincidencia, pensé mientras mi mente repasaba los informes de la noche anterior. Los patrones, las rutas y los rastros encontrados habían sido demasiado específicos. Algo estaba ahí afuera, moviéndose en silencio, acechando y esperando.

Apreté los dientes, aumentando ligeramente el flujo de mana. Mi cuerpo respondió con un estallido de velocidad. La tensión en el aire parecía aumentar conforme me adentraba más en la zona marcada en los mapas. La calma del lugar no me tranquilizaba; al contrario, me hacía sentir como si estuviera pisando una trampa invisible.

El bosque se extendía como un mar blanco y gélido a mi alrededor. Los árboles cubiertos de nieve eran centinelas silenciosos, observándome mientras avanzaba. La calma era inquietante. No había sonido alguno, salvo el crujido tenue de la nieve bajo mis pies y el susurro del viento que se filtraba entre las ramas desnudas. Esa quietud era mi primer aviso. La naturaleza nunca calla sin razón.

Me detuve de golpe, flexionando ligeramente las piernas. El mana fluía en mi cuerpo como un río desbordado, listo para responder a cualquier movimiento. Cerré los ojos un instante, concentrándome en los alrededores. Mi habilidad para percibir el mana en el entorno me permitía sentir los cambios más sutiles: las fluctuaciones, los desequilibrios...

Y entonces lo sentí.

Un leve pulso, apenas perceptible, pero inconfundible. Algo se movía al norte, no demasiado lejos de mi posición. Era un cambio de mana, algo que no pertenecía al bosque, algo que perturbaba el equilibrio natural. No era una criatura común.

"Ahí estás…" murmuré, abriendo los ojos.

Sin perder más tiempo, aumenté la velocidad de mis movimientos. El aire gélido me cortaba la piel, pero el calor del *mana* en mi cuerpo lo contrarrestaba. Los árboles pasaban a mi alrededor como sombras distorsionadas. La sensación en mi pecho era de pura tensión, como si cada paso me acercara a un límite invisible.

De repente, un rugido profundo resonó a lo lejos, tan bajo y gutural que hizo vibrar el suelo bajo mis pies. Me detuve en seco. Mi respiración se mantuvo estable, pero mi mano ya estaba sobre el pomo de mi espada. El eco del rugido se perdió entre los árboles, y el silencio volvió a envolverme. Pero ahora era diferente. Ya no era un silencio natural, sino uno cargado de amenaza.

No tardó mucho en aparecer la primera señal.

A unos metros frente a mí, entre las sombras del bosque, pude ver una figura descomunal moverse. Era lenta, pesada, pero cada uno de sus pasos hacía temblar ligeramente la nieve. La criatura finalmente emergió de entre los árboles, y mi garganta se tensó al contemplarla. Era una bestia gigantesca, una aberración del norte como las que había enfrentado años atrás. Su piel estaba cubierta de escamas gruesas y oscuras, con protuberancias de hielo sobresaliendo de su lomo. Sus ojos, amarillos y brillantes, se clavaron en mí con una inteligencia que no debería poseer.

"Una de ellas…" murmuré, desenvainando mi espada lentamente.

La bestia gruñó, mostrando sus fauces llenas de dientes afilados como dagas. La temperatura pareció descender aún más a su alrededor, y pude ver cómo el suelo bajo sus patas se congelaba más con cada movimiento. Era como si la criatura llevara consigo el invierno mismo.

No pude evitar recordar aquella fatídica batalla de hace tres años. Bestias como esta habían aparecido de la nada, arrasando pueblos y aldeas enteras. La diferencia es que ahora estaba sola frente a ella.

"Vamos, entonces…" dije con voz baja, ajustando mi postura y dejando que el mana se concentrara en mi espada. La hoja comenzó a brillar con un tono verde vibrante, iluminando el bosque nevado a mi alrededor.

La criatura rugió con furia, y en ese instante, supe que la batalla había comenzado.

La bestia cargó hacia mí con una velocidad que no coincidía con su tamaño. Salté a un lado en el último momento, esquivando por apenas unos centímetros el embate de su cuerpo masivo. La nieve explotó en todas direcciones cuando su garra impactó el suelo. Aún en movimiento, giré mi espada y lancé un corte infundido con mana. La energía salió disparada, impactando uno de sus costados. La explosión hizo que la bestia soltara un rugido ensordecedor, pero apenas si la había herido.

"Más resistente de lo que parece…" murmuré, preparándome de nuevo.

La bestia se giró con rapidez, sus ojos brillando con un odio primitivo. El aire alrededor comenzó a enfriarse aún más, y pude ver cómo cristales de hielo comenzaban a formarse en el aire. "¿Magia?" pensé, alarmada. Estas criaturas no deberían poseer habilidades de ese tipo, y mucho menos usarlas de forma consciente.

Antes de que pudiera reaccionar, la bestia lanzó un aliento gélido que congeló todo a su paso. Salté hacia arriba, usando el mana para impulsarme por encima del ataque. Desde el aire, conjuré un círculo mágico alrededor de mi espada, amplificando su poder. Al caer, lancé un ataque descendente con toda mi fuerza. La hoja impactó en la espalda de la criatura, liberando una onda de mana que hizo retumbar el bosque entero.

El rugido que siguió fue de dolor y furia, pero no de derrota. La bestia agitó su cuerpo, lanzándome hacia atrás. Aterricé con firmeza, pero mis músculos protestaron por el esfuerzo. La criatura aún estaba de pie, aunque ahora había una profunda herida que recorría su lomo, sangre oscura manchando la nieve.

"¿Qué eres realmente?" pregunté entre dientes, al ver cómo la criatura seguía en pie, a pesar de todo.

El combate se prolongaba, y algo en mi interior me decía que esto era solo el inicio. Si esta bestia había llegado tan cerca de la base avanzada sin ser detectada… entonces era posible que hubiera muchas más. Una segunda ola, igual o peor que la anterior.

Mis ojos se endurecieron mientras volvía a empuñar mi espada, lista para acabar con aquella criatura. Si esto era el preludio de lo que estaba por venir, entonces el norte y el reino entero estaban en más peligro de lo que todos creían.

La nieve caía como una lluvia silenciosa mientras me mantenía en posición, con la espada aún vibrando por la cantidad de mana que había vertido en ella. Frente a mí, la criatura herida soltaba un gruñido profundo y ahogado, tambaleándose, pero aún de pie.

El aire alrededor se volvió denso, la presión aumentó y mi cuerpo respondió, elevando más mana hacia cada fibra de mis músculos y hacia mi arma. Sentía la energía vibrar en mis venas, como un rugido contenido, y entonces decidí dejarlo salir.

"Si no caes con esto... entonces no eres de este mundo", murmuré, preparándome para el siguiente golpe.

La bestia se lanzó hacia mí con la ferocidad de un huracán, sus garras cortando el aire con una precisión brutal. Pero yo ya no estaba allí. Mi cuerpo se movía más rápido que el ojo humano podía seguir. Me desplacé hacia un costado, con la nieve levantándose a mi alrededor por la velocidad. Con un grito interno de esfuerzo, descargué un golpe vertical, sintiendo cómo la resistencia de la carne y el hueso cedía.

El brazo de la criatura voló, cayendo con un ruido sordo en la nieve manchada de sangre oscura. La bestia soltó un rugido desgarrador, un sonido tan profundo y antinatural que pareció resonar en todo el bosque y la montaña. Me quedé firme, con la respiración entrecortada pero la mirada fija en mi objetivo.

"No retrocedas ahora", me recordé a mí misma.

Sin darle tiempo a recuperarse, comencé a formar un hechizo. El mana se acumulaba en mi espada y a mi alrededor, sin necesidad de cánticos ni runas. No me hacía falta; yo era el conducto. El poder se liberaba en respuesta a mi voluntad, sin restricciones.

El suelo comenzó a temblar bajo mis pies. El aire se volvió más pesado, cargado de energía, y la nieve a mi alrededor comenzó a derretirse por el calor que irradiaba el poder que estaba liberando. La bestia, consciente del peligro, intentó retroceder, pero ya era tarde.

"Detente aquí."

Con un movimiento rápido, clavé mi espada en el suelo. Una explosión de luz verde y dorada surgió de la tierra, iluminando todo el bosque con una intensidad cegadora. El ataque consumió la criatura en una tormenta de poder puro. Pude escuchar su rugido final, uno que se fue desvaneciendo hasta el silencio absoluto.

La onda expansiva del hechizo hizo temblar la montaña. Los árboles cercanos perdieron su nieve, que caía en grandes cantidades, y algunos incluso crujieron bajo la presión. La tierra se agrietó y el aire chisporroteaba con el residuo de mana. Respiré profundamente, tratando de estabilizar mi pulso. Mi cuerpo comenzaba a sentir los efectos del esfuerzo, pero sabía que no podía detenerme.

Y entonces lo escuché.

Rugidos. Docenas, quizás cientos, de rugidos.

Volteé lentamente hacia el bosque, donde las sombras comenzaban a moverse entre los árboles. Siluetas enormes y distorsionadas emergían lentamente, sus ojos brillando en la oscuridad como estrellas malditas. Sentí un escalofrío recorrer mi columna al darme cuenta de la magnitud del problema. Esa criatura no estaba sola.

Antes de que pudiera reaccionar, el primer hechizo impactó cerca de mí, levantando nieve y fragmentos de roca. Giré mi cabeza, sorprendida. ¿Hechizos?. Sólo la criatura que había enfrentado antes había demostrado tal habilidad.

Otro ataque llegó, y tuve que esquivarlo rápidamente. El suelo explotaba a mi alrededor con cada impacto, obligándome a moverme constantemente. Más y más hechizos comenzaron a llover desde las sombras, y sentí una mezcla de ira y preocupación. Estas bestias no solo eran más fuertes, sino que estaban organizadas.

"Esto es imposible…" susurré, apretando los dientes.

Mi mirada se endureció mientras mis sentidos seguían cada una de las siluetas moviéndose entre los árboles. Era como si estuvieran esperando algo, como si el verdadero ataque aún no hubiera comenzado. Pero el hecho de que estuvieran usando mana y ataques a distancia era suficiente para confirmar lo que temía: algo o alguien estaba controlándolas o había despertado un poder en ellas.

La nieve bajo mis pies seguía derritiéndose por el calor residual de mi mana. Me puse en guardia, mi espada lista y mi poder aún fluyendo, aunque sentía que el agotamiento comenzaba a alcanzarme. La cantidad de mana que había utilizado era descomunal, pero no tenía elección.

"Si me van a poner a prueba... será mejor que estén preparados para perder."

La bestia más cercana avanzó entre las sombras, revelando su forma colosal. Era incluso más grande que la primera, con el mismo aire antinatural que hacía que el mana del entorno vibrara. Me posicioné, lista para enfrentarla, pero esta vez no podía permitirme gastar toda mi energía en un solo golpe.

Tenía que resistir. Tenía que descubrir la verdad detrás de esto.

Y, sobre todo, tenía que sobrevivir.

Los rugidos aumentaban, el bosque temblaba y el viento aullaba entre los árboles. Lo que sea que estuviera ocurriendo en el norte... acababa de comenzar.