*THYRA*
La mañana siguiente llegó con un cielo gris y un frío cortante que parecía atravesar las paredes del castillo. Me levanté temprano, aunque el sueño había sido escaso. Me vestí con calma, eligiendo una túnica más formal con los colores de mi familia, pero sin adornos innecesarios. No era un día para la ostentación. Hoy, el consejo hablaría del norte, y esperaba que no perdieran el tiempo con trivialidades.
Salí de la habitación y recorrí los pasillos en silencio. Los guardias del castillo me saludaban con respeto mientras pasaba, pero sus miradas se desviaban rápidamente, como si no quisieran sostenerla por demasiado tiempo. Sabían quién era. Sabían lo que había hecho. Eso bastaba para incomodarlos.
Al llegar frente a las enormes puertas de la sala del consejo, uno de los heraldos me detuvo. Me observó nervioso, como si las palabras le pesaran.
"Lady Thyra de la casa Auren, el consejo la espera."
Asentí, permitiéndole anunciarme.
Las puertas se abrieron con un crujido solemne, y entré. La sala era amplia, con un techo abovedado y ventanas enormes que permitían la entrada de una luz fría y pálida. La mesa del consejo estaba al centro, pero no eran solo los consejeros quienes estaban presentes. Había más personas de las que esperaba. Un grupo considerable, muchos rostros que no había visto en años, y otros apenas conocidos.
Las miradas me siguieron como una sombra. No era extraño. Después de todo, era la "heroína del reino", aunque ellos no supieran la verdad de aquella batalla. Su atención no me incomodaba; estaba acostumbrada. Pero tampoco planeaba complacerlos.
Caminé con paso firme hasta el espacio asignado para mí, mi presencia llenando el aire como un hechizo latente. Algunos hombres y mujeres susurraron entre ellos; otros simplemente me observaron con seriedad.
Me detuve y miré al consejo sin inclinar la cabeza.
"Espero que esta reunión sea directa. Si estamos aquí, es por el norte."
Mi voz resonó con calma en el amplio salón, aunque mi tono fue lo suficientemente firme como para recordarles que no estaba aquí para perder el tiempo. Uno de los consejeros principales, un hombre de barba blanca y túnica oscura, asintió con gravedad.
"Tu impaciencia no ha cambiado, Lady Thyra."
"Ni mi deseo de eficiencia," respondí sin inmutarme.
Hubo una pausa antes de que el anciano comenzara a hablar, y sentí cómo la atmósfera en la sala se volvía más pesada.
"La situación en la frontera norte se ha vuelto alarmante. Desde hace semanas, hemos recibido reportes de ataques inusuales a aldeas y caravanas. Bestias… criaturas similares a las que enfrentamos hace tres años. Pero esta vez, parecen más organizadas. Más numerosas."
El murmullo en la sala aumentó. Las palabras eran claras y directas, pero cargaban un peso que nadie podía ignorar.
"¿Tienen pruebas de esto?" pregunté, mirando directamente al consejero.
"Los informes han sido verificados. Además, varios exploradores desaparecieron al intentar investigar más profundamente. Tememos que esto sea solo el comienzo."
El comienzo… La palabra hizo que mi mandíbula se tensara. Miré alrededor de la sala, reconociendo algunos de los rostros. Muchos de ellos habían estado en la defensa, aunque no recordaba sus nombres. Otros eran magos y guerreros de élite convocados por el consejo. Si nos habían reunido a todos, era porque realmente temían que esto se repitiera.
Eran, quien se encontraba a un lado, apenas un paso detrás de los consejeros, cruzó los brazos y habló finalmente.
"Si hay indicios de que esto es similar a lo de hace tres años, debemos prepararnos para lo peor. Ignorarlo no hará que desaparezca."
Por una vez, no tuve ganas de discutir con él. Tenía razón.
"Entonces, ¿cuál es el plan?" pregunté, dejando que el silencio se extendiera por un momento.
El consejero principal tomó la palabra otra vez.
"Mañana partirá una expedición hacia la frontera norte. Se organizarán grupos de avanzada con los magos y líderes que hemos reunido aquí. Necesitamos información certera y, de ser posible, contener las amenazas antes de que crezcan. Lady Thyra, tú estarás al mando de uno de esos grupos."
La noticia no me sorprendió, pero aun así, sentí el peso de sus palabras. Otra vez al frente. Otra vez en la línea más peligrosa.
"¿Quiénes compondrán mi grupo?"
"Se te informará antes del amanecer. Por ahora, descansen y prepárense. Lo que enfrentamos podría ser peor de lo que imaginamos."
La sala quedó en silencio. Nadie dijo nada más. Miré al consejo por última vez antes de girarme y marcharme, mis pasos firmes resonando en el suelo de mármol.
Si esto era verdad… entonces algo grande se avecinaba. Y esta vez, no cometería los mismos errores.
***
El amanecer llegó cubriendo la capital con un manto de frío implacable. La luz apenas filtraba entre las nubes grises, como si el sol mismo dudara en mostrar su rostro ante lo que estaba por venir. Me levanté antes de que llamaran a la puerta, lista para lo que fuera.
Vestida con ropas de viaje reforzadas y mi capa de invierno adornada con el emblema de la familia Auren, me coloqué la espada a un costado y ajusté mis guantes de cuero. El peso familiar de mi arma me daba un extraño consuelo.
Un par de sirvientas entraron, respetuosas como siempre, informándome que el desayuno estaba servido en mi habitación. Lo tomé rápidamente sin mucho apetito, más por obligación que por otra cosa.
"¿Todos están listos?" pregunté a una de las sirvientas antes de salir.
"Sí, Lady Thyra. Sus hombres ya están reunidos en la plaza frente a las puertas del castillo. Los suministros han sido revisados dos veces. Todo está preparado para la expedición."
Asentí en silencio y salí de la habitación, con la mente puesta en lo que venía.
***
La plaza estaba repleta cuando llegué. Mis hombres se encontraban alineados, preparados y en formación impecable, como siempre. Los caballos estaban ensillados y cargados con provisiones, mientras los carromatos contenían el equipo adicional necesario para una expedición que, a todas luces, podría prolongarse más de lo previsto.
El frío del aire cortaba la piel, pero no parecía afectar a los soldados. Cada uno de ellos llevaba la mirada firme y serena, listos para lo que fuera. Algunos otros grupos estaban reunidos también, encabezados por magos, capitanes y caballeros de distintas familias y órdenes. La atmósfera era tensa, aunque nadie lo decía en voz alta.
"¡Lady Thyra!"
El capitán, un hombre curtido y de voz grave, se acercó a mí y golpeó su pecho con el puño en señal de respeto.
"Todo está listo. Los hombres han sido asignados y las rutas están trazadas según las órdenes del consejo."
Miré a mi alrededor y noté a los otros líderes de la expedición. Eran, con su característico porte arrogante, estaba al mando de otro grupo, acompañado de sus propios soldados y un par de magos que parecían compartir su actitud despreocupada. Lo ignoré por completo, centrándome en mis propios hombres.
"Capitán, que todos se mantengan atentos y unidos. Si esto es lo que creo que es, más nos vale estar preparados."
"Entendido, milady."
Un silencio solemne envolvió la plaza mientras el consejo hacía su aparición en el balcón del castillo. El anciano consejero principal dio unas palabras ceremoniosas sobre el deber y la protección del reino, palabras huecas para aquellos que ya conocíamos el peso de estar en el frente.
No presté atención. Mi mirada permanecía en el horizonte, en las murallas que se abrían lentamente para darnos paso.
Cuando finalmente dieron la orden, los grupos comenzaron a marchar. Mis hombres montaron sus caballos y se posicionaron, siguiéndome mientras me colocaba al frente. El sonido de los cascos y las ruedas sobre el suelo helado rompió el silencio del amanecer.
***
Horas después, el paisaje comenzó a cambiar. Dejamos atrás la capital y sus murallas, adentrándonos en tierras más abiertas donde la nieve lo cubría todo como un sudario interminable. A pesar del frío y la monotonía del paisaje, el ambiente estaba cargado de tensión.
Cabalgaba en silencio, mi mirada fija en el camino, mientras el capitán se mantenía a mi lado. De vez en cuando, algún explorador galopaba hacia adelante para verificar la ruta, regresando poco después con informes de que todo estaba despejado.
"Esto se siente extraño," murmuró el capitán finalmente, rompiendo el silencio.
"¿A qué te refieres?"
"Todo parece demasiado tranquilo. Los informes del norte hablaban de bestias y ataques… pero no hemos visto ni una sola señal."
Tenía razón. Había algo inquietante en aquella calma. La nieve seguía cayendo en silencio, amortiguando cualquier sonido que no fuera el de nuestro avance.
"Sigamos atentos. La calma siempre precede a la tormenta."
Los hombres detrás de nosotros no decían nada, pero podía sentir su nerviosismo contenido. Ellos también lo sentían. Había algo fuera de lugar.
***
Los días comenzaron a pasar lentamente. La nieve persistente y el frío hacían que el avance fuera más lento de lo esperado. Mis hombres mantenían el ánimo firme, pero el cansancio empezaba a notarse.
Por las noches, montábamos campamentos fortificados, encendiendo fogatas para protegernos del frío que parecía hundirse en los huesos. Me mantenía apartada del resto, no por desprecio, sino porque necesitaba pensar. Algo no cuadraba.
Algunos soldados murmuraban sobre haber visto sombras entre los árboles o escuchado ruidos lejanos en la noche. No podía ignorarlo. Yo misma había sentido el peso del maná fluctuando en el aire, apenas perceptible, pero presente.
Una noche, mientras observaba las llamas de una fogata, el capitán se acercó.
"Lady Thyra, mañana llegaremos al primer puesto avanzado. Deberíamos tener más información allí."
"Lo espero. Pero dile a los hombres que estén preparados. Algo me dice que no nos va a gustar lo que encontremos."
Asintió con gravedad antes de retirarse.
Me quedé sola, con la mirada perdida en las llamas. El recuerdo de la última batalla en el norte regresó a mi mente sin que pudiera evitarlo. Las bestias, el caos, el miedo… y aquel poder incontrolable que había desatado.
No. Esta vez sería diferente. Esta vez, estaba preparada.
Tras días interminables de viaje a través de nieve y viento, finalmente, la base avanzada apareció a la distancia. Las murallas de madera oscurecida por el invierno se erguían imponentes, aunque algo desgastadas por el clima y el tiempo. Desde lejos ya podía sentirlo: el aire pesado y tenso, el silencio apenas roto por el ruido de nuestras propias monturas.
Al entrar en la base, noté cómo los soldados allí estacionados nos miraban. Sus rostros estaban pálidos, agotados, con ojeras profundas que hablaban de noches sin descanso. Algunos apenas hicieron el esfuerzo de enderezarse al vernos llegar; la disciplina de un puesto en tensión constante ya se veía resquebrajada.
El capitán del puesto, un hombre robusto con una barba gris y uniforme gastado, se acercó al frente para recibirnos. Aún mantenía su porte, pero incluso él no podía ocultar el peso del cansancio.
"Bienvenidos. Soy el Capitán Orven, al mando de esta base avanzada." Su voz era áspera, como si el frío hubiera consumido su aliento durante días. "Nos esperábamos su llegada."
"Soy Thyra Auren. Estos son mis hombres," respondí con calma, desmontando del caballo. Alrededor, los demás líderes de grupos hicieron lo mismo, algunos intercambiando miradas de reconocimiento.
Orven inclinó ligeramente la cabeza, pero sus ojos no tardaron en regresar al mío. "Por favor, pasen. Los líderes de cada grupo están convocados en la sala de informes. Tenemos mucho que discutir y poco tiempo."
***
El interior del puesto estaba apenas más cálido que el exterior. Nos llevaron hasta una sala sencilla con una gran mesa de madera en el centro. Encima, desplegados, había mapas del norte con marcas y anotaciones, pero pocas respuestas claras.
Los demás líderes tomaron asiento. La mayoría no hablaba, pero sus rostros serios y ceñudos decían lo suficiente. Entre ellos, estaba él de nuevo, observándome con su habitual expresión de arrogancia disimulada. Lo ignoré, enfocándome en el capitán Orven, quien comenzó a hablar.
"La situación en el norte no ha cambiado drásticamente… al menos no aún," empezó, con la voz grave que retumbaba en las paredes. "Las patrullas han identificado rastros de movimiento de las bestias, pero nada que podamos llamar anormal… al menos al principio."
"¿Al principio?" preguntó alguien desde el otro extremo de la mesa.
Orven asintió. "Sí. La mayoría de los movimientos parecen ser rutas de caza o migración. Pero en contadas ocasiones, las patrullas notaron un aumento repentino en la actividad. No duró mucho y no hubo ataques directos, pero lo suficiente como para preocuparnos."
Me incliné hacia adelante, cruzando los brazos. "¿Qué tan frecuentes son estos aumentos?"
"No hay patrón claro," respondió el capitán, pasando un dedo por el mapa. "A veces ocurre después de días sin avistamientos. Otras veces parece que se calman por completo, como si estuvieran… esperando algo."
"¿Y qué hay de las bestias que encontraron?" inquirió otro de los líderes. "¿Alguna señal de lo que pasó hace tres años?"
El silencio que siguió fue espeso. Orven negó lentamente. "No hemos visto nada como lo de aquella vez. Por ahora, solo hay huellas y signos de movilidad, nada más. Pero la sensación… la sensación de que algo más está ahí no nos abandona."
Miré el mapa y las marcas. Rutas, pequeñas acumulaciones de huellas, notas de avistamientos sin confirmar. Todo parecía demasiado ordenado para algo que debería ser salvaje.
"Y no hay informes de ataques a aldeas cercanas o pérdidas de soldados en patrulla, ¿correcto?"
"Correcto," confirmó Orven. "Pero eso es lo que más me preocupa. Es demasiado silencioso, Lady Thyra. Como si estuvieran tanteando el terreno, probándonos, esperando…"
Sus palabras resonaron en mi mente. Aquello me inquietó más que si hubiera mencionado un ataque directo. El enemigo de hace tres años era caótico, salvaje, sí… pero esto. Esto se sentía como un depredador calculador, midiendo cada paso.
"Quiero ver las rutas de patrulla más cercanas," ordené, apoyando la mano sobre la mesa. "Y hablar con los hombres que han visto más de cerca estas señales."
"Por supuesto," respondió Orven sin vacilar. "Les mostraré todo lo que hemos recopilado hasta ahora. Las patrullas más recientes regresarán esta tarde, podrán hablar con ellos."
Los demás líderes intercambiaron miradas. Algunos asentían en silencio, otros parecían frustrados por la falta de respuestas claras.
Mientras el informe finalizaba, me levanté de mi asiento.
"Capitán Orven," dije con firmeza, "asegúrese de que sus hombres estén bien alimentados y descansados. Lo último que necesitamos es que esta base se desmorone antes de lo que pueda venir."
"Lo haré, milady."
Al salir de la sala, me detuve un momento al borde de la entrada, observando a los soldados que seguían con sus quehaceres cotidianos. El peso de la incertidumbre colgaba sobre todos como un manto invisible. No había respuestas, pero sí una amenaza constante que no podíamos ignorar.
Miré al cielo gris, al viento que agitaba la nieve como un presagio. El norte escondía algo, y cada día que pasaba sin respuestas, nos acercábamos más al borde de lo desconocido.
"Capitán," llamé finalmente a mi segundo al mando, que esperaba fuera, "prepáralos para salir al amanecer. Mañana haremos un recorrido nosotros mismos. Quiero verlo todo con mis propios ojos."
"Entendido, Lady Thyra."
De regreso en los aposentos asignados, el cansancio de días de viaje comenzaba a hacerse sentir, pero aún así, no me permití descansar. Alrededor de una pequeña mesa de madera desgastada, mis hombres ya estaban instalados, limpiando armas o comiendo raciones frías en silencio. Aun cuando no hablábamos, nuestra presencia conjunta creaba una calma familiar y casi reconfortante.
Un golpe seco en la puerta interrumpió el silencio.
"Adelante", respondí con voz firme.
Un soldado entró con prisa, cargando un montón de papeles y mapas bajo el brazo. Tras saludar con rigidez, extendió los documentos hacia mí. "Lady Thyra, estos son los informes solicitados. El capitán Orven pidió disculpas por la demora."
Tomé los documentos y asentí. "Gracias, puedes retirarte."
El soldado hizo una reverencia rápida y salió, cerrando la puerta tras él. Dejé caer los papeles sobre la mesa, desplegando cada informe uno por uno. Mis hombres me miraron un momento, expectantes, pero no dijeron nada. Sabían cuándo era mejor dejarme trabajar.
La vela a mi lado chisporroteaba suavemente mientras pasaba las hojas con rapidez. Mapas, anotaciones de patrullas, fechas y horas. Todo parecía rutinario, incluso las señales que a primera vista resultaban preocupantes no eran más que pequeñas acumulaciones de huellas, rastros borrosos en la nieve.
Pero algo no encajaba.
Fruncí el ceño al revisar las notas de las últimas exploraciones, las realizadas antes de nuestra llegada. Las fechas no coincidían del todo, como si hubieran sido espaciadas de manera irregular. Los reportes de movimientos de las bestias no seguían un patrón lógico, algo que podía pasarse por alto si uno no prestaba atención.
"¿Pasa algo, Lady Thyra?preguntó mi capitán, acercándose un poco.
Negué con un gesto. "Todo parece normal, y eso es lo que me inquieta. O lo han hecho muy bien ocultando algo… o hay una parte que aún no vemos."
Mis dedos tamborilearon sobre el mapa con impaciencia, trazando mentalmente las rutas anotadas. Cada zona de exploración estaba marcada con precisión, pero mi intuición me decía que no habían sido revisadas a fondo. Algo me daba mala espina, y no tenía intención de esperar al amanecer para confirmarlo.
Me levanté con decisión, enrollando los mapas y doblando algunos de los documentos más relevantes. Mi movimiento hizo que todos me observaran.
"Capitán" dije en voz baja pero firme, "reúna a un pequeño grupo. No más de seis hombres, todos discretos. Vamos a explorar las zonas señaladas ahora mismo."
"¿Ahora?" preguntó, sorprendido.
"Sí. Si hay algo fuera de lugar, lo descubriremos esta noche. No quiero esperar a que mañana nos tome desprevenidos."
El capitán asintió con rapidez y comenzó a seleccionar a los hombres más adecuados. Mi segundo al mando, siempre eficiente, ya estaba reuniendo armas y preparando linternas protegidas contra el viento.
***
La nieve caía en silencio cuando nos deslizamos fuera de la base avanzada. El frío mordía cada centímetro de piel expuesta, pero el sigilo era nuestra prioridad. A nuestro alrededor, las sombras de los árboles formaban siluetas inquietantes bajo la luz de la luna, que apenas lograba filtrarse entre las nubes densas.
No llevaba mucho tiempo en el norte, pero conocía este ambiente demasiado bien. La calma absoluta no era más que un preludio del caos.
"Primera zona" susurró uno de mis hombres, señalando hacia una colina poco elevada donde se habían reportado rastros recientes.
Asentí y levanté una mano, indicando que avanzáramos en formación cerrada. Nuestros pasos se hundían suavemente en la nieve virgen, apenas emitiendo sonido.
Al llegar a la cima, inspeccioné el área con detenimiento. Todo parecía igual de tranquilo, pero algo me inquietaba profundamente. Me agaché, tocando la nieve con los dedos enguantados. Había huellas recientes, sí, pero no de bestias comunes. Eran demasiado grandes y demasiado profundas.
"Estas marcas…" murmuré, sintiendo cómo mi pecho se apretaba. "No son de movimientos normales."
El capitán se inclinó a mi lado, sus ojos estrechándose al ver lo mismo.
"¿Son más frescas?" preguntó.
"Sí. Esto no fue hace días. Fue hace horas."
Nos levantamos al mismo tiempo, la tensión electrizando el aire a nuestro alrededor. Ordené a los demás que inspeccionaran en círculos más amplios, pero que no se alejaran demasiado. Todo indicaba que algo había pasado aquí recientemente.
Caminamos hasta una segunda ubicación marcada en los informes. Esta vez, la escena era peor. Más huellas, algunas de ellas salpicadas con manchas oscuras que se hundían en la nieve.
"Sangre" susurró un soldado con voz tensa.
Me agaché para observar más de cerca, sintiendo mi respiración volverse lenta y controlada. Era sangre reciente, pero no humana. El frío la había congelado en gotas irregulares, pero no había cuerpos ni señales de lucha evidente.
"Lady Thyra, debemos regresar" dijo el capitán en voz baja pero urgente. "Si esto es lo que creo, estamos muy cerca de algo que no queremos encontrar de noche."
"No aún" respondí, levantándome con lentitud. Miré hacia el horizonte, donde la oscuridad parecía aún más densa. "Solo una ubicación más. Quiero estar segura."
Mi grupo me miró con inquietud, pero ninguno cuestionó la orden. Ellos también sentían lo mismo que yo: una presencia invisible acechándonos desde las sombras, un peso en el aire que sólo podía significar una cosa.
Algo se movía en el norte. Y no íbamos a regresar sin confirmarlo.
Avanzamos hacia la tercera zona marcada en los informes, con el silencio absoluto rodeándonos como una advertencia. Incluso los sonidos usuales del bosque, crujidos de ramas o el aullido ocasional de algún lobo, habían desaparecido. Era como si el mismo entorno estuviera conteniendo el aliento.
Mis hombres seguían alerta, sus armas listas. La nieve bajo nuestros pies se sentía pesada, como si se resistiera a cada paso que dábamos. La linterna apenas iluminaba lo suficiente para no tropezar, pero evitábamos encender demasiadas luces para no llamar la atención.
Al llegar a la última ubicación, algo nos detuvo en seco.
"Por los dioses…" murmuró el capitán.
Frente a nosotros, un claro despejado aparecía cubierto de huellas desordenadas, ramas rotas y nieve teñida de negro. Un olor metálico y agrio, como de carne podrida, impregnaba el aire. Esta vez, no se trataba solo de sangre. Entre las marcas en el suelo, descubrí pedazos de cuerpos de bestias: garras rotas, piel desgarrada y algún que otro hueso limpio, como si algo las hubiera destrozado con una fuerza imposible.
Me agaché lentamente, evaluando la escena mientras el resto de los hombres se mantenían tensos, mirando hacia los alrededores. Las pisadas no solo eran de bestias; había algo más grande, algo mucho peor. El patrón de destrucción era caótico, como si una lucha frenética se hubiera desatado aquí.
"Esto no fue una simple cacería" susurré con los labios apretados. "Algo las atacó… y no tuvo piedad."
"¿Algo?" preguntó mi segundo al mando con voz apenas audible. "¿Qué podría hacer esto?"
No respondí de inmediato. Me enderecé, dejando que mis ojos escanearan el perímetro con cuidado. No podía ignorar el peso en mi pecho, ese presentimiento oscuro que se arraigaba en mi mente. No era una corazonada sin fundamentos: esto era algo que habíamos enfrentado antes.
"Esto es lo que pasó hace tres años" murmuré finalmente, más para mí misma que para los demás.
El capitán se giró hacia mí con una mezcla de incredulidad y horror. "¿Está segura de eso?"
"Sí." Mi mirada se endureció. "Esto es el preludio de algo mucho peor. Están probando nuestras defensas, cazando y desplazándose como lo hicieron aquella vez."
Todos guardaron silencio, procesando mis palabras. Ninguno de los presentes estuvo en la primera línea durante aquel incidente, pero conocían las historias: la muerte, la destrucción y lo cerca que estuvimos de perderlo todo.
"Regresaremos a la base" dije con firmeza. "Mañana temprano, reuniré al líder del puesto avanzado y al resto de los jefes. Debemos prepararnos ahora, antes de que sea demasiado tarde."
Nadie discutió. Aquel hallazgo había sido suficiente para hacerles entender la gravedad de la situación.
***
El regreso a la base fue tan tenso como nuestra salida. Aunque no nos topamos con nada en el camino, la sensación de estar siendo observados persistió, como una sombra constante a nuestro alrededor. Cada ruido que hacía el viento entre los árboles nos hacía girar la cabeza de manera instintiva.
Al llegar, el grupo de centinelas de guardia nos miró con sorpresa al vernos regresar tan pronto. El capitán se adelantó para dar algunas instrucciones rápidas, asegurando que los muros y defensas estuvieran aún más vigilados esta noche.
Una vez dentro, caminé directo hacia mi habitación. Cerré la puerta con firmeza y me dejé caer en la silla frente a una pequeña mesa. Los mapas y documentos que había revisado antes seguían allí, como si esperaran que les encontrara algo más.
"Si esto es verdad… si esto vuelve a ocurrir…"
No pude evitar cerrar los ojos por un momento. Lo que vi en aquel claro, las marcas, la destrucción: todo me decía que el norte estaba despertando de nuevo. Si no actuábamos rápido, nos tomarían por sorpresa, como lo hicieron la última vez. Pero esta vez, yo estaba aquí. Y no permitiría que el desastre volviera a repetirse.
Con ese pensamiento, tomé pluma y papel, comenzando a escribir un informe detallado de lo que encontramos. Si el consejo había ignorado las señales hasta ahora, esto sería más que suficiente para hacerlos reaccionar.
"Pronto lo sabrán," pensé mientras las palabras comenzaban a llenar la página. "Y esta vez no tendrán excusa para no actuar."