Frente al grupo, los reflejos oscuros terminaron de materializarse, emergiendo del vidrio con movimientos fluidos y perturbadores.
No eran simples copias; cada uno de ellos llevaba algo más: una versión exagerada, casi grotesca, de quienes se enfrentaban.
Ragnor miró a su contraparte con una mezcla de horror y curiosidad. Su reflejo oscuro parecía una versión idealizada de sí mismo, con una túnica impecable de azul brillante, una varita dorada reluciente y una sonrisa arrogante que dejaba claro que sabía exactamente lo que hacía.
—Vaya, yo, pero mucho mejor —murmuró, tragando saliva.
El sombrero, sin perder la oportunidad, soltó una carcajada.
—¡"Mejor"! Por favor. Ese ni siquiera tiene tus ojeras crónicas ni esa postura de espantapájaros. Aunque… sería agradable que aprendieras algo de él.
Sienna, a su lado, observaba su propio reflejo, que ya había desenfundado un par de dagas negras. Su versión oscura emanaba un aura fría y letal, y había algo en sus ojos que le helaba la sangre. No tiene alma, pensó.
Chairald, por supuesto, estaba emocionado.
—¡Esto es glorioso! ¡Un rival digno! —gritó, mientras su reflejo, una silla con patas aún más grandes y afiladas, lo miraba como si quisiera destrozarlo de una sola embestida.
Y entonces estaba Edran, que permanecía detrás del grupo, observando a su propio reflejo. La sombra de Edran era distinta. No tenía un cuerpo sólido; su forma parecía oscilar entre humo y sombras líquidas. Su voz, cuando habló, era un susurro que resonaba como un eco eterno.
—¿Así que este es mi reflejo? —murmuró Edran, sus ojos entrecerrados—. Fascinante.
La sombra de Edran sonrió, pero había algo en esa sonrisa que hizo que el grupo entero se tensara.
—Soy lo que podrías haber sido —dijo la sombra con una voz suave pero peligrosa—. Y lo que quizás aún seas.
Antes de que alguien pudiera responder, los reflejos atacaron al unísono, desatando el caos en el salón.
Cada enfrentamiento parecía único. Sin embargo, la escena más absurda y cómica era, sin duda, la pelea de los sombreros.
El sombrero original y su reflejo flotaban alrededor de Ragnor, girando en círculos como dos buitres en disputa por una presa. Los insultos iban y venían, cada uno más creativo que el anterior.
—¡Tu costura es tan débil que parece hecha por un goblin borracho! —gritó el reflejo.
—¡Ja! Al menos no huelo a calcetines mojados después de un mes en el canasto —respondió el sombrero original, inflándose con orgullo.
—¡Tu dueño es tan inútil que podría perder una batalla contra un zapato!
—¡Oh, claro, y tú estás atrapado con una versión aún peor de mí! ¿Cómo te sientes al ser el reflejo de algo tan perfecto como yo?
Ragnor, que intentaba concentrarse en esquivar los ataques de su reflejo oscuro, murmuró con irritación:
—¡¿Pueden callarse?!
El sombrero original no perdió la oportunidad:
—¡Ah, por fin! El gran Ragnor quiere dar órdenes. Lástima que nunca sabe qué hacer consigo mismo.
El reflejo del sombrero no se quedó atrás:
—¡Claro que no sabe! Probablemente tiene que buscar "cómo respirar" en un libro.
Ragnor rodó los ojos mientras intentaba contraatacar, pensando que tal vez dejar que los sombreros se pelearan solos no era tan mala idea.
El reflejo oscuro de Ragnor se movía con una precisión casi elegante, lanzando hechizos perfectamente ejecutados que obligaban a Ragnor a retroceder una y otra vez.
—¿Sabes qué es lo mejor de esto? —dijo el reflejo con una sonrisa burlona mientras lanzaba un rayo de energía azul que hizo que Ragnor tropezara.
—¿Qué cosa? —preguntó Ragnor, jadeando.
—Que finalmente puedes verte como el fracaso que eres.
Ragnor frunció el ceño, levantando su varita. Intentó lanzar un hechizo rápido, pero el reflejo lo bloqueó sin esfuerzo, contrarrestándolo con un rayo que convirtió un espejo cercano en polvo.
El sombrero, por supuesto, no pudo resistirse a intervenir.
—¡Vaya! Creo que deberías tomar notas. Al menos él sabe cómo apuntar.
—¡No necesito tus comentarios ahora mismo! —gritó Ragnor, esquivando por poco otro ataque.
Mientras tanto, la lucha entre las Siennas era rápida y letal. Las dagas chocaban con destellos de luz, y cada movimiento parecía un baile perfectamente coreografiado. La Sienna Oscura sonrió con malicia.
—¿Realmente crees que tienes algo que me falta? —dijo con una voz helada.
Sienna apretó los dientes, bloqueando un golpe antes de contraatacar con rapidez.
—Tengo algo que tú nunca tendrás: humanidad.
La Sienna Oscura rió, pero había un toque de amargura en su risa.
Chairald, mientras tanto, estaba completamente inmerso en su batalla. Su reflejo lo atacaba con embestidas brutales, pero Chairald se defendía con valentía (y una cantidad absurda de frases heroicas).
—¡Tienes patas fuertes, pero yo tengo el espíritu de un guerrero! —gritó mientras bloqueaba un golpe con su respaldo.
El sombrero, aunque estaba en plena batalla de insultos con su reflejo, no pudo evitar comentar.
—Oh, claro. Una silla luchando contra otra. Esto es exactamente lo que el universo necesita.
La lucha de los sombreros llegó a su clímax. Los insultos volaban de un lado a otro, cada uno más creativo y absurdo que el anterior.
—¡Eres más inútil que un sombrero sin cabeza! —gritó el reflejo del sombrero.
—¡Y tú eres tan aburrido que harías bostezar a una piedra! —respondió el sombrero original
Ragnor, a pesar de la situación, no pudo evitar murmurar:
—¿En serio? ¿Esto es una pelea?
El sombrero, sin apartar su atención de su reflejo, replicó:
—¡Cállate, tú no estás mucho mejor!
Mientras el caos de la batalla continuaba, Ragnor no pudo evitar notar algo extraño. Entre todos los reflejos y versiones oscuras, la tetera maldita flotaba sola, completamente intacta y sin un reflejo que la enfrentara.
Entre un hechizo y otro, Ragnor aprovechó para gritar:
—¡Oye, tetera! ¿Dónde está tu reflejo?
La tetera, que hasta ahora había estado flotando en silencio, se giró hacia él con su brillo púrpura parpadeando de forma inquietante.
—Algunas cosas… no pueden reflejarse.
—¿Qué significa eso? —preguntó Ragnor, con la respiración agitada mientras esquivaba un ataque de su contraparte oscura.
La tetera emitió un sonido que parecía una risa seca.
—No todos los secretos son para ser compartidos, Ragnor.
Sienna, que estaba cerca, escuchó la respuesta y frunció el ceño mientras luchaba contra su propio reflejo.
—Eso no suena nada tranquilizador.
La tetera no respondió, volviendo a flotar en silencio, lo que sólo aumentó la tensión y la sospecha en el grupo.
Esa distracción permitió que el reflejo de Ragnor lo acorralara. Cada hechizo que lanzaba era bloqueado o contrarrestado con facilidad, y la frustración comenzaba a apoderarse de él.
—Nunca serás nada, ¿sabes? —dijo el reflejo, condescendiente—. Siempre serás el mago mediocre que todo el mundo olvida.
Ragnor apretó los dientes. Algo dentro de él se rebeló contra esas palabras. Levantó su varita, pero esta vez no improvisó. Cerró los ojos y recordó algo que había leído en un libro viejo sobre magia de flujo: La magia no es sólo un arma; es un canal. Déjala fluir.
Tomó aire y dejó que su magia se conectara con el entorno. Cuando abrió los ojos, apuntó al reflejo con calma y murmuró un hechizo que nunca antes había intentado.
—¡Manos del Caos!
Unas manos mágicas brillantes emergieron del suelo, agarrando al reflejo oscuro y manteniéndolo inmóvil. Por primera vez, el reflejo parecía sorprendido.
El sombrero, claramente impresionado (aunque no lo admitiría), dijo:
—¡Vaya! Milagro. Parece que finalmente lograste hacer algo bien.
Ragnor sonrió, agotado pero satisfecho.
Con el nuevo hechizo, Ragnor logró debilitar a su reflejo lo suficiente como para desvanecerlo.
Sienna, después de un último movimiento calculado, logró derrotar a su contraparte, y Chairald, con una embestida final, destrozó a su reflejo mientras gritaba:
—¡Por la gloria de las patas de madera!
Los reflejos se desvanecieron uno por uno, dejando el salón en un silencio tenso.
El grupo, exhausto pero victorioso, salió del salón de los espejos. El aire afuera era más frío, y la energía de la ciudad seguía sintiéndose extraña, como si algo aún los estuviera observando.
Edran, que había estado observando con atención, dio un paso adelante, mirando al grupo con una expresión de respeto.
—Han demostrado mucho. Pero el camino no termina aquí.
Edran les explicó que el Corazón del Caos estaba dividido en dos mitades. Una mitad estaba en La Torre de las Almas Errantes, un lugar que se encontraba al otro lado del reino, y la otra mitad estaba sumergida en las profundidades de Ondurel, el reino submarino.
El sombrero no se contuvo y exclamó ¡me estás diciendo que vinimos aquí al santo botón!
Edren sin tomarle importancia continuó —Nuestro reino Felgaris, actualmente se encuentra en crisis, dividido entre el Gremio de Magos, la nobleza corrupta y fuerzas desconocidas.
—Ohhh… dijo recordando algo y agregó con una gota de sudor recorriendo su rostro —eso fue hace unas cuantas décadas atrás —río incómodamente. Lo que causó risas en el grupo.
Mientras seguía hablando, Edran se quedó observando a Ragnor y dijo —Tú, estás en el nivel intermedio de magia. Pero tu magia caótica te hace impredecible. Podrías ser mucho más… o quedarte atrapado en tu propia torpeza.
El sombrero no tardó en añadir:
—Sí, "podrías ser mucho más", pero todos sabemos que no lo serás.
Ragnor suspiró.
—Gracias por el voto de confianza.
Mientras se preparaban para dejar la Ciudad de los Espejos y continuar su camino hacia las dos mitades del Corazón, Sienna no pudo evitar mirar de reojo a la tetera.
—No confío en esa cosa —murmuró.
La tetera flotó más cerca de ella, casi como si quisiera provocarla.
—Y quizás no deberías.
Sienna se detuvo, sus ojos entrecerrados.
—¿Qué quieres decir?
La tetera permaneció en silencio durante unos segundos, como si considerara sus palabras con cuidado. Finalmente, habló, su voz más suave y enigmática de lo habitual.
—El Corazón del Caos no es simplemente un arma. Es algo más profundo, algo que no pueden imaginar. Y cuando llegue el momento, quizás ni siquiera yo pueda ayudarlos.
La declaración dejó al grupo en un incómodo silencio. Ragnor miró a la tetera con una mezcla de confusión y preocupación.
—¿Qué quieres decir con eso?
Pero la tetera no respondió. Simplemente flotó hacia adelante, como si nada hubiera pasado, dejando al grupo con más preguntas que respuestas.
Mientras las palabras de la tetera resuenan en sus mentes, sembrando dudas sobre lo que realmente está buscando; el grupo se dirige hacia su siguiente destino.