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Chapter 7 - Capitulo 7: Ecos del Pasado y Huellas en las Sombras

El bosque estaba quieto, aunque esa quietud no traía paz. A su alrededor, los árboles crujían como si quisieran moverse, pero algo los estuviera deteniendo. El aire estaba pesado, saturado de una extraña energía residual de la esfera que habían encontrado, como si las sombras que habían enfrentado aún los observaran desde algún rincón.

El grupo había montado un pequeño campamento improvisado para descansar después del combate. Una fogata chisporroteaba entre ellos, proyectando sombras largas y danzantes. Pero nadie parecía relajado.

—No dejo de pensar en esas imágenes que vimos en la esfera —dijo Sienna, rompiendo el silencio. Estaba sentada con las piernas cruzadas, girando una de sus dagas entre los dedos como hacía siempre que estaba nerviosa.

—Las guerras, las figuras encapuchadas… —Edran asintió lentamente—. Y ese corazón que palpitaba… Esas no eran visiones al azar. La esfera nos estaba mostrando algo importante.

Ragnor, sentado con la espalda apoyada en un árbol, levantó una mano.

—¿Y el ratón gigante que apareció por un segundo? ¿Eso también era importante o…?

—Probablemente sólo tu magia interrumpiendo algo serio, como siempre —bufó el sombrero desde su cabeza—. Aunque, para ser justos, ese ratón gigante tenía más sentido que tú.

Ragnor rodó los ojos y suspiró.

—¿Alguna vez tienes un comentario constructivo?

—¿Qué tal este? —respondió el sombrero, inclinándose dramáticamente hacia un lado—. ¡Construye una mejor personalidad!

Antes de que Ragnor pudiera responder, Edran volvió a intervenir.

—Lo importante aquí no es lo que vimos, sino lo que significa. La esfera no está aquí por casualidad. Esa anomalía es parte de algo mucho más grande.

Sienna entrecerró los ojos, claramente frustrada.

—¿Y cómo se conecta esto con el Corazón del Caos?

Edran permaneció en silencio por un momento, mirando hacia la fogata como si intentara encontrar la respuesta en las llamas.

—Tal vez… sea hora de hablarles más sobre el Corazón y el estado de Felgaris —dijo finalmente, aunque su tono parecía casi pesaroso.

Mientras el grupo hablaba, la tetera flotó lentamente hacia un lado, alejándose de la fogata. Su brillo púrpura oscilaba erráticamente, como si algo dentro de ella estuviera fallando. Nadie lo notó, excepto ella misma.

En su interior, algo había despertado. Algo que no había sentido en mucho tiempo.

El bosque se desvaneció de su visión, reemplazado por un salón oscuro. Su superficie brillante reflejaba el altar que dominaba la sala, donde un corazón palpitaba lentamente, cubierto de fuego negro. Las paredes eran enormes, pero todo estaba envuelto en sombras que parecían moverse por sí mismas.

Voces susurraban a su alrededor. No eran humanas. Eran profundas, antiguas, y cargadas de una desesperación que parecía infinita.

Y luego, la figura.

La figura encapuchada emergió de las sombras, con ojos que ardían como brasas. Parecía mirar directamente a la tetera, aunque al mismo tiempo daba la impresión de que no estaba mirando a ella, sino a algo más allá de su existencia.

El Corazón no es un arma; es una puerta. Y tú sabes lo que eso significa.

La visión se desmoronó tan rápido como había comenzado, dejando a la tetera flotando inmóvil en el bosque. Su brillo púrpura parpadeó como una vela a punto de apagarse.

—¿Estás bien? —preguntó Ragnor, girándose hacia ella.

La tetera dio un giro brusco, como si intentara recuperar la compostura.

—Siempre estoy bien… aunque no puedo decir lo mismo de ti.

Ragnor frunció el ceño, pero no insistió. La tetera volvió con el grupo, pero dentro de ella, algo había cambiado.

El silencio en torno a la fogata se mantuvo durante un momento más antes de que Edran finalmente hablara.

—El Corazón del Caos no es un artefacto cualquiera. Fue creado hace siglos, durante una época en la que la magia era más salvaje y los dioses oscuros aún tenían influencia directa sobre el mundo. —Su tono era grave, como si las palabras mismas le pesaran.

—¿Dioses oscuros? —preguntó Sienna, con el ceño fruncido mientras seguía afilando una de sus dagas.

Edran asintió.

—Los antiguos lo llamaron "El Pacto de las Sombras". Magos ambiciosos ofrecieron su lealtad a entidades más allá de nuestra comprensión, a cambio de un poder inigualable. Lo que recibieron fue el Corazón del Caos, una fuente de energía capaz de moldear la realidad misma.

—¿Moldear la realidad? —interrumpió Ragnor, con los ojos muy abiertos—. ¿Como en, no sé, convertir a alguien en una silla?

—Exactamente como eso —confirmó Edran, ignorando el tono absurdo de la pregunta—. Pero había un problema. El Corazón no tenía límites. Era tan poderoso que empezó a destruir a sus propios creadores.

—Clásico error de principiante —comentó el sombrero—. Nunca aceptes regalos de seres oscuros. ¿Quién pensó que eso era una buena idea?

—Por eso lo dividieron —continuó Edran, ignorando el comentario del sombrero—. Los magos que sobrevivieron lograron partir el Corazón en dos mitades y las sellaron en lugares diferentes. Pero eso no resolvió del todo el problema. Algunos fragmentos de su energía quedaron dispersos por el mundo, creando anomalías mágicas… como la esfera que vimos.

El grupo permaneció en silencio por un momento, procesando la información.

—¿Y ahora todos lo quieren? —preguntó Sienna, rompiendo el silencio.

—No todos, pero sí quienes entienden lo que podría hacer. —Edran se inclinó hacia adelante, cruzando las manos—. Felgaris está dividido en facciones, cada una con sus propias intenciones:

El Gremio de Magos: Buscan reunir el Corazón completo para consolidar su dominio sobre toda la magia. No les importa el costo.

Los Nobles Oscuros: Familias aristocráticas corruptas que usan magia prohibida para su propio beneficio. Les interesa el Corazón como un arma para mantener su control sobre el pueblo.

Los Errantes del Caos: Un culto misterioso que ve al Corazón como una deidad. Creen que, al activarlo, podrán desatar el caos definitivo y "liberar" al mundo.

—¿Y nosotros? —preguntó Ragnor, levantando una mano como si estuviera en clase—. ¿En qué grupo estamos?

El sombrero se inclinó hacia adelante y respondió antes que nadie.

—En el grupo de los idiotas que intentan no morir. Aunque, francamente, diría que estamos fracasando.

Sienna suspiró y negó con la cabeza.

—Esto sólo significa que necesitamos movernos más rápido. Si ellos nos encuentran antes…

—No sólo es cuestión de velocidad —dijo Edran, interrumpiéndola—. También es cuestión de no llamar demasiado la atención. Y hasta ahora no hemos sido precisamente discretos.

La tetera, flotando en silencio, emitió un leve brillo púrpura, pero no dijo nada.

Ragnor rompió el silencio, aunque lo hizo con una mezcla de nerviosismo y curiosidad.

—¿Así que… todos estamos de acuerdo en que esa esfera fue lo más raro que hemos visto hasta ahora, cierto?

Sienna resopló, sin molestarse en mirarlo.

—¿Lo más raro? Estamos viajando con una silla que habla, un sombrero insultante y una tetera sospechosa. Esa esfera está en el puesto número cuatro, como mínimo.

—¡Yo no soy raro! —protestó Chairald desde atrás—. ¡Soy glorioso!

—Claro, glorioso —replicó Sienna, rodando los ojos.

El sombrero, que había permanecido notablemente callado durante un rato, finalmente intervino.

—Honestamente, estoy empezando a pensar que el verdadero misterio no es la esfera, ni el Corazón, ni el universo mismo. Es cómo hemos sobrevivido tanto tiempo con este grupo de inútiles.

—Al menos yo no soy un accesorio —murmuró Ragnor, ajustándose el sombrero con irritación.

—¡Repite eso y veremos quién es un accesorio! —gritó el sombrero, inclinándose hacia adelante como si fuera a saltar de su cabeza.

—¡Por favor! —interrumpió Edran, levantando una mano para calmar la discusión. Su tono era más firme de lo habitual, lo que atrajo la atención de todos—. Lo que vimos en esa esfera no es algo para tomar a la ligera. Si realmente está conectada al Corazón del Caos, entonces alguien está tratando de manipular esa energía para sus propios fines. Y no creo que tengamos mucho tiempo antes de que actúen.

La seriedad en la voz de Edran logró callarlos, aunque sólo por unos segundos.

—¿Entonces, cuál es el plan? —preguntó Sienna, ajustándose las correas de su cinturón con dagas.

La tetera, que había flotado en silencio, habló de repente, su tono más agudo de lo habitual.

—El plan es no morir.

El grupo se giró hacia ella, claramente confundido por la declaración.

—¿Eso es todo? —preguntó Ragnor, arqueando una ceja.

—Sí —respondió la tetera, su brillo púrpura titilando con un ritmo irregular—. Porque no importa lo que crean que saben, están más cerca de lo que buscan de lo que deberían estar.

Sienna la fulminó con la mirada.

—¿Y qué se supone que significa eso?

La tetera no respondió. Simplemente flotó más alto, como si quisiera evitar más preguntas.

Tras descansar apagaron la fogata y siguieron avanzando hasta que se encontraron con una puerta gigante flotando en el aire. Todo sobre ella era extraño, desde su marco cambiante hasta el picaporte en forma de garra que apretaba una esfera azul con fuerza.

La puerta parecía estar hecha de madera y cristal al mismo tiempo. Las runas doradas que la rodeaban pulsaban con un brillo hipnótico, y los rostros esculpidos en su marco parecían moverse sutilmente.

—Definitivamente mágica. —Edran examinó las runas brillantes que la rodeaban.

—¿Por qué siempre nos encontramos con las cosas más raras? —murmuró Sienna.

—Tal vez porque estás con él —respondió el sombrero, inclinándose hacia Ragnor—. El desastre es magnético.

La puerta habló entonces, con un tono altanero:

—¡No todos son dignos de cruzarme! Si desean pasar, deberán resolver mi acertijo.

El acertijo apareció flotando frente a ellos:

"Si tienes dos manzanas y las compartes con un unicornio invisible, ¿cuántos peces quedan en el río?"

Ragnor ladeó la cabeza.

—¿Qué clase de pregunta es esa?

—La clase que probablemente tengas problemas para responder —dijo el sombrero—. Pero adelante, prueba tu "genialidad".

Ragnor, sin perder un momento, respondió:

—Eh… ¿dos?

La puerta soltó un bufido.

—Incorrecto.

—¿Cinco?

—Más incorrecto.

—¿Cero?

—Ni siquiera cerca.

—¿Cuarenta y dos?

El sombrero suspiró audiblemente.

—Por favor, deja de decir números al azar. Es como si estuvieras intentando perder.

—¡No tengo idea de qué significa esto! —protestó Ragnor.

—Claramente —respondió la puerta, irritada—. ¡Por su incompetencia, aumentaré la dificultad del acertijo!

El nuevo acertijo apareció flotando:

"Si un dragón come tres zanahorias mágicas mientras viaja a una velocidad de viento de 20 kilómetros por hora, ¿cuántos magos se necesitan para detenerlo?"

—¡Esto tiene aún menos sentido! —gritó Ragnor.

Mientras el grupo debatía frenéticamente, Edran levantó una mano.

—Creo que tengo la respuesta. Si consideramos las variables mágicas, diría que…

Pero antes de que pudiera terminar, Chairald gritó:

—¡Por el poder del respaldo indomable, digo que la respuesta es TRES!

La puerta se quedó en silencio por un momento antes de abrirse de golpe, gritando:

—¡Correcto! ¡Pero no entiendo cómo lo saben! ¡Pasen y no me molesten nunca más!

El grupo se quedó inmóvil frente a la puerta recién abierta, incapaz de procesar lo que acababa de ocurrir.

Sienna fue la primera en romper el silencio, su expresión oscilando entre la incredulidad y el puro desconcierto.

—¿Qué… acaba… de pasar?

Edran, normalmente compuesto y racional, se llevó una mano al puente de la nariz, cerrando los ojos como si estuviera lidiando con un dolor de cabeza repentino.

—No sé qué es más improbable… que Chairald acertara o que ese acertijo tenga sentido.

Ragnor, con la boca ligeramente abierta, miró a Chairald como si estuviera viendo a una estrella fugaz aterrizar directamente frente a él.

—¿C-cómo lo supiste?

Chairald, evidentemente encantado consigo mismo, giró sobre sus patas y declaró con toda la teatralidad que pudo reunir:

—¡El espíritu del combate glorioso me iluminó! ¡Yo, Chairald el Grande, guiado por el destino, sabía que sólo TRES era digno de ser la respuesta!

El sombrero, en cambio, no compartía la admiración generalizada.

—¿Sabes qué es lo peor de esto? Que no lo hiciste por lógica ni por intelecto, sino por pura estupidez. Estoy reconsiderando seriamente mi posición sobre el universo.

La tetera, que flotaba a un lado, emitió un sonido que parecía un intento de risa, aunque su tono chirriante sólo añadió más incomodidad al momento.

—Esto es ridículo… pero, por alguna razón, no puedo dejar de disfrutarlo.

Sienna suspiró profundamente, guardando sus dagas.

—En serio, ¿qué estamos haciendo con nuestras vidas?

Edran, aún frotándose la sien, simplemente murmuró:

—Esto no tiene precedentes.

Mientras cruzaban la puerta, aún podían escuchar a Chairald gritando sus frases de triunfo:

—¡Otra victoria para mi respaldo indomable! ¡Incluso los acertijos deben rendirse ante mí!

El resto del grupo no sabía si reír, llorar o fingir que nada había pasado.

El bosque se volvió más oscuro después de cruzar la puerta. Las sombras parecían más profundas, y el ambiente estaba cargado de una energía inquietante.

Sienna fue la primera en notar algo extraño.

—Nos están observando.

Edran se detuvo y examinó el suelo. Allí, medio enterrada en la tierra, había una runa mágica que brillaba débilmente.

—Un Ojo del Gremio —dijo, con el ceño fruncido—. Están rastreándonos.

Ragnor levantó un pie, listo para aplastarla.

—¿Qué hacemos con esto?

—Destrúyela, pero rápido. Puede enviarles nuestra posición.

Antes de que pudieran hacerlo, una figura sombría apareció brevemente frente a ellos. Su voz era baja y resonante, como un eco:

—El Gremio sabe dónde están. No podrán esconderse. El Corazón será nuestro.

La figura desapareció antes de que alguien pudiera reaccionar.

Acto seguido el grupo fue emboscado. Una ráfaga de magia golpeó un árbol cercano, derribándolo frente a ellos. Varios magos vestidos con túnicas del Gremio emergieron de las sombras, apuntando con sus varitas.

—¡Ríndanse ahora! —gritó uno de ellos.

Ragnor levantó su varita, claramente nervioso.

—¡Está bien, lo intentaré! ¡Ráfaga Festiva!

En lugar de un ataque, una lluvia de rosquillas gigantes comenzó a caer del cielo, golpeando a algunos de los magos y desorientandolos.

—¡¿Qué estás haciendo?! —gritó Sienna, esquivando una rosquilla.

—¡Algo útil, lo prometo! —respondió Ragnor.

Sin embargo, la risa de los magos cesó cuando una figura más imponente apareció detrás de ellos..