Era un día soleado de verano en el mundo del Nether, el calor y el brillo de la lava envolvían el ambiente. Steve, con su torso al descubierto debido al sudor que le recorría, estaba concentrado en minar las últimas piezas de netherita necesarias para completar su segundo stack. Su cuerpo tonificado brillaba bajo la luz anaranjada del inframundo mientras utilizaba su fiel pico de diamante encantado con eficiencia, fortuna y durabilidad.
—¡Por fin! —exclamó al recoger la última pieza de netherita flotante con una sonrisa triunfal en el rostro—. Ahora sí, puedo mejorar todas mis herramientas y armaduras.
Se levantó, estirándose mientras admiraba su trabajo, cuando algo extraño captó su atención. A pocos metros de distancia, una anomalía brillaba intensamente, emitiendo partículas que parecían chocar entre sí. Steve, curioso por naturaleza, se acercó al extraño portal con cautela, pero con la emoción de descubrir algo nuevo.
—¿Qué es esta cosa? —murmuró, observando la estructura de geometría irregular—. ¿De dónde salió y a dónde conducirá?
Mientras estaba absorto en sus pensamientos, el portal comenzó a expandirse lentamente, triplicando su tamaño. Antes de que pudiera reaccionar, dos figuras femeninas emergieron de la luz con un salto, derribándolo al suelo con fuerza.
Las dos chicas, ambas hermosas y con figuras curvilíneas, comenzaron a discutir acaloradamente sobre Steve. La primera, más alta que él, tenía cabello negro con tonos púrpura y ojos de un vibrante rosa violáceo. Llevaba un vestido lila oscuro que acentuaba su elegancia. La segunda, un poco más baja, tenía cabello verde lima y ojos color rosa salmón, vistiendo un vestido verde crema que resaltaba su vivacidad.
—¡Ni lo pienses, Iris! —dijo la chica de cabello verde, señalando con dramatismo a la otra mientras sus ojos chispeaban con determinación—. ¡No te dejaré aprovecharte para quedarte con Steve antes que yo!
Iris, la chica más alta, se cruzó de brazos con una sonrisa provocativa.
—¿Tu Steve? Por favor. Él ya me pertenece. Mira quién tiene más para ofrecer —respondió, realzando su figura con descaro.
Aura, al escuchar esto, sintió como si una flecha imaginaria la atravesara. Murmuró un frustrado *"plana"* antes de ponerse de pie con renovada energía y fuego competitivo en los ojos.
—¡No subestimes mi conexión con Steve! Cuando estoy con él, siempre me acaricia la cabeza mientras me siento en sus piernas. ¡Él me trata como a una princesa! —exclamó, con una sonrisa de triunfo.
La declaración dejó a Iris momentáneamente afectada. Por su altura, nunca había experimentado algo similar, y no podía evitar sentirse un poco celosa. Sin embargo, no iba a rendirse tan fácilmente.
Ambas chicas continuaron discutiendo por quién era más consentida por Steve, mientras este, todavía en estado de shock, atravesaba el portal sin darse cuenta. Cuando se dieron cuenta de que el portal comenzaba a cerrarse, ya era demasiado tarde para seguirlo. La expresión de pánico mezclada con frustración era evidente en sus rostros mientras el extraño portal desaparecía.
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Al otro lado, Steve se encontró en un lugar completamente diferente. Las paredes eran de metal, y el ambiente era tenso y estéril. Frente a él, tres aldeanos humanos (Clase-D) observaban una figura aterradora: una estatua que parecía un golem grotesco, con manchas de una sustancia oscura en su superficie.
—¿Dónde estoy? —preguntó, confundido pero sin perder la compostura.
Uno de los Clase-D, que estaba limpiando la sustancia, lo miró sorprendido.
—¿Cómo demonios entraste aquí? ¿Eres nuevo? —preguntó nervioso.
Steve explicó lo que había sucedido con el portal mientras los otros dos Clase-D lo miraban con compasión.
—Bueno, chico, bienvenido al peor lugar posible. Esto es una instalación de contención de anomalías. Esa cosa frente a ti es el SCP-173. No dejes de mirarlo, o podrías terminar muerto —le explicó uno de ellos, conocido como Clase-D 582.
Steve, aunque alarmado, sonrió con confianza.
—No se preocupen. Puedo mantener los ojos abiertos por mucho tiempo. Además, estoy acostumbrado a lidiar con cosas raras —respondió, ganándose la confianza de los demás.
Cuando hubo un corte de energía, el pánico llenó la sala. Sin embargo, para sorpresa de todos, Steve mantuvo su mirada fija en el SCP-173 incluso en la oscuridad, utilizando su habilidad natural para ver en penumbra. Los Clase-D se sintieron aliviados de tenerlo como aliado.
Tras una hora de tensión, las luces regresaron, y los científicos detrás de las cámaras observaron fascinados al intrépido recién llegado.
—Este tipo... es diferente —murmuró el Dr. Andrew mientras daba órdenes para que sacaran a los Clase-D y al nuevo "recluta".
Steve, ajeno a la fascinación que había causado, se preparaba para la siguiente aventura, preguntándose qué otras sorpresas le esperaban en este extraño lugar.
Los agentes llegaron rápidamente a la sala de contención, vestidos con uniformes negros tácticos y equipados con armas de fuego diseñadas específicamente para enfrentarse a las anomalías. Dos de ellos se posicionaron a los lados de la puerta, mientras un tercero ingresaba con una tablet que proyectaba las órdenes directas del Dr. Andrew. Steve, aún junto a los Clase-D, los observó con curiosidad, su pico de diamante descansando sobre su hombro.
—Muy bien, "Clase-D" y... ¿este tipo quién es? —preguntó el agente líder, un hombre fornido con el rostro parcialmente cubierto por un visor táctico.
—¡Eh, eh! —exclamó Steve con una sonrisa casual, levantando una mano en señal de saludo—. Me llamo Steve. Digamos que "aparecí" aquí por un portal mágico, y ahora estoy tratando de entender qué demonios está pasando.
El agente frunció el ceño, visiblemente confundido. Revisó rápidamente la información en su tablet y se giró hacia sus compañeros.
—¿Portal mágico? Esto no está en el informe. ¿Es este sujeto una anomalía o solo un accidente? —preguntó, dirigiéndose al científico que monitoreaba la situación desde la sala de control.
El intercomunicador emitió un leve zumbido antes de que la voz del Dr. Andrew respondiera.
—Por el momento, considérenlo una anomalía en observación. Llévenlo a evaluación. No queremos correr riesgos.
—Entendido —respondió el agente líder, antes de dirigirse nuevamente a Steve—. Bien, Steve. Vas a acompañarnos. Nada de movimientos sospechosos, ¿entendido?
Steve levantó las manos en un gesto pacífico, con una sonrisa burlona.
—¿Movimientos sospechosos? Vamos, amigo. Lo único que quiero es entender qué es todo esto. Aunque, si lo piensas, *esto* —dijo, señalando al SCP-173 con un dedo— definitivamente califica como "sospechoso".
Los Clase-D miraron a Steve como si estuviera loco por bromear en una situación así, pero los agentes no mostraron reacción. Dos de ellos avanzaron y tomaron posiciones detrás de Steve, mientras el líder lo escoltaba hacia la salida. Steve no pudo evitar lanzar un último vistazo al SCP-173, ahora quieto y vigilado nuevamente por los Clase-D.
Mientras caminaban por los fríos pasillos de metal, Steve intentó aliviar la tensión.
—Entonces, ¿este lugar siempre es tan acogedor? —preguntó con un tono sarcástico—. Porque hasta ahora, no he visto nada que me haga sentir bienvenido.
Uno de los agentes dejó escapar una leve risa, aunque rápidamente se recompuso. El líder lo ignoró, manteniendo un paso firme mientras respondía.
—No estamos aquí para hacerte sentir cómodo. Este es un sitio de contención. Lo que viste ahí atrás es solo la punta del iceberg. Así que, por tu bien, coopera y sigue las reglas.
—Entendido, jefe —respondió Steve, aunque sus ojos seguían vagando por los pasillos, curiosos ante cada detalle.
Al llegar a una sala de contención secundaria, Steve fue escoltado a una silla metálica frente a un escritorio. Una mujer con bata blanca, cabello castaño recogido y lentes delgados entró con un portapapeles. Su rostro transmitía profesionalismo, pero sus ojos parecían estudiar a Steve con interés.
—Bienvenido a la Fundación SCP. Soy la Dra. Emilia Carter. Tú... no estás en los registros, lo cual es interesante. ¿Puedes explicar nuevamente cómo llegaste aquí? —preguntó, sentándose frente a él.
Steve se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en el escritorio.
—Claro, doctora. Estaba tranquilamente en el Nether —ya sabes, un lugar lleno de lava y monstruos—, recolectando netherita cuando este extraño portal apareció. Antes de darme cuenta, me empujaron, y, ¡puf!, aquí estoy. Nada más extraño que eso.
La doctora lo miró con incredulidad.
—¿Nether? ¿Portal mágico? Esto no tiene sentido. ¿Tienes pruebas de lo que dices?
Steve sonrió con suficiencia, levantando su pico de diamante y dejando que brillara bajo la luz de la sala.
—¿Pruebas? ¿Esto cuenta? —bromeó—. Es un pico encantado, por si te lo preguntas. También tengo un inventario lleno de bloques de netherita, lingotes y un par de pociones. ¿Eso prueba algo?
La Dra. Carter frunció el ceño, claramente tratando de procesar la información. Steve, acostumbrado a las miradas escépticas, añadió con un tono casual:
—Mira, entiendo que esto sea raro, pero créeme, yo tampoco pedí esto. Sólo soy un tipo normal en un mundo loco. Bueno... tal vez un poco más guapo de lo normal, pero ya sabes, cosas que pasan.
La Dra. Carter suspiró y asintió.
—De acuerdo. Te someteremos a algunas pruebas para determinar si representas una amenaza. Hasta entonces, permanecerás bajo supervisión.
Steve se recostó en la silla, con una expresión tranquila.
—¡Genial! Mientras no haya otra estatua asesina, estoy dispuesto a cooperar. Pero, doctora... ¿tienen café aquí? Porque después de todo esto, me vendría bien uno.
La Dra. Carter no pudo evitar sonreír levemente ante la actitud despreocupada de Steve, aunque rápidamente retomó su profesionalismo.
—Ya veremos, señor "aventurero". Por ahora, siéntete afortunado de seguir vivo.
Steve asintió, su mente ya maquinando cómo sacar provecho de esta nueva situación. **Después de todo, sobrevivir en un mundo de monstruos y lava lo había preparado para cualquier cosa... incluso para una Fundación que coleccionaba horrores.**
La sala de pruebas estaba iluminada con luces blancas frías que resaltaban el ambiente estéril. Steve, sentado en una silla metálica en el centro de la sala, observaba con curiosidad los instrumentos que los científicos habían dispuesto a su alrededor. Monitores parpadeaban con datos, y una serie de agujas, escáneres y herramientas extrañas descansaban en una mesa cercana.
La Dra. Carter, con una bata perfectamente planchada, revisaba una tablet mientras intercambiaba palabras en voz baja con otros científicos. Finalmente, se acercó a Steve con una mezcla de curiosidad y profesionalismo.
—Muy bien, Steve. Vamos a realizar un examen físico completo. Dado que afirmas venir de un... ¿cómo lo llamaste? ¿"Nether"? —dijo con cierto escepticismo—, necesitamos entender cómo funciona tu biología.
Steve levantó las manos, mostrándose cooperativo.
—Sin problema, doctora. Pero si encuentran algún "error 404" en mi sistema, me avisan, ¿vale? —bromeó, ganándose una mirada de leve exasperación de Carter.
### Inicio del examen
Uno de los científicos, un hombre joven con gafas gruesas, se acercó con un escáner de mano que emitía un zumbido suave al activarse. Lo pasó lentamente sobre el cuerpo de Steve, mientras los monitores mostraban resultados en tiempo real.
—Esto es interesante —comentó el científico—. Sus tejidos parecen más densos que los humanos normales, pero su estructura ósea es... simplificada. Como si estuviera optimizada para resistir grandes impactos sin romperse.
Steve se encogió de hombros.
—Bueno, en mi mundo uno no puede quejarse de un buen diseño. ¿Sabes cuántas veces he caído de alturas ridículas sin romperme nada?
La Dra. Carter arqueó una ceja.
—¿Caídas? ¿De qué tipo de alturas estamos hablando?
Steve hizo una pausa, pensando.
—Eh, no sé... unos 20 bloques de altura, más o menos. Aunque si tengo botas encantadas, puedo saltar de cualquier cosa y salir como si nada.
Los científicos intercambiaron miradas de desconcierto. Carter continuó con las preguntas mientras anotaba en su tablet.
—Mencionaste "bloques". ¿Es así como mides la distancia en tu mundo?
Steve asintió.
—Exacto. Todo en mi mundo está compuesto de bloques. El suelo, los árboles, las montañas... incluso los cuerpos de agua tienen una especie de geometría cúbica. Es normal para mí.
Carter anotó algo más, luego miró a Steve con una expresión de escepticismo y curiosidad.
—Dices que todo en tu mundo está compuesto de bloques. Pero tu cuerpo no refleja esa geometría cúbica. ¿Por qué eres diferente?
Steve se encogió de hombros.
—Es una buena pregunta. Tal vez sea porque yo soy el protagonista. Ya sabes, tengo que destacar. —Sonrió ampliamente, ganándose una mirada de fastidio por parte de la doctora.
### Observaciones físicas
Otro científico, una mujer con cabello corto y gafas de seguridad, comenzó a medir la fuerza de Steve. Primero le entregaron un peso estándar, luego incrementaron la carga con una barra especial conectada a sensores.
—Esto no tiene sentido —dijo ella tras revisar los datos—. Su musculatura no debería permitir este nivel de fuerza, pero logró levantar 200 kilogramos sin esfuerzo. ¿Es eso normal en tu mundo?
Steve rió, apoyando el peso en el suelo.
—Claro, levanto cofres llenos de lingotes de oro todo el tiempo. Esto es pan comido.
La Dra. Carter, claramente intrigada, lo interrumpió.
—¿Qué tan resistentes son los materiales en tu mundo? ¿Esa... "netherita" que mencionaste, por ejemplo?
Steve sacó un bloque de su inventario —que parecía materializarse de la nada, sorprendiendo a todos— y lo colocó sobre la mesa con un fuerte "clunk".
—Esto es netherita. Es prácticamente indestructible. Solo un pico de diamante encantado puede trabajarlo, y aun así toma su tiempo. Es excelente para armaduras y herramientas.
Los científicos se abalanzaron sobre el bloque con instrumentos para analizarlo, pero sus intentos fueron inútiles. Ni los láseres ni las sierras industriales lograron hacerle un rasguño.
—Imposible... —murmuró uno de ellos.
Carter, por su parte, tomó notas rápidamente antes de dirigir otra pregunta a Steve.
—Dijiste que "materializaste" este bloque. ¿Cómo funciona eso? ¿Dónde lo estabas guardando?
Steve señaló su cabeza.
—En mi inventario. Es como una mochila mágica. Puedo guardar casi cualquier cosa, siempre y cuando no sea demasiado grande.
La Dra. Carter lo miró fijamente.
—¿Puedes abrirlo para nosotros? ¿Mostrarnos cómo funciona?
Steve negó con la cabeza.
—No puedo mostrarlo físicamente. Es algo que sólo yo puedo ver. Pero confíen en mí, tengo espacio de sobra ahí dentro.
### Conclusiones iniciales
Tras casi dos horas de pruebas, Carter y su equipo reunieron una cantidad abrumadora de datos. La doctora, visiblemente fascinada, se sentó frente a Steve una vez más.
—Tu mundo es... francamente, increíble. Parece desafiar todas las leyes conocidas de la física y la biología. Pero necesito saber más. ¿Cómo es la vida allí? ¿Qué comes? ¿Qué te motiva?
Steve cruzó los brazos detrás de la cabeza, relajándose.
—Bueno, la vida es... simple. Cultivo trigo, cazo, a veces hago pan o asados. Lo básico. Pero lo que me motiva es construir. Mi última obra maestra fue una mansión en una montaña, con vistas al océano. Aunque también me gusta explorar... nunca sabes qué tipo de aventuras encontrarás.
La Dra. Carter esbozó una pequeña sonrisa.
—Tienes un espíritu peculiar, Steve. Pero déjame ser clara: hasta que entendamos completamente cómo funcionas y cómo llegaste aquí, no podrás salir de la contención. ¿Lo entiendes?
Steve asintió con una sonrisa despreocupada.
—No hay problema, doctora. Mientras tenga algo que hacer y no me pongan en la misma sala que esa estatua rara, estaré bien.
Carter lo observó unos momentos más antes de levantarse.
—En ese caso, prepárate. Esto recién empieza.
Mientras los científicos comenzaban a salir, Steve se recostó en la silla, observando el bloque de netherita aún en la mesa.
—"Recién empieza", ¿eh? —murmuró para sí mismo con una sonrisa. **—Esto empieza a ponerse interesante.**
La Dra. Carter estaba en el centro de la sala de pruebas, supervisando mientras un grupo de soldados entraba cargando cajas de madera, metal, vidrio, herramientas básicas y una variedad de materiales especializados que incluían aleaciones avanzadas utilizadas por la fundación. Steve, sentado en un taburete improvisado, observaba el desfile de objetos con los ojos brillantes de emoción.
—Muy bien, Steve —dijo Carter, con los brazos cruzados—. Queremos entender tus habilidades prácticas. He traído una variedad de materiales para que trabajes con ellos. ¿Puedes mostrarnos qué puedes construir y cómo funcionan tus habilidades en este entorno?
Steve se levantó, estirándose.
—¡Claro! Esto será divertido. Aunque espero que no me pidan construir un castillo completo aquí, ¿verdad? —bromeó, provocando una sonrisa involuntaria en uno de los soldados.
La primera caja que Steve abrió contenía simples bloques de madera. Sin dudarlo, sacó un par y comenzó a trabajar, generando una mesa de trabajo en cuestión de segundos. Los científicos observaron con incredulidad cómo las piezas se ensamblaban aparentemente solas, como si respondieran a la voluntad de Steve.
—¿Eso es... una mesa? —preguntó Carter, acercándose para examinarla.
—¡No cualquier mesa! Es una mesa de trabajo. Con esto puedo fabricar casi cualquier cosa, siempre que tenga los materiales adecuados —explicó Steve, golpeando la superficie con la palma de la mano.
—¿Es algún tipo de herramienta mágica? —inquirió un científico, tomando notas rápidamente.
—No sé si lo llamaría "mágica", pero es esencial en mi mundo. Sin esto, no puedes ni empezar a construir.
Carter asintió, luego señaló una caja que contenía metales y otros materiales avanzados.
—Veamos cómo interactúas con esto.
Steve se dirigió hacia la caja y comenzó a sacar los materiales uno por uno. Había lingotes de titanio, placas de grafeno, circuitos electrónicos, e incluso un extraño cristal azul que los científicos usaban como fuente de energía experimental.
—Interesante... —murmuró Steve, tomando un lingote de titanio en una mano y el cristal en otra. —No estoy familiarizado con este material, pero creo que puedo improvisar.
Colocó ambos materiales en la mesa de trabajo y comenzó a manipularlos. Aunque sus manos apenas se movían, los objetos parecían reconfigurarse solos. En menos de un minuto, había creado una especie de herramienta: un pico de titanio con un núcleo brillante hecho del cristal.
Los soldados y científicos observaron en silencio, impresionados.
—¿Qué es eso? —preguntó Carter, señalando la herramienta.
—Un pico. Pero no cualquier pico. Si no me equivoco, este debería ser capaz de romper cualquier cosa, incluso obsidiana... o lo que sea que ustedes usen para construir estructuras súper resistentes.
—¿Cómo es posible que lo hayas hecho tan rápido? —insistió Carter, su tono lleno de incredulidad.
Steve se encogió de hombros.
—La mesa de trabajo hace que todo sea más rápido. Supongo que funciona porque... no sé, soy yo quien la usa. Es parte del encanto de mi mundo.
Mientras tanto, Carter ordenó traer más materiales: un bloque de cemento armado, una plancha de acero reforzado y un contenedor lleno de arena. Steve aceptó el desafío con entusiasmo, combinando los elementos de formas que desconcertaron a los científicos.
Con la arena y algo de vidrio, creó un panel de vidrio templado que parecía más resistente que cualquier cosa que los investigadores habían visto. Luego, con el cemento armado y el acero reforzado, construyó un pequeño refugio que parecía a prueba de explosiones.
—Esto es impresionante —dijo Carter, inspeccionando el refugio. —¿Podrías hacer esto a gran escala?
Steve se rascó la barbilla, pensativo.
—Tal vez. Pero necesitaría más materiales. Mucho más. Y espacio para trabajar.
Finalmente, Carter señaló un último objeto: un cubo de un material negro que parecía absorber la luz.
—Este es uno de nuestros materiales más avanzados, utilizado para proyectos de sigilo. Intenta interactuar con él.
Steve recogió el cubo, observándolo con curiosidad.
—Hmmm... Esto se parece mucho a la obsidiana de mi mundo. ¿Qué pasará si hago esto...?
Sacó un mechero de su inventario —para sorpresa de los científicos— y encendió el lado del cubo. Una chispa púrpura parpadeó brevemente, pero no ocurrió nada más.
—Interesante... No se activa. —Steve devolvió el cubo a la mesa—. Creo que este material no tiene una "conexión" con mi mundo.
—¿Conexión? —preguntó Carter.
—Sí. Algunos materiales en mi mundo tienen propiedades especiales, pero sólo si están en el lugar correcto o con los recursos adecuados. Esto es... algo diferente. Útil, pero no compatible.
Cuando Steve terminó de trabajar, la sala estaba llena de construcciones improvisadas: herramientas avanzadas, paneles de vidrio reforzado, e incluso una pequeña catapulta que había construido "por diversión". La Dra. Carter observaba todo con una mezcla de asombro y preocupación.
—Steve, lo que haces desafía todo lo que sabemos sobre la física y la ingeniería. No sólo eres único; eres... un recurso invaluable.
Steve se rió, frotándose la nuca.
—Bueno, siempre estoy dispuesto a ayudar. Pero si alguna vez necesitan un castillo... ¡me avisan!
Carter lo miró fijamente antes de asentir.
—Lo tendremos en cuenta. Pero por ahora, sigamos explorando. Esto apenas comienza.
La Dra. Carter guió a Steve a través de los pasillos del sitio, explicándole en términos simples el funcionamiento de la instalación y su enfoque en la contención de anomalías. Finalmente, llegaron a una habitación bastante cómoda en comparación con las demás áreas del lugar. Era pequeña pero funcional, con una cama, un escritorio y una silla. Carter abrió la puerta y lo invitó a pasar.
—Este será tu cuarto mientras estés aquí. Sabemos que has tenido un día largo, así que descansa. Mañana continuaremos con más pruebas —dijo, con un tono sorprendentemente cálido.
Steve agradeció con una sonrisa y entró, inspeccionando rápidamente el espacio antes de acomodarse en la cama.
—Gracias, doctora. Si necesitan ayuda con algo más, sólo avísenme —respondió antes de que Carter se retirara.
***
A la mañana siguiente, Steve se despertó revitalizado. Tras un desayuno que consistió en algo similar a pan y carne seca proporcionada por el personal, se reunió nuevamente con Carter, quien ya estaba esperándolo en el pasillo.
—Dormiste bien, Steve? —preguntó ella mientras revisaba algunos documentos en una tableta.
—Como un tronco. Aunque no puedo evitar extrañar el sonido de los zombis por las noches —respondió con un toque de humor, sacándole una sonrisa a Carter.
Mientras se dirigían de vuelta a la sala de pruebas, Steve comenzó a hablar.
—Doctora, creo que hay algunas cosas que aún no les he mostrado. Cosas que podría hacer, habilidades que no son tan obvias.
Carter levantó una ceja, intrigada.
—¿Habilidades ocultas? ¿Puedes darme un ejemplo?
—Bueno, hay muchas. Pero algunas tienen que ver con cómo interactúo con los materiales o cómo puedo regenerarme. También hay cosas… digamos, más *explosivas* —dijo, dejando en el aire la insinuación.
Esto llamó la atención de Carter, quien inmediatamente llamó a la Dra. Katherine Sinclair para que asistiera a la siguiente demostración. La presencia de Sinclair, con su enfoque en lo oculto y lo taumatológico, prometía aportar una perspectiva diferente.
***
De vuelta en la sala de pruebas, Steve se encontró frente a un pequeño grupo de soldados armados, la Dra. Carter, y la Dra. Sinclair. Ésta última, con una actitud serena y analítica, observaba a Steve como si intentara descifrarlo.
—Entonces, Steve, muéstranos de lo que hablabas —dijo Carter, con Sinclair asintiendo a su lado.
Steve comenzó con algo simple. Sacó un cubo vacío que le habían dado y, con un movimiento rápido, lo llenó con agua sacada de lo que parecía ser la nada.
—Esto es básico, pero útil. Siempre puedo transportar líquidos conmigo —explicó.
Luego pasó a algo más impactante. Usando arena y pólvora que le habían proporcionado, creó un bloque de dinamita en su mesa de trabajo. Encendió una mecha corta y lo lanzó a un área de pruebas protegida, donde estalló con un estruendo ensordecedor, dejando un cráter considerable.
Los soldados intercambiaron miradas de asombro, mientras Sinclair inclinaba la cabeza con interés.
—Esto no es solo tecnología —dijo Sinclair. —Es una interacción taumatológica con las leyes fundamentales de su mundo, algo que debemos estudiar más a fondo.
Finalmente, Steve mostró algo más personal. Se cortó superficialmente el brazo con un cuchillo pequeño, lo que alarmó a los presentes. Pero en cuestión de segundos, la herida comenzó a cerrarse sola, dejando apenas una cicatriz que desapareció al instante.
—Regeneración. Siempre me ha salvado cuando las cosas se complican —comentó con tranquilidad.
Carter y Sinclair intercambiaron miradas cargadas de significado. Este era un fenómeno que merecía un estudio exhaustivo. La Dra. Sinclair se acercó a Steve, examinándolo con una mezcla de fascinación y cautela.
—Tienes mucho más que ofrecer de lo que pensaba. Esto no solo desafía las leyes de la física, sino también las de la magia —concluyó.
Los científicos y soldados parecían tan impresionados como intrigados. Para Carter y Sinclair, Steve no era simplemente una anomalía más: era una conexión viva entre mundos, y el potencial que representaba apenas comenzaba a revelarse.
Mientras el grupo regresaba a la sala de pruebas tras otra serie de experimentos, Steve caminaba junto a la Dra. Carter y la Dra. Sinclair, rodeado por varios guardias. Uno de los soldados, con el rostro visiblemente pálido y sudoroso, se apoyaba levemente en su rifle mientras trataba de mantener el ritmo.
Steve, siempre observador, no pudo evitar notarlo.
—Oye, amigo, ¿estás bien? —preguntó, deteniéndose junto al guardia.
El soldado, identificado como "Agente Miller" en su placa, asintió con esfuerzo.
—Estoy bien, solo una gripe fuerte. Nada que no haya manejado antes.
Steve lo miró fijamente durante unos segundos, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y preocupación. Luego se volvió hacia Carter y Sinclair.
—¿Puedo preguntar algo sobre las enfermedades en este mundo?
—Claro, Steve. ¿Qué tienes en mente? —respondió Carter, levantando la vista de su tableta.
—Creo que funcionan de manera muy diferente aquí. En mi mundo, una gripe como la que tiene este tipo —señaló a Miller con un movimiento de la cabeza— no duraría más de unos segundos o minutos en alguien como nosotros.
—¿Minutos? —repitió Sinclair, incrédula.
Steve asintió, cruzando los brazos mientras reflexionaba.
—Sí, en mi mundo, nuestros cuerpos son increíblemente resistentes. Si alguien se enferma, su sistema inmunológico actúa como un ciclón. El cuerpo simplemente expulsa la enfermedad, o si es algo más extremo, como una amputación, se regenera en poco tiempo.
Esto captó completamente la atención de las científicas y los guardias cercanos. Sinclair se acercó, claramente intrigada.
—¿Quieres decir que las enfermedades no tienen un efecto prolongado en las personas de tu mundo?
—Exactamente. Una vez tuve una fiebre bastante mala después de un enfrentamiento con una bruja, pero mi cuerpo la eliminó en cuestión de segundos. Mis amigos me dijeron que incluso en el peor de los casos, como un veneno, nuestro cuerpo lo expulsa tan rápido que apenas llegas a sentir los síntomas.
Carter tomó nota rápidamente en su tableta mientras Sinclair se frotaba la barbilla, claramente procesando la información.
—¿Y las amputaciones? —preguntó Sinclair con cautela.
Steve asintió de nuevo.
—He tenido amigos que han perdido extremidades en enfrentamientos contra zombis o esqueletos, y en cuestión de días, esas extremidades vuelven a crecer como si nada hubiera pasado. Es como si nuestros cuerpos estuvieran diseñados para no permitir debilidades a largo plazo.
—Eso explicaría tu capacidad de regeneración rápida que vimos ayer —comentó Carter, cruzando los brazos mientras pensaba.
—Sí, pero aquí es diferente. Noté que este tipo —dijo, refiriéndose nuevamente a Miller— parece que lleva días enfermo, y eso no ocurriría en mi mundo. Si un virus intenta quedarse, el cuerpo simplemente lo elimina.
Miller levantó una ceja.
—¿Entonces en tu mundo, no estaríamos lidiando con enfermedades a largo plazo?
—Exacto. Aunque hay excepciones, como maldiciones mágicas o venenos de monstruos únicos, pero incluso esas se pueden contrarrestar rápidamente con pociones o habilidades específicas —respondió Steve con confianza.
Sinclair intercambió una mirada significativa con Carter.
—Esto cambia mucho de lo que sabemos sobre las anomalías. No solo tu fisiología, Steve, sino cómo tu mundo en sí parece funcionar como un sistema autosuficiente y adaptativo.
Carter asintió y luego se giró hacia Steve.
—Esto nos abre muchas preguntas. ¿Crees que podríamos analizar un poco más cómo funcionan estas defensas naturales?
Steve sonrió.
—Por supuesto. Aunque no estoy seguro de cómo explicarlo científicamente. En mi mundo, simplemente lo llamamos *"ser nosotros"*.
La respuesta sacó una risa nerviosa de Carter y algunos guardias, mientras Sinclair anotaba frenéticamente, cada vez más convencida de que Steve y su origen representaban un cruce fascinante entre lo natural, lo mágico y lo inexplicable.
Mientras Steve, la Dra. Carter y la Dra. Sinclair conversaban en el laboratorio, Carter aprovechó la oportunidad para hacerle una pregunta que había estado rondando en su mente.
—Steve, mencionaste antes algo sobre pociones en tu mundo. ¿Qué tipo de pociones existen? ¿Y cómo funcionan?
Steve se recostó contra una mesa, pensativo, mientras una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro.
—¡Oh, pociones! Son una maravilla. Tenemos pociones para casi todo. Te daré algunos ejemplos:
**Las Pociones básicas:**
—Hay una de curación instantánea, que regenera tu salud al instante. Perfecta si estás en una batalla.
**las Pociones avanzadas:**
—Tenemos pociones de fuerza que aumentan temporalmente tu capacidad de ataque, y otras de velocidad que hacen que corras como el viento.
**las Defensivas y de utilidad:**
—Las pociones de resistencia al fuego son mis favoritas cuando exploro el Nether. Te permiten nadar en lava como si fuera agua. También hay una de invisibilidad, útil para evitar conflictos, y otra de visión nocturna, que hace que puedas ver en la oscuridad como si fuera de día.
Sinclair arqueó una ceja, intrigada.
—¿Y cómo se fabrican?
—Bueno, necesitas un soporte para pociones, botellas de agua y algunos ingredientes especiales. Como verrugas del Nether para la base, polvo de blaze para activar el proceso, y luego ingredientes específicos según la poción que quieras. Por ejemplo, para la de curación, usas sandía brillante.
—Interesante… —murmuró Sinclair mientras tomaba notas.
Carter lo miró con curiosidad.
—¿Y dijiste que también puedes curar maldiciones? ¿Cómo funciona eso?
Steve sonrió ampliamente, casi divertido por la simplicidad de su respuesta.
—Leche fresca.
—¿Leche? —preguntó Sinclair, desconcertada.
—Sí, leche. Si te bebes un cubo de leche fresca, cualquier efecto negativo, ya sea veneno, debilidad o incluso una maldición, desaparece al instante. Es como si la leche purificara tu cuerpo.
—¿Cualquier tipo de maldición? —insistió Carter, incrédula.
Steve asintió.
—Exacto. Una vez, una bruja me lanzó una maldición de debilidad justo antes de que un grupo de zombis intentara atacarme. Me bebí un cubo de leche, y ¡bam!, la maldición desapareció. Me recuperé a tiempo para luchar.
Sinclair cruzó los brazos, procesando la información.
—Eso es fascinante. En nuestro mundo, curar maldiciones requiere rituales largos, taumatología avanzada o tratamientos médicos extensos. ¿En serio solo necesitas leche?
Steve se encogió de hombros, sonriendo.
—En mi mundo, sí. Es increíble lo que puede hacer un simple cubo de leche.
Carter apuntó esto en su tableta, claramente fascinada.
—Tal vez podamos probarlo aquí, aunque dudo que funcione igual en este universo.
Steve rió entre dientes.
—No te preocupes, si consiguen un cubo y una vaca, estoy dispuesto a demostrarlo.
La Dra. Sinclair lo miró fijamente.
—Definitivamente necesitamos poner esto a prueba.
Steve se levantó, frotándose las manos.
—Estoy listo cuando quieran. Les prometo que la leche no decepciona.
El grupo no pudo evitar sonreír, intrigados por las posibilidades y, al mismo tiempo, asombrados por lo diferentes que eran los mundos de Steve y el suyo.
La Dra. Sinclair, intrigada por lo que Steve había contado, decidió poner a prueba su afirmación sobre la leche.
—Guardias, traigan una vaca y un cubo limpio —ordenó, mirando a Steve con una ceja levantada—. Si esto funciona, será revolucionario.
No pasó mucho tiempo antes de que los guardias entraran, guiando a una vaca marrón común, mientras uno de ellos cargaba un cubo metálico reluciente. La vaca mugió suavemente al ser llevada al centro de la sala de pruebas.
Steve se acercó al animal, tomando el cubo con confianza.
—Es una vaca de su mundo, ¿verdad? Bueno, intentemos.
Con movimientos rápidos y expertos, Steve ordeñó al animal, llenando el cubo con leche fresca. Luego se lo pasó al guardia enfermo, quien se veía pálido y sudoroso, claramente afectado por alguna enfermedad.
—Bebe esto —le indicó Steve con una sonrisa confiada.
El guardia tomó la leche y bebió un gran trago, todos observando expectantes. Sin embargo, tras unos momentos, nada sucedió. El guardia tosió, incómodo, y negó con la cabeza.
—No siento ningún cambio, sigue igual.
Steve frunció el ceño, cruzándose de brazos.
—Esto no tiene sentido… ¡Oh! Ya sé qué ocurre. Esta vaca no es de mi mundo. La leche de aquí no tiene las mismas propiedades.
Sinclair lo miró con escepticismo.
—¿Entonces necesitas una vaca específica de tu mundo?
Steve asintió, decidido.
—Exacto. Puedo arreglarlo, pero necesito un poco de espacio.
Con el permiso de Sinclair, Steve sacó de su inventario un bloque que brillaba con un fulgor misterioso. Era una jaula de spawn.
—¿Qué es eso? —preguntó Carter, fascinada.
—Esto es una "jaula de spawn". Básicamente, crea entidades de mi mundo en lugares donde no deberían existir. Lo usaré para traer vacas de allá.
Steve colocó el bloque en el suelo y, con un chasquido capturo a la baca y despues de esperar un minuto, una vaca cuadrada casi idéntica a la anterior apareció frente a ellos, mugiendo. Todos dieron un paso atrás, sorprendidos.
—Es igual, pero... diferente —comentó Sinclair mientras tomaba notas rápidamente.
Steve repitió el proceso varias veces, asegurándose de obtener seis vacas. Una vez satisfecho, rompió la jaula de spawn con su pico, guardándola nuevamente en su inventario.
—Listo. Estas vacas sí son de mi mundo. Vamos a probar ahora.
Con el mismo procedimiento, ordeñó a una de las vacas recién creadas y llenó un cubo. Le pasó la leche al guardia, quien lo miró dudoso.
—¿Seguro que esto es diferente? —preguntó el guardia.
—Confía en mí. Bébela.
El guardia dio un sorbo cauteloso, y luego otro más grande. De repente, su rostro cambió; el sudor desapareció, y su postura se enderezó como si un peso invisible se hubiera levantado de sus hombros.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Carter, expectante.
—Es increíble —respondió el guardia, sorprendido—. Me siento... renovado. Como si nunca hubiera estado enfermo.
Sinclair se inclinó hacia él, curiosa.
—¿Y el sabor?
El guardia pensó un momento antes de responder.
—Es... extraño. No sabe como la leche normal. Es más... suave, pero con un toque dulzón. Como si fuera una mezcla entre leche fresca y miel.
Steve sonrió con satisfacción.
—Les dije que funcionaría. La leche de mi mundo tiene propiedades especiales. Puede curar casi cualquier efecto negativo, ya sea físico o mágico.
Sinclair y Carter intercambiaron miradas, claramente emocionadas por el descubrimiento.
—Esto podría cambiar la forma en que tratamos ciertas enfermedades aquí —dijo Sinclair, pensando en voz alta.
Steve, mientras tanto, acarició a una de las vacas con orgullo.
—Y eso es solo una de las tantas cosas que puedo hacer. Espérenme un poco más, y les seguiré mostrando de qué soy capaz.
En una sala de pruebas reforzada con muros de acero y observada desde una cabina blindada, la Dra. Sinclair, la Dra. Carter y varios científicos y guardias esperaban con expectativa mientras Steve preparaba su demostración. Frente a él había una mesa con varias armas comunes del sitio: una pistola, un rifle y un cuchillo militar. Junto a estas, Steve había colocado un arco de aspecto sencillo, una espada de diamante que brillaba tenuemente y una extraña herramienta que parecía un cruce entre un martillo y una brújula.
—Bien, ¿qué es lo primero que vas a mostrarnos? —preguntó Sinclair, observando cada uno de los objetos con atención.
Steve levantó su espada de diamante, la hoja emanaba un leve destello azulado.
—Empecemos con esto. Esta es una espada de diamante encantada. En mi mundo, puedes mejorar tus armas y herramientas usando magia, pero no es tan simple como chasquear los dedos. Necesitas una mesa de encantamiento y experiencia acumulada para hacer los encantos.
—¿Experiencia? ¿Qué tipo de experiencia? —preguntó Carter.
—Cualquier cosa que implique superar desafíos o aprender algo. En mi mundo, eso puede significar desde derrotar enemigos hasta minar ciertos minerales. Esa experiencia se almacena como energía que puedo usar para encantar cosas.
Steve sacó de su inventario una mesa de encantamiento, colocándola en el suelo con un gesto decidido. La mesa tenía un diseño arcano, con runas brillando en sus bordes y un libro flotando en el centro.
—Con esta mesa, puedo añadir propiedades especiales a mis armas. Por ejemplo, esta espada tiene el encantamiento de "Nitidez", que aumenta su capacidad de corte.
Se acercó a un bloque de acero colocado como parte de la prueba. Con un movimiento rápido, la espada cortó el bloque con facilidad, dejando un borde limpio.
—¡Impresionante! —exclamó uno de los guardias.
Steve continuó: —Pero la mesa de encantamiento no es suficiente si quiero combinaciones más avanzadas o reparar mis herramientas. Para eso, necesito un yunque.
Del inventario sacó un yunque pesado y lo colocó junto a la mesa.
—Usando esto y un poco más de experiencia, puedo combinar encantamientos o incluso renombrar mis herramientas para hacerlas más personales.
Luego tomó su arco, que brillaba tenuemente con un resplandor púrpura.
—Este arco, por ejemplo, tiene los encantamientos de "Infinidad" y "Flecha Flamígera". Significa que puedo disparar flechas de fuego, y con solo una flecha en mi inventario, nunca se agota.
Steve apuntó hacia un objetivo de metal al fondo de la sala y disparó. Una flecha envuelta en llamas voló rápidamente, impactando el objetivo y dejando una marca ardiente.
—Eso es magia... —murmuró Sinclair, fascinada.
Finalmente, Steve habló sobre las herramientas. Levantó su extraño martillo.
—En cuanto a esto, es un pico encantado con "Fortuna". En mi mundo, al minar ciertos materiales como diamantes, este encantamiento aumenta la cantidad que obtengo. Además, con un encantamiento llamado "Irrompibilidad", las herramientas duran mucho más tiempo antes de romperse.
Los científicos tomaban notas frenéticamente mientras Steve hablaba.
—¿Y qué hay de las armas del sitio? ¿Pueden ser encantadas? —preguntó Carter, señalando el rifle y el cuchillo.
Steve negó con la cabeza.
—No directamente. Las armas y herramientas de su mundo no parecen tener la conexión mágica necesaria para aceptar encantamientos. Sin embargo...
Steve se inclinó sobre el cuchillo militar, pasándolo por la mesa de encantamiento. Aunque no brilló, el cuchillo parecía un poco más afilado y equilibrado.
—Algunas cosas pueden mejorarse si las modifico usando herramientas y materiales de mi mundo, pero no al nivel de una verdadera arma encantada.
Sinclair se cruzó de brazos, pensativa.
—Esto cambia completamente nuestra percepción de lo que es posible con la tecnología y la magia. Si pudiéramos replicar incluso una fracción de tus habilidades, sería un avance monumental.
Steve sonrió, sosteniendo su espada con orgullo.
—Bueno, apenas estamos comenzando. Espérenme un poco más, y les mostraré lo que mi mundo realmente puede ofrecer.