La batalla continuaba con una intensidad desgarradora. Steve y SCP-682 intercambiaban ataques brutales, cada uno regenerándose rápidamente de las heridas infligidas por el otro. Los alrededores eran un caos absoluto: fragmentos de concreto, metal y cristal estaban esparcidos por toda la sala de contención destruida.
Steve respiraba con dificultad, sus dagas brillando con los encantamientos activos. El lagarto lo observaba con ojos llenos de rabia, sus movimientos cada vez más calculados.
—Eres persistente, humano —gruñó SCP-682, mostrando sus colmillos mientras lanzaba otro ataque—. Pero al final, todos los débiles caen.
Steve esquivó el golpe, apenas evitando las garras del reptil. Sin embargo, no respondió de inmediato. Su mente estaba trabajando a toda velocidad, buscando una manera de romper el ciclo interminable de regeneración que mantenía el combate en empate.
Fue entonces cuando algo cruzó su mente. Un recuerdo.
Steve se detuvo por un segundo, esquivando otro ataque mientras sus pensamientos lo transportaban a un día en su mundo. Uno de sus mejores amigos, un experto domador de monstruos, le había entregado un objeto extraño, algo que Steve no había usado antes.
—Es una *Master Ball* —dijo su amigo, con una sonrisa confiada mientras la sostenía frente a Steve—. Esto no es un simple juguete; con esta esfera, puedes atrapar cualquier monstruo, no importa cuán fuerte o temible sea. Una vez dentro, será tuyo para siempre.
Steve lo había mirado con curiosidad.
—¿Qué significa "para siempre"?
—Quiero decir que no solo no podrá escapar, sino que se convertirá en tu fiel compañero. Incluso cambiará su apariencia para algo más... aceptable. Ya sabes, menos monstruoso, más manejable. —El domador había enfatizado cada palabra con orgullo—. Pero ten cuidado: solo funciona con criaturas que veas como monstruos.
De vuelta al presente, Steve parpadeó, su corazón acelerándose al darse cuenta de que todavía tenía ese objeto en su inventario.
Mientras SCP-682 cargaba de nuevo hacia él, Steve deslizó su mano al inventario y sacó la esfera púrpura con un centro blanco brillante: la *Master Ball*.
El reptil se detuvo, inclinando ligeramente la cabeza mientras observaba el objeto con desprecio.
—¿Qué es eso ahora? —gruñó SCP-682, burlándose—. ¿Otro de los inútiles artefactos humanos?
Steve no respondió de inmediato. En su lugar, ajustó su postura, sosteniendo la *Master Ball* con firmeza.
—Puede que pienses que soy como los humanos de aquí, pero te equivocas —dijo Steve, su voz cargada de determinación—. Esto no es un simple invento de este mundo. Es algo mucho más especial.
El lagarto soltó una carcajada gutural.
—¿Especial? ¿Qué podría hacer una cosa tan ridícula contra mí?
—Te lo mostraré.
Con un movimiento rápido, Steve lanzó la *Master Ball* directamente hacia SCP-682. El reptil, confiado en su superioridad, no hizo ningún esfuerzo por esquivarla, pensando que sería tan inútil como cualquier otra herramienta de la Fundación.
La esfera golpeó al lagarto, abriéndose de inmediato en un destello de luz brillante. Una energía púrpura rodeó al reptil mientras soltaba un rugido ensordecedor.
—¿Qué es esto? ¡¿Qué me estás haciendo?!
La luz púrpura se intensificó, envolviendo completamente a SCP-682 mientras su cuerpo comenzaba a encogerse y cambiar. El reptil, que había sido una criatura masiva y grotesca, ahora se estaba transformando en algo diferente, más pequeño y más... dócil.
Cuando la luz se disipó, frente a Steve había una versión completamente distinta del lagarto. Ahora era una criatura de tamaño mediano, con una piel suave y un brillo esmeralda en sus escamas. Sus ojos, antes llenos de odio y rabia, ahora parecían curiosos y obedientes.
La *Master Ball* cayó al suelo con un sonido metálico, y SCP-682, ahora transformado, se acercó a Steve, inclinando su cabeza con respeto.
—Amo... —murmuró con una voz más suave pero aún profunda—. Estoy aquí para servirte.
Desde el otro extremo de la sala, la Dra. Carter, Aura y Alex observaban con incredulidad.
—No puedo creerlo... —susurró Carter, llevándose una mano al pecho—. SCP-682... ¿obedeciendo a alguien?
Alex dio un paso hacia adelante, su expresión llena de asombro.
—Steve... ¿qué hiciste?
Steve giró hacia ellas, su respiración aún agitada pero con una leve sonrisa.
—Solo utilicé algo que me dieron en mi mundo.
—Pero... eso es imposible —interrumpió Carter, señalando al reptil ahora dócil—. ¿Cómo pudiste cambiarlo así?
Steve se encogió de hombros.
—En mi mundo, nada es realmente imposible.
Carter lo miró fijamente, luego volvió su atención al reptil transformado.
—Esto... esto cambia todo.
Mientras Steve recuperaba la *Master Ball*, ahora vacía, SCP-682 permanecía a su lado, como un guardián leal.
—Entonces, ¿qué pasa ahora? —preguntó Alex, cruzando los brazos.
Steve sonrió, mirando a la criatura.
—Creo que acabamos de ganar un aliado muy interesante.
Carter, aunque aún procesando lo ocurrido, asintió lentamente.
—Tienes razón... pero esto también significa que la Fundación tendrá muchas más preguntas.
—Que pregunten lo que quieran —respondió Steve, colocando la *Master Ball* de nuevo en su inventario—. Por ahora, tenemos trabajo que hacer.
El grupo salió de la sala de contención destruida, con SCP-682 caminando detrás de ellos, más dócil pero igual de imponente. Aunque el monstruo había cambiado físicamente, su poder seguía siendo innegable, y Steve sabía que este era solo el comienzo de algo mucho más grande.
Algunas Horas después de los eventos.
En una sala iluminada únicamente por la tenue luz de las pantallas holográficas, los miembros del Consejo O5 se encontraban reunidos. Una grabación reproducía los eventos ocurridos durante la contención del SCP-682. Cada detalle de la pelea entre Steve y el reptil, seguido de la increíble transformación del SCP, era observado con detenimiento.
El aire estaba cargado de tensión mientras los once consejeros discutían en voz baja. Finalmente, O5-1, el líder del consejo, alzó una mano, silenciando a todos.
—Esto... —comenzó O5-1, con un tono grave— es algo sin precedentes. SCP-682, *el reptil imposible de matar*, ahora está obedeciendo órdenes. Y todo esto gracias a Steve.
—¿Un SCP neutralizando a otro SCP? —preguntó O5-4, incrédulo—. Porque eso es lo que es Steve, no importa cómo lo veamos. Es una anomalía, una que clasificaría como Euclid o incluso Keter, dependiendo de su voluntad.
—Aun así, no podemos ignorar los resultados —intervino O5-7—. La Fundación ha tratado durante décadas de eliminar a SCP-682 sin éxito. Y en unas pocas horas, este sujeto lo ha transformado en un aliado.
O5-6, quien había permanecido callado hasta ese momento, habló con calma.
—¿Aliado? No sabemos si realmente es un aliado o si simplemente está bajo algún tipo de control temporal. Necesitamos más datos antes de llegar a conclusiones.
O5-1 asintió lentamente, observando las imágenes congeladas en la pantalla: Steve, con el reptil transformado a su lado, saliendo de la sala de contención junto a Carter y las demás.
—Sea como sea, esto cambia el panorama —continuó O5-1—. Ya lo habíamos clasificado como personal valioso, pero esto... esto lo pone en otra categoría.
O5-2 cruzó los brazos, mirando directamente al líder.
—¿Qué sugieres?
O5-1 suspiró, colocando una mano sobre el sello de su mesa.
—Propongo que Steve sea considerado una excepción dentro de nuestras clasificaciones. No como un SCP, sino como un colaborador especial de la Fundación.
—¿Y SCP-682? —preguntó O5-9.
—Será reclasificado temporalmente. Pasará de Keter a un estado especial de observación bajo el grupo IDS. Necesitamos entender los límites de su obediencia a Steve.
El resto de los O5 intercambiaron miradas. Finalmente, O5-1 presionó el sello en su mesa. Un holograma emergió con las palabras: **"Propuesta: Aprobación de Steve como Doctor Especial y de SCP-682 como Familiar Controlado."**
—Voten.
Uno a uno, los miembros del consejo presionaron sus sellos, dejando que las luces verdes indicaran su decisión. Cuando todos terminaron, O5-1 observó el resultado final:
**Aprobado por unanimidad.**
O5-1 cerró los ojos por un momento, procesando las implicaciones. Luego, dirigió su atención al resto del consejo.
—Que esta decisión quede registrada de inmediato. Informen al personal clave de la Fundación sobre los nuevos roles de Steve y su equipo IDS.
O5-3 levantó una ceja, intrigado.
—¿Y qué haremos con SCP-682?
O5-1 dejó escapar una leve sonrisa.
—Por ahora, observaremos. Si alguien puede mantener a esa criatura bajo control, es Steve.
Con esas palabras, la reunión concluyó. Aunque el Consejo O5 había tomado su decisión, todos sabían que lo ocurrido con Steve y SCP-682 era solo el comienzo de un cambio profundo en la dinámica de la Fundación.
Unos días después. En un amplio patio de la Fundación, alejado de las miradas del personal común, Steve lanzaba un frisbee con fuerza al aire. Corriendo tras él, como un torpedo de energía pura, estaba su nuevo familiar: SCP-682, ahora transformado en una criatura rechoncha, de brillantes escamas verdes con un toque metálico, ojos grandes y brillantes, y una lengua que sacaba con entusiasmo mientras movía una pequeña cola.
Con un salto sorprendentemente ágil, el pequeño pero poderoso lagarto atrapó el frisbee en el aire, aterrizando con un suave "plop" y corriendo de vuelta hacia Steve con evidente alegría.
—¡Buen chico, 682! —dijo Steve con una sonrisa, rascando detrás de las escamas del pequeño lagarto mientras este soltaba el frisbee para recibir más mimos.
Desde una ventana del edificio principal, la Dra. Carter observaba la escena con una mezcla de asombro, horror y una pizca de incredulidad.
—Esto no puede ser real... —murmuró para sí misma, frotándose las sienes.
A su lado, uno de los investigadores se acercó con curiosidad.
—¿Qué ocurre, doctora?
—¿Qué ocurre? —repitió Carter, señalando hacia el patio. Eso. Ese... lagarto. Ese "adorable y obediente" ser que parece un juguete de feria es SCP-682.
El investigador casi dejó caer su portapapeles.
—¿Cómo...? Pensé que había sido exterminado.
Carter soltó un suspiro frustrado.
—Eso es lo que los O5 quieren que todos crean. Oficialmente, SCP-682 fue eliminado tras el último intento de contención. Pero la verdad... —hizo una pausa, observando cómo Steve levantaba a 682 y lo acurrucaba como si fuera un cachorro— ...es mucho más absurda.
El investigador seguía sin creerlo, aunque sus ojos no podían apartarse de la escena.
—¿Y por qué está jugando así? Eso es... ¿seguro?
Carter se volvió hacia él con una mirada severa.
—Seguro o no, Steve ha logrado lo imposible. Este "adorable monstruo" ahora es completamente leal a él. No entiendo cómo, pero SCP-682... o lo que solía ser, ahora se comporta como un animal doméstico.
—¿Y qué harán los O5 al respecto?
Carter cruzó los brazos, mirando nuevamente por la ventana.
—Nada. Decidieron que la mejor forma de lidiar con esto es ocultar la verdad. Para todos los efectos, SCP-682 está muerto. Solo unos pocos sabemos la verdad: que sigue aquí, más peligroso que nunca si alguien logra separarlo de Steve.
Steve acariciaba la cabeza de 682, que cerraba los ojos y movía la cola con energía, disfrutando del afecto.
—Sabes, 682, creo que Carter sigue asustada de ti —comentó Steve con tono burlón mientras el lagarto inclinaba la cabeza, emitiendo un suave sonido gutural que parecía una risa.
—Pero no te preocupes, pequeño. Conmigo, nadie te hará daño.
El lagarto soltó un leve gruñido de aprobación y apoyó su cabeza en el hombro de Steve, como si entendiera perfectamente lo que decía.
Desde la distancia, Carter suspiró nuevamente, llevándose una mano al rostro.
—Esto va a ser un problema...
Pero aunque su mente seguía ocupada con las implicaciones de lo que veía, no pudo evitar notar algo: por primera vez en mucho tiempo, no sentía miedo al ver a SCP-682. Su forma, su actitud y su obediencia a Steve eran desconcertantes, pero también... reconfortantes.
Tal vez, pensó Carter, esto no sea tan malo después de todo.
Tras el agotador juego de frisbee, Steve y su familiar descansaban bajo la sombra de un árbol en el patio de la Fundación. SCP-682, ahora en su adorable forma rechoncha y dócil, se tumbó sobre su vientre, con su cola moviéndose de un lado a otro mientras jadeaba ligeramente.
—Sabes, chico, creo que es hora de darte un nombre adecuado —dijo Steve, rascándose la barbilla mientras pensaba en voz alta—. No puedo seguir llamándote SCP-682. Es frío, aburrido... y sinceramente, no va con tu nueva personalidad.
El reptil levantó la cabeza, mirando a Steve con curiosidad.
—¿Qué tal... Sparky? —preguntó Steve con una sonrisa.
El reptil inmediatamente gruñó, sacudiendo la cabeza con fuerza, dejando en claro que no le gustaba ese nombre.
—¿Qué pasa, chico? —preguntó Steve, sorprendido.
El reptil continuó moviendo la cabeza, expresando su disgusto.
Steve lo miró fijamente, su expresión cambiando a una mezcla de curiosidad y desconcierto.
—Espera un momento... —dijo, inclinándose hacia adelante—. ¿Acaso no eres un chico?
Para sorpresa de Steve, el reptil asintió vigorosamente con la cabeza, confirmando que era una chica.
—¡Oh, cielos! —exclamó Steve, llevándose una mano a la nuca, claramente incómodo—. Lo siento mucho... eso explica muchas cosas.
El reptil lo miraba con algo que casi parecía ser una expresión de paciencia, como si estuviera esperando su próximo intento.
—Está bien, está bien... ¿qué te parece el nombre de Pinky? —preguntó Steve, un poco inseguro.
En cuanto escuchó el nombre, el reptil comenzó a mover la cola con entusiasmo, asintiendo rápidamente con la cabeza y dejando escapar un suave gruñido que sonaba casi como un ronroneo.
—¡Pinky, entonces! —exclamó Steve, sonriendo ampliamente mientras acariciaba la cabeza de su familiar—. Bienvenida oficialmente al equipo, Pinky.
La recién nombrada Pinky cerró los ojos y apoyó su cabeza en las piernas de Steve, claramente contenta con su nuevo nombre.
Desde la distancia, la Dra. Carter, que seguía observando la interacción, no pudo evitar llevarse una mano al rostro.
—¿Pinky? —murmuró para sí misma, incrédula—. Le pone un nombre adorable al ser más peligroso que ha tenido la Fundación... Esto es surrealista.
Aun así, Carter no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa. A pesar de lo extraño de la situación, algo en esa conexión entre Steve y Pinky parecía genuinamente... reconfortante, luego de un par de palabras steve y pinky se durmieron mientra steve abrazaba a pinky.
El patio de la Fundación estaba tranquilo, bañado por la luz del atardecer, cuando Steve, aún medio dormido, comenzó a desperezarse lentamente. Sentía algo pesado moviéndose inquieto sobre él.
—Pinky... ¿qué pasa? —murmuró, con voz somnolienta, mientras sus ojos intentaban enfocarse en la pequeña figura de su familiar.
Pinky, con su apariencia adorable y rechoncha, no dejaba de moverse, soltando gruñidos bajos. Al principio, Steve pensó que estaba siendo juguetona, pero pronto escuchó el inconfundible rugido de su estómago.
—Oh... tienes hambre, ¿verdad? —dijo Steve, ahora completamente despierto—. Bueno, ¿qué clase de compañero sería si no te alimentara?
Con un gesto despreocupado, Steve abrió su inventario y sacó dos piernas de mamut gigantes, perfectamente cocidas y sazonadas. La piel dorada y el aroma que emanaba de ellas eran casi irresistibles. Las piernas de mamut eran tan enormes que, al colocarlas en el suelo, una parecía ser casi del tamaño de Pinky.
—¡Aquí tienes, pequeña! —dijo Steve, colocando una de las patas frente a Pinky, quien inmediatamente comenzó a devorarla con entusiasmo, arrancando trozos de carne como si no hubiera un mañana.
Steve sonrió y tomó la otra para sí mismo.
—Supongo que no está mal un festín para dos —dijo mientras arrancaba un trozo grande con los dientes y masticaba con satisfacción—. ¡Delicioso como siempre!
La escena, aunque común para Steve, habría provocado sudores fríos a cualquiera que se hubiera cruzado con ellos en ese momento. Un hombre abrazando y comiendo junto a un reptil que alguna vez fue una de las amenazas más grandes de la Fundación no era algo que se viera todos los días.
Pinky, con sus ojos grandes y brillantes, seguía masticando vorazmente, con su cola moviéndose de un lado a otro. Steve no podía evitar reírse al verla.
—¿Sabes? Nunca imaginé que compartiría una cena con una criatura como tú. Y mucho menos que sería tan... entrañable.
Cuando ambos terminaron, todo lo que quedó fueron dos enormes huesos completamente pelados, una prueba de su voracidad compartida. Pinky, satisfecha, se acurrucó nuevamente al lado de Steve, dejando escapar un pequeño gruñido de satisfacción antes de cerrar los ojos.
Steve, limpiándose la boca con la manga, miró los huesos y suspiró con satisfacción.
—Si alguien viera esto, probablemente pensaría que somos un par de salvajes... pero, hey, nadie puede juzgar a dos compañeros hambrientos, ¿verdad, Pinky?
Pinky abrió un ojo brevemente, soltó un suave gruñido afirmativo y volvió a dormirse.
Steve la abrazó con cariño mientras el sol terminaba de ponerse. La tranquilidad del momento era un contraste total con las intensas batallas de los días anteriores. Por ahora, todo estaba en paz, aunque ambos sabían que en la Fundación, la calma nunca duraba demasiado.
El día en la Fundación SCP había comenzado con relativa calma, al menos para los estándares del lugar. Steve, acompañado por Pinky, su nueva compañera y ex-SCP-682, decidió explorar más a fondo las instalaciones. Pinky, ahora con su adorable forma rechoncha y ojos brillantes, trotaba alegremente junto a Steve, mientras este lanzaba un pequeño frisbee encantado.
—¡Vamos, Pinky! Tráelo de vuelta —dijo Steve con una sonrisa mientras Pinky saltaba y atrapaba el frisbee en el aire antes de aterrizar con gracia.
Algunos empleados de la Fundación que se cruzaban con ellos los miraban con expresiones de desconcierto. Ver a una criatura que alguna vez había sido una de las mayores amenazas para la humanidad comportarse como una mascota juguetona era algo que ninguno estaba preparado para presenciar.
Mientras caminaban, la doctora Carter apareció, revisando unos papeles. Al ver a Steve y a Pinky, suspiró profundamente.
—¿Realmente tienes que llevarla por toda la Fundación como si fuera un perro de compañía? —preguntó Carter, claramente exasperada, pero sin poder ocultar una leve sonrisa.
—¿Y qué tiene de malo? —respondió Steve, rascando a Pinky detrás de las orejas—. Ella es más que una compañera, es parte del equipo. Además, estoy seguro de que nadie en esta Fundación tiene una mascota tan genial como yo.
Carter negó con la cabeza.
—No es una mascota, Steve. Es una anomalía extremadamente peligrosa... bueno, lo era.
—Oh, vamos. Mira esos ojitos. —Steve levantó a Pinky, quien sacó la lengua y movió la cola de manera adorable.
Carter no pudo evitar reír un poco, pero rápidamente recuperó la compostura.
—Bueno, ya que insistes en pasear con ella, supongo que puedo aprovechar este tiempo para hablarte sobre los SCP más importantes que manejamos aquí. Es fundamental que conozcas todo lo que puedas sobre las anomalías.
Steve asintió, interesado.
—Adelante, doctora. Estoy listo para aprender... aunque ya te advierto que Pinky y yo seguiremos jugando mientras escuchamos.
**SCP-096: "El hombre tímido"**
—Para empezar, tenemos a SCP-096 —dijo Carter mientras caminaban por un pasillo hacia las oficinas administrativas—. Es una criatura humanoide extremadamente peligrosa. Si alguien, en cualquier parte del mundo, ve su rostro, ya sea directamente, en una foto o incluso en un video, SCP-096 entrará en un estado de furia incontrolable.
Steve arqueó una ceja mientras lanzaba el frisbee para Pinky.
—¿Y qué hace cuando se enoja?
—Persigue a quien lo haya visto hasta matarlo —respondió Carter con seriedad—. No importa dónde se encuentre esa persona. SCP-096 la encontrará.
Steve dejó de jugar un momento, asimilando la información.
—Eso suena... complicado. ¿Y cómo lo contienen?
—Siempre está cubierto con una bolsa especial que impide que su rostro sea visto. Pero incluso así, mantenerlo contenido no siempre es fácil.
**SCP-049: "El doctor peste"**
Mientras se acercaban a una intersección en los pasillos, Carter continuó.
—Luego está SCP-049, también conocido como "El doctor peste". Es una figura humanoide que se parece a un médico de la peste negra. Es inteligente y capaz de comunicarse, pero lo más aterrador es su toque.
—¿Qué pasa si te toca? —preguntó Steve, lanzando el frisbee nuevamente para Pinky.
—Causa la muerte inmediata —respondió Carter—. Luego, realiza un procedimiento quirúrgico para "curar" a la persona, convirtiéndola en algo parecido a un zombi.
Steve silbó, impresionado.
—Bueno, espero no cruzármelo. Aunque Pinky podría cuidarme, ¿verdad, chica?
Pinky, como si entendiera, ladró alegremente.
**SCP-999: "El blob alegre"**
Carter sonrió un poco.
—No todos los SCP son mortales o aterradores. SCP-999, por ejemplo, es todo lo contrario.
—¿999? ¿Qué tiene de especial? —preguntó Steve.
—Es una masa amorfa de gelatina naranja que hace feliz a cualquiera que lo toque. Es inofensivo y, de hecho, uno de los SCP más queridos por el personal.
Steve rió.
—Eso suena como el compañero ideal para un día difícil.
**SCP-173: "La estatua"**
Al pasar por una puerta reforzada, Carter se detuvo.
—Aquí es donde solíamos contener a SCP-173, la estatua.
Steve asintió, recordando su encuentro reciente con esa anomalía.
—Sí, ya tuve el "placer" de conocerlo. ¿Sigue multiplicándose como me dijeron?
Carter negó con la cabeza.
—No desde que tú... bueno, lo eliminaste.
Steve no respondió, pero acarició la cabeza de Pinky, reflexionando sobre la batalla que había tenido con esa criatura.
**SCP-131: "Los oculi"**
Carter cambió el tema para aligerar el ambiente.
—Otro SCP interesante es SCP-131, también conocido como "Los oculi". Son dos pequeñas entidades que se asemejan a ojos gigantes con cuerpos diminutos.
Steve rió al imaginarlo.
—¿Y qué hacen?
—Son completamente inofensivos y curiosos. Su característica más interesante es que pueden ayudar a contener a SCP-173, ya que no necesitan parpadear y siempre lo están observando.
**SCP-914: "El relojero"**
Carter señaló una sala a su derecha.
—Ahí está SCP-914, una máquina conocida como "El relojero".
—¿Qué hace?
—Es capaz de refinar cualquier objeto que coloques dentro. Dependiendo del ajuste que elijas, puede mejorar algo o descomponerlo por completo.
Steve mostró un interés particular.
—Eso suena como algo que podría usar. Tal vez para mejorar algunas de mis herramientas.
Carter le lanzó una mirada de advertencia.
—Steve, no te metas con SCP-914 sin autorización.
Steve levantó las manos en señal de inocencia.
—Está bien, está bien.
Mientras caminaban, Pinky trotaba junto a ellos, felizmente sosteniendo el frisbee en su boca. Al llegar a un área de descanso, varios miembros del personal se detuvieron para mirar al extraño trío. Algunos se susurraban entre ellos, mientras otros simplemente observaban con fascinación cómo Steve jugaba con su familiar, que no hacía mucho había sido una de las mayores amenazas para la humanidad.
Carter se detuvo y se cruzó de brazos, mirando la escena con una mezcla de incredulidad y resignación.
—No puedo creer que esté viendo esto —murmuró—. SCP-682, uno de los seres más peligrosos que hemos contenido, ahora es... una especie de mascota adorable.
Steve se encogió de hombros, sin dejar de lanzar el frisbee.
—Pinky no es solo una mascota, doctora. Es una compañera leal y parte de mi equipo. Además, diría que está disfrutando mucho más de la vida ahora.
Pinky dejó el frisbee a los pies de Steve y movió la cola, como si estuviera de acuerdo.
—Supongo que tienes razón —dijo Carter, suspirando—. Pero aún así, es difícil reconciliar lo que veo con lo que sé.
—Eso es porque la Fundación está acostumbrada a ver lo peor de estas anomalías —dijo Steve, mirando a Carter con seriedad—. Pero a veces, incluso lo más aterrador puede cambiar, si le das una oportunidad.
Carter lo observó en silencio, reflexionando sobre sus palabras.
Finalmente, Steve se levantó y se estiró.
—Bueno, doctora, ha sido un recorrido interesante. Pero creo que es hora de buscar algo de comer. Pinky ya está mostrando signos de hambre otra vez.
Carter negó con la cabeza, sonriendo.
—Solo asegúrate de no causar más caos, ¿de acuerdo?
—¿Yo? ¿Causar caos? Nunca —respondió Steve, con una sonrisa traviesa, mientras Pinky soltaba un pequeño gruñido, como si compartiera la broma.
Y así, el peculiar dúo continuó su camino, dejando una impresión imborrable en todos los que los cruzaban.
luego del paseo por la fundacion.
En una sala silenciosa de la Fundación SCP, Steve estaba sentado junto a Pinky, quien descansaba acurrucada a su lado. Su apariencia rechoncha y adorable contrastaba enormemente con la gravedad de los pensamientos que ocupaban la mente de su dueño. Después de pasar varios días interactuando con los diversos SCP y observando cómo los investigadores y guardianes arriesgaban su vida constantemente, Steve no pudo evitar sentir una creciente preocupación.
—Esto no puede seguir así, Pinky —murmuró, acariciando la cabeza de su compañera. Pinky levantó la mirada con curiosidad, como si intentara comprender sus palabras—. Estas personas están jugando con fuego, y aunque sean valientes, necesitan más protección.
Steve se levantó con decisión. Su experiencia en su propio mundo le había enseñado la importancia de la preparación. Había enfrentado innumerables peligros y sabía que a veces, lo único que marcaba la diferencia entre la vida y la muerte era un simple objeto bien diseñado.
—Hora de trabajar —dijo, mirando a Pinky. La pequeña criatura inclinó la cabeza antes de seguirlo trotando alegremente hacia una habitación que había convertido en su taller personal dentro de la Fundación.
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La mesa mejorada de crafteo que Steve había construido era una obra maestra en sí misma. Incorporaba tecnología de redstone, cristales mágicos y mecanismos automatizados que le permitían manipular materiales de manera precisa. Se había asegurado de incluir mejoras como una matriz de estabilización mágica y un sistema de optimización de recursos para maximizar la eficiencia de sus creaciones.
—Bien, amiga, vamos a necesitar muchos recursos para esto —dijo Steve, sacando de su inventario una variedad de materiales que había acumulado durante sus aventuras:
-Esencia de obsidiana:** resistente a casi cualquier daño físico.
-Cristales de cuarzo cargados:** almacenaban energía mágica para activar los efectos de los amuletos.
-Polvo de blaze refinado:** otorgaba propiedades defensivas y protección contra el fuego.
-Plumas de fénix:** recolectadas de criaturas míticas, útiles para garantizar la regeneración de la energía vital.
-Lingotes de netherita mágica:** extremadamente duraderos y capaces de soportar el desgaste del tiempo.
Pinky observaba con fascinación cómo Steve organizaba los materiales. Ella intentó tomar una de las plumas de fénix con su boca, pero Steve la detuvo suavemente.
—Lo siento, Pinky, estas plumas no son para jugar. Prometo que después de esto, haremos algo divertido, ¿de acuerdo?
Pinky resopló, pero se quedó cerca, vigilando atentamente cada movimiento.
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Steve colocó los materiales sobre la mesa y comenzó el proceso de crafteo. Primero, activó el sistema de estabilización mágica para evitar cualquier accidente. La mesa emitió un suave zumbido, y pequeños destellos de luz comenzaron a danzar alrededor de los materiales.
Steve combinó la esencia de obsidiana con los cristales de cuarzo cargados. Utilizó herramientas encantadas para tallar cada núcleo en forma de pequeños discos. Cada disco brillaba con un tenue resplandor púrpura, indicando que estaban listos para almacenar energía mágica.
Espolvoreó polvo de blaze sobre cada núcleo, imbuyéndolos con resistencia contra elementos como el fuego y la corrosión.
Este paso requirió más precisión. Utilizó las plumas de fénix como catalizadores y las fusionó con fragmentos de enderpearl. Esto garantizaba que, en caso de activación, el portador del amuleto sería teletransportado a una ubicación segura predeterminada dentro de la Fundación.
Cada núcleo fue recubierto con netherita mágica, creando un exterior duradero que podía resistir impactos extremos.
Steve añadió cordones hechos de hilo encantado, resistente y flexible, para que los amuletos pudieran ser usados cómodamente como collares.
Mientras trabajaba, el ambiente en la sala se llenó de un brillo cálido y energizante. Pinky, al ver cómo los amuletos tomaban forma, movía la cola emocionada, emitiendo pequeños gruñidos de aprobación.
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Steve se había propuesto crear 300 amuletos, lo que significaba horas de trabajo ininterrumpido. Sin embargo, su experiencia en crafteo y la eficiencia de su mesa mejorada le permitieron mantener un ritmo constante. Cada amuleto que completaba era colocado cuidadosamente en una caja reforzada para su posterior distribución.
—¿Qué opinas, Pinky? ¿Crees que estos amuletos serán suficientes para proteger a todos? —preguntó Steve mientras trabajaba en el último lote.
Pinky ladró suavemente, como si tratara de tranquilizarlo.
—Tienes razón. No puedo protegerlos de todo, pero al menos esto les dará una oportunidad más.
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Después de varias horas de intenso trabajo, Steve terminó el último amuleto. Se recostó en su silla, exhausto pero satisfecho. Frente a él, las cajas llenas de collares representaban mucho más que simples objetos. Eran un símbolo de su compromiso con la protección de las personas de la Fundación.
Pinky saltó a su regazo, mirándolo con sus grandes ojos adorables. Steve sonrió y le dio una palmadita en la cabeza.
—Lo logramos, Pinky. Ahora, solo queda asegurarnos de que todos los reciban.
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Antes de llevar los amuletos a Carter para su distribución, Steve decidió probar uno para asegurarse de que funcionaban correctamente. Se colocó un collar y activó el núcleo protector con un leve toque. Inmediatamente, una suave aura dorada lo envolvió, dándole una sensación de calma y seguridad.
Pinky lo miró con curiosidad y saltó hacia él, intentando morder la burbuja protectora. Sin embargo, cada vez que intentaba alcanzarlo, la barrera se disipaba suavemente, empujándola hacia atrás sin causarle daño.
—¡Funciona! —exclamó Steve, emocionado. Quitó el collar y lo guardó nuevamente en una de las cajas—. Ahora sí, estamos listos.
Steve llevó las cajas al despacho de la doctora Carter, quien lo recibió con una mezcla de curiosidad y escepticismo.
—¿Qué traes ahora, Steve? —preguntó mientras lo veía colocar las cajas en su escritorio.
—Amuletos totémicos —respondió Steve con una sonrisa confiada—. Cada uno de estos collares puede salvar vidas.
Carter arqueó una ceja.
—¿Cómo funcionan?
Steve le explicó el proceso de creación y las propiedades de los amuletos: la barrera protectora, la inmunidad temporal al daño y la teletransportación a un lugar seguro en caso de emergencia.
—Es impresionante, Steve —admitió Carter, inspeccionando uno de los collares—. Esto podría marcar una gran diferencia para nuestro personal.
—Esa es la idea —dijo Steve, acariciando a Pinky, que estaba jugando con un cordón suelto—. Aunque espero que no tengan que usarlos muy seguido.
Carter sonrió ligeramente.
—Eso esperamos todos.
Y así, Steve y Pinky se despidieron, dejando atrás no solo un montón de amuletos, sino también un pequeño rayo de esperanza en un lugar que enfrentaba lo inimaginable a diario.