Chapter 11 - Hall of Legends

Naruto permaneció inmóvil, sus ojos fijos en el inmenso vitral que dominaba el salón. Los rayos de luz que atravesaban los cristales coloreados bañaban la habitación con tonos brillantes, casi etéreos, como si el lugar tuviera vida propia. Cada figura en el vitral parecía contar una historia: héroes y criaturas de proporciones míticas que Naruto no podía identificar, pero que transmitían una sensación de grandeza, de algo más allá de su comprensión.

Por un instante, olvidó por completo dónde estaba y cómo había llegado allí. Todo lo que lo rodeaba lo envolvía en una mezcla de asombro y desconcierto. La inmensidad del lugar y la forma en que parecía latir con energía lo llenaban de una curiosidad casi infantil, pero también de un leve temor que no podía ignorar. Naruto respiró hondo, intentando calmar la maraña de emociones que se arremolinaban en su interior, y empezó a caminar lentamente, sus pasos resonando débiles en el mármol pulido del suelo.

Sus ojos viajaron de un holograma a otro, fascinados por las figuras que flotaban por la habitación. De cerca, los hologramas parecían aún más impresionantes. Cada uno representaba a una figura única: algunos eran humanoides, mientras que otros eran monstruos de proporciones descomunales. Había caballeros en armaduras relucientes, criaturas aladas y seres con formas imposibles, como si hubieran sido arrancados de un sueño —o una pesadilla.

Uno de los hologramas capturó su atención de inmediato. Era la figura de un hombre robusto, cubierto con una armadura pesada y desgastada por el combate. Un casco ocultaba la mayor parte de su rostro, dejando ver solo una mirada severa a través de las ranuras. En su mano izquierda, sujetaba un escudo redondo con un diseño intrincado, y en la derecha, una lanza cuya punta parecía capaz de atravesar cualquier cosa. Había algo en su porte que irradiaba poder y autoridad, como si fuera un guerrero legendario que había enfrentado cientos de batallas y salido victorioso.

—¿Quién eres? —murmuró Naruto, su voz apenas un susurro que se perdió en la vastedad del salón.

El holograma no reaccionó, pero su presencia seguía siendo imponente. Naruto dio un paso más, acercándose con cautela, cuando algo invisible lo detuvo. Extendió la mano para intentar tocar la figura, pero chocó contra una barrera. Era suave, casi imperceptible al tacto, pero completamente impenetrable. Parecía una burbuja de energía que protegía al holograma, manteniéndolo aislado.

Frunciendo el ceño, Naruto retiró la mano y observó la figura con detenimiento. Había algo extraño en ese escudo protector. No era visible a simple vista, pero su presencia era clara, como una advertencia silenciosa de que no debía cruzar esa línea.

—¿Por qué no puedo acercarme? —se preguntó en voz alta, su tono cargado de frustración.

Se apartó lentamente y miró a su alrededor. Había docenas de hologramas más en la sala, todos diferentes. Decidido a probar una vez más, se dirigió a otro holograma, esta vez una figura más esbelta: una mujer de largas alas blancas que se extendían majestuosamente a su espalda. En sus manos sostenía una lanza que brillaba como si estuviera hecha de luz pura. La figura exudaba una sensación de gracia y poder divino, como si fuera una guardiana celestial.

Naruto extendió la mano hacia ella, pero el resultado fue el mismo. La barrera invisible se alzó nuevamente, impidiéndole cualquier contacto. Su frustración creció con cada intento. Probó con un holograma tras otro: un ser con garras gigantescas y ojos que ardían como brasas; una criatura reptiliana que parecía envuelta en llamas; un hombre envuelto en sombras, con un aura de peligro palpable. Todos ellos estaban protegidos por la misma barrera, impenetrable y silenciosa.

Finalmente, cuando estaba a punto de rendirse, algo a lo lejos llamó su atención. Entre los hologramas grises que flotaban en la sala, distinguió una figura que hizo que su cuerpo se tensara al instante. No podía ser…

Ahí estaba: Nocturne.

Naruto sintió cómo su corazón se detenía por un segundo antes de comenzar a latir con fuerza. Su respiración se aceleró, y un escalofrío le recorrió la espalda. Era imposible confundirlo. Esa figura oscura, con sus cuchillas alargadas y su forma espectral, era idéntica al monstruo que había visto en sus pesadillas. Sus ojos brillaban con la misma intensidad aterradora, dos puntos de luz que parecían perforar la oscuridad.

Nocturne… —susurró Naruto, su voz temblando ligeramente.

El miedo lo mantuvo paralizado por unos segundos, pero pronto, la curiosidad empezó a ganar terreno. Nocturne estaba ahí, entre los hologramas, pero algo en él era diferente. A diferencia de las otras figuras, que eran completamente grises, Nocturne tenía un leve tono azul oscuro en su forma, como si estuviera parcialmente coloreado. Además, sus ojos brillaban con una intensidad que ninguna de las otras figuras poseía.

Reuniendo todo el valor que le quedaba, Naruto dio un paso hacia adelante. Sus piernas temblaban ligeramente, pero no se detuvo. Si todos los demás hologramas eran inofensivos, tal vez este también lo era.

—¡Oye! ¿Puedes oírme? —gritó, su voz resonando en la inmensidad del salón.

El holograma no se movió, pero Naruto no apartó la mirada. Agitó los brazos, dio un par de pasos más, incluso saltó, esperando alguna reacción. Pero Nocturne permaneció inmóvil, como una estatua. Sin embargo, a medida que se acercaba, una sensación opresiva comenzó a llenarlo. Era como si el aire a su alrededor se volviera más pesado, más denso. Cada vez que avanzaba un poco más, sentía que algo invisible lo empujaba hacia atrás, como si el lugar mismo lo estuviera advirtiendo de que no debía acercarse.

Cuando estaba lo suficientemente cerca como para observar cada detalle, esa sensación se intensificó. El aura que rodeaba a Nocturne era diferente a la de los demás. No transmitía majestuosidad ni grandeza, sino una maldad pura, un vacío que parecía absorber toda la energía a su alrededor.

Naruto tragó saliva, sus pensamientos eran un caos.

—Es igual que en mis sueños… —pensó, mientras una mezcla de miedo y confusión lo invadía. Sus piernas temblaron por un instante, pero no retrocedió.

Se quedó allí, frente al holograma, preguntándose qué significaba todo esto y, más importante aún, por qué Nocturne estaba aquí.

Aunque su instinto le gritaba que se alejara, Naruto no pudo evitar observar a Nocturne más de cerca. La figura no era del todo sólida, parecía una sombra viviente, fluctuante, como si estuviera compuesta de pura oscuridad. A pesar de ello, la criatura emanaba una presencia tan tangible, tan opresiva, que era imposible ignorarla. El aire alrededor de Nocturne se sentía denso, cargado, como si algo primigenio y antinatural lo envolviera.

Finalmente, el instinto se impuso a su curiosidad. Naruto dio un paso atrás, y luego otro, sin apartar la mirada de aquella figura. Su respiración era lenta, pesada, como si el solo hecho de estar cerca del holograma le robara energía.

—Ya habrá tiempo para lidiar contigo... —murmuró con un tono apenas audible, como si intentara convencerse a sí mismo de que alejarse era la mejor opción.

Retrocedió con rapidez, pero no pudo evitar que un escalofrío recorriera su espalda mientras el aura de Nocturne se desvanecía tras él. Con un último vistazo hacia el holograma, Naruto se dio la vuelta, concentrando su atención en las dos puertas al final del salón.

Ambas puertas eran idénticas, enormes y ornamentadas, con relieves grabados que no lograba descifrar. Sin pensarlo demasiado, eligió la de la izquierda. Al acercarse, empujó el pesado portal, y para su sorpresa, cedió con facilidad. La luz del otro lado era suave pero vibrante, envolviendo la habitación en una atmósfera que parecía casi mágica.

Lo que encontró lo dejó sin aliento.

Delante de él se extendía una tienda inmensa, pero no era como ninguna que hubiera visto antes. Las estanterías se alzaban hasta un techo que parecía no tener fin, llenas de objetos que desafiaban la lógica y la imaginación. Espadas con hojas translúcidas que parecían hechas de cristal, báculos que brillaban con una energía dorada, pociones burbujeantes en frascos que flotaban levemente sobre las repisas. Cada rincón del lugar estaba abarrotado de artefactos misteriosos y únicos.

El suelo y las paredes tenían un brillo azul intenso, como si estuvieran hechos de energía pura. Naruto avanzó lentamente, sus ojos recorriendo cada detalle del lugar. Había algo en la atmósfera que resultaba acogedor, pero también desconcertante. Todo estaba perfectamente organizado, como si alguien hubiera puesto especial cuidado en que cada objeto estuviera en el lugar exacto.

Al fondo del espacio, un mostrador llamó su atención. Encima de él flotaba un cartel con letras doradas que decían: "En reparación". Naruto arqueó una ceja.

—¿Qué clase de tienda está "en reparación"? —se preguntó en voz alta, mientras se acercaba al mostrador.

Al llegar, vio que no había nadie atendiendo. Miró detrás del mostrador, intentando encontrar algún indicio de vida, pero solo vio un espacio vacío. La curiosidad lo empujó a intentar saltar por encima del mostrador para ver qué había del otro lado, pero en cuanto lo hizo, una barrera invisible apareció de repente y lo empujó suavemente hacia atrás.

Naruto cayó al suelo, aturdido.

—¿Otra vez con estas barreras? —gruñó, poniéndose de pie mientras se sacudía el polvo.

Frustrado, pasó varios minutos explorando el lugar. Cada objeto parecía contar una historia, aunque no podía entenderla. Todo estaba envuelto en un aura de misterio, como si estos artefactos estuvieran esperando a alguien que realmente supiera cómo usarlos. Sin embargo, por más que intentara interactuar con ellos, las barreras invisibles siempre se interponían.

Finalmente, al no encontrar nada más que pudiera hacer, decidió regresar al salón principal. Caminó hacia la puerta de la tienda, lanzando una última mirada a las estanterías infinitas y al mostrador vacío antes de cruzar el umbral.

Cuando volvió al salón, sus ojos fueron inmediatamente atraídos de nuevo hacia el vitral. La luz que atravesaba los cristales coloreados proyectaba patrones complejos en el suelo de mármol. Naruto avanzó lentamente, observando las figuras representadas con más detenimiento. Héroes, monstruos, guerreros y criaturas imposibles, todos inmortalizados en aquella obra de arte. Parecían vivos, como si en cualquier momento fueran a moverse y salir del vitral.

—Esto es increíble... —murmuró, maravillado.

Caminó hacia la otra puerta, la que estaba a la derecha. Intentó abrirla, pero esta vez la puerta no cedió. Naruto frunció el ceño y aplicó más fuerza, empujando con todo su peso, pero la puerta permaneció cerrada. Antes de que pudiera intentar de nuevo, una luz brillante llenó la sala, cegándolo por completo.

El mundo a su alrededor se desvaneció. Fue como si una fuerza invisible lo atrapara y lo arrastrara a través de un túnel interminable. El zumbido de energía llenó sus oídos, y sintió como si estuviera flotando en un vacío, sin cuerpo ni forma. La sensación duró solo unos segundos, pero a Naruto le pareció una eternidad.

De repente, todo terminó.