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Chapter 13 - El Santuario de las Leyendas / The Sanctuary of Legends

Una vez más, Naruto se encontraba en aquel vasto salón que había marcado el inicio de algo que todavía no comprendía por completo. Su corazón latía con fuerza, pero no era miedo lo que sentía, sino una indescriptible mezcla de emoción, asombro y algo más… ¿Reverencia? Sí, quizá eso. Aquella sensación de pequeñez, de estar frente a algo inmensurablemente más grande que él mismo, lo envolvía como una manta cálida. Era extraño: no se sentía aplastado, sino reconfortado. Por primera vez en mucho tiempo, el universo parecía susurrarle algo que nunca había oído con claridad: hay esperanza.

El salón seguía siendo tan imponente como lo recordaba. Las columnas de mármol blanco se alzaban hacia un techo tan alto que parecía perderse en las alturas, como si no tuviera fin. La luz del gigantesco vitral dominaba el espacio, bañándolo en tonos azules y dorados que parecían estar vivos. Los hologramas, esas figuras de luz que tanto lo habían impactado la primera vez, seguían danzando en el aire, proyectando sombras cambiantes sobre el suelo pulido. Esta vez, sin embargo, no se limitó a mirarlos de reojo. Quería entenderlos. No, necesitaba entenderlos.

Naruto cerró los ojos y tomó aire, llenando sus pulmones con aquella pureza tan distinta a cualquier otra que hubiese experimentado. El aire aquí era limpio, ligero, como si estuviera cargado de una energía especial que parecía rejuvenecer su cuerpo y mente. "Es incluso mejor de lo que recordaba…" pensó mientras sus pasos resonaban levemente sobre el mármol. A cada paso, sentía que el peso de las preocupaciones y los recuerdos sombríos que cargaba desde hacía tanto tiempo se desvanecía, aunque fuera por un instante.

Quería detenerse, quedarse ahí, simplemente disfrutando de la calma. Pero algo lo impulsó a seguir adelante. Tal vez era la sensación de que este lugar contenía respuestas, pistas sobre lo que estaba buscando, aunque aún no supiera exactamente qué. Sus ojos se fijaron en los hologramas que flotaban a su alrededor.

La última vez, los había visto como simples figuras brillantes, demasiado abrumado para analizarlos con detenimiento. Pero ahora, quería grabar cada detalle en su memoria. Cada figura parecía vibrar con una fuerza única, y Naruto sintió que su presencia no era casual.

Se acercó al primero que captó su atención: un guerrero enorme y robusto, envuelto en una armadura que brillaba con intensidad incluso en su forma holográfica. La armadura estaba adornada con grabados intrincados, como si cada línea contara una historia: batallas libradas, juramentos hechos, sacrificios cumplidos. En su mano sostenía una espada colosal, que parecía más una extensión de su propio ser que un arma cualquiera. Su rostro, serio y decidido, emanaba una autoridad tan poderosa que Naruto sintió un escalofrío recorriéndole la espalda.

—Con esa mirada, podría liderar un ejército entero sin pronunciar una sola palabra… —murmuró en voz baja, sorprendiéndose a sí mismo. Había algo en aquel guerrero que lo hacía sentir pequeño, pero no débil. Era como si lo estuviera midiendo, como si esperara algo de él.

Se obligó a apartar la vista y caminó hacia otro holograma. Este era completamente distinto al anterior. La figura irradiaba un aura hipnotizante, casi etérea. Su cabello caía en ondas perfectas, y sus ojos parecían atravesar el alma con una intensidad casi inhumana. Su atuendo, ajustado y elegante, resaltaba una figura que mezclaba gracia y peligro en igual medida. Tras ella flotaban nueve colas hechas de luz, que se movían como si tuvieran vida propia, danzando a un ritmo desconocido. Naruto sintió un cosquilleo de fascinación, pero también un leve escalofrío. Había algo en ella que lo atraía, pero al mismo tiempo lo ponía en guardia.

"Es hermosa… pero esa mirada… Es como si pudiera ver todo lo que soy, todo lo que he hecho. Lo bueno y lo malo," pensó, desviando los ojos por un momento. Sentía que si la miraba demasiado tiempo, algo en su interior quedaría al descubierto.

El siguiente holograma era el de un gigante que parecía esculpido en roca viva. Su cuerpo, puro músculo, emanaba una fuerza que parecía desafiar las leyes de la naturaleza. Llevaba una gran maza sobre el hombro, sosteniéndola como si fuera un juguete, y su sonrisa maliciosa, acompañada de unos colmillos afilados, le daba un aire peligrosamente intimidante. Naruto tragó saliva, incapaz de contener un pensamiento que se deslizó en su mente: "Si este tipo quisiera, podría aplastarme con un solo golpe."

Sin embargo, lo que más le inquietaba no era su fuerza física, sino la mirada en sus ojos. Era como si disfrutara del miedo ajeno, como si cada batalla fuera un juego para él, uno en el que nunca perdía.

Finalmente, su atención se dirigió hacia la última figura. Era una joven con una apariencia casi celestial. Su armadura ligera parecía estar hecha de luz sólida, reflejando los rayos del vitral y creando destellos dorados y plateados a su alrededor. En sus manos sostenía un bastón que irradiaba una energía serena pero imponente, como si fuera capaz de crear o destruir con un simple movimiento. Su rostro estaba adornado con una sonrisa tranquila, pero llena de determinación. Naruto no pudo evitar sentir un calor reconfortante al mirarla, como si su sola presencia pudiera disipar cualquier sombra.

—Ella… —susurró sin darse cuenta. Ni siquiera sabía qué quería decir, pero algo en su pecho se apretó al verla. Era esperanza, pero también un anhelo, una necesidad de estar a la altura de algo que no podía explicar.

Dio un paso atrás para observarlos a todos en conjunto. Eran más que figuras de luz. Eran símbolos de algo mayor, algo que desbordaba el entendimiento humano. Poder, majestuosidad, misterio y grandeza. Todo ello contenía este salón, como si fuera un santuario en su honor.

Y entonces, sus ojos volvieron al vitral. Notó algo que no había visto antes. Las figuras del mosaico no eran simples adornos decorativos. Eran ellos: los mismos seres que danzaban como hologramas frente a él, representados en aquel cristal gigante con una majestuosidad que le robó el aliento. Las luces del vitral parecían moverse, dando vida a las imágenes. Naruto sintió que lo estaban observando desde las alturas, como dioses que evaluaban a los mortales desde su trono celestial.

—Ellos… son más que leyendas —susurró, sin siquiera darse cuenta de que hablaba en voz alta—. Son mitos vivientes.

Y por un momento, Naruto sintió que el peso del destino volvía a caer sobre sus hombros. Pero esta vez, no lo asustaba. Este lugar no solo contenía respuestas; contenía un propósito. ¿Estaba listo para aceptarlo?

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Respiró profundamente y continuó avanzando por el salón, sus pasos guiados por una curiosidad que parecía crecer con cada instante. Sus ojos brillaban con emoción mientras se acercaba a la puerta que recordaba haber atravesado la vez anterior. Había algo reconfortante en volver a este lugar, como si le estuviera dando una segunda oportunidad para descubrir lo que había pasado por alto.

Cuando abrió la puerta, el mismo espacio se desplegó ante él: una especie de tienda o almacén, pero no uno común. Era un lugar que parecía extraído de los sueños, donde el aire estaba impregnado de un aura de misterio que le erizaba la piel.

Esta vez, Naruto decidió tomarse su tiempo. Caminó lentamente, dejando que su mirada se detuviera en cada detalle. Había algo nuevo en todo lo que veía, como si los objetos hubieran cambiado o como si él pudiera verlos de manera diferente ahora.

El primer objeto que captó su atención fue una joya translúcida en forma de lágrima, suspendida en el aire dentro de una vitrina de cristal. Se acercó con cautela, casi conteniendo el aliento. La joya parecía vibrar con una energía sutil, y su tenue resplandor azul envolvía el ambiente con una calma indescriptible. Al mirarla fijamente, Naruto sintió que todo a su alrededor se desvanecía, como si el tiempo se hubiera detenido. Dentro de la joya, un pequeño remolino de luz giraba lentamente, atrapando su atención como un imán.

—Es... hermosa —susurró, sin apartar la mirada. La sensación de paz que emanaba era tan poderosa que casi podía tocarla. Por un instante, deseó llevársela, aunque no entendía por qué. Algo en su interior le decía que este objeto tenía un propósito, pero aún no podía comprenderlo.

Desvió la mirada con esfuerzo y sus ojos se posaron en una espada corta. Era sencilla, sin adornos llamativos ni extravagancias. Su hoja brillaba con un filo impecable, y el mango, hecho de un metal oscuro, estaba decorado con grabados que parecían antiguas runas. Naruto alargó una mano hacia ella, pero se detuvo a medio camino. Una sensación extraña lo recorrió: no era miedo, sino respeto. Podía sentir la energía que emanaba del arma, una fuerza silenciosa pero inquebrantable, como si estuviera esperando al portador adecuado.

—Eres diferente, ¿verdad? —murmuró, casi como si hablara con la espada. Era modesta, pero había algo en ella que lo hacía pensar que su verdadera fuerza estaba oculta, esperando ser revelada.

Continuó explorando, deteniéndose frente a un libro que parecía brillar con vida propia. Su cubierta estaba decorada con intrincados símbolos dorados que resplandecían bajo la luz tenue del lugar, y sus páginas, ligeramente abiertas, destellaban como si estuvieran hechas de cristal líquido. Naruto lo tomó con cuidado, y un cosquilleo cálido recorrió sus dedos. Al sostenerlo, sintió como si una corriente de energía fluyera hacia él, llenándolo de una extraña mezcla de asombro y temor.

—¿Qué secretos escondes? —se preguntó en voz baja, aunque sabía que el libro no respondería. Algo en él le decía que abrirlo sería más que leer; sería descubrir algo que podría cambiarlo para siempre.

En otra estantería encontró otro libro, muy diferente al anterior. Este era grueso, con una cubierta oscura cubierta de polvo. Pero el polvo no opacaba las runas brillantes que adornaban su superficie, vibrando suavemente como si estuvieran vivas. Naruto se inclinó para observarlo más de cerca, y fue entonces cuando lo escuchó. No sabía cómo describirlo: un murmullo suave, casi imperceptible, que parecía provenir del interior del libro. Su piel se erizó.

—¿Estás… hablando? —preguntó, retrocediendo un paso. Pero el murmullo cesó de inmediato, dejando el ambiente sumido en un silencio sepulcral. Naruto miró el libro con desconfianza. Aunque despertaba una curiosidad casi dolorosa, también había algo en él que lo inquietaba profundamente, como si estuviera frente a algo que no debía tocar.

Más adelante, encontró un báculo pequeño, de diseño minimalista. Era negro como la noche, y en su extremo superior tenía una esfera flotante que emitía una luz tenue, casi apagada. Sin embargo, había algo en aquella esfera que lo hizo sentir como si estuviera siendo observado. Era una mirada silenciosa, pero inquisitiva, que parecía evaluarlo. Un escalofrío recorrió su espalda, y retrocedió un par de pasos. Decidió no acercarse más. Ese objeto no quería ser tocado. Lo sentía.

Finalmente, sus ojos se posaron en un reloj de arena en miniatura, suspendido dentro de una vitrina de cristal que parecía protegerlo como un tesoro invaluable. Aunque era pequeño, su diseño era tan intrincado que parecía una obra de arte. La arena dorada en su interior brillaba como si estuviera hecha de polvo de estrellas, y cada grano parecía moverse al compás de un ritmo que Naruto no podía comprender. Lo miró fascinado, incapaz de apartar la vista.

—¿Qué eres? —murmuró, sin esperar respuesta. Había algo en aquel reloj de arena que le transmitía una sensación de poder absoluto, como si tuviera el control sobre algo tan fundamental como el tiempo mismo.

Mientras recorría las estanterías, Naruto no podía evitar sentirse abrumado. Cada objeto en esta tienda parecía guardar un secreto, un fragmento de un poder más grande que lo que cualquier humano podría imaginar. ¿Qué hacía él aquí, en medio de todo esto? ¿Qué significaba este lugar?

Finalmente, regresó al centro del salón, donde los hologramas seguían girando y el vitral brillaba con toda su magnificencia. Inspiró profundamente, reuniendo valor, y se dirigió hacia aquella puerta que no había podido abrir la última vez. La miró con determinación, como si fuera un adversario. Esta vez, no pensaba retroceder.

La puerta estaba hecha de una madera oscura que parecía brillar con un destello suave, como si estuviera viva. Grabados dorados en forma de espirales recorrían su superficie, formando patrones hipnóticos que parecían contar una historia antigua, un relato que Naruto no podía entender pero que sentía que debía significar algo importante.

El aire en esta parte del salón se sentía más pesado, como si estuviera cargado de una presencia invisible pero poderosa. Naruto respiró hondo, llenándose de una mezcla de nerviosismo y expectativa. Su mirada recorrió todo a su alrededor, buscando algo, cualquier pista que pudiera indicarle qué hacer.

—¿Qué es este lugar realmente? —pensó, mientras su mente se llenaba de preguntas. Había algo profundamente familiar en este lugar, y al mismo tiempo, completamente desconocido. Era como si este salón estuviera entrelazado con su destino, con un camino que aún no sabía que debía recorrer.

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Sus ojos regresaron al vitral, esa obra monumental que se alzaba como un gigante luminoso, llenando el salón con su luz y sus historias. Ahora que se detenía a observarlo con mayor detenimiento, notó algo que no había percibido antes: cada figura estaba dispuesta de una forma precisa, casi coreografiada, como si narraran una batalla épica o un momento crucial en un mundo lejano. Cada pequeño detalle parecía tener un propósito, una intención que iba más allá de lo decorativo.

Podía ver al hombre de imponente armadura al frente, su postura firme irradiando liderazgo, con la enorme espada alzada como si estuviera a punto de dar la orden que decidiría el destino de todo. A la mujer de orejas puntiagudas y mirada hipnotizante, envuelta en un aura mística mientras las nueve colas que flotaban tras ella parecían tejer un hechizo en el aire. A la criatura colosal de piel azulada, su tamaño y fuerza plasmados con trazos magistrales mientras sostenía una maza que parecía hecha de hielo eterno, lista para aplastar cualquier obstáculo. Y a la figura femenina, radiante y majestuosa, vestida con una armadura que parecía estar tejida con la misma esencia de la luz. Su bastón brillaba como un faro en medio de la oscuridad, una promesa de esperanza y salvación.

Cada uno de ellos parecía estar inmerso en su propio mundo, y sin embargo, juntos formaban algo más grande, una narrativa que Naruto no podía entender pero que sentía que estaba destinada a cruzarse con la suya.

—¿Por qué están todos aquí? ¿Qué significa esto? —murmuró, su voz apenas un eco en el vasto salón.

Cerró los ojos por un momento, tratando de concentrarse en la sensación que este lugar le provocaba. Era abrumador: un sentimiento de insignificancia mezclado con algo más profundo, algo que no podía poner en palabras. Estas figuras lo hacían sentir pequeño, casi irrelevante, como si estuviera ante entidades que transcendían todo lo que él conocía. Y sin embargo… había algo más. Una conexión latente, un hilo invisible que tiraba de él, como si, de alguna manera, él también formara parte de esta historia, aunque no supiera cómo ni por qué.

Dio un paso hacia la puerta, y luego otro, su mirada fija en los grabados dorados que recorrían su superficie. Recordó cómo la última vez había intentado abrirla sin éxito, cómo el simple contacto con la madera había sido una barrera insuperable. Pero ahora… algo era diferente. Había pasado tiempo explorando este lugar, sintiendo su energía fluir en cada rincón, y no podía evitar pensar que tal vez este sitio estaba tratando de decirle algo, de guiarlo.

Con cada paso que daba, el eco de sus movimientos resonaba en el enorme salón, mezclándose con el tenue zumbido de los hologramas que giraban en silencio. Aunque estaba descalzo, podía sentir el frío del mármol bajo sus pies, una sensación extrañamente reconfortante que lo hacía sentirse aún más conectado con este lugar. Cuando estuvo a unos centímetros de la puerta, extendió su mano lentamente, como si temiera romper algo sagrado. Dudó por un instante, su palma suspendida en el aire, antes de rozar con los dedos la fría superficie.

El contacto fue inmediato. Para su sorpresa, un leve calor comenzó a emanar de los grabados dorados, extendiéndose por su mano y subiendo por su brazo como un río de energía tibia. No era una sensación desagradable, pero sí profundamente extraña, como si la puerta estuviera… viva. Naruto dio un pequeño respingo, retrocediendo un paso mientras miraba su mano con asombro.

—¿Qué eres? —susurró, más para sí mismo que para la puerta.

El silencio lo envolvió, un silencio tan profundo que parecía tener peso propio. Pero había algo en ese silencio que no era vacío. Había paz, una calma que parecía observarlo, que lo invitaba a quedarse ahí, a escuchar sin palabras. Naruto se quedó inmóvil por unos momentos, su mano aún suspendida en el aire, dejando que su mirada recorriera los detalles de la puerta. Cada línea, cada espiral dorada, parecía pulsar con un ritmo que no lograba comprender, como si estuviera contando una historia antigua y olvidada.

Sabía que debía intentarlo una vez más, pero algo en su interior le decía que aún no era el momento. Había una barrera, no física, sino algo más profundo. No era la puerta la que no estaba lista para abrirse; era él.

—Quizás aún no estoy listo… —pensó mientras retiraba lentamente la mano. Había un dejo de frustración en sus pensamientos, pero también aceptación. No importaba cuánto deseara cruzar esa puerta en este instante; sabía que este lugar funcionaba con sus propias reglas. Lo haría en el momento adecuado.

Se giró, y mientras lo hacía, tuvo la extraña sensación de que el salón entero lo observaba. Las luces y sombras jugaban entre las columnas, el vitral y los hologramas, como si formaran un lenguaje que aún no podía descifrar. Un escalofrío recorrió su espalda, no de miedo, sino de anticipación. Este lugar era más que un simple salón. Era un enigma, un rompecabezas que de alguna manera estaba conectado a él y a su destino. Lo sabía, lo sentía.

Caminó de regreso hacia el centro del salón, deteniéndose una última vez para mirar los hologramas y el vitral. Por ahora, estas figuras seguirían siendo un misterio, pero estaba decidido a resolverlo. No importaba cuánto tiempo le tomara, no importaba cuántas puertas quedaran cerradas, él encontraría las respuestas.

Se permitió un último vistazo hacia la puerta antes de que una pequeña sonrisa se formara en su rostro. Había algo reconfortante en esa sonrisa, como si un fragmento de certeza hubiera comenzado a tomar forma dentro de él. Aunque este lugar seguía siendo un enigma, aunque las respuestas todavía lo eludieran, algo dentro de él le decía que estaba en el camino correcto.

Y eso, por ahora, era suficiente.

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Hola, una disculpa por desaparecer pero continuare una vez mas, las actualizaciones serán cada tres días mas o menos debido a lo largos que serán los capítulos, entonces espero lo comprendan.

Muchas gracias a aquellos que siguen leyendo la historia ya que gracias a ustedes me dan ganas de continuar con todo esto.

También estoy preparando otro fanfic y una historia original sobre zombies la cual tendrá su primer episodio hoy por si gustan ir a leerlo.

Espero sigan apoyando esta historia, se vendrán mas cosas en camino así que espero les gusten.

Gracias por todo y feliz año nuevo.