Un rayo de luz cálida atravesó las cortinas de la habitación, impactando directo en los ojos de Naruto. Sus párpados temblaron ligeramente antes de abrirse con lentitud. Lo primero que vio fue el familiar patrón irregular del yeso en el techo. Estaba en casa, en su cama. Pero algo era diferente: el sudor frío que solía acompañar sus noches de insomnio no estaba. Tampoco sentía esa opresión en el pecho, esa carga invisible que había arrastrado durante días. Por primera vez en semanas, su mente estaba en calma.
Aun así, las imágenes de aquel extraño lugar seguían grabadas en su memoria con una nitidez abrumadora: el vasto salón de mármol, las figuras heroicas, los hologramas, las barreras que lo detenían y, sobre todo, el resplandor imponente del vitral. No importaba cuánto intentara convencerse de que todo había sido un sueño, algo en su interior le decía que no era así. Cerró los ojos un instante, y las palabras escaparon de sus labios casi sin que se diera cuenta:
—¿Qué fue eso...?
Un aire fresco entraba por la ventana entreabierta, moviendo ligeramente las cortinas y trayendo consigo el sonido distante de la ciudad: autos pasando, un perro ladrando en algún lugar, las voces lejanas de la gente que comenzaba su día. Naruto giró la cabeza hacia la ventana y contempló el cielo despejado por unos segundos. Había algo diferente en todo ello, como si el mundo entero hubiera cambiado de alguna forma sutil, pero significativa.
Respiró profundamente y dejó escapar el aire con lentitud. Bajó la mirada al suelo, notando cómo sus pies descalzos tocaban el frío parquet. Había una extraña tranquilidad en su pecho, como si el tiempo se hubiera detenido por un momento. Sin saber muy bien por qué, dejó que su cuerpo actuara por puro instinto. Se levantó de la cama, estirándose con suavidad, y comenzó a vestirse. Pantalones, camisa, chaqueta... el uniforme escolar que llevaba tantos días sin usar. Mientras ajustaba la mochila en su espalda, un pensamiento cruzó su mente: "Hoy voy a la escuela".
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El camino hacia la escuela era rutinario, el mismo de siempre. Pero, por alguna razón, Naruto lo sentía diferente. Los árboles a lo largo de la acera parecían más vivos, sus hojas se mecían al ritmo del viento, creando susurros suaves y casi hipnóticos. Los rayos de sol atravesaban las ramas, proyectando sombras que bailaban sobre el pavimento. Incluso los autos que pasaban junto a él parecían más vibrantes, como si estuviera viéndolos a través de una lente distinta.
Con cada paso, una pregunta se repetía en su cabeza: ¿De verdad fue un sueño? Pero cuanto más lo pensaba, más se convencía de que no lo había sido. Lo que había vivido en aquel lugar —el salón de mármol, las barreras invisibles, los hologramas de héroes y monstruos, y la figura de Nocturne— era demasiado real, demasiado vívido para ser solo una invención de su mente.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando llegó al edificio escolar. Miró la fachada familiar y sintió una ligera punzada de nerviosismo. Había faltado varios días, dejando de asistir sin dar explicaciones. ¿Qué dirían los profesores? ¿Sus compañeros lo mirarían con curiosidad o simplemente lo ignorarían? Sacudió la cabeza, intentando apartar esas dudas, y cruzó las puertas de la escuela.
Mientras caminaba por los pasillos, sintió algunas miradas sobre él. Algunos compañeros susurraban entre ellos al verlo pasar, pero nadie le dijo nada directamente. Naruto mantuvo la mirada al frente, concentrado en llegar a su salón. Cuando finalmente lo hizo, el profesor, que estaba revisando unos papeles en su escritorio, levantó la vista.
—Naruto —dijo con una mezcla de sorpresa y alivio—, me alegra verte de nuevo.
Naruto asintió, forzando una pequeña sonrisa.
—Sí... Lo siento por haber faltado tanto tiempo. Solo... estaba algo paranoico por lo del asesino que anda suelto. Pero decidí que ya era hora de regresar.
El profesor lo miró con seriedad por un momento, como si evaluara sus palabras, pero finalmente asintió.
—Es comprensible. Lo importante es que estás aquí. Ve a tu lugar y ponte al día con las clases. Si necesitas algo, no dudes en pedírmelo.
—Gracias, profesor —respondió Naruto mientras se dirigía a su asiento.
El resto del día transcurrió con normalidad. Las clases eran las mismas de siempre, las voces de los profesores explicando lecciones que, en otras circunstancias, habrían captado toda su atención. Pero hoy su mente estaba en otra parte. Cada vez que cerraba los ojos, podía ver el vitral resplandeciente del salón, las figuras inmóviles de los hologramas y el aire casi sagrado que envolvía aquel lugar. Era como si estuviera atrapado entre dos mundos, uno tangible y otro que desafiaba toda lógica.
Intentó concentrarse, pero la curiosidad lo consumía. Una y otra vez, se hacía la misma pregunta: ¿Qué fue todo eso? ¿Y por qué siento que no fue la última vez que lo veré...?
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Cuando el último timbre marcó el fin de las clases, Naruto no perdió ni un segundo. Caminó a paso rápido de regreso a casa, con la cabeza llena de ideas y una necesidad urgente de poner algo de orden en su mente. Nada de lo que había experimentado ese día —o los días anteriores— encajaba, y el peso de la incertidumbre comenzaba a volverse insoportable.
Al llegar a su departamento, dejó caer la mochila junto a la puerta con un suspiro. Cerró los ojos por un instante, buscando calmar su respiración, pero su mente no cooperaba. "Necesito claridad", pensó, mientras se dirigía al escritorio donde había dejado su computadora. Encendió el aparato y, mientras esperaba a que cargara, tamborileó los dedos contra la mesa. La ansiedad estaba empezando a volver, ese viejo enemigo que creía tener bajo control.
En cuanto la computadora estuvo lista, Naruto buscó entre sus archivos personales hasta encontrar algo que había dejado olvidado por meses: las recetas de los medicamentos que le habían recetado en el pasado para manejar su ansiedad. No eran tranquilizantes particularmente fuertes, pero habían sido efectivos en su momento. Revisó las fechas. Habían caducado hacía algún tiempo, pero sabía cómo modificar la receta lo suficiente como para que pareciera reciente. El peso de la decisión lo golpeó por un momento, pero desechó la duda con un movimiento brusco de la cabeza. "Lo necesito", se dijo a sí mismo.
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El sol comenzaba a caer cuando llegó a la farmacia, una pequeña tienda de barrio que había visitado más veces de las que quisiera admitir. La mujer detrás del mostrador lo reconoció al instante. Era mayor, con cabello canoso recogido en un moño, y sus ojos lo observaron con una mezcla de amabilidad y tristeza.
—¿Otra vez con esto, muchacho? —preguntó suavemente, mientras tomaba la receta que Naruto le entregaba.
—Sí... Solo es para mantener las cosas bajo control —respondió él, evitando mirarla directamente.
La mujer no dijo nada más. Simplemente asintió, recogió un pequeño frasco de medicamentos del estante y lo colocó sobre el mostrador. Naruto dejó el dinero en la mesa, lo suficiente para pagar y cubrir cualquier pregunta que pudiera surgir. La mujer lo observó por un momento más antes de hablar:
—Ten cuidado, ¿sí? No te excedas.
Naruto asintió, guardando el frasco en el bolsillo de su chaqueta.
—Gracias —murmuró, saliendo de la tienda antes de que ella pudiera decir algo más.
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De regreso en su departamento, dejó caer la mochila nuevamente junto a la puerta y se quedó quieto por un momento, apoyando la frente contra la pared. Las imágenes del día pasaban por su cabeza como una película desordenada: las clases, los hologramas, el vitral, y sobre todo, el nombre que no dejaba de resonar en su mente: Nocturne.
Suspiró y se incorporó, decidido a aprovechar lo que quedaba del día. Por primera vez en mucho tiempo, sentía algo parecido a motivación. Tal vez no entendía todo lo que estaba ocurriendo, pero esa chispa de curiosidad —de esperanza— le daba una razón para seguir adelante.
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Se sumergió en su rutina como si fuera un salvavidas. Hizo toda la tarea que había acumulado durante su ausencia, cada hoja de ejercicios, cada lectura atrasada. El proceso le trajo una sensación de normalidad que había echado de menos. Después, dedicó un tiempo a hacer ejercicio, siguiendo el pequeño programa que había dejado olvidado desde que su ansiedad había tomado el control de su vida. Las flexiones, los abdominales y los estiramientos lo dejaron con los músculos ardiendo, pero también con una mente más despejada.
Cuando llegó la hora de cenar, se preparó algo simple, un plato de arroz con verduras que comió en silencio frente al televisor. Las noticias estaban encendidas, pero apenas les prestó atención. Los titulares hablaban de los asesinatos recientes, de la presión sobre la policía para encontrar al culpable. Por un momento, Naruto pensó en apagar la televisión, pero algo lo detuvo. Las palabras del presentador resonaron en su mente:
—Las víctimas presentan cortes limpios, similares a los de un arma extremadamente afilada. Sin embargo, las autoridades aún no tienen pistas sobre el culpable…
Naruto tragó saliva. Su mente lo llevó de inmediato a Nocturne. Las cuchillas brillantes, la forma en que lo había mirado en aquel extraño lugar… Todo encajaba demasiado bien con las descripciones. Se estremeció al darse cuenta de lo que eso significaba.
"El asesino comenzó a atacar cuando soñé con Nocturne por primera vez", pensó, frotándose las sienes. "Y se detuvo cuando dejé de dormir."
La idea era aterradora, pero no podía ignorarla. Si todo estaba conectado, entonces tal vez la única forma de detenerlo era evitar dormir. Pero… ¿qué clase de vida era esa? Sabía que no podía seguir así para siempre. Tarde o temprano, su cuerpo no lo soportaría.
Su mirada se detuvo en el frasco de tranquilizantes que había dejado sobre la mesa. Tomarlo sería un riesgo, pero tal vez, solo tal vez, podría ayudarlo a enfrentar lo que ocurría en sus sueños. Podía controlarlo. Ahora sabía más sobre ese lugar y sobre Nocturne. Tal vez, con algo de preparación, podría comprender lo que estaba sucediendo… y, con suerte, encontrar una forma de detenerlo.
La decisión estaba tomada.
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El cielo ya se había oscurecido cuando Naruto terminó con sus actividades. Se preparó para dormir, siguiendo un ritual que no había practicado en semanas. Cepilló sus dientes, apagó las luces y se sentó al borde de la cama con el frasco de tranquilizantes en una mano y un vaso de agua en la otra. Su mente estaba tranquila, pero su corazón latía rápido. Sabía que lo que estaba a punto de hacer cambiaría todo.
Abrió el frasco y dejó caer una pastilla en su palma. La observó por un momento antes de colocarla en su boca y tomar un sorbo de agua. El efecto fue casi inmediato. Un calor suave recorrió su cuerpo, relajando sus músculos y despejando su mente de cualquier rastro de ansiedad. Por primera vez, no sentía miedo al cerrar los ojos.
Mientras se recostaba, una chispa de emoción recorrió su pecho. Algo dentro de él le decía que esta noche sería diferente. Quería regresar a ese lugar, explorar sus secretos, descubrir las respuestas que tanto buscaba. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que su vida estaba a punto de cambiar.
Con una última exhalación, dejó que el sueño lo reclamara.