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Chapter 2 - Capítulo 2: Máscara

Capítulo 2: Máscara

Todos sabemos que nuestras madres siempre nos dan esa confianza que necesitamos para sonreír, para continuar con nuestras vidas y seguir disfrutando con las personas que queremos.

Pero...

¿Qué pasa cuando pierdes a esa persona que te hace sentir especial?

Un año después.

El cielo estaba nublado, las nubes grises ocultaban el cálido sol y daban paso a una lluvia fría, desoladora.

En el cementerio de la ciudad, Bianca gritaba y lloraba desconsolada mientras se aferraba al ataúd que contenía a la persona que le daba fuerzas todos los días, que la había apoyado frente a sus compañeros, la que siempre le ponía una sonrisa en el rostro y le contaba historias de magia que la hacían soñar con un mundo mejor. No quería soltar el ataúd, no quería dejar ir a su madre. Había fallecido, y Bianca no pudo reaccionar hasta que vio el cuerpo inerte de su madre. No podía creerlo, y fue allí, frente a ella, cuando la dolorosa realidad la golpeó.

Cuando la vio en el ataúd, Bianca no pudo soportarlo. Su madre se había ido, y no había nada que pudiera hacer para remediarlo. Su padre la tomó en brazos para apartarla del ataúd de su amada esposa. Ahora él tenía que ser fuerte; era lo único que le quedaba: su hija.

Bianca no quería ver cómo el sepulturero arrojaba tierra sobre el ataúd. Ahí, bajo tierra, estaba su madre. No quería que la enterraran. Los gritos más desgarradores y dolorosos, los más profundos que nadie había escuchado, resonaron esa tarde gris.

Pasaron los días, y Bianca no mejoraba. Cada noche, sentía una soledad inmensa. Esperaba escuchar la puerta abrirse, la suave voz de su madre leyéndole una historia para dormir. Aferrada al anillo que su madre le había regalado, se sentía vacía, ahora ya no sentía esa chispa que solía tener, ese brillo en sus ojos que tanto le gustaba a su madre.En sus clases de esgrima no tenía la misma motivación, y en la escuela no ayudaba, al crecer Bianca se dió cuenta que los chicos de su edad empezaron a dejar atrás su inocencia, sus esperanzas y sus sueños. Todos los amigos que tuvo empezaron a cambiar y dejaron de ser esos chicos que conoció alguna vez, su yo interior le decía, "no sigas sus pasos tú no eres así", pero su mente le decía "si no cambias perderás a más personas que te importan.

Bianca no sabía qué hacer, estaba dividida en dos y la indecisión la volvía loca.

Fue en uno de esos días en los que deseaba que la tierra la tragara que hizo que tomara una opción. Al llegar a casa después de la escuela, escuchó un sollozo proveniente de la habitación de su padre. Intrigada, se acercó sigilosamente, y vio a su padre llorando. Eso la sorprendió. Su padre nunca lloraba; era el hombre más fuerte que conocía. ¿Qué había pasado?

—Perdóname, Rebecca, desde que te fuiste no pude hacer nada por nuestra hija—su tono era melancólico, triste. Miraba una foto de la familia feliz. Cuando se casaron, le prometió que protegería a su esposa y a sus hijos, que nunca serían tristes. Pero falló. No pudo cumplir esa promesa. Tampoco podía hacer feliz a Bianca. A pesar de sus esfuerzos, no lograba ver a su hija sonreír. —Soy un fracaso. Intenté hacerla reír, intenté contarle tus historias, pero no es lo mismo para ella. —sus palabras salían apagadas, sinceras. Él había hecho todo lo posible para que Bianca se sintiera mejor, para ser fuerte frente a ella, pero al estar solo, su dolor salía.

Bianca escuchó esas palabras y comprendió lo que significaban. Yo pongo triste a papá pensó. No quería que él sufriera por su culpa. Aunque sabía que no se parecían mucho, lo amaba profundamente, al igual que su madre. No quería que le pasara nada malo.

¿Qué debía hacer?

Pensó detenidamente y luego tuvo una idea. Sigilosamente, volvió por sus pasos por el pasillo y las escaleras hasta la entrada de la casa aún dudosa de si su idea era correcta o no y gritó con fuerza:

—¡Papá, ya volví! —Su voz resonó en cada rincón de la casa.

Su padre, sorprendido, rápidamente se secó las lágrimas y bajó las escaleras. Cuando vio a su hija en la entrada, no podía creerlo. Bianca estaba sonriendo. ¿Cómo era posible? Se preguntó, mil pensamientos cruzaban su cabeza.

—Hoy una compañera me dijo que mi cabello es muy lindo, eso me hizo muy feliz después hablamos de qué tipo de cosas nos gustan y al final nos hicimos amigas —dijo Bianca alegre, como nunca antes.

—¿En serio? ¡Eso es genial! Tenemos que celebrarlo. —respondió su padre. Finalmente, Bianca había hecho su primer amiga. Parecía que la sonrisa que tanto le faltaba había regresado.

—¿Podemos ir por helado luego? —preguntó Bianca, con su sonrisa llena de esperanza.

—Podemos ir por todos los que quieras, mi princesa. —dijo su padre, feliz.

Aunque Bianca le muestre una sonrisa a su padre está no era sincera, su madre le enseñó que mentir estaba mal y peor aún, si ocultas tus sentimientos, pero ¿Es malo ocultar como te sientes para mantener una vida "normal"?, Recuerda las palabras que le dijo su madre alguna vez –Hija, nunca debes mentir y mucho menos hacerlo ocultando tus emociones, porque una vez que ocultas tus emociones, ya no sabras quien eras– estos recuerdos amargos no eran fácil de digerir. ¿Estaba mal mentirle a alguien aunque eso lo haga feliz?, su padre se ve feliz solo porque ella es felíz. Si se mantiene sonriendo tarde o temprano podrá engañar a todos a su padre, a sus amigos y especialmente a ella misma, dejando su sentimientos detrás de una máscara que oculta la triste realidad en su corazón.