En una lujosa mansión, en las afueras de la ciudad, Alexander un hombre alto con pelo y ojos negros y Ava Lancaster una mujer hermosa de pelo negro y largo con unos bellos ojos grises vivían uno de los momentos más felices de sus vidas. Acababan de dar la bienvenida a su segundo hijo, Theo, un bebé lleno de vida y promesas. Con una sonrisa en los labios y el corazón lleno de amor, lo acostaron en su cuna, rodeada por los mejores lujos que el dinero podía comprar. Satisfechos, se retiraron a su habitación, sin saber que esa misma noche todo cambiaría.
La oscuridad cayó sobre la mansión Lancaster y con ella, una presencia maligna se deslizó entre las sombras. Selena, una poderosa y peligrosa bruja, había fijado su mirada en Theo. Moviéndose silenciosamente a través de las sombras, irrumpió en la habitación del bebé, susurrando hechizos antiguos mientras lo levantaba de la cuna con manos llenas de maldad. El pequeño no hizo ruido alguno, como si estuviera atrapado en un sueño profundo.
Mientras dormía, Alexander tuvo un sueño inquietante que lo hizo despertar repentinamente. Sintió algo extraño, una angustia que lo llevó directamente a la cuna de Theo. Su horror fue indescriptible al ver la cuna vacía. Sin perder el control, corrió a despertar a Ava y a reunir a dos de sus hombres de confianza. Decidido a recuperar a su hijo, Alexander siguió el rastro de la oscuridad que la bruja había dejado.
Llegaron a un claro en el bosque cercano, donde Selena estaba a punto de terminar un siniestro ritual de invocación. Theo yacía en el centro de un círculo místico, rodeado por llamas sobrenaturales que brillaban con intensidad mientras la bruja murmuraba en lenguas olvidadas. El aire era espeso y cargado de energía oscura.
Con una furia impulsada por el amor paternal, Alexander irrumpió en el ritual, interrumpiendo el hechizo justo cuando Selena estaba a punto de finalizarlo. La bruja gritó en frustración, sabiendo que había perdido el control sobre la magia que había convocado. Pero en su huida, una sombra oscura pareció fusionarse con el pequeño cuerpo de Theo, dejando una sensación inquietante en el ambiente.
Alexander corrió hacia su hijo, lo levantó en brazos y lo sostuvo con fuerza. Aunque lo había salvado de las garras de la bruja, tanto él como Ava sentían que algo había cambiado. No obstante, en ese momento, el alivio de tener a su hijo de vuelta prevalecía. La pareja regresó a la mansión, sin saber que el futuro de Theo ahora estaba entrelazado con una oscuridad que apenas comenzaba a revelarse.
Quince años habían pasado desde aquella fatídica noche, y la vida de los Lancaster parecía haber vuelto a la normalidad. Theo, ahora un joven de 15 años, era un estudiante aplicado en la prestigiosa Academia St. Michael. Aunque siempre había sido reservado y serio, sus compañeros lo respetaban por su amabilidad y disposición para ayudar. Uno de sus rasgos más admirados era su capacidad para resolver problemas complejos sin perder la calma.
En el aula, Chloe una señorita rubia de ojos azules, su amiga de la infancia, se sentó a su lado como lo hacía casi todos los días. Era vivaz, con una sonrisa contagiosa y una energía que contrastaba con la calma de Theo. Habían crecido juntos y, a pesar de las diferencias en sus personalidades, su amistad había permanecido inquebrantable.
—Oye, ¿ya terminaste el ensayo de historia? —preguntó Chloe mientras sacaba su cuaderno. Su tono siempre tenía una mezcla de curiosidad y admiración.
Theo, concentrado en su cuaderno, levantó la vista y le dedicó una leve sonrisa antes de asentir. —Sí, lo entregué esta mañana. ¿Necesitas ayuda?
—¡Por supuesto! —respondió ella rápidamente, inclinándose hacia él—. Sabes que la historia no es lo mío. Siempre parece que recuerdas cada detalle sin esfuerzo, ¿cómo lo haces?
Theo se encogió de hombros, con una modestia que Chloe ya conocía bien. —Solo trato de enfocarme. No es tan complicado si encuentras los puntos clave.
Chloe lo observó por un momento, luego apoyó su cabeza en la mano, pensativa. —Eres increíble, ¿sabes? Aunque seas tan serio a veces… me pregunto cómo lo haces para mantenerte siempre tan calmado.
Theo sonrió apenas, un gesto pequeño pero sincero. —Creo que alguien tiene que ser el tranquilo entre los dos, ¿no crees?
Ambos rieron ligeramente. Chloe lo observó un poco más, con una sensación extraña en el pecho. Sabía que Theo era diferente desde aquella noche que sus padres siempre mencionaban de forma vaga. Algo oscuro parecía seguirlo, aunque él jamás hablaba de eso.
—Deberíamos estudiar juntos esta tarde —sugirió Chloe, cambiando el tema repentinamente—. Así me ayudas con historia, y yo te puedo explicar matemáticas.
Theo asintió. —Me parece bien.
Chloe, siempre optimista, sonrió ampliamente y volvió a concentrarse en la clase, mientras Theo la miraba de reojo, sintiendo la gratitud de tener a alguien tan constante y cercana a lo largo de su vida. Aunque no lo decía, valoraba profundamente la amistad de Chloe. Ella era, en muchos sentidos, su conexión con la normalidad en un mundo que siempre parecía estar a punto de cambiar.
El crepúsculo caía cuando Chloe se despidió de Theo a las puertas del colegio, como cualquier otro día. Sin embargo, algo en el aire parecía diferente. Mientras caminaba hacia su casa, el silencio a su alrededor se hizo denso, inquietante. De repente, de entre las sombras surgió una figura, y antes de que Chloe pudiera reaccionar, fue envuelta por una energía oscura que la arrastró hacia un callejón. No tuvo tiempo de gritar.
Horas más tarde, Theo recibió una extraña llamada. Su corazón dio un vuelco cuando reconoció la voz al otro lado de la línea.
—Theo Lancaster —dijo Selena con tono frío y burlón—. Si quieres volver a ver a tu amiga Chloe, ven solo a la bodega en el puerto. Tenemos asuntos pendientes.
El joven colgó sin dudarlo, con la mirada fija y decidida. No podía permitir que Chloe sufriera, y sabía que la bruja estaba detrás de todo. Aunque no entendía del todo qué quería Selena después de tantos años, sentía una ira creciente en su interior. Tomó su abrigo y salió directo hacia el puerto.
Al llegar a la bodega abandonada, el aire estaba cargado de una energía maligna. Al abrir la oxidada puerta de metal, la vio: Chloe, atada a una silla en el centro de la habitación, con expresión de miedo. A su lado, Selena, la bruja que había perturbado su vida 15 años atrás, sonreía con una maldad retorcida.
—¿Quién eres y qué quieres? —preguntó Theo, su voz firme pero contenida. Sabía que algo estaba a punto de desatarse.
Selena lo miró con desprecio, dando un paso hacia adelante, sus ojos brillando con rencor.
—Yo soy Selena, aquella a quien tu padre privó de su destino hace quince años —dijo, su voz cargada de resentimiento—. Mi magia fue sellada por su intervención, y he estado languideciendo en las sombras desde entonces, impotente, mientras tú vivías tranquilo con tu familia. Pero hoy... hoy voy a terminar lo que empecé.
Theo frunció el ceño, sin apartar la vista de Chloe. —¿Qué quieres de mí?
Selena sonrió de manera siniestra. —Tu cuerpo no me interesa, Theo. Es lo que llevas dentro. Hace quince años, fui interrumpida justo antes de que pudiera completar la invocación. Ahora, el ser que reside en ti... mi señor... puede liberarse. Solo necesito que te entregues a mí, y todo acabará. Deja que termine el trabajo que tu padre arruinó.
Theo, en lugar de temblar ante la confesión de la bruja, dejó escapar una risa baja y seca. —¿Patética? ¿Eso es lo que eres, Selena? —dijo con burla en su tono—. Me llevas arrastrando a esta trampa para liberar a un demonio. Bueno, lamento decepcionarte, pero Astharot y yo... nos llevamos bastante bien. No tengo ningún problema con él.
Selena lo miró, atónita, su sonrisa desmoronándose en un gesto de pura incredulidad. —¡No! ¡Eso es imposible! —gritó, furiosa—. ¡El demonio consume a quien lo alberga, lo devora desde dentro!
Theo dio un paso adelante, sus ojos brillando con una energía extraña, casi inhumana. —Tal vez con alguien más. Pero no conmigo.
Llenándose de ira, Selena lanzó un grito de furia. —¡Maldito seas! —Alzando ambas manos, comenzó a canalizar su magia, acumulando toda su energía oscura—. Si no puedo liberar a mi señor, ¡entonces destruiré a tu amiga!
Un rayo de energía oscura se lanzó hacia Chloe, quien miraba aterrada, sin poder moverse. Pero en un parpadeo, Theo ya estaba a su lado. Moviéndose con una velocidad sobrehumana, desató a Chloe de un solo golpe y la apartó del camino del ataque. Selena gritó de rabia al ver cómo su hechizo fallaba.
—No vas a tocarla —dijo Theo, con una calma glacial que contrastaba con la furia de la bruja.
Selena, desesperada, reunió todo su poder y lanzó una enorme bola de fuego directamente hacia Theo. Las llamas rugieron con un calor abrasador, pero Theo, sin inmutarse, levantó una mano. En un instante, el ataque fue cortado en dos, disipándose en el aire como si no hubiera sido nada.
Selena quedó paralizada, su rostro una mezcla de horror y sorpresa. —¿Cómo es posible…?
Antes de que pudiera reaccionar, Theo ya estaba a su lado. Con un solo movimiento, su mano brilló con energía, y en un abrir y cerrar de ojos, el cuerpo de Selena fue cortado en múltiples pedazos. La bruja ni siquiera tuvo tiempo de gritar antes de desvanecerse en polvo oscuro.
Theo se quedó en silencio por un momento, observando las sombras disiparse. Chloe, que había presenciado todo, estaba sin palabras, su corazón latiendo con fuerza. Finalmente, se acercó a él con los ojos brillando de gratitud.
—Theo... gracias —murmuró, emocionada—. No sé cómo lo hiciste, pero me salvaste.
Theo, siempre calmado, le dio una ligera sonrisa y asintió. —Vamos a casa, Chloe. Todo ha terminado.
Al día siguiente, Theo y Chloe se encontraron en la escuela como de costumbre. Chloe había pasado toda la noche pensando en lo que había sucedido, incapaz de entender cómo Theo había hecho lo que hizo. Había salvado su vida, pero había algo más, algo oscuro que él no le había contado.
Durante las clases, Chloe no dejaba de mirarlo de reojo, esperando que el momento adecuado llegara. Finalmente, cuando sonó la campana que marcaba el final de la jornada escolar, Chloe decidió que ya no podía esperar más. Corrió tras Theo, quien ya se dirigía hacia la salida, y lo detuvo en el pasillo.
—¡Theo, espera! —lo llamó, colocándose frente a él, su expresión llena de determinación—. Necesito saber qué pasó anoche… qué fue todo eso. ¿Quién eres realmente?
Theo la miró por un momento, en silencio, antes de asentir. Sabía que eventualmente tendría que contarle la verdad, y después de todo lo que Chloe había presenciado, ella merecía saberlo.
—Está bien, hablemos fuera —dijo Theo con calma.
Salieron del edificio y caminaron hacia un parque cercano. Cuando se aseguraron de que estaban solos, Theo respiró profundamente, preparándose para contarle lo que había ocultado toda su vida.
—Chloe, lo que viste anoche no fue algo que haya aprendido de la nada. —Theo miraba hacia el suelo, como si estuviera ordenando sus pensamientos—. Desde que nací... he escuchado una voz en mi cabeza. Al principio no entendía qué era. Pero cuando cumplí cinco años, empecé a comprender. Esa voz era de un demonio, y desde entonces ha estado conmigo.
Chloe lo miró, sorprendida, pero sin decir nada. Solo asintió, instándole a continuar.
—Al principio, traté de llevarme bien con él, pero me ignoraba. No quería hablarme, no quería tener nada que ver conmigo. Pero con el tiempo… —Theo esbozó una ligera sonrisa al recordar— empecé a encariñarme con él. Era extraño, pero sentía que no era malvado, solo… atrapado.
—¿Atrapado? —preguntó Chloe, frunciendo el ceño—. ¿Cómo?
Theo la miró a los ojos, su expresión más seria que nunca. —Cuando por fin me habló, me explicó todo. El demonio se llama Astharot, y fue arrastrado a este mundo por el ritual de invocación que Selena intentó completar cuando yo era un bebé. El problema es que él no quería ser invocado.
—¿Entonces…? —Chloe lo miraba cada vez más confundida.
—Selena forzó su llegada. Y cuando mi padre interrumpió el ritual, en lugar de que Astharot tomara mi cuerpo, mente y eliminara mi alma, quedó aprisionado dentro de mí. —Theo hizo una pausa, recordando aquel día con claridad—. No puede hacer nada dentro de mi alma, ni controlar mis acciones. Está... atrapado, como si viviera encerrado dentro de mí.
Chloe se quedó boquiabierta. No podía imaginar lo que eso debía haber sido para Theo, cargar con algo tan grande durante tanto tiempo.
—Y... ¿cómo es que tienes sus poderes? —preguntó, intentando comprender todo lo que había pasado la noche anterior.
Theo sonrió levemente, con un toque de ironía. —Cuando supe que no podía hacerme daño, le pregunté si eso significaba que yo podría usar sus poderes. Al principio, Astharot se rió de mí, pero luego me dijo que, en teoría, si estaba dentro de mi alma, yo tendría acceso a todo su poder. Entonces... me enseñó cómo usarlo.
Chloe abrió los ojos con asombro. —¿Te entrenó?
—Sí. Desde que tenía cinco años, todos los días he estado entrenando para aprender a controlar su poder. Al principio fue difícil, no sabía cómo manejar tanta energía. Pero poco a poco, fui mejorando, hasta llegar a lo que viste ayer.
Chloe quedó en silencio por un momento, procesando todo lo que acababa de escuchar. Finalmente, levantó la vista, sus ojos brillando con gratitud.
—No puedo creer todo lo que has pasado, Theo… y aun así… me salvaste.
Theo la miró con una seriedad que la desconcertó.
—No lo hice solo porque eres mi amiga, Chloe. Lo hice porque… —hizo una pausa, como si dudara en cómo expresar sus pensamientos—. No voy a dejar que nadie más sufra por lo que ocurrió hace 15 años. Selena trató de robarme mi vida antes, pero ya no voy a permitirlo.
Chloe esbozó una pequeña sonrisa, sintiendo que entendía un poco mejor a Theo, a pesar de toda la oscuridad que lo rodeaba.
—Gracias por confiar en mí y contarme esto —dijo suavemente—. Siempre estaré contigo, sin importar lo que pase.
Mientras se dirigían a casa, Theo decidió que era el momento adecuado para contarle a Chloe más sobre su conexión con Astharot.
—Chloe, hay algo más que necesitas saber sobre Astharot —comenzó Theo, su voz grave y seria—. No es un demonio cualquiera; es uno de los jinetes del Apocalipsis. Él es el jinete de la guerra.
Los ojos de Chloe se abrieron con asombro. —¿Un jinete del Apocalipsis? Eso es… increíble y aterrador a la vez.
Theo asintió. —Lo sé. A pesar de su naturaleza, he aprendido a controlar su poder. A los 15 años, me siento capaz de manejarlo, y es un desafío que me he impuesto. Pero hay más que quiero contarte.
Mientras caminaban, un flashback tomó a Theo por sorpresa. Recordó un día de entrenamiento cuando tenía diez años, en un claro del bosque, cortando árboles con una fuerza que había aprendido a dominar. Fue entonces cuando un extraño demonio apareció ante él, una figura imponente con cuernos y cabello rojo con piel clara y una mirada decidida.
—¡Señor Astharot! —dijo el demonio, arrodillándose en el suelo—. Lo he estado buscando durante diez años.
Confundido, Theo dejó caer el hacha. —¿Qué está pasando? ¿Quién eres?
El demonio se levantó, su mirada fija en Theo. —Soy Gremory, el segundo al mando de su ejército. Astharot, tú no lo sabes, pero en realidad eres un gobernante del Infierno.
La revelación golpeó a Theo como un rayo. —¿Gobernante del Infierno? ¿Cómo es eso posible?