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Chapter 4 - chapter 4

Seis meses después Estoy sentado en el comedor, masticando lentamente y repasando todo lo que ha pasado en los últimos meses. Seis meses... seis meses intentando llevar una vida lo más "normal" posible, esforzándome por no levantar sospechas sobre mis habilidades. No es fácil pasar inadvertido cuando puedes atravesar paredes y desaparecer a voluntad, pero creo que lo he logrado... aunque he tenido que enfrentar más de un contratiempo, y la mayoría de ellos tienen nombre y apellido: Ethan Grayson.

Ese idiota... creo que puedo contar al menos cinco ocasiones en las que casi descubre mis secretos. Ethan es el tipo más narcisista, arrogante y molesto que él conoce. Para colmo, es uno de los estudiantes más populares de la escuela. Le encanta presumir sus "logros" y... ¡oh, sorpresa! Él también tiene buenas notas. No es que me moleste que sea inteligente; lo irritante es su actitud. Además, desde hace meses se las ha arreglado para tratarme como si fuera su "asistente personal", exigiéndome favores absurdos y hasta... pidiéndome dinero. No es una cantidad que me afecta, pero no deja de ser molesto.

Perooo, siendo justos, Ethan me ha servido de escudo, porque su constante necesidad de atención desvía la vista de otros hacia él y me permite permanecer en la sombra. Así que... supongo que eso es algo bueno, aunque tampoco significa que no quiera darle una paliza de vez en cuando. Gracias a su distracción, terminó siendo uno de los inadaptados del colegio, lo cual, irónicamente, me resulta bastante conveniente.

Estos seis meses no han sido en vano. Entre soportar a Ethan y mantener un perfil bajo, también él perfeccionó mis habilidades. He trabajado en los sentidos: ahora puedo ignorar el ruido y los olores intensos de la ciudad y concentrarme en un solo sonido, en un solo aroma o en un detalle visual específico sin que me satura. Ya no me abre el constante bombardeo sensorial como al principio. Mi teletransportación ha mejorado muchísimo; ahora, con solo pensar en un lugar, aparece ahí en cuestión de segundos. Y la intangibilidad... se ha vuelto tan fácil de activar como respirar. No, perdió el tiempo.

Además, en el ámbito académico, logró abrirme paso. Me he convertido en uno de los estudiantes más destacados de mi año, ocupando el quinto puesto en el ranking. Y adivina quién ocupa el segundo... sí, Ethan. Ni siquiera puedo entender cómo ese idiota consiguió su lugar en la lista. Pero bueno, me mantengo cerca en las calificaciones, y eso parece irritarle, lo cual disfruto en silencio.

Miro el reloj: el timbre va a sonar pronto, y me toca Historia. Recojo mis cosas y me estiro, intentando calmarme. Me doy el lujo de caminar despacio, esperando que Ethan se adelante. Si tengo suerte, podré llegar sin cruzarme en el pasillo.

Por algún motivo, él y yo estamos en casi todas las clases juntos. Es como si el destino estuviera jugando conmigo. El primer día no noté su presencia por estar ajustándome a mis sentidos, pero en el segundo día ya estaba claro: no solo compartíamos clases, sino que se las había arreglado para estar constantemente en mi vida. Nos pasa a menudo que él se me acerca con sus bromas, tratando de sacarme de mis casillas con sus comentarios arrogantes. Y lo peor es que, para el resto de la escuela, él y yo parecemos "amigos". Amigos... esa es una palabra fuerte para alguien que no hace más que intentar sacarme de quicio. Más de una vez he estado tentado de enseñarle una lección que no olvidaría.

Mientras camino por el pasillo, escucho unos latidos familiares. Son regulares, calmados, y la sensación que traen consigo es tranquilizadora. Me encuentro pensando en una de las pocas personas en esta escuela con la que realmente tengo algo en común. Es raro, pero en ella veo a alguien que también se siente un poco fuera de lugar, aunque por razones diferentes. Es un alivio no ser el único que siente que no encaja aquí.

Me acerqué a Sophia silenciosamente, preparando mi mejor sonrisa traviesa.

—Hola, Sophiiiiaaa... ¿cómo estuvo tu día? —le dije con una risita mientras la veía cargar un montón de libros.

Sophia dio un brinco, sobresaltada, y me miró con ojos de reproche.

—¡Aah... aah! Thiago... no me asustes así... —dijo, haciendo un puchero—. No ves que estoy cargando todos estos libros...

Solté una risa y le tendí la mano, quitándole la mitad de los libros.

—Perdón, perdón... déjame ayudarte, ¿sí? —dije con una sonrisa.

Sophia suspiró, acomodando mejor su carga mientras empezábamos a caminar por el pasillo.

—En serio... —comenzó, como para continuar su queja—. Bueno, mi día estuvo bien. Al menos... —hizo una pausa, sin terminar la frase, pero su mirada dejó claro lo que quería decir.

No pude resistirme.

—¿Susana otra vez te pilló dibujando? —le pregunté con una sonrisa maliciosa.

Sophia me lanzó una mirada fija y molesta.

—Termina la frase y te mato, Thiago... —respondió entrecerrando los ojos.

Me reí suavemente, aunque no tanto como para tentar a mi suerte. Susana, la profesora de matemáticas, siempre estaba buscando a quién llamar la atención, y Sophia parecía ser uno de sus blancos favoritos.

—Perdón, perdón... —le dije, aún con una sonrisa—. Por cierto, ¿a dónde vamos con estos libros?

—Vamos a la rectoría. Son para la rectora; se supone que es para un nuevo plan de estudios que van a implementar.

—Ah, entiendo... —asentí, recordando algo importante—. Y oye... hablando de cosas importantes, ¿cómo vas con nuestra apuesta, querida amiga?

Sophia giró los ojos con una mezcla de resignación y desafío.

—¿En serio quieres hablar de eso ahora? —respondió con una pequeña sonrisa que trató de ocultar, aunque yo ya sabía que estaba intentando mantener la compostura.

—Vamos, no te hagas. Sabes que el plazo se acerca, y según lo que he visto... tienes que estar en las últimas.

Sophia soltó una risa resignada.

—Mira, Thiago, estoy más cerca de ganar esa apuesta de lo que crees.

Sophia levantó la barbilla, intentando sonar segura, pero noté la pequeña vacilación en su sonrisa. No pude evitar sonreír de vuelta; me encantaba picarla un poco, sobre todo cuando sabía que estaba al límite.

—¿En serio? —le dije con una ceja alzada—. ¿entonces ya hablan casual mente como via aller?

—Claro, solo...solo—respondió Sophia, mirando hacia otro lado y tratando de sonar confiada—. seguramente estaba oucpado pero, Thiago, logré avanzar.

—¿avansar? —dije, dándole un pequeño codazo—. Mira que "avanzar" suena a "nada", ¿o me equivoco?

Sophia se mordió el labio, reprimiendo una sonrisa. Sabía que tenía razón y, aun así, no me daba el gusto de admitirlo

.—Ya veremos, ya veremos. Solo espero que tengas listo lo que prometiste hacer si pierdes —dijo ella, con una sonrisa desafiante mientras empujaba la puerta de la rectoría con el hombro, equilibrando los libros.

Entramos en la oficina de la rectora, una sala tranquila con estanterías llenas de libros y papeles organizados meticulosamente. La rectora, una mujer de aspecto severo y elegante, nos recibió con una mirada curiosa.

—Ah, muchachos, muchas gracias por traer los libros —nos dijo con una sonrisa leve—. Son más pesados de lo que parecen, ¿verdad?

—Sí, bastante, pero no es nada —respondí, fingiendo esfuerzo mientras dejaba los libros sobre la mesa.

—Sí, definitivamente... nada que no podamos soportar —añadió Sophia con una risita , colocando su parte de los libros también.

La rectora nos miró con una mezcla de amabilidad y autoridad.

—Veo que ustedes dos están siempre trabajando juntos —comentó, mirándonos atentamente—. Es bueno ver esa dedicación, sobre todo en estos tiempos.

Me crucé de brazos, incómodo ante la mirada penetrante de la rectora, y asentí.

—Intentamos hacer lo mejor posible —respondí, tratando de sonar casual.

La rectora asintió y nos despidió con una última sonrisa mientras dejábamos la oficina. Apenas cerramos la puerta detrás de nosotros, Sophia soltó un suspiro de alivio.

—Uf, pensé que iba a regañarnos o algo así... —murmuró.

—Sí, yo también. Creo que ya estamos a salvo —le respondí, relajándome y lanzándole una mirada de complicidad

Sophia soltó una carcajada y negó con la cabeza.

—Thiago, eres imposible... No tienes idea de lo cerca que estoy de ganar —me dijo, con una mirada intensa.

Le devolví la sonrisa, aceptando su desafío.

—Bueno, querida amiga, prepárate porque, gane quien gane, esta apuesta se va a poner muy interesante.

A medida que me alejaba de la oficina de la rectora, le lancé una última sonrisa a Sophia.

—Bueno, mi clase está a punto de empezar. Nos vemos en el segundo descanso en el comedor, ¿te parece? —le dije, despidiéndome mientras caminaba hacia el pasillo.

Sophia me devolvió la sonrisa y asintió.

—Sí, claro. Ahí te veré. Hasta luego —respondió mientras también se alejaba, cada uno tomando rumbo a su próxima clase.

Mientras caminaba por el pasillo, mi mente se quedó atrapada en la apuesta que habíamos hecho hace unos meses. Fue una idea impulsiva, y aunque al principio parecía divertida, ahora me hacía cuestionarme cada vez más. Conquistar al chico y a la chica más populares del colegio... ¿qué sentido tenía realmente?

Suspiré, hablando para mí en voz baja

.—¿En serio, para qué me metí en esta apuesta tan ridícula?

La verdad es que no estaba ni remotamente interesado en ganar. Era un juego sin propósito, sobre todo porque yo no estaba buscando una relación. La razón real por la que propuse esta idea era para ayudar a Sophia. Sabía lo mucho que le gustaba Ethan, aunque, sinceramente, no comprendía del todo por qué. Ethan, con su arrogancia y ese aire de autosuficiencia, Pero cada quien con sus gustos.

Mientras avanzaba, recordé cómo conocí a Sophia. Fue hace casi seis meses, cuando acababa de llegar y todavía buscaba un rincón tranquilo donde pudiera relajar mis sentidos y calmar el constante ruido de mi entorno. Uno de esos días la encontré en un rincón del colegio, completamente absorta en su cuaderno, dibujando a algún personaje de fantasía. No había notado mi presencia hasta que me acerqué, pero, al verme, simplemente levantó la vista un instante y volvió a lo suyo, ignorándome por completo. Así pasaron varios días, hasta que, sin saber bien cómo ni en qué momento, empezamos a hablar. Desde entonces, comenzamos a pasar el rato juntos, y poco a poco, la amistad entre nosotros se volvió sólida.

Me detuve frente a la puerta del salón de clase, dudando un instante mientras escuchaba el sonido familiar de las voces de los estudiantes al otro lado. Entre esas voces, reconocí una en particular: Ethan. Claro, había llegado antes que yo, como siempre. Perdí demasiado tiempo pensando en la apuesta.

—Bueno, al menos no ha llegado el profesor aún —murmuré, preparándome mentalmente.

Tomé aire y me acomodé la mochila. Entonces, con un suspiro resignado, empujé la puerta y entré al salón, decidido a afrontar otro día de clases y el molesto espectáculo de Ethan y su grupo.

Al entrar al salón, las miradas fugaces de algunos compañeros se dirigieron hacia mí, pero pronto volvieron a sus propias conversaciones y distracciones. Ignoré las pocas miradas curiosas y me dirigí a mi asiento habitual, en la última fila cerca de la ventana, donde podía estar algo apartado del bullicio y observar sin que notaran demasiado mi presencia.

Ethan y su grupo de amigos ocupaban la fila central, justo donde más atención recibían. Se reían, haciendo comentarios en voz alta que llamaban la atención de medio salón. No es que me molestara que estuvieran ahí, pero sus bromas ruidosas y las carcajadas constantes podían ser un reto incluso para alguien con mis habilidades sensoriales controladas. A veces me preguntaba cómo Sophia podía soportar todo eso, pero luego me acordaba de la sonrisa que ponía cada vez que Ethan pasaba cerca de ella, como si el mundo se apagara por un momento.

Me acomodé en la silla y saqué mis apuntes y mi pluma, listo para una clase de historia que prometía ser interesante hoy. Mientras tanto, Ethan, quien ya había notado mi presencia, giró su silla ligeramente hacia mí con una media sonrisa, como si tuviera algo importante que decir.

—Eh, Thiago, ¿qué pasa? Estabas hablando con la ratona esa, ¿no? —dijo con una sonrisa burlona, refiriéndose a Sophia de una manera que me hizo apretar la mandíbula sin querer.

Intenté mantener la calma, aunque me desagradaba la forma en que Ethan hablaba de ella. Le dediqué una mirada seria, esperando que entendiera el mensaje de que no estaba de humor para sus comentarios.

— estaba ayudándola —respondí con frialdad, intentando disimular mi disgusto.

Él soltó una risa rápida y se encogió de hombros.

—Ah, lo que tú digas, tío. A ver cuánto tiempo más te dura esa amistad —murmuró, antes de girarse hacia sus amigos para retomar su conversación.

Respiré hondo, tratando de calmarme, recordándome que no valía la pena engancharse con sus comentarios. Pero sabía que este tipo de cosas no iban a parar; con Ethan, siempre había una forma de intentar fastidiar o, como él diría, "ponerte a prueba".

Cuando el profesor finalmente entró, todos los murmullos y risas se apagaron en un segundo, y la atención se concentró en la lección del día. Aproveché la calma para concentrarme y desconectar de todo lo demás, dejando que mis sentidos se ajustaran solo a la voz del profesor y a mis apuntes.

Pasaron los minutos, y de vez en cuando, la mirada de Ethan volvía a cruzarse con la mía, como si quisiera recordarme su presencia. Aunque no lo dijera, sabía que estaba en el punto de mira de Ethan y su grupo desde el primer día que llegué aquí. Tal vez porque no encajaba del todo en su molde de popularidad, o simplemente porque era nuevo y, de alguna forma, diferente.

Pero me daba igual. Sabía que había venido aquí para algo más grande que jugar a ser popular o ganarme su aceptación. Ahora mi misión era más clara que nunca: vivir en este entorno, mejorar mis habilidades y ayudar a Sophia en lo que pudiera sin dejar que nadie descubriera quién era realmente.

El timbre sonó, y el aula cobró vida de nuevo con el ruido de las sillas moviéndose y los estudiantes levantándose para ir al siguiente descanso. Aproveché el momento para guardar mis cosas rápidamente y salir del aula sin mirar atrás.

La siguiente clase era matemáticas, y me apresuré hacia el aula. Con un toque de satisfacción, pensé, bendita profesora Susana, la única que lograba mantener a Ethan en silencio durante toda la clase. Con suerte, esta vez podría concentrarme sin interrupciones.

Al terminar la clase, me dirigí al comedor, soltando un suspiro de alivio al saber que tenía un descanso de media hora. Al fin soy libre, pensé con un toque dramático. Me dejé caer en una silla mientras reflexionaba en silencio. A veces pienso que sería más fácil dejar todo esto, teletransportarme a un banco, y escapar directo a la playa en Florida. Sacudí la cabeza para despejar esas ideas y me puse en pie para buscar algo de comer mientras esperaba a Sophia. Tenía curiosidad, una que nunca le había preguntado directamente, ¿qué veía en Ethan?

Unos minutos después, Sophia apareció, y la saludé con una sonrisa teatral.

—¡Por fin llegas! —exclamé con fingida tristeza, llevándome una mano al pecho—. Pensé que me dejarías solo aquí, en esta mesa fría, a merced de mi soledad.

Ella rodó los ojos, claramente acostumbrada a mis dramatismos.

—No me tientes, Thiago... —respondió suspirando mientras tomaba asiento frente a mí—. A veces creo que tienes un problema mental.

Sonreí de oreja a oreja.

—Gracias por el cumplido —respondí con una risa ligera.

—No era un cumplido —bufó, cruzando los brazos—. Hablando de eso, ya que siempre me preguntas cómo voy yo con la apuesta, ¿cómo vas tú?

La verdad es que ni siquiera lo intentaba. Lo de "conquistar" a Elisa, la chica más popular del colegio, me parecía una pérdida de tiempo. Era guapa, sí, y aunque en comparación con Ethan parecía ser una persona decente, no podía evitar preguntarme si su simpatía no era más que una fachada quien sabe.

—Voy de maravilla, claro —respondí con una mirada confiada—. No creerías los avances que he hecho.

Sophia me miró con escepticismo y levantó una ceja

.—¿En serio? Entonces, ¿por qué te sigue ignorando si ya lograste tantos "avances"? —preguntó con una sonrisa irónica.

—Porque es... tímida —improvisé, intentando mantener la seriedad.

Sophia estalló en carcajadas, llamando la atención de algunos estudiantes en las mesas cercanas.

—¿Timida? —repitió, riéndose tan fuerte que hizo que varias personas voltearan a mirarnos.

Sentí el calor subirme a las mejillas, e hice un esfuerzo por mantener la compostura.

—Baja la voz, Sophia, nos están mirando todos —susurré, tratando de calmarla, aunque en el fondo su risa comenzaba a contagiarme.

Ella respiró hondo y, finalmente, se calmó.

—Perdón, perdón... pero es que no puedo —dijo entre risas, aunque trataba de controlarse.

Rodé los ojos, tratando de no reírme también.

—Listo, ya no nos avergonzaremos en público, ¿vale? Además, recuerda quién es el adulto aquí.

Ella me dio un manotazo ligero en la cabeza.

—¿Perdón? Si tenemos la misma edad, ¡eres tú el que se comporta como un niño! —me acusó, sacándome la lengua.

Hice una mueca exagerada.

—Ya, ya... al menos no soy yo quien no puede aceptar la verdad.

Ella resopló y, sin previo aviso, me dio una patada por debajo de la mesa.

Fingí estar herido, sujetándome el pie.

—Ay... pero, ¿qué te pasa? ¡Agresiva!

Ella me miró, tratando de no reírse de nuevo.

—Tú empezaste, así que te aguantas —dijo con una sonrisa divertida.

Me rendí con una sonrisa, levantando las manos en señal de paz.

—Vale, vale, tú ganas. ¿Quieres hacer las paces con una malteada de fresa? Yo invito.

Sus ojos se iluminaron con una chispa de entusiasmo, aunque trató de disimularlo.

—¿Con crema batida?—Hecho —respondí, sin pensarlo dos veces.

Sonrió victoriosa.

—Paz

.Me reí, satisfecho. Sabía que una malteada de fresa siempre sería su punto débil, y eso me daba una excusa para verla feliz, aunque fuera solo un rato.

>>>un rato despues<<<

Después de comprar las malteadas, la mía y la de Sophia, caminamos juntos de regreso a nuestra mesa en el comedor. Nos sentamos, y mientras tomaba un sorbo, recordé algo que siempre había tenido en mente pero nunca le había preguntado.

—Oye, Sophia —comencé, mirándola con curiosidad—, siempre tuve la curiosidad de saber por qué te gusta tanto Ethan... Considerando, bueno, cómo es él en realidad.

Ella me miró con sorpresa, sus ojos vacilaron un momento antes de soltar una pequeña risa nerviosa.

—Bueno... —dijo, algo incómoda—, sí, lo sé. Sé que su personalidad no es... la mejor, que digamos —bajó la voz y miró a su malteada, dándole vueltas al popote—. Y sé que, probablemente, ni siquiera nota mi existencia... pero aun así...

Hice una pausa, intentando no interrumpirla. Por primera vez, parecía hablar en serio sobre el tema, y quería saber más.

—Pero... ¿por qué entonces? —insistí suavemente, apoyándome en la mesa.

Sophia se tomó un momento para pensar, como si estuviera reuniendo las palabras correctas. Finalmente, suspiró.

—No siempre fue así —dijo, con una sonrisa un tanto melancólica—. Supongo que lo que me gusta de Ethan es... bueno, la versión de él que conocí hace dos años.

Alcé una ceja, sorprendido por su respuesta.

—¿Una versión diferente de Ethan? —repetí, algo escéptico.

Sophia asintió, y sus ojos parecían perderse en algún recuerdo.

Escuchaba con interés. No había imaginado que Sophia tenía un vínculo así con él, ni que Ethan alguna vez hubiera sido... amable.

—Eso suena como una historia sacada de un drama escolar —bromeé, intentando aliviar la seriedad del momento.

Ella rió, asintiendo.—Quizás lo es —admitió con una sonrisa—. Pero, por alguna razón, creo que ese Ethan aún sigue ahí en alguna parte, aunque esté oculto detrás de esa fachada de arrogancia

Sophia tomó un sorbo de su malteada y miró al vacío, como si rebuscara en sus recuerdos. Pude ver cómo sus ojos se volvían más suaves, casi nostálgicos, mientras empezaba a contar la historia.

—Hace dos años, Ethan era... diferente —dijo ella, con una sonrisa leve—. No era tan arrogante ni tan popular como ahora. De hecho, apenas hablaba con nadie y parecía bastante reservado. Un día, cuando estábamos en una excursión del colegio, tropecé y me torcí el tobillo. Mientras todos los demás siguieron adelante, él fue el único que se detuvo a ayudarme. Me llevó hasta el autobús y me acompañó al hospital. Ese día hablamos por horas, y descubrí que detrás de esa mirada fría había alguien... amable.

La escuché en silencio, dejando que los detalles se fueran armando en mi mente. Recordar a alguien por una versión pasada de sí mismo... tenía sentido, aunque dudaba de que Ethan aún tuviera esa amabilidad oculta.

—Y después de eso... —continuó Sophia, ahora un poco melancólica—, poco a poco empezó a cambiar. Supongo que la popularidad, las expectativas... todo eso lo transformó. Pero sigo pensando que, en el fondo, queda algo de aquel Ethan que conocí. No puedo evitar quererlo.

Suspiré, mirándola con cierta preocupación.

—Sophia, no quiero sonar pesimista, pero la gente cambia, y no siempre para mejor. Tal vez lo que viste en Ethan fue un momento aislado, o solo una pequeña parte de él que ya no existe.

—Lo sé —murmuró ella, con los ojos bajos—. Pero es difícil olvidar. Es como si siempre hubiera una pequeña esperanza de que vuelva a ser ese chico que me ayudó.

Tomé mi malteada y bebí un poco, pensando en cómo responder sin desanimarla.

—Bueno, al menos sabes lo que quieres —dije, intentando suavizar el momento—. Aunque me sorprende que seas tan paciente con él. Pero dime algo, ¿te importa tanto ganarle el interés a alguien que ni siquiera te ve realmente?

Sophia me miró, y pude ver en sus ojos la mezcla de duda y firmeza.

—Tal vez... tal vez esto es más para demostrarme a mí misma que soy capaz de ganarme su atención. A veces siento que... —se detuvo, con un aire de tristeza en su voz—, siento que necesito hacer algo para que él recuerde a la Sophia de ese día.

La miré en silencio, comprendiendo un poco más su punto de vista. Para mí, Ethan solo era alguien molesto y egocéntrico, pero Sophia veía algo en él que nadie más veía... o que tal vez él mismo había olvidado.

—Bueno, si necesitas que te ayude a recordarle, estoy aquí —dije con una sonrisa, dándole una pequeña palmada en el hombro—. Pero también espero que recuerdes que tú vales mucho, con o sin su atención.

Sophia me sonrió, y sentí que, al menos, había logrado aliviarle un poco la carga.

La campana sonó, anunciando el final del descanso, y Sophia y yo nos levantamos de la mesa, ella con su malteada en mano y una sonrisa satisfecha.

—Gracias por la malteada, Thiago. Quizá seas un poco inmaduro, pero tienes tus momentos —dijo, intentando sonar seria, aunque su sonrisa me delataba que estaba bromeando.

—Lo tomaré como un cumplido, aunque haya venido de alguien que se ríe como loca en el comedor —respondí, guiñándole un ojo.

Ella rodó los ojos, pero no pudo ocultar una sonrisa divertida. Nos dirigimos hacia el pasillo principal del edificio, y mientras caminábamos, algo en la atmósfera del lugar cambió. Un murmullo inquieto recorría a los estudiantes que pasaban a nuestro lado, y todos parecían estar mirando hacia el tablón de anuncios al final del pasillo.

—¿Qué sucede allí? —preguntó Sophia, estirando el cuello para intentar ver más allá de la multitud.

—Parece que hay algo en el tablón de anuncios —respondí, notando la cantidad de estudiantes que se arremolinaban alrededor.

Sophia y yo nos acercamos, aprovechando mi altura para abrirnos paso. Al llegar, leí el cartel en el centro del tablón: "Torneo Académico Anual". Sofía parecía intrigada.

—Mira, Thiago, ¡es el torneo académico! Y este año está abierto a todos los estudiantes de nuestro curso —dijo Sophia, con los ojos brillantes.

—Interesante... y parece que el premio incluye una beca universitaria y un viaje al extranjero —comenté, leyendo los detalles con curiosidad.

— ¿Vas a inscribirte? —preguntó Sophia, mirándome de reojo.

—Tal vez... , no estaría mal demostrarle a cierto alguien que no soy solo un "inadaptado" —respondí, con una sonrisa traviesa.

Sophia se cruzó de brazos, mirándome con escepticismo.

—Cierto alguien? —repitió, finciendo ignorancia—. Déjame adivinar... ¿Ethan?

—A quién más? —me encogí de hombros—. Además, ¿no sería interesante ver la cara de Ethan cuando lo derrote en el torneo?

Sophia se rió.

—Bueno, entonces supongo que yo también debería inscribirme. A ver si así podemos demostrarles a esos todos "populares" que no somos solo "los raritos".

Nos miramos y sonreímos, compartimos esa pequeña chispa de rebeldía y camaradería. Sabía que. Podía ser una oportunidad para mostrar todo lo que había aprendido en estos seis meses, no solo académicamente, sino también en cuanto a control de mis habilidades.

—Será mejor que nos vayamos. La siguiente clase empieza pronto —dijo Sophia, sacándome de mis pensamientos.

—Nos vemos después —dije, dándole una pequeña palmada en el hombro antes de caminar en dirección a mi clase de matemáticas.

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NOTA; Por curiosidad revise mis capitulo y bueno no se por que pero estaban las parrafos pegados...no se por que paso..pero ya lo corregi