El silencio era palpable, cortado solo por el sonido de nuestras respiraciones entrecortadas. Me encontraba frente a él, su mirada fría me atravesaba como un rayo helado.
—Bien... aquí vamos... —murmuré, preparándome para lo inevitable.
Observé en silencio mientras la tensión crecía en el aire. Su sonrisa helada me hizo sentir un escalofrío.
—¿Por qué me miras tanto? ¿Te has enamorado de mí? —se burló, riendo con desdén—. Lo siento, no tiro por esos lares.
Mi mirada se volvió seca, casi cortante.
—No es grosero que mi... atacante... no se presenta...
—Tienes razón —respondió, su risa leve resonando en el aire—. Mi nombre es Sebastián. Recuerda este nombre, porque será el último que escucharás.
—Qué frase más cliché... —pensé, mientras evaluaba mis opciones. Necesitaba usar con cuidado mi intangibilidad; Mi resistencia no era suficiente para un enfrentamiento prolongado. Tendría que confiar en mi teletransportación.
¿No quieres escuchar mi nombre? —me preguntó, con una mirada que helaba la sangre.
—No... no me interesa saber tu nombre, porque nadie te recordará... ni yo. —Su sonrisa era maliciosa—. Basta de charla... empecemos.
Sin previo aviso, comenzó a correr hacia mí. No me quedé atrás; Ambos nos lanzamos el uno contra el otro. En un instante, sentí el impacto de su golpe rápido. Reaccioné al instante, girando mi cuerpo para evitarlo. Sin pensarlo, me teletransporté detrás de él y lancé una patada recta.
—Ohhh... en un don... increíble... pero no lo suficiente... —se burló, girando rápidamente y atrapando mi pie con una fuerza sorprendente.
—Entretenido... —sonrió, antes de girar su cuerpo y lanzarme como si fuera una pluma.
No perdí tiempo y me teletransporté de nuevo, evitando el impacto. Sin embargo, Sebastián no me dio tregua. Cargó contra mí, lanzando una serie de golpes que apenas logré esquivar.
—¡Mierda! —quejé, mientras me retiraba un poco.
Me teletransporté de nuevo, tomando distancia. Esta vez, decidió cargar contra él, lanzando una serie de golpes que Sebastián bloqueó con facilidad. Intentó agarrar mi brazo, pero saltó hacia atrás.
—Eso es todo, saltamontes? Qué lástima... —su sonrisa burlona me irritó.
— ¿Qué esperas? Sabe que nunca he peleado contra seres sobrenaturales... —respondí, sintiendo la presión de su experiencia.
—Entonces será fácil acabar contigo... pero sería una lástima no saborear tu sangre... —dijo, con una sonrisa malvada antes de lanzarse de nuevo hacia mí.
Nuestras figuras se movieron como sombras en un macabro baile bajo la luz de la luna. Nuestros golpes chocaron con una fuerza que hizo temblar el suelo. Esquivábamos y atacamos, pero cada movimiento era un desafío. Intenté teletransportarme desde diferentes ángulos, pero él siempre estaba un paso adelante, bloqueando mis ataques y lanzando contraataques que apenas lograba evitar.
Finalmente, en un intercambio rápido, logré teletransportarme desde un punto ciego y conecté un golpe que lo hizo retroceder.
—¿Qué... no sabes otra cosa además de aparecer y desaparecer como una rata? —dijo, tocándose la cara, claramente enojado.
—Mira quién habla, el que se ocultó de mí en la ciudad... —respondí, tratando de mantener la calma.
—Bien, ya me cansé de solo intercambiar golpes... —dijo, su sonrisa maliciosa iluminando su rostro—. Mi turno de usar mi don. Prepárate...
Comenzó a desaparecer, y mi corazón se aceleró.
—¿Qué...? —mi mente se alertó—. ¿Y ahora qué...?
Sentí un golpe estrellarse en mi pecho, el dolor de sus costillas crujió bajo la fuerza del impacto.
—Ay no... —salí volando, estrellándome contra un árbol. El dolor del golpe contra el tronco era nada comparado con lo que había sentido de sus golpes.
—Ay, hombre... eso dolió... —tosí, escupiendo un poco de sangre.
rrapida mente me le vante Mis sentidos estaban al límite. Cada sombra, cada movimiento en el entorno parecía una amenaza inminente. Un sudor frío recorrió mi frente mientras escaneaba la penumbra con mis ojos, buscando cualquier señal de Sebastián. El bosque estaba en completo silencio, salvo por el leve susurro del viento entre las hojas. Esa quietud era peor que el caos; era el preludio de algo.
— Vaya, esquivaste eso... —Su voz burlona resonó en el aire, haciendo eco desde todas las direcciones—. Debo admitir que tus sentidos son algo especiales. Pero no durará.
Sin previo aviso, apareció frente a mí, como un espectro que emergía de las sombras. Su figura, casi intangible, me miraba con una mezcla de burla y desafío.
— Ahora entiendo cómo se sintió Liria... —murmuré con los dientes apretados—. Esa impotencia... no poder reaccionar ni ver venir nada.
Antes de que pudiera procesar mis palabras, desapareció de nuevo.
— Esto será un fastidio... —bufé entre dientes, activando mi intangibilidad de inmediato.
El golpe llegó rápido, desde mi izquierda. Aunque mi cuerpo intangible evitó el impacto directo, un escalofrío helado recorrió mi columna, como si hubiera sido tocado por algo más allá de lo físico. Cambié mi posición rápidamente, lanzando un golpe hacia el aire donde creía que él estaría. Sorprendentemente, mi puño chocó con algo sólido por un instante antes de que él reapareciera, una sonrisa maliciosa cruzando su rostro.
— Eso es nuevo... —comentó, admirando un breve segundo antes de desaparecer de nuevo.
El aire estaba cargado de tensión, un silencio que parecía contener una tormenta. Sabía que mi intangibilidad me daba una ventaja momentánea, pero no podía depender de ella para siempre. Mi energía estaba disminuyendo rápidamente, y cada uso de esta me agotaba mas y mas acercaba al colapso.
De pronto, lo sentí. Esa sensación indescriptible, como un aviso de peligro inminente. Sin dudarlo, me teletransporté justo a tiempo, esquivando un golpe que habría destrozado mis costillas. Antes de que pudiera recuperarme, lanzó una combinación de ataques. Esquivaba lo que podía, y para los golpes más certeros, activaba mi intangibilidad en el último segundo.
finalmente aproveché una apertura. Cerré la distancia con rapidez, lanzándome hacia él con una serie de golpes. El primero lo bloqueó con facilidad, pero el segundo lo tomó por sorpresa. A pesar de mis esfuerzos, su defensa era impecable, contrarrestando cada movimiento con ataques igual de rápidos y precisos.
De repente, lanzó una patada alta, buscando mi cabeza. Sabía que esperaba que me teletransportara para esquivarla, pero en su lugar, activé mi intangibilidad por un breve instante, dejando que su pierna pasara a través de mí. Justo cuando recobraba su equilibrio, volví a ser tangible, impactando dos golpes consecutivos en su pecho con todas mis fuerzas.
— ¡Toma ! —grité mientras lo veía volar hacia atrás.
Su cuerpo atravesó varios árboles antes de detenerse con un estruendo. Pero para mi sorpresa, se levantó casi de inmediato, apenas inmutado.
— ¿Esto es en serio...? —susurré, jadeando mientras mi cuerpo temblaba de agotamiento.
Nuestros ojos se encontraron en un intercambio silencioso. La hostilidad en su mirada era un reflejo de la mía, y el aire se volvió pesado, casi sofocante. En cuestión de segundos, ambos nos lanzamos el uno contra el otro, como dos cometas chocando en una tormenta.
Él desplegó su invisibilidad una vez más, pero no perdí el tiempo. Me teletransporté a distintos ángulos, intentando anticipar su próximo movimiento. Mis ojos escaneaban cada rincón, buscando la mínima irregularidad. Finalmente, lo vi aparecer frente a mí. Lanzó un golpe rápido, pero lo esquivé por centímetros, contrarrestando con una serie de ataques propios.
Nuestros movimientos eran un frenesí de golpes, bloqueos y contraataques. Yo usaba mi intangibilidad de manera estratégica, activándola solo cuando no podía esquivar físicamente. Sin embargo, el desgaste comenzaba a pasar factura. Cada golpe que lograba conectar era como una chispa, pero no lo suficiente para derribarlo.
De pronto, volvió a desaparecer.
— ¡Maldita invisibilidad! —gruñí entre dientes, mirando a mi alrededor.
La tensión era insoportable. Mis sentidos estaban en alerta máxima, cada fibra de mi cuerpo gritaba peligro. De pronto, sentí ese escalofrío de nuevo. Sin pensarlo, me teletransporté hacia un lugar más seguro, justo a tiempo para evitar su ataque. Cuando reapareció, su mirada estaba cargada de irritación.
— Oh, ¿te estás cansando? —dije con una sonrisa burlona, tratando de ocultar mi propio agotamiento—. Pensé que esto sería más emocionante.
Su ceño se frunció, y un destello de ira cruzó sus ojos antes de que volviera a desaparecer.
— No dijiste que sería fácil... —gruñó desde algún lugar invisible—. ¿Por qué te tardas tanto?
Esta vez, sentí que algo era diferente. El aire estaba más denso, como si estuviera acumulando algo.
— Vamos... —murmuré, activando mi intangibilidad una vez más—. Te estoy esperando.
>>>>30 minutos despues<<<<
La respiración me salía a tirones, cada inhalación sentía como si estuviera perforando mis pulmones. Mi visión empezaba a tornarse borrosa, pero no podía detenerme. No ahora. Sebastián estaba frente a mí, su sonrisa fría y burlona era una daga que perforaba mi orgullo.
— ¿Qué esperas, híbrido? —murmuró con desprecio, cruzando los brazos mientras me observaba con superioridad.
Intenté mantenerme firme, aunque mi cuerpo protestaba con cada movimiento. Sentía el peso de la batalla acumulándose en mis hombros como una montaña, pero aún así le dediqué una sonrisa desafiante.
— ¿Esperar? No tengo tiempo para eso. Pero gracias por preocuparte.
Me lancé contra él, reuniendo toda la energía que me quedaba, pero mis movimientos ya no tenían la precisión ni la velocidad de antes. Cada golpe parecía más lento, más débil. Y Sebastián lo sabía.
Él esquivaba mis ataques con facilidad, casi jugando conmigo.
— ¿Sabes cuál es tu problema, híbrido? —dijo mientras evitaba otro de mis golpes y contrarrestaba con un puñetazo que impactó directo en mi costado, robándome el aliento—. Crees que puedes luchar contra mí sin aceptar lo que eres.
Me tambaleé hacia atrás, llevándome una mano al costado. La sangre comenzaba a manchar mi camisa, pero su mirada seguía fija en mí, implacable.
— No has bebido sangre, ¿verdad? —preguntó, con una sonrisa venenosa—. Pensabas que no la necesitabas, que podías sobrevivir como si fueras uno de ellos. Pero, amigo... no puedes escapar de tu naturaleza.
— Cuando no bebes sangre, comienzas a desmoronarte. Tus emociones te traicionan, tu fuerza desaparece, y tu recuperacion se debilita.
Intenté ignorar sus palabras, pero el cansancio en mi cuerpo y el ardor de mis heridas confirmaban lo que decía. Mi arrogancia me había llevado a este punto, y ahora estaba pagando el precio.
— ¡Cállate! —grité, reuniendo mis fuerzas para teletransportarme una vez más. Aparecí frente a él y lancé un golpe con todas mis fuerzas, apuntando a su rostro.
Pero Sebastián bloqueó el ataque con facilidad, torciendo mi brazo y lanzándome al suelo como si fuera un muñeco de trapo. Mi cuerpo impactó contra el suelo, y el dolor me robó un grito que quedó atrapado en mi garganta.
— ¿Ya terminaste? —dijo, con esa maldita sonrisa todavía en su rostro.
Con cada palabra que decía, mi rabia crecía, y junto con ella, una chispa de energía que no sabía que aún tenía. Apoyé mis manos en el suelo y me levanté tambaleándome, limpiando la sangre de mis labios con el dorso de la mano.
— No. Esto no ha terminado.
Tomé aire y me lancé al ataque nuevamente, esta vez buscando un enfoque diferente. Me teletransporté al aire, justo sobre él, y giré mi cuerpo con todas mis fuerzas, lanzando una patada descendente. Sebastián levantó los brazos para bloquearla, pero la fuerza del impacto lo hizo retroceder. Aproveché el momento para aterrizar detrás de él y lanzar un golpe directo a su espalda, empujándolo hacia adelante.
— ¡Máximo esfuerzo! —grité, concentrando toda mi energía en un último ataque.
Mi golpe impactó en su estómago, haciendo que su cuerpo se doblara por el impacto. El sonido del golpe resonó como un trueno en el bosque, y Sebastián salió disparado, derribando árboles en su camino.
Corrí hacia donde había aterrizado, ignorando el dolor en mi costado y el entumecimiento de mi brazo derecho. Pero antes de que pudiera alcanzarlo, Sebastián ya se estaba poniendo de pie, sus ojos brillando con una mezcla de rabia y admiración.
— Eres más resistente de lo que esperaba, híbrido... pero eso no cambia nada.
En un abrir y cerrar de ojos, apareció frente a mí y lanzó una patada que no tuve tiempo de esquivar. Su pie impactó con fuerza en mi costado derecho, y sentí un crujido que me dejó sin aliento.
>>>ESTRUENDO<<<
Rodé por el suelo, arrastrándome varios metros hasta que mi espalda chocó brutalmente contra un árbol. El impacto resonó en el bosque, y sentí cómo la corteza se astillaba detrás de mí. Una bocanada de aire caliente escapó de mis pulmones, llevándose consigo cualquier rastro de aliento que me quedaba. El dolor en mis costillas era insoportable, y un sabor metálico inundaba mi boca. Tosí, dejando caer un hilo de sangre al suelo. Mi cuerpo entero se sentía como si estuviera al borde de la parálisis, pero aun así intenté moverme, presionando mis manos temblorosas contra la tierra húmeda.
Frente a mí, Sebastián se acercaba lentamente, sus pasos resonando como tambores en mi cabeza. Su figura se recortaba contra la luz de la luna, y su sonrisa burlona era un recordatorio de mi aparente derrota.
— Fue un buen golpe... debo admitirlo. —Su voz resonó con un tono de burla, como si estuviera disfrutando cada segundo de mi sufrimiento—. Pero se acabó para ti, híbrido. —Se inclinó ligeramente hacia mí, como un depredador observando a su presa agonizante—. ¿Sabes? Si hubieras bebido sangre, tal vez, y solo tal vez, habrías tenido una mínima oportunidad.
Cada palabra era una aguja que perforaba mi orgullo. Intenté levantarme, pero mi cuerpo me traicionaba. Mi fuerza, que alguna vez había sido un faro de confianza, ahora era un eco vacío.
Sebastián continuó acercándose, deteniéndose a pocos metros. Una sonrisa macabra cruzó su rostro, sus ojos brillaban con una satisfacción enfermiza.
— Sabes... —dijo mientras su tono se volvía aún más siniestro—, cuando termine contigo, iré por esa chica... ¿cómo era que se llamaba? Ah, sí... Sophia.
El sonido de su risa resonó en el aire, cortando el silencio como una cuchilla. Era una risa cruel, maníaca, que me hizo estremecer.
— ¿Cómo demonios sabes sobre ella? —Mi voz salió quebrada, apenas un susurro ahogado.
Sebastián se inclinó aún más, sus ojos brillaban con malicia pura.
— ¿De verdad pensaste que no sabía que me estabas buscando? —dijo, con un tono burlón—. Mi invisibilidad tiene sus ventajas, híbrido. No solo desaparezco a la vista, también mi olor. Estuve observándote todo este tiempo, siguiéndote, jugando contigo. Y tú, pobrecillo, ni siquiera lo notaste.
Su sonrisa se amplió, mostrando sus dientes afilados, y el aire a mi alrededor pareció volverse más denso.
— Me pregunto cómo gritará. ¿Crees que dirá tu nombre mientras suplica por su vida?
Sus palabras fueron como un golpe directo al pecho. La imagen de Sofía, aterrorizada y a merced de este monstruo, me atravesó como un cuchillo. Sentí que la rabia se encendía en mi interior, una furia primitiva que quemaba como un fuego incontrolable.
— Te atreves a tocarla... —murmuré con la voz llena de ira, mi mirada fija en sus ojos.
Sebastián soltó una carcajada, más estridente y burlona que antes.
— ¡Sí! Eso es lo que quiero ver... desesperación. Vamos, suplica, ¡suplica que te perdone! Quizás... quizás hasta lo considere.
Su tono burlón era una chispa que alimentaba mi odio. A pesar del dolor, a pesar del cansancio, algo dentro de mí se negó a rendirse.
Apoyándome en una rodilla, levanté la cabeza con esfuerzo, dejando que mi sonrisa desafiara la suya.
— ¿Suplicar...? —Una risa leve escapó de mis labios, aunque cada palabra era un tormento—. No, amigo. Suplicar no está en mi repertorio.
Lentamente levanté mi mano, mostrándole el dedo medio con todo el desprecio que pude reunir.
— Jódete... Además, sé que ni aunque lo hiciera me perdonarías. ¿O me equivoco, insecto?
La sonrisa de Sebastián se desvaneció al instante, reemplazada por una mirada de furia contenida.
— Incluso en tus últimos momentos sigues siendo un maldito engreído... —Su voz era ahora un susurro frío y amenazante—. Bien. Terminemos con esto.
Sebastián se lanzó hacia mí , sus movimientos precisos, cargados de una furia que parecía inextinguible. Cada músculo de su cuerpo trabajaba en perfecta sincronía mientras su brazo derecho, transformado en un arma letal, se dirigía hacia mi pecho con la fuerza de un proyectil.
En ese instante, una punzada de duda cruzó por mi mente: ¿Es esto un suicidio? Pero no había tiempo para detenerme, no había marcha atrás..
Sentí la ráfaga de aire que anunciaba su ataque y, antes de que su golpe impactara, recurrí a la última gota de energía que quedaba en mí. Mi cuerpo crujió por la tensión, cada célula gritaba en protesta, pero aún así activé mi intangibilidad.
El brazo de Sebastián atravesó mi pecho como si fuera humo, y por un segundo eterno, el tiempo pareció ralentizarse. Observé con una claridad perturbadora cómo su ataque atravesaba mi forma etérea.
--- ¿Qué haces, híbrido? ¡No puedes escapar de mí! —rugió
No esta vez. Con un movimiento deliberado y dolorosamente calculado, desactivé mi intangibilidad justo cuando su brazo estaba dentro de mi cuerpo.
La realidad golpeó como una avalancha. El brazo de Sebastián se solidificó en mi pulmón derecho, atravesándolo como una lanza caliente. Una explosión de dolor recorrió mi cuerpo, arrancándome un grito ahogado. El aire se escapaba de mis labios mientras la sangre burbujeaba en mi boca.
--- ¿Qué... acabas de hacer? —murmuró Sebastián, su rostro torcido en una mezcla de incredulidad y rabia.
Aproveché su confusión. Con un grito cargado, torcí mi cuerpo hacia un lado, forzando su brazo a quedar atrapado entre mis costillas. Antes de que pudiera reaccionar, salté por encima de él, mis manos envolviéndose como un cepo alrededor de su cuello.
--- ¡Maldito híbrido, suéltame! —gritó Sebastián, pataleando mientras intentaba liberarse.
Pero ya no tenía intención de soltarlo. No mientras me quedara un aliento de vida.
Con un último esfuerzo, concentré toda la fuerza restante en mi cuerpo. Mi visión se oscurecía, y cada movimiento se sentía como una eternidad. Finalmente, un crujido resonó en el aire cuando su cabeza se desprendió de su cuerpo.
Sebastián se desplomó como una marioneta sin hilos, su cuerpo cayendo pesadamente al suelo. Su brazo, aún incrustado en mi pecho, se deslizó fuera mientras caía junto a él.
Mis piernas ya no pudieron sostenerme, y me derrumbé al suelo junto al cadáver de mi enemigo. La sangre goteaba de mi herida abierta, mezclándose con el suelo cubierto de hojas húmedas.
--- Bueno... al menos... disfruté... un poco... mi segunda vida...si claro —murmuré entrecortadamente, una risa baja escapando de mis labios...
La oscuridad comenzaba a envolverme, pero no pude evitar un último pensamiento absurdo que cruzó mi mente.
--- Mierda... ni siquiera pude... conocer a los Cullen...
Mi risa apagada se desvaneció junto con mi aliento. El mundo a mi alrededor comenzó a desdibujarse, el bosque desaparecía, y el frío de la muerte finalmente se instalaba en mis huesos.
>>>>continuara<<<