Una Semana Después
El comedor estaba lleno, como siempre. La energía del lugar era la misma de todos los días: estudiantes charlando, bandejas metálicas chocando y un leve murmullo constante. Me senté junto a Sophia con mi bandeja, observándola mientras sus ojos se clavaban, una vez más, en Ethan.
"Aquí estamos otra vez," pensé mientras mordía una papa frita. "Intentando aparentar normalidad. Intentando no dejar que mi lado vampírico, o más bien mi mitad vampírica, complique las cosas."
Agradecía mi naturaleza híbrida. Me ahorraba el problema del olor constante de la sangre. No es que me molestara exactamente, pero hay ciertos aromas que, bueno, podrían tentar incluso al más controlado. Estos últimos siete días habían sido tranquilos, salvo por el anuncio de un concurso cuya fecha ni siquiera me molesté en recordar.
—Sophia... —dije al fin, dejando mi bandeja sobre la mesa y recostándome en la silla—. ¿Por qué no vas y le hablas? Llevas, no sé, cinco minutos observando a Ethan como si fuera un cuadro en un museo.
Ella dio un respingo, como si la hubiera atrapado en medio de algo prohibido.
—¿Qué? ¡No, no lo estoy observando! —Negó con la cabeza rápidamente, pero sus ojos la traicionaban.
Suspiré, llevándome otra papa frita a la boca.
—Claro que sí. Lo estás haciendo justo ahora. En serio, Sophia, ¿por qué no simplemente te acercas y le hablas?
—Lo haré en su momento —respondió con un tono que no me convenció en absoluto.
—¿De verdad? —crucé los brazos y arqueé una ceja, mirando hacia Ethan—. Será mejor que te apresures porque, bueno... parece que Jessica ya lo tiene en la mira.
Vi cómo Sophia seguía mi mirada hacia la figura de Jessica, quien, para variar, estaba en plena conversación animada con Ethan.
—¡No es cierto! Ellos solo son amigos... como nosotros —dijo con nerviosismo evidente.
Sonreí con burla.
—¿Amigos? Claro, claro… sigue creyendo eso. La esperanza es lo último que se pierde, dicen. —Abrí tranquilamente un paquete de papas fritas y continué comiendo.
Sophia refunfuñó, girándose hacia mí con una expresión molesta.
—No tienes fe en mí, ¿verdad?
—Fe sí tengo. —Me encogí de hombros—. El problema es Ethan.
—Deberías intentar conocerlo mejor en lugar de criticarlo todo el tiempo —rebatió, cruzándose de brazos.
—¿Bromeas? —levanté una ceja—. Tú misma dijiste hace una semana que su personalidad deja mucho que desear.
—Lo sé… pero… —Hizo una pausa, y vi cómo su mirada volvía a posarse en Ethan.
Desde nuestra conversación de hace siete días, Sophia había estado intentando acercarse más a Ethan. Y, para ser justos, lo había intentado de verdad. Pero los resultados eran… desalentadores. Él la ignoraba por completo, como si ni siquiera existiera.
Suspiré y decidí ponerme serio por una vez.
—Entonces, ¿de verdad crees que él podría volver a ser ese Ethan que conociste?
Ella bajó la mirada y dejó escapar un suspiro. Había algo en sus ojos, una mezcla de esperanza y resignación que no sabía interpretar del todo.
—No lo sé, Thiago. A veces pienso que sí, que solo es cuestión de tiempo… o de la persona adecuada para que él vuelva a ser como antes. Pero luego lo veo con sus amigos, tan preocupado por su imagen y por impresionar a todos… —Sacudió la cabeza, como intentando despejarse—. En fin, supongo que es una apuesta que, quizás, ya perdí.
No sabía qué decirle. Sus palabras eran más pesadas de lo que quería admitir, y aunque quería animarla, las palabras simplemente no llegaban. Opté por darle una palmadita en el hombro y sonreír.
—Bueno, si necesitas ayuda para ganar la apuesta, aquí estoy. Igual yo también estoy perdido con Elizabeth, así que vamos empatados en esto de "conquistar lo imposible".
Sophia soltó una risa corta, negando con la cabeza como si intentara ocultar su vergüenza.
—¿Tú, perdido? Por favor, Thiago. Eres el chico más misterioso y carismático del colegio. Podrías conquistar a cualquiera si quisieras de verdad.
—¿Para qué tener pareja en el colegio? —me encogí de hombros—. Es un circo. Además, la mayoría ni siquiera sabe quiénes son realmente. No sé… supongo que tengo expectativas demasiado altas.
Sophia asintió, con un gesto pensativo.
—A veces, uno espera que la persona indicada llegue y llene esos vacíos de una manera que nadie más puede —murmuró, más para sí misma que para mí.
La miré, confundido.
—¿Qué dijiste?
—¡Nada, nada! —Sonrió nerviosa, agitando las manos.
Antes de que pudiera insistir, el timbre sonó, indicando el final del descanso. Nos levantamos de la mesa, recogiendo nuestras cosas.
—Bueno, nos toca Matemáticas —dijo Sophia, con poco entusiasmo—. Al menos, no tienes que lidiar con Ethan en esta clase.
—Bendita sea la profesora Susana y su clase libre de narcisistas —respondí, exagerando mi alivio.
Sophia rió, y por un momento, todo el peso que había en sus palabras parecía desvanecerse. Esa risa, esa ligera chispa de felicidad, era lo que hacía que nuestra amistad valiera cada segundo.
-Mientras Sophia se alejaba rumbo a su próxima clase, yo también tomé camino hacia la mía. Química. Una asignatura que no era difícil, pero sí tediosa por un solo motivo: Ethan.
De las pocas clases que compartíamos, esta era en la que más libertad tenía, junto con educación física, gracias a un profesor tan relajado que rozaba lo permisivo. Por suerte, yo no tenía que lidiar con las travesuras de la clase de deporte. Pero aquí... aquí era un campo de batalla.
Mientras caminaba por el pasillo abarrotado de estudiantes, algo no cuadraba. A pesar de las decenas de cuerpos a mi alrededor, el ambiente se sentía… vacío.
"¿Por qué este lugar siempre se siente tan solitario?" pensé, antes de que un sonido específico me hiciera detenerme.
Latidos.
Esos ritmos sutiles pero inconfundibles que mi oído vampírico detectaba con demasiada claridad. El problema no eran los latidos en sí, sino lo que significaban en este contexto.
"Ah, genial. Justo lo que necesitaba", murmuré para mí, girándome hacia la fuente del sonido.
Y ahí estaba él. Ethan.
—Oh, Thiago. —Su sonrisa era la misma de siempre: amplia, arrogante, y completamente insoportable—. Siempre tan puntual. ¿Viniendo temprano para que el profe no te regañe? —Se rió con esa carcajada que parecía diseñada para provocar.
Forcé una sonrisa, aunque mi paciencia pendía de un hilo.
—Claro, no quiero que me pongan en la lista negra del profesor John. Ya sabes cómo es.
Su expresión era calculadora, con ese aire de superioridad que tanto le gustaba mostrar.
—Deberías relajarte un poco, ¿sabes? Disfrutar de la vida en lugar de estar pegado a un libro todo el tiempo. —Me miró de arriba abajo, analizando como si estuviera evaluando un producto defectuoso—. Aunque, claro, ¿qué se puede esperar de alguien que siempre anda con la ratona?
"Ratona". La forma despectiva con la que Ethan se refería a Sophia siempre me sacaba de mis casillas, pero esta vez me contuve. Apenas.
—Por cierto, ¿dónde está? Siempre están juntos como si fueran siameses —añadió, con una sonrisa maliciosa.
Mi voz salió seca, casi mecánica:
—Está en clase de matemáticas.
"Solo siete clases en toda la semana coincidimos con él, y tiene que molestarse en preguntarlo", pensé mientras mi mente repasaba las interacciones de Sophia y Ethan.
—¿Por qué preguntas? —añadí, observándolo con atención.
Ethan pareció quedarse en blanco un segundo, pero rápidamente recuperó su postura.
—Por nada, solo curiosidad.
Lo observé detenidamente. Su sonrisa parecía genuina, pero sus ojos... había algo en ellos que no coincidía.
"¿Curiosidad? Sí, claro."
Antes de que pudiera decir algo más, una voz se alzó desde el fondo del pasillo.
—¡Hey, Ethan! ¿Qué haces perdiendo el tiempo con ese tipo? ¡Vamos, la clase está por comenzar!
Ethan levantó una mano para hacerle saber que había escuchado y luego me dirigió una última mirada.
—Bueno, luego hablamos, Thiago.
—Seguro —respondí, con un tono que bordeaba el aburrimiento.
Mientras se alejaba, no pude evitar que mis pensamientos comenzaran a arremolinarse.
Mis sentidos, siempre agudos, eran capaces de detectar cambios sutiles en las personas. No era una ciencia exacta, pero mi naturaleza vampírica me daba una ventaja cuando se trataba de leer a los demás. Y Ethan… había algo en su actitud cuando mencionaba a Sophia. Su respiración cambiaba, su postura se tensaba, incluso el ritmo de sus latidos se volvía irregular.
"¿Será que...?"
Sacudí la cabeza.
"No, me estoy imaginando cosas", me dije. Pero la duda ya estaba plantada.
Mientras avanzaba hacia la clase de química, intenté concentrarme en otra cosa, pero el pensamiento persistía como una molesta melodía de fondo: ¿Qué tan profundo era realmente el interés de Ethan en Sophia?
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El laboratorio de química siempre tenía ese olor a productos químicos que, aunque desagradable para muchos, a mí me resultaba... neutral. Tal vez porque mis sentidos olfativos ya habían aprendido a filtrar olores más potentes, como el de la sangre. Afortunadamente, hoy parecía ser un día tranquilo.
Al entrar, las mesas estaban casi llenas. Me dirigí a mi lugar habitual al fondo, donde podía evitar la mayor parte de las conversaciones innecesarias. Por desgracia, mi plan de pasar desapercibido no iba a durar mucho.
Ethan estaba ahí, dos mesas adelante, rodeado de su grupo de siempre. Había risas, comentarios sarcásticos y una energía que gritaba "mira lo geniales que somos". Yo estaba seguro de que nadie se lo creía tanto como ellos mismos.
Tomé asiento, saqué mi cuaderno y fingí que me interesaban las fórmulas que el profesor comenzaba a escribir en la pizarra. Pero mi mente seguía regresando a lo que había pasado en el pasillo.
"¿Por qué se interesaría Ethan en Sophia? Ella es lo opuesto a todo lo que le atrae: discreta, auténtica, y sin la más mínima intención de unirse a su teatro."
El pensamiento no me dejaba en paz.
—Thiago, ¿me ayudas con esto? —preguntó una voz suave a mi lado.
Giré la cabeza y vi a Clara, mi compañera de laboratorio, con una expresión preocupada mientras señalaba su hoja llena de ecuaciones mal escritas.
—Claro, es más fácil de lo que parece —le dije, tomando su hoja para corregirla.
Mientras le explicaba, noté que Ethan me miraba de reojo. Era sutil, casi imperceptible, pero ahí estaba.
"¿Ahora qué?"
No pude evitar devolverle la mirada, aunque él la apartó rápidamente, fingiendo estar concentrado en el experimento.
"Definitivamente hay algo raro."
La clase avanzó lentamente, y mi mente se dividía entre ayudar a Clara y tratar de descifrar la actitud de Ethan. Si algo tenía claro, era que su interés en Sophia no era casual. Pero aún no sabía si era algo bueno o malo.
>>>tiempo despues<<
Cuando la campana sonó idio inicio al segundo descanso, anunciando el final de la clase fisica, recogí mis cosas rápidamente y salí antes de que alguien pudiera detenerme.
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El bullicio habitual llenaba el ambiente mientras los estudiantes se apresuraban a sus siguientes clases o al descanso. Me dirigía hacia mi casillero cuando escuché una conversación al fondo del pasillo. No necesitaba esforzarme para reconocer las voces.
—¿Por qué hablas con él? Es un tipo raro, Ethan —dijo Jessica, con su tono siempre cargado de veneno.
—Relájate, Jess. Solo estaba siendo amable —respondió Ethan, aunque su tono tenía un deje de irritación.
—¿Amable? Por favor, él no es de nuestro grupo. Y además… anda siempre con esa ratona, Sophia. No entiendo qué les ves.
Mi mandíbula se tensó al escuchar el desprecio en su voz, pero decidí no intervenir.
—Deja de llamarla así —dijo Ethan de repente, su tono más firme.
Eso sí llamó mi atención. Me detuve y fingí estar buscando algo en mi mochila, mientras seguía escuchando.
—¿Qué? —respondió Jessica, visiblemente sorprendida.
—A Sophia. Deja de llamarla ratona. No me gusta cómo suena.
Jessica soltó una risa burlona.
—Vaya, ¿defendiéndola ahora? ¿Qué pasa, Ethan? ¿Te gusta o qué?
No escuché la respuesta. Solo pasos rápidos que se alejaban, seguidos de un silencio incómodo.
"Interesante..."
No pude evitar sonreír mientras me dirigía al comedor. Las piezas comenzaban a encajar, aunque aún no sabía cuál sería el resultado de este juego. Pero una cosa era segura: Ethan no era tan indiferente como quería aparentar con sophia.
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Al llegar, Sophia ya estaba ahí, sentada en nuestra mesa habitual, hojeando uno de sus cuadernos de dibujo. Me acerqué con calma, dejando mis cosas sobre la mesa antes de sentarme frente a ella.
—¿Cómo estuvo tu clase? —le pregunté, más por costumbre que por curiosidad.
—Aburrida. La profesora se la pasó explicando algo que ya había entendido desde el primer día —respondió, sin levantar la vista de su cuaderno.
La observé un momento antes de soltar:
—¿Alguna vez te has preguntado qué piensa Ethan de ti?
Sophia levantó la cabeza de golpe, sorprendida.
—¿Qué? ¿Por qué preguntas eso?
Me encogí de hombros, fingiendo indiferencia.
—Nada, solo una curiosidad. Pero si quieres mi opinión… creo que él no es tan indiferente como aparenta.
Ella me miró, confundida y un poco esperanzada.
—¿A qué te refieres?
Sonreí con misterio, dejando que las palabras flotaran en el aire mientras abría un paquete de papas.
—Ya lo descubrirás.
Sophia frunció el ceño, su curiosidad claramente picada por mi comentario. Cerró su cuaderno y lo empujó a un lado, inclinándose ligeramente hacia mí.
—No puedes dejarme con eso, Thiago. ¿Qué sabes?
Me encogí de hombros, saboreando otra papa antes de responder.
—Solo cosas que he observado. Nada concreto, pero... digamos que Ethan no es tan bueno ocultando su atención como él cree.
Sus ojos se entrecerraron, analizando mis palabras como si tratara de resolver un acertijo complicado.
—¿Atención? —repitió, con un deje de incredulidad.
—Sí, atención. —Levanté una ceja—. Aunque claro, podría estar equivocado. Quizás solo eres una distracción más para él… o quizás, eres algo más.
—¿Algo más? —susurró, más para sí misma que para mí.
Levanté la mirada hacia el comedor. Ethan estaba sentado con su grupo en una mesa cercana, su actitud despreocupada de siempre, aunque noté que lanzaba miradas rápidas hacia nuestra dirección.
"Ahí está de nuevo", pensé.
Sophia, por supuesto, no lo notó. Ella nunca lo hacía cuando se trataba de Ethan.
—Mira, no quiero que te hagas ilusiones —dije finalmente, apoyando un codo en la mesa—. Pero si realmente quieres saber qué piensa él de ti, quizás deberías hablarle directamente.
Ella rió nerviosa y negó con la cabeza.
—Eso sería un desastre. No podría ni siquiera decir una palabra sin tartamudear.
—¿Y si no tienes que decir nada? —pregunté con una sonrisa enigmática.
Sophia me miró, confundida.
—¿Qué quieres decir?
Antes de que pudiera responder, una sombra se cernió sobre nuestra mesa. Levanté la vista y, para mi sorpresa, era Ethan.
—Hola, Thiago. —Su voz era casual, pero había un trasfondo de incomodidad en su postura. Miró brevemente a Sophia antes de volver su atención hacia mí—. ¿Podemos hablar un momento?
Sophia parecía congelada, sus ojos abiertos como platos mientras trataba de procesar lo que estaba ocurriendo.
—Claro —respondí, aunque no pude evitar alzar una ceja. Esto se esta poniendo interesante.
Me levanté lentamente, siguiendo a Ethan fuera del comedor. Sophia se quedó en su lugar, claramente confundida y algo ansiosa.
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Ethan se detuvo cerca de una ventana, cruzando los brazos mientras esperaba a que me acercara. Su expresión era seria, lo que solo aumentó mi curiosidad.
—¿Qué pasa? —pregunté, apoyándome casualmente contra la pared.
Él pareció dudar por un momento, como si estuviera decidiendo si realmente quería decir lo que tenía en mente.
—Mira, sé que tú y Sophia son... cercanos —comenzó, su tono cuidadoso—. Y no me importa eso, pero...
—Pero —lo insté, cuando se quedó callado.
—Solo quiero saber qué le has estado diciendo sobre mí —soltó finalmente, mirándome fijamente.
Ahí estaba. El famoso Ethan, preocupado por su imagen.
—¿Por qué? —pregunté, manteniendo mi tono neutral.
—Porque he notado que últimamente… bueno, ella me mira diferente. Y pensé que tal vez tú tenías algo que ver con eso.
Me reí por lo bajo, cruzando los brazos mientras lo observaba....tal vez un poco
—¿Y si lo tuviera?
Su mandíbula se tensó ligeramente, pero intentó ocultarlo con una sonrisa forzada.
—No quiero problemas, Thiago. Solo quiero entender qué está pasando.
Me acerqué un poco más, lo suficiente para que nuestras miradas quedaran al mismo nivel.
—Ethan, si Sophia te mira diferente, tal vez deberías preguntarte por qué. Tal vez no todo gira en torno a lo que yo digo o hago.
Él pareció desconcertado por un momento, como si no esperara esa respuesta. Pero antes de que pudiera decir algo más, me giré y comencé a caminar de regreso al comedor.
—Por cierto —dije por encima del hombro—, si realmente quieres saber lo que piensa Sophia, quizás deberías empezar a prestarle más atención.
No esperé su respuesta. Al entrar de nuevo al comedor, vi a Sophia mirando hacia la puerta, obviamente preocupada. Cuando me vio, dejó escapar un suspiro de alivio.
—¿Qué quería? —preguntó inmediatamente.
—Nada importante. —Me encogí de hombros, dejando que mi tono despreocupado calmara su ansiedad.
Ella me miró con desconfianza, pero no insistió.
Mientras me sentaba nuevamente, no pude evitar sonreír para mis adentros.
Las cosas estaban a punto de ponerse interesantes.
>>>continuara<<