1 de Septembris del Año 453, Tercera Era.
Ciudad de Mildea, Reino de Diophants.
A pesar de que el festival de otoño había sido el día anterior, aún quedaban muchos visitantes en la ciudad, los comerciantes deseosos de no tener que cargar nuevamente con la mercancía que no lograron vender el día anterior, hoy la ofrecen con grandes rebajas. Por tal motivo, la guardia de la ciudad aún sigue patrullando las calles y plazas.
El capitán Philipt constantemente revisaba las entradas a la ciudad, está al pendiente de cualquier situación extraña dentro de las murallas, posicionó soldados cerca de las dos entradas al área de donde residen los nobles, pero sin acceder a ella para evitar cualquier tipo de fricción con ellos.
La imagen de la niña seguía marcada en su memoria, y sospechaba fuertemente de algún noble; aunque sin ninguna prueba para demostrarlo, lo único que podía hacer era mantener vigilada a la nobleza.
~ Capitán, Capitán.
Se presentó un joven soldado mientras el capitán vigilaba la entrada y salida de transeúntes en la entrada sur de la ciudad.
~ Dígame soldado, ¿qué ocurre?
~ Le llegó esta carta hace un momento, es del capitán de la guardia de Tryo.
El soldado mostró la carta al capitán con el brazo extendido con la intención de entregarla al destinatario.
Philipt miró sin interés aquella carta y sin tocarla, le dio una orden nueva al soldado.
~ Lleva la carta al cuartel, y déjala en mi oficina.
~ Sí señor.
Dijo el joven soldado y realizando el saludo militar se retiró del lugar.
~ De seguro el capitán Larios desea que yo lo apoye nuevamente con su transferencia de cuartel.
Pensó Philipt mientras continuaba supervisando la entrada Sur.
Desde el asunto de Lacroist hace ya varios años, era muy común que los Misioneros pasaran por la ciudad de Tryo para seguir "evangelizando y combatiendo a los adoradores del maligno", por lo que la autoridad de la guardia se veía mermada con su presencia, e incluso se veía obligada a realizar trabajos desagradables, como el apoyo en la persecución y arresto de personas señaladas como enemigos de la santa iglesia.
~ Aunque yo en su lugar también buscaría la forma de que me cambiaran a otra ciudad.
Durante el transcurso del día, la ciudad se mantuvo en calma, a pesar de la gran cantidad de personas que transitaron por sus calles.
Se encontraba ya anocheciendo cuando el capitán Philipt se presentó nuevamente en el cuartel.
~ ¿Algún mensaje de las patrullas para mí?
Preguntó el capitán a su secretario, mismo que se encontraba a un costado de su oficina.
~ Solo un par de arrestos de personas alterando el orden público… todas en el barrio rojo mi capitán.
Le respondió mientras leía los reportes que se encontraban colocados en su escritorio.
~ En ese caso me retiro a mi casa, si hay algo que requiera mi presencia con urgencia, mande por mí.
~ Así se hará capitán, que descanse.
~ Hasta mañana.
~ Antes que se me olvide capitán, un guardia trajo una carta para usted y la dejó en su escritorio.
~ La carta... la había olvidado, gracias.
El capitán fue a su oficina y tomó la carta que se encontraba sobre su escritorio.
~ Ahora sí, nos vemos mañana.
~ Hasta mañana capitán.
La noche se sentía fresca, contrario a los días anteriores que solían ser más cálidos, durante su trayecto el capitán pasó al Mesón de la Luna para comprar el Pan de frutillas.
~ Lo siento capitán, pero hoy la señora ya no preparó panes.
Le informó Calixto cuando el capitán preguntó por los panes.
~ Pero en estas fechas tu señora no deja de prepararlos, son la especialidad de la casa.
~ Así es capitán, pero la señora lleva dos días un poco triste y no tiene humor de preparar nada, incluso ayer no salió de su cuarto más que para comer y ya.
~ Vaya... en ese caso me retiro y muchas gracias.
~ Hasta luego capitán.
~ Vaya que si le pegó duro el amor a Liseth
Pensó el capitán mientras recorría las calles poco iluminadas.
En la ciudad corría el rumor que la señora del Mesón de la Luna había sido despreciada por un extraño caballero de larga cabellera y extrañas ropas, y que incluso era huésped de ahí mismo.
~ Ciudad pequeña, Infierno grande.
Pensó el capitán y haciendo alusión a que mientras más pequeña sea una comunidad, más fácil vuelan los rumores mal intencionados.
El capitán llegó a un edificio de 4 pisos, subió las escaleras hasta llegar al segundo nivel y abrió la puerta de aquel hogar.
~ Ya llegué amor.
Dijo el capitán al llegar a su casa.
~ Siéntate en la mesa querido mientras te sirvo la comida.
Mientras esperaba a que su esposa le sirviera de comer, se puso a revisar la carta del capitán Larios.
~ A ver amigo mío, qué noticias me tienes de Tryo.
Estimado amigo Philipt:
Te escribo la presente para informarte que tengas cuidado de un extraño sujeto, un hombre alto de cabellera larga en color gris plata, porta una especie de armadura de cuero en color café oscuro, así como un par de dagas en sus costados.
Se dice que tiene una extraña arma que emite un sonido parecido a un trueno, y que es capaz de matar a un hombre, aunque se encuentre a varios metros de distancia.
Este asesino acabó con la vida de seis personas que vivían tranquilamente en una aldea ubicada en las cercanías de Lacroist, según algunos testigos, los eliminó de forma muy rápida con esta extraña arma. Por la información que obtuvimos de un vecino de la ciudad de Lacroist llamado Richard, Este sujeto se hace llamar Christopher Riscos, dice estar buscando a sus compañeros, al parecer todos son iguales que él, lo más probable es que vayan a tu ciudad, si los llegas a encontrar ten cuidado si quieres arrestarlos.
Tengo entendido que el sacerdote de la Santa Iglesia de Lacroist, envió una carta ayer al Obispo tratando sobre este mismo tema; así que posiblemente veas también a los misioneros rondando por tu ciudad.
Recibe mis saludos, y espero noticias tuyas.
Capitán Larios Landa
Guardia de la Ciudad de Tryo
El rostro del capitán se ensombreció al leer la carta. Por un momento dudó que hacer, pero después de pensarlo brevemente salió corriendo de su hogar con rumbo al cuartel; su esposa al notar que su esposo había salido, no se preocupó mucho, sabía muy bien que, como capitán de la guardia, en cualquier momento podía ser llamado, ante una emergencia.
Las estrellas cubrían el cielo nocturno, mientras las lunas con sus vestidos plateados danzaban entre ellas, como las verdaderas dueñas de la noche.
El capitán corría entre las calles semi desiertas de la ciudad, cuando al llegar a una esquina se topó con dos soldados que patrullaban la zona.
~ Capitán, ¿ocurre algo?
Preguntó uno de los soldados al identificar aquel hombre entre la oscuridad de la noche. Al reconocerlos, el capitán inmediatamente empezó a dar órdenes.
~ Soldado, ve al cuartel de la guardia, y dile al oficial en turno, que envíe a todos los soldados ahí reunidos al Mesón de la Luna, rápido.
Aquel soldado sin entender qué estaba ocurriendo, inmediatamente obedeció la orden dada y se retiró corriendo del lugar.
~ Tu sígueme, rápido.
Dijo el capitán mientras salía corriendo.
Aquel soldado lo siguió por inercia, sin saber que estaba ocurriendo, aunque en su mente empezó a tratar de adivinar lo que estaba pasando.
Calixto se encontraba llenando varias jarras de vino, mientras Simón atendía las mesas ocupadas; el lugar estaba ocupado por casi quince personas, todas ellas huéspedes del Mesón, ellos bebían y comentaban sobre sus ventas y situaciones ocurridas durante el festival.
La puerta se abrió, y apareció el capitán, aunque se veía agitado, entró despacio, traía la frente perlada de sudor, y su respiración se notaba un poco acelerada.
Con pasos pausados, poco a poco empezó a caminar hacia la barra observando a sus alrededores, miraba discretamente a cada uno de los presentes, se notaba que estaba buscando a alguien.
~ Buenas noches, ¿se encuentra la Señora Liseth?
~ Buenas noches capitán, ella se encuentra indispuesta.
~ Lo entiendo.
Nuevamente el capitán observó a los clientes, mientras en la entrada el soldado hacía guardia con el rostro un poco nervioso y sorprendido.
El capitán se acercó un poco más hacia Calixto y empezó a hablar en voz baja.
~ Hace unos días, vi entre sus huéspedes a un extraño hombre, alto de cabello gris muy largo, ¿Sabes de quien hablo?
~ ¡Ah!... el señor Christopher, si me acuerdo bien de él.
Dijo ella con una sonrisa inocente.
El capitán al escuchar el nombre, un extraño sentimiento de felicidad y temor lo invadió, tratando de controlar sus emociones y fingiendo estar tranquilo, nuevamente habló en voz baja.
~ ¿Sabes dónde está él?
Calixto estaba a punto de contestar, cuando nuevamente la puerta se abrió, y dos soldados más aparecieron, uno de ellos era el oficial, quien con paso decidido se acercó al capitán, y le empezó a susurrarle algo al oído.
~ Traje conmigo a los ocho hombres que estaban en el cuartel capitán.
El capitán sonrió, y tocó el hombro del oficial en señal de aprobación.
Nuevamente se acercó a Calixto.
~ ¿Y bien, sabes donde esta esté tal Christopher?
~ Un día antes del festival, se fue de la ciudad capitán.
Él sintió como si un balde de agua fría, le cayera encima.
~ ¿Sabes a dónde fue?
Dijo el capitán, pero ya no en voz baja.
~ No nos dijo nada, simplemente pagó sus cuentas y se fue con su caballo.
~ ¿Y no le dijo a nadie a donde se dirigía?
Cada vez el capitán subía más la voz.
~ No capitán, no lo sabemos.
Respondió ella mostrando un poco de nerviosismo.
~ ¿Con quién estuvo hablando? ¿Alguien lo frecuentaba?
El capitán había pasado de unas simples preguntas, a un interrogatorio.
~ No lo sé, con la señora, con Simón, no sé nada más.
Respondió ella, mientras se mostraba confundida y nerviosa, por la insistencia del capitán.
El capitán observó al joven, quien, al escuchar su nombre, se mostró muy nervioso sin saber por qué.
~ Mujer, ve a buscar a tu señora, dile que el capitán de la guardia desea hablar con ella, rápido.
Calixto muy nerviosa, salió corriendo a buscar a su señora.
~ A ver muchacho, ven para acá.
Simón se acercó al capitán, lenta y nerviosamente.
~ Apúrate, que no tengo toda la noche.
Simón apresuró el paso, hasta colocarse a solo un metro del capitán.
~ Dime... ¿Sabes a dónde se dirigía Christopher?
~ ¿El señor Christopher?
~ Sí, el señor Christopher, el tipo alto de cabello gris largo, ¿Sabes a dónde se fue?
~ No señor, no sé a dónde se fue.
El capitán, con su rostro enojado e impaciente, empezó a caminar entre las mesas, como si buscara algo que le diera una pista sobre el paradero del tal Christopher.
Su oficial, que desconocía lo que estaba ocurriendo, lo seguía con la mirada, hasta que no pudo contener más su curiosidad.
~ Disculpe Capitán, pero... ¿Qué es lo que estamos buscando?
Preguntó en voz baja.
El capitán, sin dejar de observar los alrededores, le entregó la carta.
Después de leerla, el oficial observó al capitán con un rostro sorprendido, mientras le devolvía la carta.
~ Este tipo... ¿Estuvo hospedado en este lugar?
~ Así es, lo vi solo una vez, estaba sentado en aquella mesa, me llamó mucho la atención ya que estaba bebiendo leche caliente en la noche.
~ ¿Leche en la noche, quien bebe leche en la noche?
Repitió sorprendido el oficial.
~ Lo mismo me pregunté yo.
Respondió el capitán mientras recordaba aquel momento.
Atrás de la barra aparece Calixto acompañada de Liseth, esta se veía molesta y a la vez sorprendida.
~ ¿A qué se debe todo este alboroto capitán?
Preguntó de forma enérgica, mostrando que no pensaba intimidarse ante nadie.
~ Disculpe señora, pero deseo hacerle unas preguntas.
Le dijo el capitán con voz firme.
Todos los huéspedes murmuraban entre ellos ante la escena que estaban presenciando.
~ Pues que sea rápido, que incomoda a mis clientes.
El capitán sonrió un poco, ya que esa era la cualidad de Liseth, mostrarse fuerte ante cualquier adversidad. Se acercó a Liseth y bajando un poco el tono de voz empezó a hablarle.
~ Necesito que me informe sobre el paradero de uno de sus huéspedes.
~ ¿Y de qué huésped estamos hablando?
~ Del señor Christopher.
En ese momento Liseth sintió como un nudo se le hacía en la garganta.
~ No sé nada sobre ese tipo, solo se fue y ya.
Respondió ella de forma cortante.
~ ¿No le dijo a dónde se dirige o sobre sus asuntos en esta ciudad?
~ No sé nada y no me interesa saber nada sobre esa persona.
Nuevamente respondía de forma cortante.
~ Cualquier cosa que me diga será útil para...
Estaba el capitán tratando de convencerla de decir lo que sabía, cuando ella lo interrumpió.
~ Ya le dije capitán que no se nada.
El capitán soltó un suspiro tratando de controlar su carácter.
~ ¿Podemos hablar en un lugar privado?
~ No tengo nada que decir sobre ese sujeto.
Respondía ella.
~ Por favor.
Pidió de forma amable el capitán.
Ella soltó un suspiro y con un ademán le indicó que lo siguiera.
Entraron en una habitación cercana, se notaba que servía como bodega para guardar víveres y utensilios de cocina.
~ Diga lo que diga, ya le dije que no sé nada sobre ese sujeto, y no me interesa saber nada sobre él.
Respondió ella mostrando su posición.
~ Esta carta me llegó hoy de la ciudad de Tryo, los civiles no pueden verla, pero dada la situación, le voy a pedir que la lea.
~ ¿Y para qué me sirve a mí leerla?
~ Por favor, léala detenidamente.
Liseth frunció el rostro y soltando un suspiro comentó.
-Disculpe capitán, pero yo no sé leer.
El capitán, un poco sorprendido exclamó.
-Disculpé, pensé que usted si sabía leer.
~ Se leer, pero muy poco.
~ Entiendo, en ese caso la leeré para usted.
El capitán empezó a leer la carta, conforme avanzaba con la lectura, el rostro de Liseth se oscurecía, así mismo, las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos.
~ No es cierto... no es cierto... no puede ser.
Balbuceaba mientras escuchaba el resto de la carta.
Al terminar de leerla, el capitán observó a Liseth; ella, con sus ojos inundados por las lágrimas, se dejaba caer de rodillas.
~ Pero si él se comportaba de forma tan inocente, casi parecía un niño grande, dígame que no es cierto, dígalo por favor.
Exclamaba Liseth mientras el capitán se acercaba a ella, y con una rodilla en el suelo buscaba las palabras para consolarla.
~ Lo siento Liseth, pero parece que todo lo que está escrito ahí es verdad.
~ Pero ¿cómo es posible? ¿Cómo?
~ A veces los peores criminales se esconden bajo el rostro de personas amables y merecedoras de toda nuestra confianza.
El capitán notó que ella lloraba amargamente, por lo que esperó a que se controlara un poco para poder seguir preguntando.
~ Sé que no es el momento, pero necesito de su ayuda, sabe con quién más habló este tipo, cualquier cosa que me ayude a localizarlo y aprenderlo.
~ No sé, solo sé que estuvo aquí encerrado varios días comiendo galletas y pasteles.
~ Cualquier cosa, alguien que viniera a visitarlo, lo que sea.
~ Lo visitó una vez una de las empleadas del sastre Fernand, traía ropa para él, parece que él le confeccionó ropa o algo así, pero no se más.
Aquella respuesta avivó las esperanzas del capitán.
~ Gracias Liseth, has sido de gran ayuda.
El capitán guardó la carta, mientras se encaminaba hacia donde se encontraban los soldados, algunos de ellos portaban antorchas para poder iluminarse durante la noche.
~ ¿Qué pasó capitán?
Preguntó el oficial.
~ Vamos al local del sastre Fernand.
~ A la orden, soldados, en marcha.
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Fernand se encontraba acostado en su cama, se sentía feliz pues había acabado de reproducir la camisa con la apertura por delante y crumenas laterales.
Mañana la mostraría en su local, seguro de que causará una gran sensación entre los transeúntes.
Estaba en eso, cuando el golpeteo a su puerta lo sacó de sus pensamientos.
Al principio trató de ignorarlo, pero la insistencia de los golpes era tal, que se levantó de mala gana.
-¿Quién toca con tanta insistencia, que no ve que está cerrado?
Gritó, mientras se asomaba desde una ventana, del segundo nivel de su casa.
~ Abran la puerta en nombre del capitán de la guardia de la ciudad.
Gritó a todo pulmón el oficial.
Fernand al ver a tantos soldados reunidos, varios de ellos con antorchas, supo de inmediato que se trataba de algo de gravedad, encendió una lámpara de aceite y de inmediato bajó rápidamente las escaleras, se dirigió a la puerta que servía de entrada al local y la abrió.
~ ¿Qué es lo que sucede capitán?
~ Disculpe las molestias ante lo avanzado de la noche, pero me urge hacerle algunas preguntas.
Respondió el capitán que, con su rostro apenas iluminado por la llama tímida de aquella lámpara, se mostraba muy serio.
~ ¿Dígame qué desea saber?
Preguntó en tono preocupado.
~ ¿Usted atendió a un hombre llamado Christopher Riscos?
~ Christopher... claro que sí, ¿por qué?
~ ¿Qué relación tiene con él?
~ Solo comercial, me pidió que le confeccionara tres cambios de ropa.
~ ¿Solo eso?
~ Así es capitán.
~ ¿Le informó en algún momento hacia dónde se dirigía después de abandonar la ciudad?
~ Temo decirle que nunca me dijo hacia donde se dirigía.
Con el rostro derrotado, el capitán se despidió de él
~ Gracias por su cooperación y disculpe las molestias.
Fernand volvió a cerrar su puerta, y con la mente llena de preguntas se dirigió a su cama para tratar de dormir.
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La noche estaba muy avanzada, los árboles, apenas iluminados por la luz de las lunas proyectaban fantasmagóricas sombras sobre el paisaje, La luz de la fogata parecía alejar a los espectros de la noche, pero eso no era lo que le preocupaba a Christopher, que se encontraba acampando a las afueras de una aldea del camino.
~ Si me estás diciendo que era una mejor idea pasar la noche en un establo... creo que tienes razón.
Christopher hablaba con su caballo, aunque este estaba más entretenido comiendo el pasto del lugar.
~ Hice bien en comprar estos pedernales antes de salir de la capital, al menos ya es más fácil hacer una fogata... aunque debo admitir que tenía que comprar algún recipiente para calentar el agua.
Después de un momento empezó a gritar
~ ¡DE QUÉ ME SIRVE TENER RAMEN Y RACIONES DEL EJÉRCITO, SI NO TENGO DONDE CALENTAR EL AGUA PARA PODER PREPARARLOS!
Su caballo lo miró indiferente y siguió comiendo.